Read Cómo mejorar su autoestima Online
Authors: Nathaniel Branden
Por otra parte, no me refiero aquí a los problemas de los psicópatas o de las personas que parecen carecer de sentimientos de culpa normales: si lo hiciera, tendría que tocar muchos temas que no me propongo abarcar aquí.
En la práctica de la terapia, gran parte de lo que se llama culpa tiene que ver con la desaprobación o la condena de otros, de personajes influyentes como los padres o cónyuges; no siempre es aconsejable tomar las declaraciones de culpa (las nuestras o las de los demás) al pie de la letra. Con frecuencia, cuando alguien declara: "Me siento culpable por esto y por esto", lo que en realidad quiere decir, aunque rara vez lo reconoce, es: "Tengo miedo de que si mamá o papá (o alguna otra persona importante) se entera de lo que he hecho, me critique, repudie o condene". A menudo, la persona no considera la acción como verdaderamente mala, en cuyo caso lo que siente no es literalmente culpa. De modo que la solución a esta categoría de "culpa" es
atender a la auténtica voz del yo,
respetar su propio juicio por encima de las creencias de los demás que uno no comparte de manera sincera (aunque finja hacerlo).
Recuerdo algunos pacientes que confesaban sentirse culpables por la masturbación porque cuando eran jóvenes sus padres les habían enseñado que era pecado. A veces un terapeuta "soluciona" este problema reemplazando la autoridad de los padres del paciente por la suya propia y asegurándole que la masturbación es una actividad más que aceptable. Pero esto supone que la "culpa" está provocada por una idea equivocada sobre la moralidad de la masturbación. Yo considero que esta actitud equivale a echar una cortina de humo. El problema más profundo es la dependencia y el miedo a la autoafirmación; más específicamente, el miedo a desafiar los valores de otras personas Influyentes. Así pues, trabajo, en primer lugar, para tratar de lograr un cambio en la definición del problema, de la manera siguiente:
"Yo
no creo que la masturbación sea algo malo, pero tengo miedo de la desaprobación de mis padres". Al reconsiderar el problema de este modo, hemos salido del campo de la culpa y el autorreproche; le hemos dado uña definición más precisa y útil. Y el desafío se convierte en:
¿Estoy dispuesto a perseverar y actuar de acuerdo con mis propias percepciones y convicciones?
Tal disposición es uno de los significados de "honrar al yo". Cuando una persona acepta este desafío, la autoestima se eleva.
A veces las declaraciones de culpa son una cortina de humo para ocultar resentimientos negados o rechazados. Por ejemplo: "No he logrado vivir de acuerdo con las expectativas o parámetros de otro. Tengo miedo de admitir que esas expectativas y esos parámetros me Intimidan. Tengo miedo de reconocer cuánto me irrita lo que se espera de mí. Así que, en cambio, me digo a mí mismo, y les digo a los demás, que me siento culpable de no haber hecho lo correcto, y de ese modo no tengo que temer comunicar mi resentimiento y poner en peligro mi relación con los demás".
Si usted se reconoce en esta descripción, la solución para su "culpa" es ser honesto consigo mismo y con los demás respecto de su resentimiento. Primero, por supuesto, debe ser honesto consigo mismo. Reconozca su irritación. Admita que su resentimiento está causado por parámetros y expectativas que no son verdaderamente suyos. Y observe cómo la "culpa" comienza a desaparecer, aunque aún deba seguir luchando para obtener una mayor autonomía.
"Si no me sintiera culpable... —decía Esteban en un ejercicio de completar oraciones destinado a explorar justamente este tema— me sentiría... agitado. Si no me sintiera culpable, quisiera saber con qué derecho mi familia espera que yo mantenga al vago de mi hermano. Si no me sintiera culpable, les diría que estoy harto de hacerme responsable de un inútil que no se hace responsable de sí mismo. Si no me sintiera culpable...
No
me siento culpable,
me siento rabioso."
Y luego: "Si estuviera dispuesto a ser honesto con respecto a mi rabia, dejaría de decir que me siento culpable. Si estuviera dispuesto a ser honesto con respecto a mi rabia, admitiría lo diferente que soy del resto de mi familia. Si estuviera dispuesto a ser honesto con respecto a mi rabia, me sentiría más limpio y más libre".
"Si lo que siento no es realmente culpa —decía Clara, una mujer desdichada en su matrimonio—, tendré que luchar con mi
resentimiento
hacia las exigencias de mi esposo, que pretende que viva sólo para él; tendré que
afrontar
ese resentimiento. Si lo que siento no es realmente culpa, admitiría que
me gusta
haber vuelto a trabajar. Si lo que siento no es realmente culpa, me pondría a gritar lo cansada que estoy de reprimir mi propia energía para que mi marido no se sienta amenazado."
Una vez más se ve aquí la necesidad de cambio en la definición del problema. Lo que hay que resolver no es la culpa, sino el resentimiento al que no nos enfrentamos y el miedo a la autoafirmación. La supuesta culpa es sólo un medio de protegerse a sí mismo del desafío más profundo.
A medida que uno se vuelve más honesto con respecto a sus sentimientos, deja de lado la necesidad de sentir esta especie de pseudo culpa. Y luego es más libre de pensar con claridad en los valores y las expectativas que pueda ser necesario cuestionar y rechazar.
De ningún modo esta tarea resulta siempre fácil. Si lo fuera, la gente no se escondería detrás de la pseudo culpa. Pero si uno está dispuesto a hacer el esfuerzo, si uno genera el coraje necesario para emprender la búsqueda de la independencia (y eso es posible), el beneficio de la confianza y el respeto por sí mismo serán virtualmente inmediatos.
Pero supongamos que los parámetros
son
verdaderamente los suyos propios, y que en algún aspecto usted ha actuado contra ellos o los ha traicionado. Usted ha erosionado su sentido de la integridad personal.
Cuando abandonamos la Infancia y desarrollamos nuestros propios valores y parámetros, el mantenimiento de la integridad personal adquiere mayor importancia para nuestra autoevaluación.
Integridad
significa la integración de convicciones, parámetros, creencias y conducta. Cuando nuestra conducta es coherente con los valores que profesamos, poseemos integridad.
El siguiente es un ejercicio que facilitará su exploración respecto a este punto. Copie estos principios de oraciones en un cuaderno y complete cada uno de ellos utilizando seis a diez finales:
Siento que poseo integridad principalmente cuando...
A veces disminuye mi integridad cuando...
Me gusto más cuando...
Me gusto menos cuando...
Cuando no actúo de acuerdo con mis parámetros me digo...
Para mí sería más fácil vivir de acuerdo con mis parámetros si...
Recuerde: si se bloquea,
invente.
No se permita decirse que no puede hacerlo. Sí puede. Sólo se trata de que decida hacerlo, o no. Cuando haya realizado el ejercicio, tómese unos minutos para meditar sobre los finales que ha dado a las oraciones. ¿Qué sentimientos le despiertan? ¿Qué ha descubierto? ¿Qué ha aprendido? Sería provechoso que se detuviera a tomar algunas notas sobre lo que ha descubierto acerca de usted mismo.
Cuando nos comportamos de modos que se oponen a nuestro juicio de lo que es apropiado, tendemos a perder valor ante nuestros propios ojos. Tendemos a respetarnos menos. Pero si nos limitamos a castigarnos, a despreciarnos, y luego no pensar más en ello, deterioramos nuestra autoestima
y aumentamos la probabilidad de poseer menos integridad personal en el futuro.
Un mal concepto de uno mismo es una profecía que siempre acaba cumpliéndose: provoca en nosotros una mala conducta. No mejoramos diciéndonos que estamos corruptos. Nuestras acciones son un reflejo del sujeto y la entidad que pensamos que somos. Necesitamos aprender, pues, una reacción alternativa frente a nuestras faltas, que es más útil para nuestra autoestima y para nuestra conducta futura.
En lugar de caer en la autocondena, podemos aprender a preguntarnos: ¿cuáles fueron las circunstancias? ¿Por qué mis elecciones o decisiones parecían deseables o indispensables en aquel contexto? ¿Qué estaba yo tratando de lograr? ¿De qué modo Intentaba defenderme?
No podemos comprender las acciones de un ser humano hasta que comprendamos por qué tienen algún sentido para la persona implicada. Necesitamos conocer el
contexto personal
en el que ocurrieron las acciones, el modelo de realidad, el modelo de yo-en-el-mundo que yace detrás de la conducta.
Por ejemplo: supongamos que soy una mujer que he elegido permanecer demasiado tiempo junto a un marido alcohólico que me maltrata físicamente, lo cual es peligroso tanto para mí como para mis hijos. Sé que debería irme, pero tengo miedo. La vida es para mí algo temible, mi situación me resulta precaria, y veo que mis recursos y opciones son muy limitados. Dada mi inseguridad básica, mi modelo personal del yo-en-el-mundo,
estoy tratando de sobrevivir,
lo cual no es un crimen. Quizás desee tener más coraje y confianza y no sufrir tanta angustia, pero no puedo maldecirme por tratar de vivir. Sólo puedo aprender que es posible vivir mejor cambiando mi punto de vista sobre mí misma y sobre el mundo.
El hecho importante es éste: si podemos contemplar nuestro contexto personal con compasión y deseos de comprender (sin negar ni por un momento lo equivocado de nuestra conducta), si podemos ser para con nosotros mismos un buen amigo que realmente quiere saber por qué nos comportamos como lo hacemos, entonces podremos curarnos; sentiremos quizá remordimiento y arrepentimiento, pero no nos autocondenaremos. Y la consecuencia más probable será la decisión de ser mejores en el futuro.
Este es el modelo que utilizamos en la terapia. Una mujer confiesa una infidelidad sexual; un hombre admite que ha perpetrado una violación; un empleado reconoce haberse apropiado de los fondos de la empresa; un adolescente cuenta haber herido adrede a su hermano menor; un científico admite haber falsificado datos; un padre confiesa haber sido cruel y desconsiderado con respecto a las necesidades de sus hijos; un profesor reconoce haber aprovechado el trabajo de un alumno para mejorar su prestigio; una secretaria admite haber faltado a su empleo, con la excusa de estar enferma, para salir con su novio; un periodista confiesa haber inventado chismes con fines maliciosos. Algunas de estas acciones pueden ser triviales, otras tienen trágicas consecuencias. Pero cuando en la terapia nuestros pacientes hablan de ellas transmitiéndonos su sentimiento de culpa, ¿qué hacemos para repararlo?
Generalmente, decimos algo así como: "Veo que se siente desdichado y se reprocha lo que ha hecho. Tratemos de entender por qué lo hizo. ¿Cuáles fueron los sentimientos y motivos que lo impulsaron a actuar de ese modo? ¿Podemos analizar eso?" (No gritamos recriminaciones, ni tampoco decimos: "Lo que hizo estuvo bien. No tiene por qué sentirse mal.")
Debe usted recordar que, cuando actúa, en algún sentido siempre está luchando por satisfacer sus necesidades (lo mismo es válido para todos los organismos vivientes). Nuestras acciones siempre están relacionadas con nuestros esfuerzos para sobrevivir, para proteger al yo, para mantener el equilibrio, para evitar el miedo y el dolor, para madurar o para crecer. Aun cuando el camino elegido esté equivocado, aun si
objetivamente
nos entregamos a la autodestrucción,
subjetivamente,
en algún nivel, estamos tratando de salvarnos, como en el caso de un suicida que busca escapar de un dolor intolerable.
Empero, entender las raíces de las conductas impropias, no significa que las personas implicadas "no pudieron evitarlo". Ni la comprensión ni la compasión suponen negar la responsabilidad.
De hecho, cuando una persona ha cometido una equivocación con respecto a la cual se siente culpable, dirijo su atención hacia las acciones que podría realizar para permitirse el auto perdón. Examinemos este punto, puesto que es importante.
El auto perdón puede exigir más que la comprensión y la compasión antes mencionados. Teniendo en cuenta que a veces hay circunstancias especiales que requieren consideraciones especiales, existen en general medidas bastante específicas que pueden liberarnos de la culpa.
La primera es reconocer (hacer real ante nosotros mismos, en lugar de negar o ignorar) que somos nosotros los que hemos realizado esa acción particular.
La segunda, si otra persona ha resultado herida por nuestra acción, es reconocer explícitamente ante esa persona (o personas) el daño que hemos hecho y transmitir nuestra comprensión de las consecuencias de nuestra conducta, suponiendo que ello sea posible.
La tercera es realizar todas las acciones a nuestro alcance que puedan enmendar o minimizar el daño que hemos causado (devolver dinero robado, rectificar una mentira, etcétera).
Por último, es necesario que nos comprometamos firmemente a comportarnos de una manera diferente en el futuro,
porque sin
un
cambio de conducta volveremos a desarrollar continuamente la desconfianza.
Desde luego, también es necesario, como medida inicial, estar dispuestos a explorar las razones por las cuales realizamos dicha acción. Si evitamos eso, no nos liberaremos de la culpa, y es muy probable que repitamos el modelo de conducta inadecuada.
Por supuesto, algunos delitos son tan terribles que el auto perdón del tipo que estoy describiendo aquí es poco realista o imposible; para citar sólo dos ejemplos, las acciones del torturador de un campo de concentración o de un genocida no se resuelven por esta vía. Pero esa clase de gente tampoco suele hacer psicoterapia o leer libros sobre la autoestima.
Para aquellos a quienes si concierne este análisis, existen evidencias abrumadoras de que si aprendemos a comprendernos y perdonarnos, nuestra conducta tiende a mejorar. En cambio, si seguimos condenándonos sin piedad, nuestra conducta (como nuestra autoestima) tiende a empeorar.
A continuación propongo un ejercicio que le ayudará a aplicar este principio. Copie, clara y específicamente, alguna acción suya que se haya reprochado. Explique
por qué
considera que esa acción es equivocada. Luego cierre los ojos e Imagine que el que cometió esa acción no fue usted sino un amigo al que quiere mucho. Imagine que hace preguntas a ese amigo, que le hace hablar, que le ayuda a expresar en palabras el modelo del yo-en-el-mundo con que obraba en ese momento, y lo guía hacia la perspectiva o los sentimientos ocultos detrás de esa conducta. Luego imagine que aplica ese tratamiento con usted mismo. ¿Cómo le hace sentir? ¿Qué descubre? Registre su experiencia en el cuaderno.