Amor bajo el espino blanco (29 page)

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Authors: Ai Mi

Tags: #Drama, Romántico

BOOK: Amor bajo el espino blanco
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—Espera aquí, yo lo compraré.

Ni siquiera tuvo tiempo de preguntarle a Mayor Tercero «comprar, ¿el qué?» y él ya había entrado en la tienda. Cuando salió con dos rollos de papel de váter en la mano, ella corrió hacia él e intentó meterlos en el bolso. Consiguió embutir uno y colocó el otro bajo la camisa de Mayor Tercero. En cuanto estuvieron a cierta distancia de la tienda, Jingqiu dijo:

—¿Por qué no lo escondes debajo de la ropa? ¿Cómo puedes ser tan descarado?

—¿Qué quieres decir con descarado? Es algo natural, no es algo que la gente ignore.

Se acordó del día en que su clase fue a un hospital a estudiar medicina y uno de los médicos les dio una charla sobre la higiene personal. Cuando llegó la parte del ciclo menstrual, las chicas estaban muy avergonzadas, pero los chicos escuchaban fascinados. Uno de los chicos incluso formó un círculo con un hilo y le hizo un nudo. Hizo girar el nudo y recitó: «Un ciclo», y cuando el nudo hubo dado una vuelta repitió: «Otro ciclo».

Jingqiu se acercó a su oído y le dijo:

—Como me has abrazado ya no siento una bola de plomo en el vientre, y no es tan incómodo como siempre.

—¿De verdad? —dijo él, complacido—. ¡Entonces te soy de utilidad, después de todo!

Capítulo 25

Al día siguiente Jingqiu volvió a la fábrica de papel y, aunque sabía que todavía había trabajo en el departamento de propaganda del señor Liu, fue a ver a Wan Chengsheng para que este le dijera qué tenía que hacer, tal como determinaban las normas. Se dirigió a la oficina y almacén de herramientas de Wan, pero él fingió no verla y se dedicó a asignar tareas a los demás temporeros. Solo cuando hubo acabado con los demás se dirigió hacia Jingqiu y le dijo:

—Hoy no hay trabajo para ti. Vuelve a casa, y no hace falta que vuelvas.

—¿A qué te refieres? ¿Me estás echando? El señor Liu dice que quiere que hoy siga con la revista.

—Si el señor Liu quiere que te encargues del boletín informativo, ¿por qué no acudes a él directamente? ¿Qué estás haciendo aquí?

Jingqiu se dijo que se estaba haciendo el inabordable, y eso la irritó.

—Tú eres el jefe, el responsable de mi trabajo, por eso he venido aquí. ¿No eres tú el que me tiene que enviar al señor Liu?

—Te dije que fueras a ayudar con el tablón de anuncios, no a pasear con él.

—¿Cuándo he ido a pasear con él?

—Creía que eras una chica decente —farfulló Wan—. Di más bien que te las quieres dar de decente. Trabaja para quien te acepte, pero aquí no te quiero más.

Jingqiu se lo quedó mirando fuera de sí.

—¿No te vas? —dijo Wang—. He de ir a desayunar. —Y, dicho esto, se marchó en dirección a la cantina.

Jingqiu se quedó insultándose por haber vuelto a trabajar para él. Qué poco carácter has demostrado, se dijo. Si no se hubiera dejado convencer por la abuela Cobre no habría tenido que enfrentarse a la humillación de que la despidieran. Estaba segura de que Wan Changsheng hablaría con la directora Li y propagarían repugnantes rumores acerca de ella y el señor Liu. «Arrastrará mi nombre por el fango».

Temblando de ira, se le ocurrió ir a buscar a alguien para denunciar a Wan, pero este se libraría de toda culpa con solo una pregunta:

—Si aquel día le hice algo, ¿por qué ha vuelto a trabajar?

Sintiéndose maltratada, se dirigió a la salida de la fábrica. Al pasar junto al tablón de anuncios vio que el señor Liu trabajaba de manera frenética, pero en lugar de saludarlo pasó de largo. Mientras salía del recinto de la fábrica vio a Zhang Yi que se acercaba hacia ella comiendo un palito de masa frita.

—Jingqiu, ¿es que hoy no trabajas?

—El jefe me ha despedido —dijo ella, traicionando su plan de no revelar a nadie la injusticia.

Zhang Yi se quedó de una pieza.

—¿Por qué te ha despedido?

—Es igual, no tiene nada que ver contigo. No te quiero entretener.

—No tengo nada que hacer, acabo de salir del turno de noche. No quería comer en la cantina, así que he salido a desayunar fuera antes de irme a dormir. Pero, dime, ¿qué ha pasado? ¿Por qué te ha echado?

Sintiendo que aquello era más de lo que podía soportar, Jingqiu le contó a Zhang Yi todo lo ocurrido con el señor Wan, aunque pasó por alto las partes que consideraba especialmente embarazosas.

Zhang Yi se puso hecho una furia, arrojó el resto de su palito de masa al suelo, agarró a Jingqiu de la mano y la arrastró hacia la fábrica.

—Vamos, yo le ajustaré las cuentas a ese jorobado. No te preocupes, se enterará de lo que es bueno.

Verlo tan furioso y con ganas de riña asustó a Jingqiu, y, al igual que solía hacer cuando eran niños, tiró de la mano para retenerlo. Zhang Yi soltó su mano de la de ella y dijo:

—¿Le tienes miedo? Yo no le tengo miedo. Un hombre como ese solo reacciona ante la fuerza, y cuanto más miedo te da, más brutal es.

Y echando humo se fue hacia la fábrica.

Jingqiu no tuvo otra opción que seguirlo. Si pasaba algo, se dijo, habría puesto a Zhang Yi en peligro. Lo vio hablar con alguien un poco más adelante, probablemente preguntaba si habían visto a Wan Chengsheng, y a continuación se dirigió directamente a la cantina. Alarmada, Jingqiu corrió tras él. Cuando llegó a la puerta los oyó discutir.

Vio que Zhang Yi empujaba a Wan Chengsheng y le gritaba:

—¿Qué pasa, jorobado? ¿Qué le has hecho a mi amiga? ¿Quieres pelea?

Wan Chengsheng daba pena, y repetía una y otra vez:

—Di lo que tengas que decir. Di lo que tengas que decir…

Zhang Yi lo agarró por la pechera de la camisa y lo sacó de allí.

—Vamos, hablaremos en la escena del crimen.

Arrastró a Wan hasta la tapia sur del recinto y, aunque por el camino atrajeron muchas miradas, nadie se molestó en involucrarse. Y aunque unas cuantas personas gritaron: «¡Pelea! ¡Pelea!», nadie reaccionó ni se interpuso entre ellos. Solo Jingqiu los siguió, sobresaltada, gritándole a Zhang Yi que parara.

En cuanto llegaron a la tapia, Zhang Yi soltó a Wan y, señalándolo con el dedo, le gritó:

—Eres un cabrón hijo de puta. Te has aprovechado de mi amiga. ¿Quieres seguir viviendo?

Wan seguía negándolo.

—¿Cómo puedo haberme aprovechado de tu amiga? No escuches lo que dice. Lo que pasa es que es una fresca.

Zhang Yi se acercó a Wan y le pegó una patada en la espinilla. Wan soltó un «¡ay, ay!» y cayó al suelo. Cogió un ladrillo y atacó.

—¡Cuidado, tiene un ladrillo en la mano! —gritó Jingqiu.

Zhang Yi agarró las dos manos de Wan y comenzó a gritar y a darle patadas.

—¡Basta o lo matarás! —gritó Jingqiu, asustada.

Zhang Yi dejó de darle patadas.

—Voy a denunciarte, basura humana. ¿Cómo te atreves a aprovecharte de mi amiga? ¿Sabes quién soy?

—No me he aprovechado de ella, de verdad. Si no me crees, pregúntale. No le he puesto la mano encima.

—¿Crees que me hace falta preguntarle? Lo he visto con mis propios ojos, cerdo asqueroso. —Zhang Yi hizo ademán de darle un puñetazo.

Wan se protegió la cabeza con las manos y gritó:

—¿Qué quieres? ¿No querrás que te despida, verdad? Si me pegas, ¿crees que saldrás impune?

—Solo pego por placer, nunca me ha preocupado si voy a salir impune. —Zhang Yi soltó a Wan—. A lo mejor es tu día de suerte. Rápido, ¿qué trabajo vas a asignarle, así me podré ir a dormir?

—Puedes ayudar al señor Liu en el tablón de anuncios —dijo Wan en voz baja mirando a Jingqiu.

—Gracias —dijo Jingqiu cuando Wan se hubo marchado—, me preocupaba que fueras a cometer alguna estupidez.

—No te preocupes, no se atreverá a volver a tocarte. Los tipos despreciables como ese, si no les pegas no saben lo duro que eres. Ve a ayudar al señor Liu y, si el jorobado te crea más problemas, me lo dices y yo lo arreglaré.

Ahora se sentía en deuda con Zhang Yi, y no estaba segura de cómo corresponderle. Se dijo que ojalá no quisiera salir con ella, pero Zhang Yi no parecía comportarse de manera distinta. Sí, siempre le decía hola cuando se encontraban y en ocasiones iba a hacerle compañía a la hora de almorzar, o bien la miraba mientras ella trabajaba en el tablón, pero, como no le pedía que fuera su novia, se relajó.

Wan se comportaba mucho mejor que antes. Cuando repartía el trabajo no le dirigía la palabra y le asignaba tareas más bien pesadas, pero ella lo prefería.

Ese día había quedado con Mayor Tercero junto al río. Era la primera vez que él la veía con la camiseta metida dentro de la falda. Se inclinó hacia ella y le susurró:

—Me encanta cómo vistes hoy.

A ella siempre le habían incomodado sus grandes pechos. Todas las jóvenes que conocía eran iguales, y todas llevaban sujetadores que se los aplanaban. Si al correr les saltaban, se reían de ellas. La entristecía que Mayor Tercero se hubiera fijado.

—Es como ese jorobado de Wan, dijo lo mismo…

—¿Qué dijo Wan? —preguntó Mayor Tercero.

Jingqiu no tuvo más opción que contárselo, y también la parte en que Zhang Yi le había pegado al jorobado. La cara de Mayor Tercero se quedó de un pálido cadavérico y se mordió los labios. Ponía la misma expresión que había visto antes en Zhang Yi.

—No puedes comprender lo que siente un hombre cuando se entera de que otro hombre se ha aprovechado de la chica que ama.

—Pero él no se aprovechó de mí.

—Te hizo saltar de una tapia. ¿Y si te hubieras hecho daño? Entonces, ¿qué?

Ella intentó aplacarlo.

—No te preocupes, la próxima vez no saltaré, sino que lo empujaré a él. Ya lo he olvidado —le insistió repetidamente, temiendo que fuera a hacerle algo a Wan—. No te involucres. No merece la pena que te metan en la cárcel por él.

—No te preocupes —dijo Mayor Tercero, quebrándosele la voz—, no cometeré ninguna estupidez. Solo quiero trasladarme a Yichang lo antes posible, para poder cuidar continuamente de ti. Estando tan lejos, siempre me preocupa que alguien se aproveche de ti, o que te extenúes trabajando o te hagas daño. Ninguna noche consigo dormir bien. Cuando trabajo, todo lo que quiero es dormir, pero cuando estoy en la cama solo pienso en ti.

Sus palabras la conmovieron, y por primera vez ella tomó la iniciativa y lo abrazó. Él estaba sentado y ella de pie, delante. Mayor Tercero apoyó su cabeza en el pecho de ella y dijo:

—Así sí que podría dormir.

Realmente no debe de dormir muy bien, se dijo Jingqiu, y luego viene aquí a pasar el día. Eso le está agotando. Se sentó a su lado y él se recostó, utilizó su regazo de almohadón y se quedó dormido enseguida. Jingqiu se quedó muy afligida al verlo tan cansado, y temía que el menor movimiento pudiera desvelarlo.

Eran casi las ocho y media cuando lo despertó.

—Tengo que volver, porque si mi madre llega y no me ve se preocupará.

Él miró su reloj y preguntó:

—¿Me he dormido? ¿Por qué no me has despertado? Vete enseguida… Lo siento.

—¿Por qué te disculpas? —dijo ella riendo—. Lo único que importa es que estemos juntos. ¿O has dejado algo sin terminar?

Él se rio, avergonzado.

—No es exactamente eso. Es que nos vemos tan poco, y tú dejas que me duerma. —Estornudó un par de veces: parecía tener la nariz tapada y la voz rasposa.

—Debería haberte tapado mientras dormías. —Jingqiu estaba consternada—. Debes de haberte resfriado. Estamos al lado del río, y este banco de piedra está frío.

Él la abrazó y dijo:

—¿Soy yo el que se duerme y tú te disculpas? Deberías pegarme. —De nuevo estornudó, volviendo la cabeza a un lado—. Hace tiempo que no hago ejercicio, y no estoy en forma. Soy como uno de esos silbatos de cristal, soplas y me rompo enseguida.

—Probablemente has cogido frío. Acuérdate de tomar algo cuando vuelvas.

—No es nada, casi nunca me pongo enfermo. No me hace falta tomar ningún medicamento.

La acompañó a casa y Jingqiu le dijo que no cruzara el río con ella, pues a lo mejor su madre ya estaba de camino.

—Pero si está oscuro. ¿Cómo puedo estar tranquilo sabiendo que cruzas sola?

—Si estás preocupado puedes caminar conmigo, pero al otro lado del río.

Y así fue como caminaron juntos, pero cada uno a un lado del río, y Jingqiu procuraba ir pegada a la orilla para que él pudiera verla. Él llevaba una camiseta blanca sin mangas y una camisa de manga corta en la mano. Un poco más adelante, ella se detuvo y miró al otro lado del río, y lo vio a la misma altura que ella. Él levantó la camisa blanca y la agitó en círculo.

Riéndose, Jingqiu quiso decir: «¿Te has rendido? ¿Por qué ondeas la bandera blanca?». Pero él estaba demasiado lejos y no la habría oído. Jingqiu siguió caminando y volvió a detenerse para mirar en dirección a él. Mayor Tercero volvió a agitar la camisa blanca. Así siguieron caminando y parándose hasta que Jingqiu llegó a la verja del recinto de la escuela. La última vez que ella se paró a mirarlo, se quedó esperando a que se marchara, pero él no se movía. Jingqiu le hizo señas con la mano, ahuyentándolo para que fuera a buscar un lugar donde pasar la noche. Pero él también comenzó a saludarla con la mano, quizá para decirle que se fuera ella primero.

Entonces Jingqiu lo vio extender los brazos, y ahora no saludaba, sino que era como si la abrazara. Jingqiu comprobó que no hubiera nadie cerca e hizo el mismo gesto. Y los dos se quedaron, uno a cada lado del río con los brazos muy abiertos, abrazándose sin tocarse. A Jingqiu comenzaron a brotarle las lágrimas, así que dio media vuelta y entró en el recinto de la escuela, escondiéndose detrás de la verja.

Él seguía allí de pie, con los brazos extendidos. Detrás de él se desplegaba la larga ribera del río, y las farolas brillaban encima de él, que iba de blanco y parecía tan pequeño, tan solitario, tan melancólico.

Capítulo 26

Aquella noche Jingqiu durmió mal y tuvo varios sueños en los que aparecía Mayor Tercero. En uno soñaba que él tosía hasta que comenzaba a echar sangre, y en el siguiente que luchaba contra el jorobado de Wan. Y mientras soñaba no dejaba de pensar: «Que solo sea un sueño, que solo sea un sueño».

Cuando luego despertó y comprobó que solo había sido un sueño, exhaló un suspiro de alivio. El sol aún no había salido, pero no se podía volver a dormir. No sabía si la noche anterior Mayor Tercero había encontrado alojamiento. Decía que a veces le resultaba difícil, porque no tenía papeles que dijeran que estaba en viaje de trabajo, una exigencia inevitable en cualquier hotel, de manera que por la noche se quedaba en el pabellón. Antes de medianoche se reunía gente en el pabellón para jugar al ajedrez y refrescarse del calor del día, y luego, a medianoche, decía que se quedaba solo y pensaba en ella.

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