Blanca como la nieve roja como la sangre (4 page)

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Authors: Alessandro D'Avenia

Tags: #Drama, romántico

BOOK: Blanca como la nieve roja como la sangre
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Guardo silencio, porque me avergüenzo de responder en voz alta. Silvia me mira con ojos de quien espera la respuesta adecuada durante un examen o la quiere soplar. Sé la respuesta, quisiera gritarla al mundo entero: Beatrice, mi fuerza de gravedad, mi peso, mi sangre, mi rojo.

—Yo pienso en el rojo.

Alguno ríe fingiendo haber entendido un chiste que no he contado.

Gandalf ha comprendido que no estoy bromeando.

—¿Y cómo es el rojo?

—Como su pelo...

Los demás me miran como si me hubiese fumado un canuto antes de entrar en clase. La única que parece sintonizar conmigo es Silvia, que me mira cómplice.

Gandalf me mira a los ojos, mejor dicho: dentro de los ojos. Sonríe.

—Para mí también es así...

—¿Y cómo es?

—Como su sangre.

Ahora nosotros lo miramos a él como a quien se ha fumado un canuto.

Se acerca a la pizarra y escribe en silencio: «Mi amor es blanco y bermellón».

Y el juego se reanuda.

Así son las clases con Gandalf: se construyen sobre la marcha, y es como si tuviera siempre una frase lista que saca de su libro mágico...

Esta frase no la conoce nadie y cuando nos revela que se encuentra en la Biblia nadie lo cree, así que salimos de allí también con deberes de religión: leer el Cantar de los Cantares.

De todos modos, nadie hace los deberes de religión.

En la vida solo sirve aquello en lo que te ponen una nota.

No hay nada mejor que el siguiente plan con Niko.

Comida ligera de Mac y concurso de eructos en scooter.

Desafío relajante a la Play en su casa: dos horas jugando al GTA. Habremos rebañado con la sierra eléctrica a no menos de quince policías. Te sube una adrenalina que después necesariamente tienes que descargar contra los rivales de fútbol: no tienen esperanza.

Preparación para el partido con un dopaje casero: un batido de plátano que solo sabe hacer la mamá de Niko. La mamá de Niko es nuestra hincha acérrima y nos da el dopaje de plátano.

Y, por fin, el partido. Hoy jugamos contra el Deportivo Fanta. Son duros: es un equipo del último curso. El año pasado les ganamos, y justo por eso nos tienen ganas: quieren venganza. Se nota en la mirada del Vándalo, su capitán. No me quita los ojos de encima. Ni se imagina lo que le espera.

Hoy no ha venido nadie a animarnos. Será porque mañana tenemos que presentar los deberes de biología. Yo, previsor, me he adelantado: no he hecho los deberes.

Calentamos las manos ateridas de Espuma con venenosos disparos rasos. Hoy Mechón parece bajo de tono. Tenemos que dirigir el cotarro Niko y yo, atiborrados de batido de plátano y adrenalina contenida de GTA. La hierba espera solo ser acariciada por nuestras botas.

El partido no pasa del empate a cero en el primer tiempo. El Vándalo no ha hecho más que darle el coñazo a Niko durante media hora, con un mareaje al hombre. No lo deja ni respirar. Tenemos que cambiar algo, pero no sé qué. Solamente sé que cuando Niko lo tiene otra vez pegado y mordiéndole los tobillos con su presión de mastín napolitano sin darle tiempo para pensar ni lanzar a puerta, la adrenalina de GTA emerge triunfante y Niko entra a degüello, por detrás, sobre el tobillo del Vándalo, que acababa de robarle el balón. El Vándalo se desploma dando un alarido. No se ha partido la pierna por puro milagro. Se revuelca como un poseso, a la manera de Gollum. Todos lo rodean. Antes de que pueda acercarme, un puñetazo se estampa en la nariz de Niko, que se dobla en dos y sus manos se llenan de sangre. Sin pensarlo, salgo disparado hacia el chico que ha pegado a Niko.

—¿Qué mosca te ha picado, imbécil?

Lo que tiene en sus ojos no es una mirada, sino una especie de fulgor demoníaco, que salta como un resorte comprimido contra mí. El empujón me hace volar dos metros antes de caer de culo, dejándome sin respiración.

—¿Cómo me has llamado?

Noto su aliento pestífero penetrar en mi nariz. No me atrevo a reaccionar. Me masacraría. Por suerte, en ese instante interviene el árbitro, que expulsa tanto a Niko como al energúmeno chiflado.

Sin Niko, el partido se apaga. El Vándalo se recupera y marca con una ira incontenible.

1 a 0 para el Deportivo Fanta.

Cuando voy a los vestuarios, Niko ya se ha marchado.

El Vándalo me está esperando en la salida con sus bárbaros. Aquí la cosa puede acabar mal.

—Hoy tu amigo ha tenido suerte. La próxima vez no saldrá vivo del campo... Ve a consolarlo... ¡Maricón!

El Pirata, con toda su pandilla, ha quedado reducido al silencio de la derrota y la humillación por una horda de bárbaros cabreados.

Niko ha venido al insti con dos cardenales negros debajo de los ojos. El chico que le pegó ha sido suspendido del torneo.

—Ese me las va a pagar. Ni te imaginas lo que le voy a hacer. Ni te lo imaginas...

Niko está realmente negro, como sus cardenales.

—Anda, Niko, lo han descalificado. Tu entrada al Vándalo no es que fuera lo que se dice delicada...

Niko me fulmina con un rayo de sus ojos semicerrados.

—¡Encima le das la razón! ¿Qué pasa, te has vuelto maricón? ¿Te has olvidado los cojones en casa?

—Si te hubieses tranquilizado un poco, ayer no habríamos perdido...

—Así que la culpa ahora va a ser mía... Que te den, Leo...

Me da la espalda, sin tener tiempo a reaccionar. El día ha empezado de la mejor manera posible.

El Soñador ha entrado en clase con un librito en la mano. Un centenar de páginas.

—Un libro que te cambia la vida. —Eso ha dicho.

Nunca he pensado que los libros pudieran cambiar absolutamente nada, aún menos la vida. Si acaso, te la cambian porque estás obligado a leerlos y querrías hacer cualquier otra cosa. En cambio, el Soñador es un soñador y no puede dejar de soñar. Pero ¿qué tiene que ver este libro con la historia? El Soñador ha dicho que para entender el período que nos toca estudiar hay que entrar en el corazón de los hombres de la época y ha comenzado a leer las páginas de un libro de Dante Alighieri. No la
Divina Comedia,
que es un ladrillo cósmico. Un librito pequeño, la historia de amor de Dante.

No me lo puedo creer: resulta que Dante escribió un libro para Beatrice. Enamorado como yo. El libro se titula
La vida nueva,
justo lo que había descubierto yo sólito: el amor lo vuelve todo nuevo. ¿Y si yo fuese el próximo Dante? ¿Si por una vez el Soñador tuviese razón? Sea como sea, Dante dedicó aquel libro precisamente a su encuentro con Beatrice y al cambio de su vida tras aquel momento. Es increíble: ¡alguien de la prehistoria que experimenta lo mismo que yo! ¿Seré la reencarnación de Dante?

Ve a contarle eso a la profe Rocca, que define mi forma de escribir «descuidada y retorcida» y nunca me pone más de un cuatro pelado, que es el peor tres enmascarado... ¡Luego no soy la reencarnación de Dante! Aunque ahora tampoco hay quien entienda a Dante, luego puede ser que si lo que escribo no se entiende se deba a que tengo un futuro de Dante... De todos modos, aunque no sea Dante, Beatrice sigue siendo Beatrice y no puedo dejar de pensar en ella ni de hablar de ella, como dice Dante: «...quiero hablar con vosotras de mi dama, no porque crea agotar su alabanza, sino para desahogar la mente conversando».
[1]

¡Dante siempre tiene razón! Pero tengo que leerme su libro, así a lo mejor copio algún poema para Beatrice y se lo dedico. Mejor aún, le escribiré un mensaje con un pasaje famosísimo del libro. A este seguramente responde. No quedaré como un imbécil. Comprenderá que voy en serio, como Dante. No puedo rendirme; un león que se rinde no es un león. Un pirata que se retira no es un pirata. Ella entenderá, porque estudió estas cosas el año pasado y si no se acuerda me preguntará... Beatrice está en segundo este año. Es muy lista. Le mando el mensaje. «Incipit vita nova...» Qué bien suena en latín, da ese toque elegante. El T9 no consigue reconocer el latín, pero Beatrice comprenderá.

Solo una cosa me molesta. A ojos de todos, el Soñador está abandonando impetuosamente su condición de pringado-cuenta-cuentos-gafe. Y, mal que me pese, en el fondo también a mis ojos, y no lo soporto... Hay que hacer algo para ponerlo en su sitio: descubrir su punto débil y lanzarle el ataque del Pirata...

El T9 es el invento del siglo
xxi.
Te ahorra mogollón de tiempo y te hace soltar cuatro carcajadas, pues cuando quieres escribir una palabra reconoce otra que a veces es la contraria. Por ejemplo, si tengo que escribir «perdón», la palabra que sale es «miedo».
[2]
Es una coincidencia singular, porque cada vez que tengo que pedir perdón por lo que sea siempre me muero de miedo.

Me gusta el T9. Quién sabe si Dante tenía algo como el T9 para componer todos esos versos. Hay personas que te dan pistas sobre cómo han podido aprender lo que saben hacer. Están predestinadas. Yo todavía no sé hacer nada a lo grande, pero tengo confianza. La profe de inglés dice «tiene talento, pero no se esmera». Pues eso: yo tengo talento, puedo hacer lo que sea, pero aún no he decidido hacer nada en serio, esmerarme en algo. Podría ser Dante, Miguel Ángel, Einstein, Eminem o Jovanotti, todavía no lo sé. Tengo que intentar descubrirlo.

Según el Soñador, debo encontrar mi sueño y transformarlo en un proyecto. He de preguntarle cómo se hace y encontrar mi sueño. Se lo preguntaría, solo que me da vergüenza y le daría la razón... y además esta manía de tener un sueño cuando aún cuentas dieciséis años no me convence. En cualquier caso, de lo que estoy convencido es de que en mi sueño está Beatrice.

Dicho sea de paso, no ha respondido a mi mensaje; me ha dejado hecho polvo, creía que al menos Dante la conmovería. Tengo un nudo en el estómago y el corazón se me pone blanco. Como si la propia Beatrice quisiera borrarme de la faz de la tierra con un corrector. Me siento como si fuera un error, un error ortográfico. Un «yo» sin
o,
un «soy» sin
y.
Un repaso de corrector y desaparezco, como todos los errores. La página queda en blanco, limpia, y nadie ve el dolor que se esconde debajo de aquella capa blanca.

La poesía es una trola en versos. Dante, ¡que te jodan!

Beatrice tiene el pelo rojo. Beatrice tiene los ojos verdes. Beatrice tiene. Por la tarde se queda con sus amigos frente al insti. Beatrice no tiene novio. El año pasado estuve en su fiesta: para mí fue un sueño. Me pasé todo el rato escondiéndome detrás de algo o de alguien para poder mirarla, para grabar en mi memoria cada uno de sus gestos y movimientos. Mi cerebro se ha convertido en una cámara, para que mi corazón pueda ver en cualquier momento la película más bonita jamás rodada sobre la faz de la tierra.

No sé de dónde saqué valor para pedirle su número. De hecho, no lo saqué de ninguna parte... me lo dio Silvia, que es su amiga, después de las vacaciones de verano. Pero dudo que Silvia le haya dicho que era para mí. A lo mejor por eso no me responde. A lo mejor no sabe que quien le escribe soy yo. En mi móvil ella es «Roja». Estrella roja: sol, rubí, cereza. Pero de todas formas podría responder, aunque solo fuera por curiosidad.

Pero ¿acaso no he sido un león en mi vida anterior? Por eso insisto. Me escondo en el bosque y, en el momento oportuno, salgo y acecho a mi presa sin dejarle espacio para la huida, tras empujarla hacia un claro sin protección. Eso haré con Beatrice. Se encontrará conmigo cara a cara y tendrá que elegirme a la fuerza.

Estamos hechos el uno para el otro. Yo lo sé. Ella no. No sabe que me ama. Aún no.

Hoy he hablado con
Terminator

. Sí, porque cuando tengo que solucionar asuntos importantes sé que de nada vale hablar con los mayores. O no te escuchan o te dicen «no pienses en eso, que ya pasará». Pero si te estoy hablando de eso es justo porque no se me ha pasado, ¿no te parece? O si no, te salen con el mágico «algún día, algún día lo entenderás. Lo entenderás el día que tengas hijos, el día que tengas un trabajo».

Yo lo único que espero es que ese día no llegue nunca, porque todo se te vendrá encima a la vez: madurez, hijos, trabajo... y me parece absurdo que para entender hayan de caerte todas esas cosas, como una especie de rayo. ¿No podría empezarse desde ahora, poco a poco, sin esperar a que llegue ese maldito día? Hoy. Yo quiero entender hoy, no «algún día». Hoy, ahora. Pero resulta que no: aquel día te aplastará y ya será demasiado tarde, porque tú, que querías estar preparado, no has encontrado a nadie que se dignase responderte. Lo único que has encontrado es a alguien que te ha pintado ese día como una profecía de muerte y destrucción...

Por no hablar de los profes. Cuando tratas de hablar seriamente con ellos te responden «ahora no», que quiere decir «nunca». Los profes te dicen las cosas enseguida cuando son malas: notas, exámenes, faltas, deberes... Las buenas no te las dicen, porque si no —afirman— «nos dormimos en los laureles», que en realidad no creo que sean tan cómodos. Por otra parte, no tenemos más que decirnos con ellos.

¿Papá y mamá? Ni en sueños. Me da vergüenza solo de pensarlo. Es como si nunca hubieran tenido mi edad. Y además papá siempre vuelve cansado del trabajo y quiere ver el fútbol. ¿Mamá? Con mamá paso vergüenza. Con los añitos que tengo, no puedo seguir hablando con mi mamita. Descartados los profesores y los padres, con Niko que no me habla desde el partido contra el Deportivo Fanta, ¿quién me queda?
Terminator

. Él al menos me escucha en silencio, sobre todo si después le doy las galletas con sabor a gato frito.

—Verás,
Terminator

, desde que el Soñador habló del sueño, el tema me vuelve continuamente a la cabeza, como un picor, pero más fuerte. ¿Tú qué deseabas,
Terminator

, qué querías ser de mayor? Tú solamente puedes ser un perro: comer como un perro, dormir como un perro, mear como un perro y morir como un perro. Pero yo no. Me gusta tener grandes deseos. Un gran sueño. Todavía no sé cuál es, pero me gusta soñar que tengo un sueño. Estar en la cama en silencio soñando con mi sueño. Sin hacer otra cosa. Repasar los sueños y ver cuáles me gustan. ¿Quién sabe si dejaré huella? Solo los sueños dejan huella.

Terminator

 tira de mí, él tampoco sabe concentrarse, qué querrá. Seguimos caminando.

—¡No me interrumpas...! Me gusta tener sueños. Me gusta. Pero ¿qué hago para encontrar mi sueño,
Terminator

? Tú te lo has encontrado ya hecho. Yo no soy un perro. Al Soñador le han bastado un abuelo y una película. A lo mejor tengo que ir más al cine, ya que no tengo abuelo y a la abuela tengo que gritarle cuando le hablo porque no oye y además tiene ese olor a viejo que no aguanto, me hace estornudar. O a lo mejor tengo que leer más libros. El Soñador dice que nuestros sueños están ocultos en las cosas que encontramos realmente, en las que amamos: un lugar, una página, una película, un cuadro... los sueños nos los dan los grandes creadores de belleza.

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