Cómo mejorar su autoestima (4 page)

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Authors: Nathaniel Branden

BOOK: Cómo mejorar su autoestima
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Vivir conscientemente implica respeto por los hechos de la realidad —los hechos de nuestro mundo interior así como los del mundo exterior—, en contraste con una actitud equivalente a decir: "Si yo no quiero verlo o considerarlo, esto no existe". Vivir conscientemente es vivir
responsablemente para con la realidad.
Lo cual no significa que tenga que gustarnos lo que vemos, sino que debemos reconocer lo que es y lo que no es, y que los deseos o los miedos o los rechazos no alteran los hechos.

Para ilustrar lo que quiero decir con "vivir conscientemente", ofrezco los siguientes ejemplos:

Vivir conscientemente.
Cuando Nicanor empezó a trabajar en un nuevo empleo, hizo todo lo posible para cumplir a la perfección con lo que se le pedía y no cesaba de buscar medios que le permitieran realizar su tarea con mayor eficiencia. Además, procuró comprender el contexto más amplio dentro del cual se desarrollaba su trabajo, a fin de poder ascender y no quedarse estancado para siempre en el nivel en el cual había empezado. Su deseo básico era
aprender,
y así seguir creciendo en confianza, productividad e idoneidad.

Vivir inconscientemente.
Cuando Rodolfo empezó a trabajar en la misma empresa, pensó que si memorizaba la rutina de las tareas que le habían asignado y no atraía sobre si una atención negativa, conservaría el empleo. Los
desafíos
no le atraían, pues implicaban riesgo y requerían pensar. Se condujo dentro del nivel mínimo de conocimiento necesario para repetir los movimientos que le habían enseñado, sin aportar nada por su parte. Rara vez desviaba la vista de su puesto de trabajo, salvo para conversar con sus compañeros o soñar despierto. No sentía curiosidad alguna por su actividad, más allá de lo más inmediato. ¿Qué necesidad tenía? Total, el empleo ya era suyo. Frente a él puso un reloj, para saber exactamente cuándo eran las cinco, hora de irse a casa. Cuando se vio frente a su supervisor y éste le reprochó errores que había cometido, su comportamiento típico fue buscar excusas y hervir por dentro. Pero cuando ascendieron a Nicanor y a él no, Rodolfo se sintió perplejo y resentido.

¿Cuál de estos dos patrones de conducta se parece más al suyo? ¿Y cómo influye esta conducta en su autoestima?

Vivir conscientemente.
Isabel, una mujer felizmente casada, me dijo una vez: "Una hora después de conocer al hombre con el que más tarde me casé, yo podría haberle dado una conferencia sobre las cosas que harían difícil la convivencia con él. Lo considero el hombre más excitante que he conocido, pero nunca me engañé con respecto a que también es extremadamente introvertido. A veces parece un profesor distraído. Pasa muchísimo tiempo en su mundo personal privado. Tuve que saberlo desde el principio, de lo contrario más tarde me habría sentido muy defraudada. El nunca trató de disimular la clase de hombre que era. Yo no entiendo a la gente que se manifiesta herida o disgustada por el modo en que sus parejas resultan ser. ¡Es tan fácil conocer a la gente, con sólo
prestar un poco de atención!.
Soy feliz en mi matrimonio, pero no porque me diga que mi marido es “perfecto” o “no tiene defectos”. Creo que es por eso que sé apreciar su fuerza y sus virtudes:
yo estoy dispuesta a verlo todo."

Vivir inconscientemente.
Luisa, una mujer que vino a verme para la psicoterapia, me dijo en la primera sesión:

"Con los hombres tengo una mala suerte terrible. ¿Cuántas mujeres pueden decir que sus tres últimos amantes les pegaban? No sé por qué pasan estas cosas. ¿Por qué tiene que sucederme a mí, Dios, por qué a mí? En realidad, no puedo decir que me tomo el trabajo de conocerlos antes... ¿me entiende? Para mí, la inseguridad forma parte de la emoción, ¿no? Y después, cuando empiezan a sacudirme, me llevo una sorpresa tremenda... ¡No puedo creer lo que está pasando!. Bueno, creo que más o menos sabía... de algún modo... que me iban a traer problemas. Había señales. ¡Pero yo
quería
que las cosas salieran bien!. Yo
quería
que cada uno de ellos fuera el Hombre Perfecto. Así que, aunque me enteraba de cómo habían tratado a otras mujeres, me decía: “Conmigo va a ser diferente”. Me pregunto si las otras mujeres también se habrán dicho lo mismo... Mamá solía aconsejarme: “Mira antes de cruzar”. ¿Pero así, qué diversión hay? A mí me gusta cerrar los ojos... y caer. ¡Que sea lo que Dios quiera!. Esa es mi filosofía. Si pudiera encontrar un tipo de hombre mejor..."

De más está decir que estas dos mujeres representan los extremos de dos actitudes opuestas. En sus relaciones personales, ¿qué actitud está más cerca de la suya?

Vivir conscientemente.
Cuando Rogelio era chico, veía y oía muchas cosas que no entendía. Oía a su madre, que le aleccionaba sobre las virtudes de la honestidad y luego, en muchas ocasiones, la oía mentirles a los vecinos. Veía que su padre miraba a su madre con odio y unos instantes después le decía: "Sí, querida, tienes razón, te pido disculpas". Veía que los adultos casi nunca decían la verdad sobre sus sentimientos; que por lo general parecían desdichados y derrotados, aunque ello no les impedía pronunciar discursos sobre cómo tener éxito en la vida. Parecían preocuparse mucho más por lo que pensaban los otros que por lo que era correcto. Rogelio se sentía desanimado, y a veces asustado por lo que veía, pero seguía mirando, seguía tratando de entender. Sabía que no quería ser como los adultos que lo rodeaban. Con frecuencia sentía la necesidad de tener a alguien a quien pudiera admirar sinceramente, pero no fingía admirar a la gente que conocía. Tenía impaciencia por crecer, para poder salir de allí y encontrar un camino mejor que el que le ofrecían los adultos que veía. Mientras tanto, se decía, nada era más importante que mantener la claridad de su propio criterio... y no rendirse a la desesperanza. Lastimado, golpeado, alienado de los que lo rodeaban, resistió, perseveró, y al crecer descubrió amigos a quienes
podía
querer y admirar, y halló las posibilidades de llevar la clase de vida con la que había soñado de niño, cuando aún ni siquiera conocía las palabras para designarla. De adulto, encontró esas palabras... y la realidad.

Vivir inconscientemente.
Marcos vivía en un mundo parecidísimo al de Rogelio, pero muy pronto, en las primeras etapas de su vida, llegó a una conclusión diferente. Nebulosamente y sin palabras, decidió que ver demasiado es peligroso. Quería ser aceptado en su medio, quería que lo amaran y eso le parecía lo más importante de todo. De modo que simulaba no darse cuenta cuando los adultos mentían o se comportaban de manera hipócrita o cruel, y así aprendió a imitar la conducta de ellos, hasta que llegó un día en el que le resultó tan natural como respirar. Al llegar a la adolescencia se preguntaba qué había sido del entusiasmo que sentía de niño, pero enseguida apartaba de su mente tales pensamientos. Cuando tenía ya veinte años, su padre le dijo un día: "¿Tú crees que la vida es tratar de ser feliz?". Por aquel entonces Marcos se hallaba tan confundido que sabía que no era necesario responder; su padre, sencillamente, estaba afirmando algo obvio. A los treinta años, tomando una copa con sus amigos, Marcos decía: "Os diré cuál es el secreto de la vida: seguir adelante y no pensar. Así, no se siente dolor". Todos le consideraban un hombre normal, salvo sus asombrados hijos, que veían cierto vacío en su mirada. Pero a los adultos les parecía un hombre como cualquier otro, y eso era lo que Marcos había querido siempre; y para conseguirlo habría vendido su alma, que fue lo que hizo.

¿Puede usted relacionar la psicología de uno de estos dos hombres con la suya? Si es así, ¿qué es lo que eso le aclara?

Vivir conscientemente.
Adela era bioquímica y se dedicaba a la investigación. Había escrito varios ensayos muy respetados, en los que desarrollaba una teoría que iba ganando muchos partidarios entre sus colegas. Más tarde, por un desconocido diario australiano, se enteró de unos descubrimientos experimentales que, si llegaban a verificarse, invalidarían por completo su teoría. Repitió los experimentos descritos, comprobó que en verdad su teoría era equivocada, y publicó un artículo dando a conocer esos resultados. Cuando un colega menos honesto, le preguntó por qué había elegido rectificar basándose en el titular de un periódico que no conocía nadie, Adela lo miró como si no entendiera, lo cual no hizo más que enfurecer a su colega. "Me interesa la
verdad",
le respondió. "¿Y qué es la verdad?" preguntó el otro, encogiéndose de hombros.

Vivir inconscientemente.
En este caso, consistiría en compartir la mentalidad del colega de Adela, sea cual fuere la profesión de uno.

De estas dos actitudes opuestas respecto a la verdad, ¿cuál se parece más a la suya? ¿Y cuán coherente es usted? ¿Y cómo afecta ello a la imagen que tiene de usted mismo?

Vivir conscientemente.
En medio de una acalorada discusión con su esposa, Horacio se detuvo de pronto y le dijo: "¡Espera un momento! Me parece que estoy a la defensiva, que en realidad no te estoy escuchando. ¿Podríamos dar marcha atrás, rebobinar un poco y volver a intentar entendernos? Veamos si puedo comprender lo que me dices."

Vivir inconscientemente.
Durante varios años, la esposa de Arturo procuró comunicarle a su marido que no se sentía feliz en su matrimonio. La respuesta característica de él consistía en adormecerse, tranquilamente. Si ella trataba de sacar el tema por la mañana temprano, con la esperanza de encontrarlo más despierto, él refunfuñaba:

"¿Por qué empiezas a hablar de estas cosas inaguantables cuando sabes que estoy a punto de ir al trabajo?" Si ella le pedía que le dijera algún otro momento más apropiado para la charla, Arturo le respondía: "¡Me estás acorralando! ¡No soporto que me presiones!" En una ocasión ella le confesó que si no aprendían a comunicarse el uno con el otro, ella no podría soportar seguir viviendo con él; Arturo vociferó: "acaso crees que otras esposas son más felices que tú? " y salió de la casa dando un portazo. Después de eludir la situación varios años, un día se encontró, al volver a casa, con una nota en la que su mujer le decía que se había ido porque no aguantaba más. Entonces gritó a las paredes:

"Pero, ¿qué es lo que ha pasado? ¿Cómo pudo suceder esto? ¿Cómo pudo abandonarme sin darme siquiera una oportunidad?".

¿Se identifica usted con alguno de estos modelos de conducta más que con el otro? ¿Ve en estas dos historias ciertos aspectos de su propia personalidad? Y lo que ve, ¿le gusta o le disgusta?

Vivir conscientemente.
Cada vez que Olga se proponía una nueva meta, de inmediato se preguntaba qué iba a necesitar para alcanzarla. Por ejemplo, quiso abrir su propio negocio, y para ello preparó un elaborado plan de acción, con una serie de detalladas estrategias que le permitirían avanzar paso a paso en dirección al fin deseado; luego empezó a actuar. No esperó pasivamente a que alguien le facilitara la realización de sus sueños. Si algo le salía mal, su respuesta típica era: "¿Qué es lo que olvidé?" Cuando se topaba con algún obstáculo, no buscaba culpas sino soluciones. Consideraba que la responsabilidad era la
causa
de los
efectos
que ella quería. Cuando al fin alcanzó el éxito, no se sintió en absoluto asombrada por ello.

Vivir inconscientemente.
María estaba descontenta con su trabajo en una casa de modas, y soñaba con abrir un negocio propio; pero si sus amigos le preguntaban cómo haría para llevar a cabo con éxito ese propósito, ella respondía: "¿No sería estupendo?" Cuando su jefe la reprendía por soñar despierta en las horas de trabajo y no atender bien a las clientas, ella se decía: "Es difícil concentrarse en cosas sin importancia cuando estoy pensando en mis propias ambiciones".

Si una amiga le sugería que podía ser conveniente que mostrara más iniciativa en su empleo, ella respondía: "¿Y por qué tendría que matarme trabajando para otro?". Cuando su jefe le comunicó que ya no necesitaría sus servicios, María se sintió ofendida y traicionada. Se preguntó por qué algunas personas podían realizar sus sueños y ella no, y pensó: "Quizá tengo demasiados escrúpulos para triunfar en los negocios". Advertía vagamente que en su corazón crecía el odio, pero ella lo denominaba "indignación ante la injusticia del
sistema
".

Si usted conociera a dos mujeres de esas características, ¿con cuál tendría más cosas en común? ¿Cuál se le asemeja más? ¿Puede ver las implicaciones que ello tiene en cuanto a su autoconfianza y su autorrespeto?

Vivir conscientemente.
Mercedes amaba a su marido, que era constructor, y cuando se enteró de que él estaba reduciendo la calidad de sus proyectos para abaratar los costos, de un modo que rozaba los límites de lo inescrupuloso, se sintió muy mal. Sabía que la industria de la construcción atravesaba un mal momento y que la competencia era feroz; pero hasta entonces la preocupación por su propio trabajo le había impedido darse cuenta de lo inquieto que estaba su marido con respecto a su negocio. Mercedes le planteó el tema; al principio él se mostró irritado y a la defensiva. Ella insistió, y entonces él vio que su esposa no le hablaba con hostilidad sino con verdadero interés, y comenzó a abrirse más y más y a compartir con ella sus inquietudes y los motivos que lo llevaban a reducir la calidad. Aun así, durante la semana siguiente pasaron momentos difíciles; a veces perdían el control y se gritaban. No obstante al final privaron la sensatez, el amor y el respeto mutuo. Él se comprometió a corregir las infracciones que había cometido y a volver a practicar en su trabajo la integridad que había demostrado en el pasado. Su mujer le ayudó a fortalecer su confianza respecto al modo de salir airoso. Después de capear con éxito esa tormenta, el matrimonio se fortaleció. "Si uno ama de verdad a alguien —dijo Mercedes—, no permite que el miedo le impida desafiarlo, cuando eso es lo que exige la situación."

Vivir inconscientemente.
Susana no se sintió cómoda con respecto al futuro nuevo socio de su marido, Pablo, cuando éste lo llevó a cenar a su casa. Pablo poseía varios garajes que en ese momento necesitaban capital, que era precisamente lo que ofrecía aquel hombre, a cambio de una parte del negocio. Para Susana, nada de lo que se habló en la mesa tenía sentido, y en ningún momento intentó aclararlo; se dijo que el comercio es cosa de hombres y que ella no tenía por qué pensar en eso. Sin embargo, le parecía, aunque vagamente, que el hombre había dicho que si bien
en los papeles
él sería el dueño mayoritario a partir de ese momento,
en la práctica
el negocio seguiría siendo de Pablo. "Después de todo —afirmó el hombre, yo no entiendo nada de garajes." Susana advirtió que Pablo se veía inquieto, distraído y algo irritable cada vez que ella hablaba; se dijo que el principal deber de una esposa es mantener la casa en orden, y se quedó debidamente callada, sin prestar atención al resto de la charla. No dijo nada cuando Pablo firmó los papeles sin haber consultado con su abogado; prefirió no pensar en ello, como prefirió no pensar mientras veía que despedían a un empleado tras otro, según las órdenes del nuevo socio, y contrataban gente menos experimentada sin consultar a Pablo; prefirió no pensar ni hablar cuando vio que los ingresos de Pablo disminuían sin ninguna razón que él fuera capaz de explicarle; prefirió no pensar ni hablar cuando un día Pablo llegó a su casa y le anunció que iba a declararse en quiebra. Era como si cada uno de esos golpes fuera una señal para cerrar aun más su conciencia. Por aquel entonces, Susana lloraba mucho (en realidad, lloraban los dos)—, pero ninguno hablaba o pensaba al respecto. "¿Qué es lo que hay que pensar?", le dijo Pablo un día, en respuesta a su silencio. "Tuve mala suerte. Podría sucederle a cualquiera." Susana lo miró desde el otro extremo de la mesa, haciendo un intento desesperado de mantener su mente en la bruma, para no ponerse a llorar a gritos. Pero se sentía traicionada, no tanto por su marido como por sus padres, que mucho tiempo atrás le habían dicho que si una mujer es complaciente, apoya a su marido y nunca se le opone, será feliz. Pero Susana no era feliz.
"¿Por qué la vida me ha engañado?",
se preguntaba amargada. "Quizás Pablo haga algo para salir de esto", se dijo. Ni ella ni Pablo se habían parado a pensar que los esposos deben reflexionar y hablar juntos sobre los temas de su vida común.

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