21/12 (39 page)

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Authors: Dustin Thomason

Tags: #Intriga, #Ciencia Ficción, #Policíaco

BOOK: 21/12
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Stanton dejó atrás el mar de tiendas donde hombres, mujeres y niños de todos los colores, edades y nacionalidades vivían ahora, empujados por su extraño y heterogéneo destino. Que el mundo no hubiera sido destruido por completo no había perjudicado a su causa.

Los acontecimientos previos al 21/12 y el descubrimiento de la cura en este lugar habían encendido un fervor por todo lo maya. Más de una tercera parte de la población de las Américas afirmaba creer que un brote de priones ocurrido al mismo tiempo que el giro del calendario no era una coincidencia. En Los Ángeles, miles de personas acudían a las asambleas de la Fraternidad, y el vegetarianismo, el luditismo y el «mayanismo espiritual» reunían cada día más seguidores, sobre todo en comunidades a las que habían huido habitantes de ciudades. Sostenían que los priones, desde el VIF a las vacas locas, eran el resultado definitivo de la manipulación de la vida de formas contrarias a la naturaleza.

Dos horas después, Stanton llegó a Kiaqix. Gran parte del pueblo había quedado destruido y, además de su relación con el brote y el paciente cero, eso significaba que muy pocos curiosos se sentían inclinados a hacer el viaje. Un grupo entregado de ONG y aldeanos que habían escapado de la plaga estaban reconstruyendo la ciudad con la ayuda de donaciones extranjeras que llegaban de todas partes del mundo. Pero, como todo lo relacionado con la selva, era un proceso lento y penoso.

Como en el caso de los hospitales de Los Ángeles, la antigua clínica había sido demolida por un equipo enviado desde Estados Unidos, y una nueva provisional se había erigido en su lugar. Stanton aparcó el Land Rover y entró, mientras saludaba a rostros conocidos. Algunos eran miembros de la Fraternidad, que se habían ofrecido voluntariamente a colaborar en la reconstrucción. En total, había casi cuatrocientas personas viviendo en el pueblo, y todo el mundo desempeñaba un papel en la reconstrucción.

En la zona pediátrica de la parte posterior de la clínica, Stanton encontró a Initia atendiendo a los bebés huérfanos de la plaga. Casi todos estaban en hamacas, y unos pocos en diminutas cunas construidas con pequeños fragmentos de madera y paja.


Jasmächá, Initia
—dijo Stanton.

—Hola, Gabe —contestó ella en un deficiente inglés.

Él echó un rápido vistazo a los ojos de los bebés con un oftalmoscopio que siempre llevaba encima. Hasta los más pequeños habían cumplido ya seis meses, lo cual significaba que sus nervios ópticos pronto estarían desarrollados por completo, por lo cual se encargaba de vigilar cualquier señal de la enfermedad de Thane.

—Bienvenido, doctor.

Stanton se volvió. Ha’ana Manu se hallaba en la entrada, cargada con un niño de ocho meses al que llamaban Garuno, el cual berreaba en sus brazos.

—¿Alguna vez me llamarás Gabe?

—¿Fuiste a la Facultad de Medicina cuatro años para que te llamaran Gabe?

Stanton señaló el niño que llevaba en brazos.

—Reciben dosis cada cuatro horas, ¿verdad?

—Tal como nos dijiste. No te preocupes.

—Lo siento. ¿Sabes dónde puedo encontrarla?

Chel estaba acuclillada bajo el techo puntiagudo de un nuevo edificio del grupo de alojamiento este con otros cuatro miembros de la Fraternidad, preparados para enderezar otro tronco de árbol. Antes de que pudiera empezar a contar, oyó un lloriqueo.

—Esperad —les dijo. Corrió hacia el pequeño moisés escondido a la sombra, debajo de un cedro cercano. La hija de Volcy, Sama, de casi siete meses, yacía dentro con los ojos abiertos de par en par.

—Chel, mira lo que he encontrado.

Se volvió y vio a su madre al lado de Gabe.

Durante semanas, Ha’ana había continuado negando que ella hubiera escrito las cartas de la prisión, o que hubiera sido una revolucionaria. Incluso ahora se aferraba a la historia de que ella y el padre de Chel habían escrito las cartas a cuatro manos. Aun así, la joven consideraba una victoria haber convencido a su madre de volver a Kiaqix con ella por primera vez en más de treinta años. Ha’ana afirmaba que su intención era regresar a Estados Unidos «pronto», y se quejaba de no tener un televisor ni una cocina adecuada. Pero Chel sabía que se quedaría durante toda la estancia de su hija.

Stanton se acercó y la besó. Habían encontrado excusas para verse una o dos veces a la semana desde enero, y no había pasado mucho tiempo antes de que empezaran a hablar del futuro. Habían sido exonerados de mala praxis por sus respectivas instituciones, y ambos habían sido invitados a aparecer en simposios por todo el mundo, y les habían ofrecido empleo en facultades de diversas universidades. El hecho de que hubieran ido a Guatemala por su cuenta y descubierto la cura de la enfermedad de Thane había sacudido los cimientos del CDC: el director Kanuth había dimitido. Cavanagh era su heredera aparente, pero corrían rumores de que el presidente quería ofrecer el puesto a Stanton. No aceptaría, y Chel sabía que ella era una parte importante del motivo. No pensaba marcharse de aquí en mucho tiempo, y si alguna vez regresaban a Estados Unidos, sería juntos.

Le ofreció a Sama su mano, y la niña sonrió. Chel casi nunca la perdía de vista. Stanton y ella habían pasado muchas noches en su casa de madera y paja, alimentando a la niña con pedacitos de tortilla al lado del hogar, para luego esperar a que se durmiera, después de lo cual aprovechaban al máximo su intimidad.

—Pensaba que no volverías hasta la semana que viene —dijo Chel—. ¿Va todo bien?

Stanton sacó el artículo del bolsillo y se lo dio.

Grupo 2012 rompe el silencio

Martes, 22 de junio de 2013, 9.52 horas

Fuentes del FBI han verificado que una carta recibida hace dos días en el diario
Los Angeles Times
fue enviada desde las tierras altas del sur de Guatemala. Muy probablemente, fue escrita por un miembro de la secta 2012 liderada por Colton Shetter, de quien la policía guatemalteca ha confirmado su muerte.

Según la carta de cuatro páginas, Shetter fue juzgado y expulsado del grupo que había fundado por su comportamiento violento en diciembre de 2012 en el Museo Getty, que dio como resultado la muerte del investigador Rolando Chacón. Se afirma que, después del juicio, intentó mantener su poder utilizando la fuerza, y resultó muerto en una pelea con otros miembros del grupo. Aprovechando detalles incluidos en la carta, las autoridades de Guatemala descubrieron el cadáver de Shetter enterrado cerca del lago Izabal, uno de los lagos más grandes de Guatemala. En lo que parece ser una especie de sacrificio ritual, que guardaría semejanza con los de los antiguos mayas, habían arrancado el corazón y otros órganos de Shetter de su cuerpo.

El ahora tristemente famoso grupo 2012 se halla en paradero desconocido, pero la carta insinúa que el doctor Victor Granning es el líder del grupo. Indica que piensa devolver el
Códice de canibalismo
al pueblo guatemalteco de Kiaqix, situado muy cerca de las ruinas recién descubiertas de Kanuataba, donde se supone que el libro fue escrito. Granning cree que la exposición del códice cerca de su punto de origen supondrá un apoyo muy necesario para los indígenas locales afectados por la enfermedad de Thane, pues fomentará el turismo en la zona.

La carta también afirma que el doctor Granning ha hecho un nuevo descubrimiento muy importante en el códice, y que por consiguiente desea que el libro sea exhibido para que «los millones de nuevos creyentes lo vean». El ex profesor de la UCLA y controvertido icono de 2012, buscado todavía por las autoridades por su papel en el asalto al Getty, afirma haber descubierto un grave error en la fecha previamente calculada del final del antiguo ciclo de la Cuenta Larga. Cree ahora que la fecha correcta del final del decimotercer ciclo del calendario es el 28 de noviembre de 2020.

Chel dejó de leer. En los confines de la selva, Victor intentaba reparar los daños causados. Incluso en su ausencia, se había convertido en una especie de figura mítica entre los creyentes. Muchos de los nuevos marginales consideraban proféticos sus escritos antiurbanitas y antitecnológicos.

—Va a devolverte el códice —dijo Stanton.

No había respuestas fáciles para lo sucedido, sobre todo en lo referente a cómo el legado de su pueblo había terminado en manos de Chel. A pesar de los nuevos cálculos efectuados por Victor, nadie estaba en condiciones de afirmar que alguna versión de sus predicciones para 2012 no se hubiera convertido en realidad el año anterior, y vivían ahora en el mundo que él había soñado.

Sama lanzó una risita, y Chel miró los ojos de la niña.

En realidad, ya no tenía importancia.

Chel estaba rodeada de gente a la que amaba. Y estaba en casa.

Ha’ana terminó de leer el artículo, lo arrugó y lo tiró a la basura.

—Ven con la abu, hija —dijo, y levantó a Sama del moisés—. Tenemos cosas más importantes de qué preocuparnos, ¿verdad?

Nota del autor

Cuando me topé por primera vez con los priones en la Facultad de Medicina, me quedé fascinado por aquellas diminutas proteínas que desconcertaron a los científicos durante cincuenta años. No ejercían ninguna función aparente en el cerebro, violaban el dogma central de la biología molecular, el cual afirmaba que la reproducción sólo podía tener lugar mediante la transferencia de ADN o ARN, y provocaban enfermedades incurables, incluidas la enfermedad de las vacas locas.

Mientras leía todo lo que podía acerca de los priones, averigüé que más de ciento cincuenta personas habían muerto como resultado de consumir buey infectado durante la epidemia de las vacas locas, y que algunos científicos creen que muchos más ingleses han estado expuestos, y es posible que millones más enfermen. Fue entonces cuando empecé a considerar la posibilidad de utilizar esta amenaza al acecho en un relato, y descubrí otra enfermedad causada por los priones: el insomnio fatal familiar (IFF). Mientras que la enfermedad afecta sobre todo a familias de Italia y Alemania, varios casos nuevos «esporádicos» se descubren cada año en otras partes del mundo, incluida Centroamérica.

Después de averiguar que el kuru, el primer grupo conocido de enfermedad priónica, fue descubierto en el pueblo South Fore de Nueva Guinea, y se trasmitió mediante la práctica del canibalismo ritual, la idea del 21/12 cobró forma.

La historia de por qué la fecha del 21/12 se ha convertido en algo tan importante a los ojos de millones de personas, y ocupa un lugar en la conciencia cultural, sigue siendo un misterio para mí. A mediados de los años setenta, escritores de la Nueva Era especularon con que el final de la Cuenta Larga maya representaría un día de capital importancia para la civilización humana, que conduciría a un cambio global en la conciencia. Gracias a «visionarios» como José Argulles y Terrence McKenna, el 21/12/12 quedó vinculado a la astrología, las causas ambientales, el misticismo de la Nueva Era, la «sincronización» espiritual y el creciente escepticismo sobre el papel de la tecnología en las vidas humanas.

Pero esta fe en la importancia del antiguo calendario adoptó formas muy extrañas a medida que se propagaba. Algunos partidarios empezaron a asociarla con las teorías del día del Juicio Final: que el 21/12 conduciría a un alineamiento astronómico, colisiones con otros planetas y estrellas, e inversión de los polos magnéticos de la Tierra. En años recientes, grupos de creyentes han dejado sus hogares para construir inmensos recintos, en las selvas de México, en las montañas del Himalaya, con el fin de intentar sobrevivir al apocalipsis que creen inminente.

De todos modos, todavía no he encontrado pruebas de que los antiguos mayas creyeran que el giro del decimotercer ciclo iba a ser diferente de sus otros giros de calendario importantes, todos los cuales temieron y reverenciaron. De hecho, la Cuenta Larga es un calendario vigesimal, y continúa durante dos mil setecientos años más. La mención original de la importancia del final del decimotercer ciclo, que refuerza la inscripción escrita en Tortuguero, México, procede del
Popol Vuh
. Está escrito que la última Cuenta Larga finalizó al concluir el decimotercer ciclo, y esto ha conducido a algunos a creer que la actual también finalizará.

Pese a la amplia popularización de la palabra, incluso entre los eruditos, el abandono de las ciudades privadas de agua en las tierras bajas al final del primer milenio no debió ser un «colapso» a nivel de toda la civilización maya. A lo largo de un período de varios siglos, al final de la era clásica, ciudades florecientes en otro tiempo fueron abandonadas y la gente se trasladó a ciudades más pequeñas y terrenos más fértiles.

De todos modos, desde el siglo XIX, cuando los exploradores volvieron a descubrir ruinas abandonadas, enterradas en el corazón de frondosas selvas de Honduras y Guatemala, han circulado teorías acerca de lo que impulsó a los mayas a abandonar sus increíbles metrópolis para no regresar jamás. Muestras de polen del valle del Copán y el Petén, donde se encontraban algunas de las poblaciones antiguas más grandes, indican que estaban casi por completo desprovistas de vida humana a mediados del siglo XIII, tras siglos de obsolescencia.

Casi todos los mayistas se muestran de acuerdo en que la superpoblación, la sequía y las prácticas agrícolas destructivas condujeron a la deforestación, y contribuyeron en gran medida al descenso de la población. Otras posibilidades suscitan acaloradas discusiones. En fechas recientes, eruditos como Jared Diamond han argumentado que la violencia continua entre las ciudades mayas fue un factor de capital importancia, y señaló que las luchas llegaron a su punto álgido en el período anterior al fin del clásico.

Las pruebas de canibalismo entre los mayas son controvertidas y limitadas. Pero en las ruinas del Tikal clásico tardío Peter Harrison descubrió un horno de tierra bajo una casa antigua que contenía huesos humanos, carbonizados y con marcas de dientes. Parece probable que, si hubo canibalismo en las tierras bajas, no fue una práctica cultural significativa, sino que sucedió tan sólo en épocas de desesperación, cuando se agotaron los demás comestibles.

A día de hoy, no existen pruebas científicas de que los mayas sufrieran una enfermedad priónica transmisible.

Nuevas ruinas mayas se descubren cada tanto cerca de aldeas indígenas: en los años ochenta, las ruinas de una enorme ciudad fueron halladas en Oxpemul, México, a menos de ochenta kilómetros de una zona densamente poblada. En fechas más recientes, los arqueólogos descubrieron un yacimiento en Holtún, Guatemala, donde más de un centenar de edificios clásicos mayas estaban enterrados en una selva frecuentada durante siglos.

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