"De todas formas, la meta de nuestras ocupaciones, su poder subversivo, consiste en poner en práctica aquí y ahora, sin esperar revoluciones mitológicas, lo más posible de una vida anárquica, una vida liberada. Está claro que no podés hacerlo por completo, porque la sociedad sigue estando bajo el imperio del capital, hay un poder totalitario que te enfrenta. Pero uno vive ahora: ¿qué hacés? ¿Te pasás la vida pensando cómo destruirlo o pensás también en hacer tu vida? ¿Te convertís en un monje guerrero terrorista o vivís tu vida aquí y ahora? Yo no quiero ser un monje guerrero. Sé que tendré que enfrentarme con el capital y con todo lo que he considerado invivible desde chico y me enfrento con eso, pero al mismo tiempo trato de vivir desde ya de la manera más coherente con mis ideas, aun sabiendo que tenés estas limitaciones-que te llevan al enfrentamiento. Pero el enfrentamiento se produce porque vos sos distinto, porque vos llevás el mundo nuevo en tu corazón y lo ponés en práctica. Lo primero debe ser un núcleo no de teorías abstractas sino de ideas y de propuestas practicadas, vividas, concretas que te llevan a chocar contra esta realidad".
Por esos días los anarco-punx sacaron una primera revista que se llamó
Selavi
—como quien dice c'est la vie. Allí opinaban, por ejemplo, sobre una campaña de varios políticos socialistas para conseguir leyes más duras contra el uso de ciertas drogas: "Nosotros, anarquistas, afirmamos que es un derecho inalienable del individuo elegir si hará uso de 'sustancias estupefacientes' y todo lo que eso implica para su persona, incluida la pérdida de la salud y la vida, como sucede cada vez más cuando se usan drogas duras. Si se quiere 'poner un freno' a las muertes por heroína, debe venir de una nueva conciencia individual y social que ahora es sofocada por el Estado, y no por la imposición de nuevas leyes llegadas directamente de la central de distribución. El Estado no es el patrón de nuestra vida y nuestro cuerpo, como quiere hacernos creer con leyes como la extracción obligatoria de órganos de los cadáveres. Es un deber de cada individuo que quiere ser libre defender la propia libertad —de vivir, de morir, de drogarse— contra las amenazas estatales. Su ideal es una grey de drogodependientes, intoxicados desde chicos con la idea de la inevitabilidad del Estado, una penosa manada de asistidos que no puedan hacer nada por sí mismos, que hagan uso indiscriminado de sus 'servicios', siervos no menos corrompidos que sus patrones, sólo que menos afortunados".
En esos días había elecciones, y
Selavi
daba dos listas. La primera indicaba "Para qué sirve votar":
1. Producir argumentos de discusión/polémica en el bar, en el tranvía, en la oficina.
2. Descargar las exiguas reservas de la propia "conciencia social".
3. Legitimar a los capos de los partidos en su función de guías de las masas.
4. Confirmar la propia incapacidad para tener una opinión propia sobre todo.
5. Considerar a otros más apropiados para decidir por uno —y por los demás.
6. Seguir haciéndose tasar, explotar, reprimir por las leyes que nuestros elegidos se apropian.
Y la segunda, "Para qué sirve no votar":
1. Gozar de dos días libres sin obligaciones.
2. Ponerse en la situación de tener que encontrar soluciones alternativas a nuestros problemas, directamente.
3. No seguir echándole la culpa de los nuevos impuestos a los políticos sino a quien va a votarlos.
4. Tener una boleta de voto para quemar en el Balon durante la performance abstencionista de El Paso.
5. No reconocerse más como participante en el Estado italiano, mierdoso, mafioso, hipócrita y religioso. El voto es el único sistema seguro para no cambiar más. Nunca. El voto es la muerte de la iniciativa, la negación de la acción directa, la alienación del individuo.
No les demos a los partidos, politiqueros y mafiosos la posibilidad de decidir por nosotros.
El 8 de junio andate a pescar.
COLECTIVO TODOS AL MAR".
Y, sobre el mundo del trabajo, un artículo –"Profesión Imbécil" — empezaba diciendo: "Se trabaja. No sólo, pero se trabaja por poco. Para sobrevivir. Se trabaja por intereses que no son los propios, haciendo oficios agradables, cansadores, alienantes, insatisfactorios. A menudo perjudiciales para uno y para los demás. Pero no alcanza: la obscenidad del mundo del trabajo (léase explotación) no conoce límites morales y nos exige siempre más, nos lleva más y más hacia la alienación. Las dos consignas ahora son: profesionalidad y especialización. El resorte que los mueve es principalmente la necesidad de ser reconocido socialmente, verdadera drogodependencia de la cultura dominante. (...) El primer y decisivo paso que hace de un individuo una persona que quiere cambiar, un revolucionario, uno que quiere vivir mejor, es el reconocimiento del rol que juega en la sociedad, de las propias cadenas. Esta es la única posibilidad real de cambiar, de revolucionar ante todo la propia persona, realizar la propia felicidad, contra la interiorización de los modelos de comportamiento suministrados/imp uestos por el Kapital. Para ser individuos completos, para poder tener una visión completa y orgánica de nosotros mismos, tratemos de asumir una instrucción y una experiencia completas, para no dejarle espacio a oligarquías y jerarquías. Sin esclavos no hay patrones".
"Eran días de entusiasmo", dirá Mario Skizzo. "El Paso estaba repleto, faltaba lugar para dormir, las reuniones de los martes juntaban a sesenta, setenta personas que ya no conseguían discutir nada: eran asambleas enormes donde se hablaba de tanto que ya no se podía hablar de nada. Todo se debatía: desde cómo poner los clavos en la pared hasta los fundamentos y objetivos de la anarquía a través de su historia. Las reuniones no terminaban más y eran la ocasión para enfrentamientos entre grupos que se iban definiendo diferentes, amontonados en el mismo lugar. El Paso se volvió una carreta difícil de gestionar. Se hizo indispensable ocupar nuevos lugares. La idea tomó cada vez más cuerpo porque ya no cabíamos, éramos demasiados, había habitaciones con cuatro o cinco personas. Yo ya lo decía antes, pero me decían 'no, por qué, acá estamos bárbaro'. 'No, pero estamos aislados, nos estamos ablandando'".
Desde esa vieja escuela saldrían todas las demás ocupaciones anarquistas de Turín. A mediados de 1990 un primer grupo intentó la toma de una vieja iglesia en la via Barocchio, en las afueras de la ciudad. Los desalojaron al cabo de tres meses. Los okupas no se dieron por vencidos: tres veces más lo intentaron y fueron expulsados; a la cuarta, en octubre de 1992, consiguieron quedarse. Y enseguida vinieron las ocupaciones del Prinz Eugen, de la Delta House y el Kinoz, exitosas, y varias más, fracasadas. En 1994 otro grupo de anarco-punx de El Paso ocupó, finalmente, el Asilo de la via Alessandria.
El movimiento se demostraba andando. Organizaba manifestaciones, actos relámpago, bailes, cenas, conciertos, más ocupaciones, apoyo a los presos, batallas campales con la policía, proyecciones de video, campeonatos de fútbol, jornadas contra el trabajo, defensa ante los desalojos, acciones contra el ejército o festivales anticlericales. Y hablaba también a través de una nueva emisora, Radio Blackout FM 105.250, "uan stescion egheinst de nescion". A mediados de 1994, las okupas anarco-punx de Turín armaron una Coordinadora de lugares ocupados y empezaron a editar una revista:
Tuttosquat
, el diario malandrín de los squatters de Turín. La vendían por las calles, en las librerías de las casas ocupadas y en el Balon: el Balon es el mercado de pulgas de Turín; el lugar de encuentro, cada sábado, de anarquistas, okupas, marginales variados. El lugar donde también se juntan todos esos objetos que la sociedad de consumo ya ha descartado.
En su número cero publicaban un editorial: "AHORCAREMOS A BAMBI (con sus propias tripas)". Allí se defendían contra los intentos de la Municipalidad y los "demócratas sinceros" de integrarlos: la Liga derechista estaba ganando popularidad y los partidos de izquierda que —decían— al principio los trataban como "belicosos prototerroristas, forajidos, drogones", ahora los consideraban "buenos muchachos que hacen tareas voluntarias reemplazando las miserias de un Estado mafioso asistencial, haciendo espectáculos, asistiendo perros gatos drogones inmigrantes, produciendo arte cultura, todo lindísimo políticamente correcto".
"Pero no estamos acá para asistir a nadie ni para sustituir a un Estado que queremos hacer desaparecer —en primer lugar, de nuestras vidas. (...) Como anarquistas y libertarios sólo estamos dispuestos al diálogo con los que comparten estos principios fundamentales y el rechazo de un mundo dominado por las ideologías de derecha e izquierda, las religiones y el dinero. Estamos por la subversión total de este estado de cosas y partimos de nosotros mismos como individuos para liberarnos a través de la autogestión."
"Sabemos que, frente a la imposibilidad de usar la violencia ciega de sus brazos armados —en este caso la Municipalidad no podría soportar una imagen de represor brutal—, el poder ofrece regalías a sus ciudadanos más turbulentos, los cuales se jactan de 'conquistas' y 'victorias' que son, al contrario, la expresión de la pérdida de la carga subversiva y la adhesión al espectáculo del dominio. En Turín la Municipalidad está utilizando negociaciones y tolerancia para reducir la subversividad de los squatters a un espectáculo, a una gestión de lo alternativo, a un diálogo democrático".
Los okupas terminaban diciendo que no se iban a convertir en "buenos muchachos" sólo para conservar sus casas y que por eso se oponían tanto a los desalojos como a la legalización de las ocupaciones: que no querían permitir que "las instituciones corrompieran el carácter genuino" de sus proyectos, que querían seguir decidiendo por sí mismos sin delegación y "sin preocuparse por la frontera entre lo legal y lo ilegal. Es mejor volver a la calle que vivir en un lugar obtenido vendiendo parte de nuestra libertad individual, o toda ella", decían. Aunque exponían un peligro: si algunos ocupantes aceptaban el diálogo con las instituciones, los que seguían negándose quedaban "como los malos de la película, expuestos al peligro de una represión militar legitimada frente a la opinión pública 'democrática'". La visión era acertada, pero tardaría unos años en terminar de confirmarse.
Aquel verano del 97 los okupas turineses estaban de lo más ocupados. En la mañana del 17 de septiembre del año anterior unos trescientos efectivos del Ros —Raggruppamento Operativo Speciale—, el grupo de elite de los Carabineros, encapuchados y armados hasta las bolas, habían llevado adelante una operación especialmente compleja: la detención simultánea de varias docenas de anarquistas en todo el territorio italiano. Cumplían con el plan del juez romano Antonio Marini para acabar con una gran organización subversiva anarquista tan clandestina que nadie la había escuchado nombrar nunca.
En su comunicado de prensa, al día siguiente, el Ros explicaba que "dentro del movimiento anarquista existe una organización con finalidad subversiva y contactos incluso internacionales, estructurada en dos niveles: el primero, público y notorio, con sus actividades políticas en el ámbito del movimiento, sus así llamados centros ocupados, sus manifestaciones, publicaciones y reuniones; el segundo, oculto y compartimentado, orientado al cumplimiento de actividades ilegales con atentados, robos, secuestros de personas y otros hechos para el autofinanciamiento, incluidas la localización de armas, explosivos, lugares de depósito y cuanto es necesario para las exigencias operativas". La idea era de una simpleza casi perfecta: nadie conocía el segundo nivel porque era secreto, pero todo lo que sí se conocía —el primer nivel— dependía de los clandestinos de ese segundo nivel, los nutría y era, por lo tanto, criminal. Gran parte del movimiento anarquista quedaba criminalizado por la tesis Marini que, poco antes, había dicho: "Antes de jubilarme voy a arrestar a una banda de terroristas".
La banda en cuestión —el segundo nivel— se llamaba supuestamente ORAI —Organización Revolucionaria Anarquista Insurreccionalista—, tenía unos setenta integrantes y era acusada de todos los delitos irresueltos de los últimos años. Nadie la conocía, no había firmado ninguna acción, ni siquiera un volante: su única huella eran las declaraciones de una arrepentida, Mojdeh Namsetchi, que nadie en el movimiento anarquista decía conocer. El proceso Ros-Marini, como se lo llamó, fue un paso importante en la escalada represiva: las condiciones de vida de los okupas se hicieron más difíciles, el enfrentamiento más brutal. Pero los anarco-punx turineses no perdieron el sentido del humor.
"Nosotros, FLNG, declaramos iniciada la campaña de liberación primavera-verano 97 con las siguientes condiciones", decía el comunicado número 1 del FLNG, Frente de Liberación de los Enanos de Jardín. "Liberación indiscriminada de todos los enanos. Las condiciones de detención inhumanas nos llevan a acciones cada vez más audaces a riesgo de nuestra integridad. Cada enanito encarcelado será una barricada. Golpear a un carcelero para educar a cien. Diez, cien, mil enanos liberados. Golpear en el corazón a todos los dueños de enanitos. Todo el poder a los espíritus libres de la selva: enanos, gnomos, elfos y brujitas. Que cada cual decida en qué sitios irrumpir para liberar a los compañeros enanos. Ahora y siempre: enanos libres y salvajes".
El Frente no se limitaba a los comunicados: en la noche del 3 de junio, una acción perfectamente coordinada había logrado la liberación de veinte enanitos de jardín —sin sufrir ninguna baja. Varios grupos de okupas los habían retirado de sus prisiones jardineras y, en sentida procesión, llevado hasta las laderas del monte Musiné, un sitio de antiguos ritos mágicos. Allí uno de ellos, Silvano Pelissero, larga túnica blanca, recitó unas plegarias y todos cantaron y bailaron hasta el alba para festejar esa liberación. "Libres de corretear por el bosque", informaba otro comunicado, "los enanitos ya no cantan ay ay ay vamos a trabajar, sino que se dedican a pasatiempos mucho más nobles a la sombra de los mejores hongos". Desde ese día Silvano sería, para muchos de sus compañeros, el Druida.
No todos sus actos eran tan festivos. Unos días después, el 20 de junio, una de sus compañeras del Laboratorio Anarchico de Milán, Patrizia Cadeddu, era detenida y acusada de haber llevado dos meses antes al edificio de Radio Popolare un volante reivindicando una bomba de estruendo que había estallado bajo las ventanas de la Municipalidad milanesa. La prueba era la filmación de una videocámara ubicada a la entrada de la radio: las autoridades decían que en esas imágenes confusas Patrizia Cadeddu era "reconocible al 97,83 %". Y, gracias al arresto, la Digos —Divisione Investigazioni Generali e Operazioni Speciali, la policía política— encontró la excusa para cerrar el Laboratorio Anarchico, una casa ocupada en la via De Amicis: el mecanismo Ros-Marini funcionaba.