Border of a Dream: Selected Poems of Antonio Machado (Spanish Edition) (26 page)

BOOK: Border of a Dream: Selected Poems of Antonio Machado (Spanish Edition)
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Greek word meaning “west,” a reference to Spain or Italy; in this instance, Spain.

Parergón

Al gigante ibérico Miguel de Unamuno, por quien la España actual alcanza proceridad en el mundo.

Los ojos

1

Cuando murió su amada

pensó en hacerse viejo

en la mansión cerrada,

solo, con su memoria y el espejo

donde ella se miraba un claro día.

Como el oro en el arca del avaro,

pensó que no guardaría

todo un ayer en el espejo claro.

Ya el tiempo para él no correría.

2

Mas, pasado el primer aniversario,

¿cómo eran—preguntó—, pardos o negros,

sus ojos? ¿Glaucos?... ¿Grises?

¿Cómo eran, ¡Santo Dios!, que no recuerdo?...

3

Salió a la calle un día

de primavera, y paseó en silencio

su doble luto, el corazón cerrado...

De una ventana en el sombrío hueco

vio unos ojos brillar. Bajó los suyos

y siguió su camino... ¡Como ésos!

Parergon

To the giant Iberian, Miguel de Unamuno, through whom present-day Spain has eminence in the world.

The Eyes

1

When his lover died

he made up his mind to grow old

in his closed house,

alone, with his memory and mirror

in which she gazed one bright day.

Like gold in a miser’s coffer,

he chose not to keep

a whole yesterday in the clear mirror.

Time for him would not run.

2

And after the first year,

“How were her eyes,” he wondered,

“brown or black? Pale green? Gray?

How were they? Good God! I can’t remember.”

3

He went into the street one day

of spring, and strolled silently

in double mourning, his heart locked.

From a window in the hollow shadow

he saw flashing eyes. He lowered his

and walked on. Like those!

Glosando a Ronsard y otras rimas

Esto soñé

Que el caminante es suma del camino,

y en el jardín, junto del mar sereno,

le acompaña el aroma montesino,

ardor de seco henil en campo ameno;

que de luenga jornada peregrino

ponía al corazón un duro freno,

para aguardar el verso adamantino

que maduraba el alma en su hondo seno.

Esto soñé. Y del tiempo, el homicida,

que nos lleva a la muerte o fluye en vano,

que era un sueño no más del adanida.

Y un hombre vi que en la desnuda mano

mostraba al mundo el ascua de la vida,

sin cenizas el fuego heraclitano.

El amor y la sierra

Cabalgaba por agria serranía,

una tarde, entre roca cenicienta.

El plomizo balón de la tormenta

de monte en monte rebotar se oía.

Súbito, al vivo resplandor del rayo,

se encabritó. bajo de un alto pino,

al borde de una peña, su caballo.

A dura rienda le tornó al camino.

Y hubo visto la nube desgarrada,

y, dentro, la afilada crestería

de otra sierra más lueñe y levantada

—relámpago de piedra parecía—.

¿Y vio el rostro de Dios? Vio el de su amada.

Gritó: ¡Morir en está sierra fría!

Pío baroja

En Londres o Madrid, Ginebra o Roma,

ha sorprendido, ingenuo paseante,

el mismo
taedium vitae
en vario idioma,

en múltiple careta igual semblante.

Atrás las manos enlazadas lleva,

y hacia La tierra, al pasear, se inclina;

todo el mundo a su paso es senda nueva,

camino por desmonte o por rüina.

Dio, aunque tardío, el siglo diecinueve

un ascua de su fuego al gran Baroja,

y otro siglo, al nacer, guerra le mueve,

que enceniza su cara pelirroja.

De la rosa romántica, en la nieve,

él ha visto caer la última hoja.

Azorín

La roja tierra del trigal de fuego,

y del habar florido la fragancia,

y el lindo cáliz de azafrán manchego

amó, sin mengua de la lis de Francia.

¿Cúya es la doble faz, candor y hastío,

y la trémula voz y el gesto llano,

y esa noble apariencia de hombre frío

que corrige la fiebre de la mano?

No le pongáis, al fondo, la espesura

de aborrascado monte o selva huraña,

sino, en la luz de una mañana pura,

lueñe espuma de piedra, la montaña,

y el diminuto pueblo en la llanura,

¡la aguda torre en el azul de España.!

Al escultor Emiliano Barral

... Y tu cincel me esculpía

en una piedra rosada,

que lleva una aurora fría

eternamente encantada.

Y la agria melancolía

de una soñada grandeza,

que es lo español (fantasía

con que adobar la pereza),

fue surgiendo de esa roca,

que es mi espejo,

línea a línea, plano a plano,

y mi boca de sed poca,

y, so el arco de mi cejo,

dos ojos de un ver lejano,

qu you quisiera tener

como están en tu escultura:

cavados en piedra dura,

en piedra, para no ver.

Madrid, 1922

Soledades a un maestro

1

No es profesor de energía

Francisco de Icaza,

sino de melancolía.

2

De su raza vieja

tiene la palabra corta,

honda la sentencia.

3

Como el olivar,

mucho fruto lleva,

poca sombra da.

4

En su claro verso

se canta y medita

sin grito ni ceño.

5

Y en perfecto rimo

—así a la vera del agua

el doble chopo del río—.

6

Sus cantares llevan

agua de remanso,

que parece quieta.

Y que no lo está;

mas no tiene prisa

por ir a la mar.

7

Tienen sus canciones

aromas y acíbar

de viejos amores.

Y del indio sol

madurez de fruta

de rico sabor.

8

Francisco de Icaza,

de la España vieja

y de Nueva España,

que en áureo centén

se graben tu lira

y tu perfil de virrey.

Los sueños dialogados

1

¡Cómo en alto llano tu figura

se me aparece!... Mi palabra evoca

el prado verde y la árida llanura,

la zarza en flor, la cenicienta roca.

Y al recuerdo obediente, negra encina

brota en el cerro, baja el chopo al río;

el pastor va subiendo a la colina;

brilla un balcón en la ciudad: el mío,

el nuestro. ¿Ves? Hacia Aragón, lejana,

la sierra de Moncayo, blanca y rosa...

Mira el incendio de esa nube grana,

y aquella estrella en el azul, esposa.

Tras el Duero, la loma de Santana

se amorata en la tarde silenciosa.

2

¿Por qué? decísme, hacia los altos llanos

huye mi corazón de esta ribera,

y en tierra labradora y marinera

suspiro por los yermos castellanos?

Nadie elige su amor. Llevóme un día

mi destino a los grises calvijares

donde ahuyenta al caer la nieve fría

las sombras de los muertos encinares.

De aquel trozo de España, alto y roquero,

hoy traigo a ti, Guadalquivir florido,

una mata del áspero romero.

Mi corazón está donde ha nacido.

no a la vida, al amor, cerca del Duero...

¡El muro blanco y el ciprés erguido!

3

Las ascuas de un crepúsculo, señora,

rota la parda nube de tormenta,

han pintado en la roca cenicienta

de lueñe cerro un resplandor de aurora.

Una aurora cuajada en roca fría,

que es asombro y pavor del caminante

más que fiero león en claro día

O en garganta de monte osa gigante.

Con el incendio de un amor, prendido

al turbio sueño de esperanza y miedo,

yo voy hacia la mar, hacia el olvido

—y no como a la noche ese roquedo,

al girar del planeta ensombrecido—.

No me llaméis, porque tornar no puedo.

4

¡Oh soledad, mi sola compañía,

oh musa del portento, que el vocablo

diste a mi voz que nunca te pedía!,

responde a mi pregunta. ¿con quién hablo?

Ausente de ruidosa mascarada,

divierto mi tristeza sin amigo,

contigo, dueña de la faz velada,

siempre velada al dialogar conmigo.

Hoy pienso: este que soy será quien sea;

no es ya mi grave enigma este semblante

que en el íntimo espejo se recrea,

sino el misterio de tu voz amante.

Descúbreme tu rostro, que yo vea

fijos en mí tus ojos de diamante.

De mi cartera

1

Ni mármol duro y eterno,

ni música ni pintura,

sino palabra en el tiempo.

2

Canto y cuento es la poesía.

Se canta una viva historia,

contando su melodía.

3

Crea el alma sus riberas;

montes de ceniza y plomo,

sotillos de primavera.

4

Toda la imaginería

que no la brotado del río,

barata bisutería.

5

Prefiere la rima pobre,

la asonancia indefinida.

Cuando nada cuenta el canto,

acaso huelga la rima.

6

Verso libre, verso libre...

Líbrate, mejor, del verso

cuando te esclavice.

7

La rima verbal y pobre,

y temporal, es la rica.

El adjetivo y el nombre,

remansos del agua limpia,

son accidentes del verbo

en la gramática lírica,

del Hoy que será Mañana,

del Ayer que es Todavía.

Glossing Ronsard and Other Rhymes
45

This I Dreamt

The wanderer of the road becomes the road,

and in the orchard by the serene sea

a mountain fragrance follows him; grass mowed

across the pleasant fields is fiery hay.

The pilgrim on his lengthy journey reined

his heart in check. He found that it was best

for iron lines to wait and be contained

until the soul could ripen in his chest.

All this I dreamt: a homicidal time

floating us to our death or drifting (and

in vain) was just the peak of Adam’s dream.

I saw a man who in his naked hand

revealed the coals of life, a constant flash

of Heraclitean fire, and yet no ash.

Love and the Sierra

He galloped over harsh sierra ground

one afternoon amid the ashen rock.

The tempest’s leaden ball was heard rebound

mountain to mountain echoing with shock.

Suddenly, amid the glazing radiance

of burning lightning bolts, below high pines

his horse reared up next to a precipice.

He swerved back to the path, seizing the reins.

He looked. The sundered cloud came into view,

and in the rift the sharpened summits grew

of farther sierra peaks hanging above,

blazing. It seemed to be lightning of stone.

And did he see God’s face? He saw his love.

He screamed: To die in these cold hills alone!

Pío Baroja
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In London or Madrid, Geneva or Rome

he is the ingenuous passerby surprised,

a
taedium vitae
in varied language foam,

in sundry masks but of one face comprised.

He strolls about, his hands folded behind

him, and as he goes by he tilts toward

the earth. All in his path are a new find,

whether on high or ruinous regard.

The nineteenth century offered—very late—

the great Baroja embers of flaming coal,

and in the twentieth, world war’s at his gate,

covering all of his red-haired face with ash.

From the romantic rose, lost in the snow,

he’s seen the last petal linger and crash.

Azorín
47

The red meadow made of fiery wheat,

the flowery beanfield floating with fragrance,

cups of Manchegan saffron were his treat.

He didn’t miss the fine lily of France.

Whose is that double look of candor and

boredom, the quivering voice and honest sign,

a cold man, with nobility of mein,

who counters with the fervor of his hand?

Don’t place him in the end under the weight

of stormy summits or unfriendly wood,

but in a transparent morning’s plain light

where the far mountain wears a foaming hood

of stone near a small village on the plain

and the sharp tower against the blue of Spain!

To Emiliano Barral, Sculptor

Your chisel chopped me

out of a roseate stone

holding a cold dawn

eternally spellbound.

And the sour melancholy

of dreamed-about grandeur

so Spanish (a fantasy

dressing up my laziness)

emerged from that rock

that is my mirror. The face

came line by line, plane by plane,

my mouth of little thirst,

and under the arc of a hazy brow

two eyes with a far-off gaze

that I wish were mine

as they are in your sculpture:

eyes dug out of hard stone,

in stone, so as not to see.

Madrid, 1922

Solitudes to a Master

1

Not a professor of energy,

Francisco de Icaza,

but of melancholy.

2

From his old race

he keeps the brief word

and deep phrase.

3

Like the olive grove,

he gives a lot of fruit

and scant shadow.

4

In his clear poem

he sings and meditates,

but no shout or frown.

5

And in perfect rhyme

—at the edge of the water

the double black poplar—.

6

His singing carries

pools of water

that look still

and are not,

but in no hurry

to go to the sea.

7

His songs have

the smell and zip

of old loves.

From Indian sun

a ripeness of fruit

and rich taste.

8

Francisco de Icaza,

from Spain of old

to the New España,

from a dawn-gold coin

you shape your lyre

and viceroy’s profile.

Dreams in Dialogue

1

How suddenly her face on the plateau

appears to me! And then my word evokes

green meadows and the arid plains below,

the flowering blackberries and ashen rocks.

Obedient to my memory, the black oak

bursts on the hill, the poplars then define

the river, and the shepherd climbs the cloak

of knolls while a town balcony shines: mine,

ours. Can you see? Remote, toward Aragón,

the sierra of Moncayo, white and rose.

Look at the bonfire of that cloud, and far

shining against the blue, my wife, a star.

Santana hill, beyond the Duero, shows,

turning violet in soundless afternoon.

2

You ask me why my heart flies from the coast

back to Castilla, to towering raw terrains,

why, near the sea, in fertile fields, I most

long to be back on high and barren plains.

No one chooses his love. It was my fate

that one day chose to send me to gray hills

where falling snows freeze and obliterate

the shadows of dead oaks—now winter still.

Out of that spur of Spain, rocky and high,

I bring you now, blooming Guadalquivir,

a sprig of rosemary, a pungent thorn.

My heart is living, yes, where it was born,

but not to life—to love, the Duero near,

the whitewashed wall and cypress in the sky!

3

Lady, the embers of a shattered dusk,

its storm clouds a monotony of brown,

have quickly painted rocks of ashen rust

on a far hill with blazings of the dawn.

It is a dawn congealed on frozen rock

that overwhelms the traveler with awe

and dread—more than a furious lion stalk-

ing the bright day, or great bears in the claw

of mountains. Seized by flaming love, with burns

and turbulence of dreams of hope and fright,

I’m walking toward the sea, oblivion,

and not like those huge boulders toward the night

as the dark somber planet turns and turns.

Don’t try to call them back. I must go on.

4

O solitude and now my one companion!

O muse of wonder offering the word—

I never asked for—to my voice! A question:

Whom am I talking to? And am I heard?

Abstracted from the noisy masquerade,

I turn my sadness, punctured by no friend,

to you, my lady of the veiled face, in shade,

who when you talk to me are always veiled.

Today I think: who I am I don’t care;

it’s not my grave enigma when I stare

into my inner mirror, but the mystery

of your warm loving voice. Now clear the glare

and show your face to me. I want to see

your eyes made out of diamonds fixed on me.

From My Notebook

1

Not marble hard and enduring,

not music or painting,

but the word in time.

2

Song and story are poetry.

A live story is sung

told by its melody.

3

The soul creates its banks,

mountains of ash and lead,

small copses of spring.

4

All imagery

not springing from the river

is cheap jewelry.

5

Choose poor rhyme,

undefined assonance.

When the song tells nothing

maybe the rhyme is lame.

6

Free verse, free verse.

Better to be free of verse

when it enslaves.

7

Rhymes verbal and weak

and temporal are strong.

Adjective and noun

are still pools of clear water,

are accidents of a verb

in the lyric grammar

of today that will be tomorrow,

of yesterday that is still.

45
These sonnets under one title are sometimes related, but they are not a sequence and are to be taken as separate sonnets.

46
Spanish novelist (1872–1956).

47
Pseudonym of Spanish essayist and novelist José Martínez Ruiz (1873–1967), known for his descriptions of Castilian towns and landscapes.

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