Read Al Filo de las Sombras Online
Authors: Brent Weeks
A Vi se le heló el corazón. No. No podía ser. El hombre volvió a tenderle la nota y, en cuanto ella la cogió, desapareció entre el gentío.
«
Moulina
—rezaba la nota—, sentimos una gran curiosidad por saber cómo te enteraste de que Jarl se dirigía a Caernarvon, pero que te enterases nos indica que en efecto eres la mejor. También deseamos que te encargues de Kylar Stern. Lo preferimos vivo. Si no es posible, exigimos su cuerpo y todas sus pertenencias, por triviales que parezcan. Tráelas inmediatamente.»
Vi dobló la nota. Era imposible que el rey dios supiera dónde estaba. Imposible que una nota suya se le hubiese adelantado. Imposible que Jarl pudiera estar allí; Jarl, cuya identidad era supuestamente secreta. ¡Jarl, del que ella estaba huyendo! Imposible hacer lo que el rey dios le pedía. Sin embargo, la mayor imposibilidad era la única que importaba en ese momento: era imposible escapar. Vi era esclava del rey dios. No había salida.
De algún modo Kylar se había dejado engatusar para preparar la cena del cumpleaños de Uly. La tía Mia había dicho que ningún hombre debía sentirse intimidado por una cocina, y Elene había añadido que, comparados con las pociones que elaboraba, una cena y un postre deberían resultar fáciles, mientras que Uly simplemente se había reído al ver que ponían a Kylar un delantal con encaje y le había manchado de harina la nariz.
De manera que allí estaba, arremangado e intentando descifrar esotéricos términos culinarios como escaldar, roux y leudar. A juzgar por las risillas de Uly, sospechaba que le habían endosado la receta más difícil que habían podido encontrar, pero les siguió el juego.
—¿Qué hago cuando la gelatina, esto, llora? —preguntó.
Uly y Elene se rieron. Kylar hizo una pose con la espátula, y se carcajearon.
La puerta de la forja se abrió y entró Braen, sucio y apestoso. Lanzó a Kylar una mirada desabrida que le hizo bajar la espátula, chafado, aunque se negó a limpiarse la harina de la nariz. Braen volvió la mirada hacia Elene y la repasó de arriba abajo.
—¿Cuándo es la cena? —le preguntó.
—Te la sacaremos a tu cueva cuando esté lista —dijo Kylar.
Braen gruñó y se dirigió a Elene:
—Deberías buscarte un hombre de verdad.
—¿Sabes? —dijo Kylar en cuanto Braen volvió a la forja—, conozco a un ejecutor al que le gustaría hacer una visita a ese cretino.
—Kylar —advirtió Elene.
—No me gusta cómo te mira —explicó Kylar—. ¿Ha intentado algo contigo?
—Kylar, esta noche no, ¿vale? —dijo Elene, con una seña de cabeza hacia Uly.
Kylar recordó de repente el estuche con los anillos que llevaba en el bolsillo. Asintió. Adoptando una expresión seria, atacó a Uly, que soltó un chillido mientras él la colocaba boca abajo y se la echaba al hombro. Fingió no ser consciente de que la tenía allí mientras seguía cocinando.
Uly dio un gritito, pateando el aire y agarrada a la espalda de su túnica como si le fuera la vida en ello.
La tía Mia entró en la cocina, riéndose con sorna.
—No me lo puedo creer, nos hemos quedado sin harina y miel.
—Oh, no —dijo Kylar—. ¿Cómo voy a preparar la quinta salsa madre?
Soltó la espátula y se agachó pasando las manos por entre las piernas. Uly entendió la maniobra, se deslizó de cabeza por su espalda y le agarró las manos a tiempo de que Kylar tirase de ella entre sus piernas. Uly aterrizó de pie, sin aliento y muerta de risa.
—¿No es el cumpleaños de alguien? —preguntó Kylar.
—¡El mío! ¡El mío! —exclamó Uly.
Kylar le sacó una moneda de plata de cada oreja, mientras la niña seguía riéndose. Dos platas: era el plus que le había pagado el noble. Elene y él volvían a quedarse sin nada, pero Uly lo merecía. Cuando las puso en sus manos, ella abrió mucho los ojos.
—¿Para mí? —preguntó como si no pudiera creérselo.
Kylar le guiñó el ojo.
—Elene te ayudará a encontrar algo que esté bien, ¿vale?
—¿Podemos ir ahora mismo? —preguntó Uly.
Kylar miró a Elene, que se encogió de hombros.
—Podemos ir con la tía Mia —dijo.
—Yo tengo que pelar guisantes, de todas formas —dijo Kylar. Las chicas se rieron de él. Kylar sonrió a Elene y se maravilló una vez más de lo hermosa que era. Estaba tan enamorado que pensaba que el pecho le estallaría.
Uly fue dando saltitos hasta la puerta y le enseñó sus monedas a la tía Mia. Elene tocó a Kylar en el brazo.
—¿Estaremos bien? —preguntó.
—Después de esta noche, sí —respondió él.
—¿Qué quieres decir?
—Ya verás.
Kylar no sonrió. No quería delatarse. Si sonreía, lo haría de oreja a oreja como un pasmarote. Estaba impaciente por ver la cara que pondría Elene. También estaba impaciente por otras cosas. Meneó la cabeza y volvió a concentrarse en la comida. A pesar de sus protestas anteriores, los platos no eran difíciles de preparar, solo trabajosos. Se quitó la alianza y la dejó en la encimera antes de coger la carne cruda; el olor a vaca muerta no tenía mucho de romántico.
Elene, Uly y la tía Mia solo llevarían fuera unos treinta segundos cuando llamaron a la puerta. Kylar volvió a soltar la espátula y se dirigió a la entrada.
—¿Qué te has olvidado esta vez, Uly? —preguntó mientras agarraba un trapo y abría la puerta.
Era Jarl.
Kylar se sintió como si un golpe le hubiera cortado la respiración. No daba crédito a sus ojos. Pero allí estaba, esbelto, atlético, impecable en su vestimenta, guapo como el que más, con sus dientes blancos deslumbrantes expuestos en una dubitativa sonrisa.
—¿Qué tal, Azo? —dijo.
¿A qué venía ese saludo? ¿Acaso Jarl intentaba hacerse el simpático, o también dejaba caer un llamamiento a su historia en común? Sin duda lo último. Durante un largo momento, permanecieron los dos inmóviles, mirándose. Jarl no estaba allí de visita. Jarl no hacía visitas. Por el amor del Dios, era el shinga. Un shinga de verdad, el cabecilla del Sa’kagé más temido de todo Midcyru.
—Por los nueve infiernos, ¿cómo me has encontrado, Jarl? —preguntó Kylar, también por hacerse el simpático. Era lo que Jarl había esperado que dijese la última vez que se había presentado de improviso.
—¿No vas a invitarme a pasar?
—Por favor —dijo Kylar. Sirvió unas tazas de ootai y se sentó enfrente de Jarl, que había tomado asiento junto a la ventana. Silencio.
—Ha salido un trabajo... —empezó Jarl.
—No me interesa.
Jarl encajó la respuesta sin inmutarse. Se mordisqueó el labio y miró la humilde habitación con expresión de curiosidad.
—Entonces, esto... ¿qué es lo que dices que te gusta de esto?
—¿Es que Mama K no te enseñó a tener tacto?
—Hablo en serio —dijo Jarl.
—Yo también. Te presentas aquí después de que te dijera que había dejado el oficio, ¿y lo primero que haces es insultar el sitio donde vivo?
—Logan está vivo. Está en el Agujero.
Kylar se lo quedó mirando, sin comprender nada. Las palabras chocaron entre sí y cayeron hechas añicos en el suelo. Algunos pedazos resplandecían con el brillo de la verdad, pero en conjunto no eran más que esquirlas desparramadas con aristas demasiado afiladas para tocarlas.
—Todos los ejecutores trabajan para Khalidor. Los nobles de la resistencia se han retirado a las posesiones de los Gyre. Varias de las guarniciones fronterizas todavía están defendidas, pero no tenemos ningún líder capaz de unirnos. Allá en los Hielos hay algún problema que tiene preocupado al rey dios, de manera que todavía no ha hecho nada por consolidar su poder. Cree que las familias nobles se harán pedazos entre ellas. Y, si no tenemos a Logan, está en lo cierto.
—¿Logan está vivo? —preguntó Kylar como si fuera tonto.
—El rey dios tiene buscándome a nuestros antiguos ejecutores. En parte he venido por eso. Tenía que salir de Cenaria hasta que podamos hacer correr la voz de que Kagé en persona me protege.
—No —dijo Kylar.
—Día a día aumentan las posibilidades de que descubran a Logan. Al parecer, ninguno de los prisioneros del Agujero lo ha reconocido, pero han empezado a tirar allí abajo a un montón de gente. Quizá te alegre saber que el duque de Vargun es uno de ellos. Considéralo un pequeño extra. Cuando rescates a Logan, de paso podrás matar a ese desgraciado.
—¿Qué? —preguntó Kylar.
Los engranajes giraban demasiado deprisa para seguirles el ritmo.
—Jarl —dijo—, Tenser no es Tenser de Vargun. ¿No lo ves? Se hizo encerrar en el Agujero para poder cumplir la condena más dura de todas. Entonces se sacan de la manga al barón de verdad, vivo, y Tenser queda libre. Acude al Sa’kagé un mes más tarde quejándose de su encarcelamiento injustificado y con todos los contactos de un duque y ¿qué pasa?
—Que lo fichamos —respondió Jarl con voz queda—. ¿Cómo podríamos resistirnos?
—Y él os destruye, porque no es Tenser de Vargun —concluyó Kylar—. Es Tenser Ursuul.
Jarl se recostó, anonadado. Al cabo de un minuto, dijo:
—¿Lo ves, Kylar? Por eso te necesito. No solo por tus habilidades, sino también por tu cabeza. Si Tenser está allí metido ahora, solo esperará lo suficiente para que su estancia en el Agujero resulte creíble, y después le contará a su padre que Logan está allí. Tenemos que ir ahora. ¡Ahora mismo!
El estuche con los anillos quemaba contra la pierna de Kylar. Miró por la ventana abierta mientras Jarl hablaba, contemplando la ciudad que había esperado convertir en su hogar para el resto de su vida. Amaba esa ciudad, amaba la esperanza que veía en ella, amaba curar y ayudar, el simple placer de recibir alabanzas por sus pociones. Amaba a Elene. Ella le demostraba que podía hacer más bien sanando que matando. Todo tenía sentido... y aun así... aun así...
—No puedo —dijo—. Lo siento. Elene nunca lo entendería.
Jarl se balanceó sobre dos patas de la silla.
—No me malinterpretes, Azo, porque yo también crecí con Elene, y quiero a esa chica. Pero ¿qué cojones te importa lo que piense?
—Joder, Jarl.
—Oye, solo lo pregunto. —Entonces dejó que la pregunta calara, sin apartar la mirada del rostro de Kylar.
Qué cabrón, realmente había estado estudiando con Mama K durante todos aquellos años.
—La amo.
—Claro, eso es una parte.
De nuevo esa mirada de «estoy esperando».
—Es buena, Jarl. Quiero decir, buena como no lo es nadie allá de donde venimos. No buena porque con ello vaya a conseguir algo. Buena sin más. Al principio pensaba que estaba hecha así y punto, ya sabes, igual que tu piel es negra y yo soy arrebatadoramente guapo.
Jarl alzó una ceja. No se rió.
—Pero ahora he visto que tiene que trabajárselo. Vaya si se lo trabaja, y lleva trabajándoselo el mismo tiempo que yo he dedicado a aprender a matar gente.
—Vale, es una santa. Eso no responde a mi pregunta —dijo Jarl.
Kylar guardó silencio durante un minuto entero. Rascó con una uña la madera de la mesa.
—Mama K siempre decía que nos convertimos en las máscaras que llevamos. ¿Qué tenemos nosotros debajo de la máscara, Jarl? Elene me conoce como no me conoce nadie más. He cambiado de nombre, he cambiado de identidad, he dejado todo y a todos los que he conocido nunca. Soy todo mentiras, Jarl, pero, mientras Elene me conozca, quizá exista un auténtico yo. ¿Sabes lo que quiero decir?
—Mira —dijo Jarl—, me equivocaba contigo. Cuando te hiciste matar salvando a Elene y a Uly, pensé que eras un héroe. No eres ningún héroe. Solo te odias a ti mismo, joder.
—¿Perdona?
—Eres un cobarde. Vale, has hecho cosas malas. Bienvenido al club. ¿Sabes qué? Me alegro de que las hicieras, porque te convirtieron en algo mejor que un santo.
—¿Un asesino es mejor que un santo? Hay que ser un hijoputa del Sa’kagé para pensar que...
—Te has vuelto útil. ¿Sabes cómo están las cosas en Cenaria ahora mismo? No me creerías. No he venido buscando a un asesino. He venido en busca del Asesino, el Ángel de la Noche, el hombre que es más que un ejecutor, porque los problemas que tenemos ahora son más de lo que cualquier ejecutor podría afrontar. Solo hay un hombre capaz de ayudarnos, Kylar, y ese eres tú. Créeme, no eras mi primera elección. —Paró en seco.
—¿Qué se supone que significa eso?
Jarl no lo miraba a los ojos.
—No quería decir...
—¿Qué ibas a decir? —preguntó Kylar con tono peligroso.
—Teníamos que estar seguros, Kylar. Fuimos muy respetuosos, quiero que lo sepas. Fue idea de Mama K. Hasta entonces era inmortal, teníamos que asegurarnos...
—¿Desenterrasteis el cadáver de mi maestro? —preguntó Kylar enfurecido.
—Lo volvimos a dejar tal y como tú lo habías enterrado. —Jarl hizo una mueca—. Fue a lo mejor una semana después de la invasión...
—¿Lo desenterrasteis mientras yo todavía estaba en la ciudad?
—No pudimos contártelo de antemano, y después no había motivo para hacerlo. Mama K dijo que el cuerpo estaría allí, que Durzo te había cedido su inmortalidad, pero cuando lo vio... Fue lo más terrorífico que he visto en mi vida, Kylar. Vamos, esa mujer prácticamente me crió, y nunca la había visto así. Histérica, llorando y gritando... Allí estábamos, en mitad de una noche nublada, habíamos llegado en barca a la isla de Vos con unos remos forrados de lana, y ella se puso a sollozar como una loca. Estaba tan seguro de que acudiría una patrulla que quería partir de la isla de inmediato, pero ella no quiso irse hasta colocarlo tal y como tú lo habías dejado.
Como si a Kylar le importase que Durzo siguiera en aquella maldita roca. Ya que lo desenterraron, al menos podrían haberlo llevado... «¿Adónde? ¿A casa? ¿Qué casa tuvo nunca Durzo Blint?»
—¿Qué aspecto tenía? —preguntó con voz queda.
—Hecho una mierda. Tenía aspecto de llevar una semana enterrado, ¿a ti qué te parece?
Por supuesto. «Maldita sea, maestro Blint, ¿por qué me diste a mí tu inmortalidad? ¿Estabas simplemente harto de vivir? ¿Por qué no me dijiste nada?» Aunque claro, quizá se lo había explicado en la nota que había entregado a Kylar, la nota que se había empapado de sangre hasta quedar ilegible.
—¿Quieres que me cuele en el Agujero y salve a Logan?
—¿Sabes a quién coge de concubinas el rey dios? Jóvenes de familias nobles. Las prefiere vírgenes. Calcula cuánta humillación e ignominia puede soportar cada chica. Las mete en habitaciones de las torres con balcones a los que han quitado el pasamanos, para que el salto las tiente a diario. Es un juego para él.