Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras (31 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras
2.56Mb size Format: txt, pdf, ePub

—No. Los viejos registros fueron confiscados por el Imperio, y los registros de la ocupación fueron destruidos por el movimiento de liberación. Todo el mundo tuvo la oportunidad de volver a empezar partiendo de cero. Adopté un nombre siguiendo la costumbre local para las mujeres: un nombre propio, el nombre de la madre y el nombre del padre. Pero fuera de Carratos y de ese momento, ese nombre nunca ha significado ni significará nada en ningún sitio.

—Así que no hay ninguna razón para que ese nombre aparezca en ninguno de los registros de Coruscant.

—O en los de Lucazec, o en los de Teyr. No se trata de que haya otros nombres detrás del que estén escondidos los registros...

—En lo que concernía a los burócratas y los encargados de los censos, tú no existías.

Akanah sonrió.

—El censo de Carratos es una relación de las propiedades y de los propietarios —dijo—. Cuando no poseía nada, para el censo era como si no existiese. Cuando Andras me tomó por esposa, pasé a ser de su propiedad. Ahora que soy propietaria de esto... —alzó las manos para señalar el esquife—, soy una persona.

Luke asintió con una lenta inclinación de cabeza.

—Supongo que de la manera en que lo explicas todo tiene sentido —dijo—. Pero he descubierto otra cosa para la que todavía no hay ninguna explicación. Los registros de tráfico dicen que seguimos estando en Coruscant, y estoy empezando a creer que seguiremos estando allí por muchos sistemas que visitemos.

Inexplicablemente, Akanah se rió.

—¿Había alguna visita a Golkus registrada en tu informe de seguimiento del tráfico?

—Sí, la había —dijo Luke—. Hiciste escala allí cuando ibas a Coruscant.

—¿Y el informe explicaba por qué fui a Golkus?

—No. La verdad es que no le di mucha importancia —admitió Luke—. Supongo que pensé que, siendo tu primer viaje a bordo del esquife, o te surgió algún pequeño problema que no podías resolver sin ayuda, o sencillamente que no te gustaba estar sola en el espacio.

—Bueno... Lo segundo es verdad, desde luego. Pero lo primero también. Tenía un pequeño problema, y estaba relacionado con el transductor de identificación de la nave. Ya te lo dije, Luke, los fallanassis no dejamos ningún rastro que pueda ser seguido por alguien que no pertenezca al círculo. En Golkus había una persona que podía ayudarme a resolver ese problema.

—¿Cómo? Alterar los perfiles de identificación no es algo que esté al alcance de cualquiera.

—El nombre de esa persona no significaría nada para ti, pero podría perjudicarle —dijo Akanah—. Creo que hubo un tiempo en el que trabajaba con, o para, Talón Karrde.

—¿Cómo le conociste?

—Hace años visitó Carratos —replicó Akanah—. Cuando me enteré de por qué había ido allí, conseguí llegar hasta él y hacerle un favor. Pero aun así el precio fue bastante elevado. Le pagué con casi todos los créditos que tenía, además de con algunos favores que me debían otras personas.

—Así que alteró el perfil... ¿Qué hizo exactamente? ¿Sustituirlo por el de otra Aventurera Verpine? Con el resultado de que fue otra nave la que salió de Coruscant, ¿no?

—Oh... Hizo algo más que cambiarlo —dijo Akanah—. Si sólo le hubiera pedido eso, no me habría salido tan caro. No, lo que hizo fue introducir un sistema extra en el transductor, lo que él llamaba un equipo de contrabandista.

—¿Me estás diciendo que esta nave tiene una caja negra? —exclamó Luke, muy sorprendido.

—Supongo que es así como la llaman. Cada vez que saltamos, el perfil cambia..., y se convierte en algo que tiene un aspecto totalmente legal pero que en realidad no lo es. Si hubiera dispuesto del dinero necesario, podría haber comprado identificaciones auténticas procedentes del mercado negro en vez de tener que conformarme con una simple falsificación.

—Y supongo que el sistema no se activa hasta después de que hayas despegado del sitio en el que te han hecho ese pequeño arreglo y hayas saltado al hiperespacio, ya que ésa es la única forma de evitar que vayas dejando un rastro que señale a ese caballero. —Luke frunció el ceño—. Oh, demonios, cuando pienso en la cantidad de días que hemos desperdiciado... Podríamos haber saltado al hiperespacio desde Lucazec, o desde Teyr...

—Yo insistí en que lo hicieras —protestó Akanah—. Recuerda que fui yo quien te pidió que desconectaras el bloqueo.

—Sí, pero te olvidaste de mencionar que el hacerlo no suponía ningún riesgo —gruñó Luke—. Salimos disparados de un sistema bajo una identificación, entramos de puntillas en otro bajo una identificación distinta..., y nadie establece ninguna relación entre las dos identificaciones. Muy eficiente. Ese tipo de Golkus debe de tener muchísimos clientes.

—Prefiere tener los menos posibles —dijo Akanah—. Tuve la impresión de que se considera retirado. Dijo que siempre es muy selectivo a la hora de escoger las personas para las que está dispuesto a hacer ese tipo de trabajos.

—Bueno... Supongo que el hecho de que viva en Golkus y no en Talos respalda esa afirmación —dijo Luke, meneando la cabeza—. ¿Por qué no me lo habías contado?

—Lo hice —replicó Akanah—. Acabo de hacerlo.

—No intentes esconderte detrás de tecnicismos —dijo Luke.

—Tienes razón —dijo Akanah—. La verdad es que no estaba preparada para confiarte esa información. No podía estar totalmente segura de que no llegara un momento en el que necesitaría protegerme de ti. Tengo muchas cosas que proteger.

—Pero ahora estás preparada para confiar en mí.

—Si no confío en ti, estaré totalmente sola —dijo Akanah, y una sombra casi imperceptible de la vieja melancolía volvió a aparecer en sus ojos—. Y ya no me siento capaz de seguir soportando la soledad... Nunca quise estar sola, y ahora sencillamente soy incapaz de vivir sola. No puedo mantenerte a distancia cuando lo que necesito es volver a sentir que puedo compartir mi vida con alguien.

—Akanah...

—Los secretos son como paredes, ¿verdad? Separan a las personas. Y he pasado tanto tiempo ocultándome detrás de esas paredes que... Bueno, ya no puedo seguir haciéndolo —dijo Akanah—. Te enseñaré a leer la escritura de la Corriente, Luke. Y si lo deseas, y si me das el tiempo suficiente para ello, te enseñaré todo lo demás. Te convertirás en uno de nosotros, y llegarás a ser un verdadero adepto de la Corriente Blanca. Por fin podrás recorrer el camino que siguió tu madre.

Luke era muy consciente del significado de lo que le estaba siendo ofrecido.

—Gracias —dijo, con la voz enronquecida por la emoción—. La mera posibilidad de que pueda encontrarla... Quiero que mi madre ocupe un lugar lo más importante posible en mi vida, Akanah... Anhelo ese equilibrio, pero...

—Pero todavía tienes algunas preguntas que hacerme, ¿verdad? —murmuró Akanah, terminando la frase por él.

—Sí.

—No te las calles por temor a parecer desagradecido, por favor. Hazme esas preguntas.

Las palabras de Akanah habían conseguido capturar con toda exactitud la naturaleza de su reluctancia.

—¿Figura la telepatía entre las capacidades de los adeptos?

Akanah dejó escapar una suave carcajada.

—¿Tan grande es el temor reverencial que Luke Skywalker inspira a la gente? ¿No crees que el que no se atrevan a mirarte a la cara tal vez haya hecho que encontrarte con un grado de atención simplemente normal te parezca un acontecimiento excepcional?

Los labios de Luke se curvaron en una sonrisa melancólica y levemente avergonzada.

—Quizá.

—Pues no debería ser así —dijo Akanah—. Y ahora, pregúntame lo que realmente quieres saber. Supongo que es algo relacionado con el contenido de esos informes, ¿no?

—Es algo que no figura en ellos —dijo Luke—. Tenías razón, Akanah. No había ni una sola palabra sobre los fallanassis... Todos los registros de Lucazec, Teyr, Coruscant o Atzerri me han dado la misma respuesta: nada, absolutamente nada. Ni siquiera esa palabra, ¿entiendes?

—Debes de estarte preguntando si realmente existe un círculo —dijo Akanah—, o si todo esto no es más que una fábula urdida por una loca solitaria que ha intentado atraerte con ella —dijo Akanah, y su dulce sonrisa le invitó a hablar.

—Es sólo que... Bueno, esperaba que hubiera algo. Rumores, mitos, leyendas, supersticiones... Resulta difícil entender cómo es posible que un pueblo tan poderoso como los fallanassis, y con una historia tan larga como la que tú has sugerido que tiene, pueda evitar dejar cualquier rastro de su existencia...

—Es posible porque nosotros hemos querido que lo fuera —se limitó a responder Akanah.

—O puede que las huellas estén allí, y que yo ignore cuáles son los nombres que me permitirían encontrarlas... ¿Qué me dices?

—Es posible porque nosotros hemos querido que lo fuera —repitió Akanah—. Cuando esas huellas aparecen, las borramos. Pero no hay muchas huellas que borrar, porque siempre nos hemos guiado por el propósito de no dejar huellas.

Luke asintió con expresión pensativa.

—No queréis vencer y no queréis convertir. Lo único que queréis es encontrar vuestro lugar en el universo.

—Sí. Si comprendes eso, entonces comprendes la verdad más importante de la Corriente Blanca —dijo Akanah—. Si se lo permites, la Corriente te llevará hasta el lugar en el que has de estar para poder encontrar las lecciones que debes aprender, el trabajo que has de hacer y las personas que necesitan que tú estés presente en sus vidas.

Luke asintió y se deslizó sobre el sillón de pilotaje.

—Y ya que hablamos de eso... Llevamos mucho tiempo parados, ¿no te parece? Tendríamos que seguir nuestro viaje —dijo—, pero necesito saber adónde vamos.

—A J't'p'tan —respondió Akanah—. Vamos a un mundo llamado J't'p'tan.

Luke se volvió hacia los controles.

—Bueno, me has vuelto a pillar en flagrante delito de ignorancia. Tendré que buscarlo en el atlas de navegación.

—Luke...

—¿Qué?

—¿No te parece que hay una pregunta que no me has formulado?

Luke reflexionó durante unos momentos. Había muchas preguntas que podía hacerle, pero ya no parecían tan apremiantes como antes. Luke estaba empezando a creer que Akanah acabaría respondiendo a todas ellas más tarde o más temprano.

—Sí, tienes razón —dijo por fin—. ¿Amabas a Andras?

—No es la pregunta que me esperaba —dijo Akanah, y se mordió el labio—. Sí. Le amaba. Jamás trató de imponerme su voluntad. Encontró algo en mí que creía era hermoso, y nunca intentó cambiarme. Y nunca fue cruel. Era como ser una niña..., como lo que debería ser la infancia. Ojalá pudiera haber durado más tiempo.

Curiosamente, J't'p'tan no figuraba en la base de datos de navegación del esquife. La ortografía era tan extraña que Luke interrogó a Akanah al respecto.

—No encontrarás esa palabra en ningún diccionario de básico —respondió Akanah, alzando la voz para hacerse oír desde el cubículo sanitario—. Es la transliteración en básico de cuatro glifos místicos de la lengua de los h'kigs: «jeh», lo inmanente; «teh», lo trascendente; «peh», lo eterno; y «tan», la esencia consciente. Sólo «tan» puede ser escrito con todas sus letras. Los h'kigs consideran que los otros tres glifos son demasiado sagrados. La ortografía que te he dado es la convención que respeta esa creencia.

—Podrías haberte limitado a decir: «Sí, estoy segura de que se escribe así» —dijo Luke con fingido malhumor.

—La próxima vez lo haré.

El que el esquife no consiguiera identificar su destino obligó a Luke a enviar una solicitud de información a Coruscant, y a la
Babosa del Fango
a pasar algunas horas más en la periferia de la Nube de Oort. Cuando el Instituto de Exploración Astrográfica respondió a su solicitud enviando las coordenadas que había pedido, éstas hicieron que Luke abriera mucho los ojos.

—J't'p'tan se encuentra considerablemente lejos de aquí —dijo mientras proyectaba la carta de navegación en la pantalla primaria y la ampliaba para empezar a examinarla—. Y no podemos seguir un vector directo, porque eso nos colocaría en el lado equivocado de las Tierras Fronterizas durante todo el tercio central del trayecto.

—Lo cual supongo que sería bastante arriesgado, ¿no?

—Toda esa zona está llena de patrullas interdictoras —le explicó Luke—. Pero en el fondo da igual, porque de todas maneras J't'p'tan está demasiado lejos para poder ir hasta allí de un solo salto hiperespacial. Si lo intentáramos, rebasaríamos en más de veinte horas el límite de navegación del esquife. Tendré que elegir un sitio para hacer una parada en algún punto del trayecto. —Luke agitó un dedo sobre una sección del mapa—. En algún lugar de esta zona, tal vez... Eso nos mantendría en el lado bueno de la línea.

—Dejo esa decisión en tus manos.

Luke trazó un pequeño cuadrado alrededor de su destino y amplió el mapa hasta que adquirió una escala más familiar. Las leyendas y demás identificadores se hicieron visibles.

—El Sector de Farlax —murmuró Luke.

—¿Qué has dicho?

—Hablaba conmigo mismo —dijo Luke—. Estoy bastante cansado. Mi mente ya se ha acostado en la litera.

Sometió el mapa a una nueva amplificación de un orden de magnitud. «No sólo Farlax... Eso es el Cúmulo de Koornacht», comprendió, y un fruncimiento de preocupación llenó de arrugas su frente. Luke sacó el cuaderno de datos de la sujeción debajo de la que lo había dejado, accedió al resumen de noticias y llevó a cabo una búsqueda rápida con «J't'p'tan» como clave..., y sintió un considerable alivio cuando vio que no formaba parte de la lista de mundos afectados por los combates.

Con el ceño todavía fruncido, Luke pasó a concentrar su atención en los informes de los departamentos de prensa que seguían aguardando el momento de ser leídos en la cola de mensajes. Fue saltando de un párrafo a otro y enseguida encontró la confirmación del elemento clave en los informes enviados por las redes de noticias: algunos mundos-colonia del interior del Cúmulo de Koornacht habían sido atacados por las fuerzas yevethanas, y sus poblaciones habían sido exterminadas. Los informes daban el nombre de algunas colonias, y otras eran identificadas mediante el origen de los colonizadores. Pero no había ninguna mención de J't'p'tan, así como tampoco la había de los h'kigs.

Volvió a ampliar el mapa de navegación y estudió la geografía del Cúmulo de Koornacht. J't'p'tan se hallaba en el interior, y quedaba fuera del radio de acción de los sensores de una nave que se encontrara en la periferia del Cúmulo. Si había ocurrido algo allí, Coruscant tal vez no tuviera forma alguna de saberlo.

Other books

Awakening by Stevie Davies
Witches of Kregen by Alan Burt Akers
The Whirlpool by Jane Urquhart
Waiting for Sunrise by Eva Marie Everson
The Ex-Wives by Deborah Moggach
The Venus Belt by L. Neil Smith
The Lost Salt Gift of Blood by Alistair Macleod
Berlin Burning by Damien Seaman