Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras (26 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras
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—Estupendo —dijo Akanah—. Tus palabras me dan nuevas esperanzas..., y la esperanza siempre es el comienzo de todo lo que tiene algún valor.

Luke se irguió y se volvió hacia ella.

—Akanah.... Quiero que me enseñes —dijo—. Quiero aprender a leer la escritura de la Corriente. Fuiste capaz de ayudarme a verla. ¿Puedes enseñarme a verla sin tu ayuda?

—Sí, pero ésa no es la primera lección —replicó Akanah—. Eso vendrá más tarde.

—¿Y no te parece que hay razones más que suficientes para alterar el programa académico?

—¿Qué razones puede haber para ello?

—Digamos que sería una especie de póliza de seguros —replicó Luke—. Si vamos a seguir tu camino, el camino marcado, hasta el círculo, entonces el encontrar los signos que han sido inscritos en la Corriente y leerlos es crucial. Pero si sólo uno de nosotros puede leerlos...

—No se me pasará por alto ningún signo, y te aseguro que sabré leerlos correctamente —dijo Akanah, meneando la cabeza.

—¿Y si nos separamos por la razón que sea? Dijiste que me consideras un fallanassi, ¿no? En ese caso, esos signos también han sido escritos para mí.

—El compromiso debe estar basado en algo más que la necesidad —dijo Akanah—. Lo siento, Luke. Todavía tiene que transcurrir un poco más de tiempo antes de que me resulte posible hacer lo que me estás pidiendo.

Luke frunció el ceño.

—¿Temes que me vaya e intente terminar este viaje sin ti?

—No —dijo Akanah—. ¿Permitirías que la impaciencia de tu estudiante dictara la secuencia y el orden que han de seguir las distintas etapas de su instrucción? ¿Le entregarías el secreto que podría colocarte en una situación más delicada antes de que tu estudiante hubiera afirmado esos principios que te definen?

—¿Quieres que yo también me someta a los juramentos del círculo de los fallanassis?

—Sí —replicó Akanah—. Pero sólo cuando estés preparado para ello, y todavía no estás preparado..., y sólo por la razón correcta, y ésta no es la razón correcta.

—Bien, pero entonces... ¿Cómo puedo darte esas garantías que me estás pidiendo, Akanah? ¿Cómo puedo demostrarte que estoy preparado?

—Toma la decisión de dejar tu arma a bordo cuando lleguemos a Atzerri —dijo Akanah—. Si lo haces, me habrás demostrado algo. Eso sería un comienzo.

Luke apoyó los codos en las rodillas, se presionó la palma de la mano con el puño y permitió que su mirada se deslizara por encima de sus manos hasta clavarse en la cubierta.

—También tendré que pensar en eso —dijo por fin, poniéndose en pie—. Si lo hago, quiero que sea por la razón correcta..., y no meramente para pagarle mi próxima lección a una maestra.

Akanah le sonrió con dulzura.

—Sabía que no me había equivocado contigo —dijo—. Cuando llegue el momento, el círculo te dará la bienvenida.

Luke asintió y mantuvo los labios apretados mientras avanzaba por entre los sillones e iba hacia la litera. Pero Akanah debió de ver algo en su rostro, porque se levantó y le miró fijamente.

—¿Tienes dudas sobre mí, Luke? —preguntó.

Luke permaneció en silencio durante unos momentos antes de responder, y después acabó volviendo la mirada hacia ella mientras mantenía un pie apoyado en el escalón de la litera.

—Hay algunas cosas que no entiendo, y cosas sobre las que me hago muchas preguntas —dijo por fin—. ¿Es eso lo mismo que «tener dudas»? No lo sé.

—Lo es —dijo Akanah—. ¿Por qué nunca me preguntas por «esas cosas»? No temo a tus preguntas. ¿Y tú, Luke? ¿Tienes miedo de mis respuestas?

—Oh, no.

—Entonces temes que tu curiosidad pueda ofenderme.

—Tal vez.

—Te aseguro que resulta bastante difícil ofenderme. Hazme alguna pregunta ahora, y tal vez así habrá un misterio menos para turbar tu sueño.

Luke se volvió hacia ella y bajó el pie del escalón.

—De acuerdo —dijo—. ¿Cómo conseguiste comprar esta nave? ¿Por qué no fuiste a Lucazec en cuanto hubiste ahorrado el dinero que necesitabas para pagarte el pasaje? Tenía que ser una cantidad muy inferior a lo que pagaste por esta nave. Verás, me parece que ya hace años que podrías haber ido allí... No entiendo por qué no lo hiciste, Akanah.

—Hace seis años estuve a punto de hacerlo —dijo Akanah, sonriendo melancólicamente—. Tal como has dicho, tenía dinero suficiente para el pasaje. Podría haber ido a laltra. La tentación era casi irresistible.

—¿Y? —preguntó Luke, acompañando su pregunta con un gesto de la mano.

—Si hubiera ido, me habría encontrado atrapada allí —replicó Akanah—. Hubiese conseguido llegar a Lucazec, sí, pero habría vuelto a ser pobre. En Carratos, por lo menos había espaciopuertos con mucho tráfico, y sabía cómo ganar el dinero suficiente para ir ahorrando poco a poco. Ya viste cómo era Lucazec: allí no hay riqueza suficiente que adquirir ni siquiera mediante el robo o el matrimonio, y mucho menos mediante el trabajo honrado.

—Así que esperaste.

—En realidad no tenía otra elección —dijo Akanah—. Comprendí que necesitaba adquirir algo más que el dinero necesario para pagar el pasaje que me sacaría de Carratos, necesitaba adquirir un grado de libertad lo suficientemente elevado para poder tener la seguridad de que nunca me vería obligada a volver a llevar esa clase de vida. No tengo nada aparte de esta nave, Luke, y unos cuantos créditos..., pero tengo esta nave. Aunque dadas tus prerrogativas de héroe, tal vez no entiendas cuánto significa eso para mí.

—No, te aseguro que lo entiendo —dijo Luke—. Todavía no he olvidado lo que sentía cuando estaba atrapado en Tatooine.

—¿He respondido a tu pregunta? ¿Lo entiendes ahora?

Luke asintió.

—Lo entiendo todo salvo una cosa... Cuando por fin tuviste la nave, ¿por qué viniste en mi busca? ¿Por qué fuiste a Coruscant en vez de ir a Lucazec?

—Porque cuando soñaba con volver a laltra tú siempre estabas presente en mis sueños —respondió Akanah con cariñosa ternura—. Lo cual me dejó perpleja hasta que comprendí lo que significaba. Significaba que se suponía que debía llevarte conmigo, Luke. Significaba que debía llevarte hasta el círculo, y que formas parte de él.

Luke, para su sorpresa mas no para su disgusto, se dio cuenta de que creía en sus palabras. Las respuestas de Akanah poseían la irresistible claridad y sencillez de la verdad emocional.

Pero, por alguna razón inexplicable, no hicieron que le resultara más fácil conciliar el sueño.

8

—Espaciopuerto de Talos, Atzerri.

Akanah volvió la cabeza hacia Luke.

—¿Puedo...? —preguntó.

—Por supuesto —dijo Luke, moviendo la mano en un gesto de ofrecimiento mientras se recostaba en el sillón de pilotaje.

—Espaciopuerto de Talos, aquí la
Babosa del Fango
—dijo Akanah—. ¿Qué cobran por un atracadero para naves de veinte metros o menos?

—¿En qué moneda van a pagar?

—Pagaremos con créditos de la Nueva República —dijo Akanah.

—Novecientos por los dos primeros días, y eso incluye las tarifas de descenso y reponer todos los consumibles que hayan utilizado durante el viaje. Después cobramos cien al día, pero si se quedan más de diez días podemos ofrecerles unos precios especiales por estancia prolongada a partir del tercer día.

—Creo que me han confundido con una millonaria que está haciendo su primer viaje espacial, Talos —replicó Akanah—. Porque esos precios sólo pueden ser para millonarios que acaban de salir al espacio, ¿verdad?

—Son los precios oficiales vigentes desde el primer día del mes —dijo el controlador del espaciopuerto—. Novecientos para bajar y para que les llenen el depósito, y cien al día por el uso del atracadero. No puedo modificarlos, ¿comprende?

—Talos, he dicho veinte metros, no doscientos —dijo Akanah—. Y sólo estoy alquilando el atracadero, no comprándolo. Así pues, ¿por qué no vuelve a empezar, y esta vez procura no emplear un tono tan insultante?

—Novecientos para bajar y cien al día por el uso del atracadero —repitió el controlador—. ¿Lo quiere o no? No hay tantos espacios disponibles.

—¿De veras? Teniendo en cuenta que Skreeka cobra seiscientos por los atracaderos de ese tamaño, y que incluye cinco días de estancia en ese precio, me imaginaba que todas sus plazas de descenso estarían vacías.

—Los de Skreeka son una pandilla de ladrones —dijo el controlador—. Sus atracaderos tienen el peor índice de seguridad de todo el continente.

—Tendrá que darnos una razón mejor que ésa para que no vayamos allí —dijo Akanah—. Después de todo, usted ya ha intentado robarme.

—Un momento,
Babosa del Fango
.

Una lucecita amarilla se encendió en el panel de comunicaciones.

—¿Sabes qué es lo que va a ocurrir ahora? —dijo Akanah, volviéndose hacia Luke—. Pues que volverá con una oferta mejor y dirá que su supervisor la ha autorizado. Pero todo es una cuestión de a qué parte de su margen de beneficios esté dispuesto a renunciar para impedir que vayamos a Skreeka. Sea cual sea la oferta que nos haga cuando vuelva a abrir la línea, puedes estar seguro de que estará por encima de las tarifas internas del puerto; ese controlador va a asegurarse de que saca algún beneficio de esto.

—Estás hecha toda una viajera, ¿eh? No me imaginaba que tuvieras tantos recursos.

Akanah sonrió.

—Ya te dije que pasé mucho tiempo en los espaciopuertos de Carratos, y siempre procuré mantener los oídos lo más abiertos posible.

—¿Y de dónde has sacado esa información sobre Skreeka?

—Oh, ¿eso? Me lo inventé.

El indicador amarillo se apagó y fue sustituido por uno de color verde.

—Aquí el espaciopuerto de Talos. Es su primera visita a nuestro planeta, ¿verdad? Bueno, mi supervisor no quiere que esos canallas de Skreeka se aprovechen de ustedes, así que me ha autorizado a ofrecerles una tarifa de cortesía especial en concepto de primera visita: quinientos créditos por bajar y repostar, y setenta y cinco por día de estancia. Es lo máximo que puedo hacer por ustedes, y si estuviera en su lugar yo aceptaría la oferta. Oigan, con esos precios no estamos ganando ni un crédito de beneficio, créanme... Y me da igual adonde vayan, porque quien les pida menos dinero ya encontrará alguna forma de recuperar la diferencia sacándola de sus bolsillos.

—Transmítale mi agradecimiento a su supervisor —dijo Akanah—. Aceptamos su oferta.

—Sabia decisión —dijo el controlador—. Les pondremos en el haz en cuanto nos hayan transmitido su autorización.

El indicador pasó al rojo y después se apagó mientras Akanah volvía la cabeza hacia Luke.

—Es toda tuya, querido —dijo, sonriéndole con dulzura—. Tenemos una plaza reservada esperándonos.

La Zona de Atraque A13 parecía una versión más pequeña del dique seco de Mos Eisley en el que Luke había tenido su primer encuentro con el
Halcón Milenario
. El diseño era similar, y todos los sistemas eran igual de anticuados: umbilicales de manejo manual, un taller con un único androide que sólo parecía capaz de utilizar las herramientas menos sofisticadas, cerraduras mecánicas y ninguna protección contra las tempestades.

—No puedo creer que haya pagado quinientos créditos por esto —dijo Akanah en un tono lleno de disgusto mientras extendía las manos—. Este atracadero debe de tener cien años. Con lo que te cobran por usarlo, estos tipos ya habrán recuperado su inversión un mínimo de veinte veces.

—Tarifa de descuento especial, ¿recuerdas? —dijo Luke mientras acababa de unir el último umbilical a los tres sistemas de propulsión de la Aventurera—. No puedes esperar encontrarte con unas instalaciones de lujo.

—Ni que te traten con honradez. Hemos pagado el doble de lo que realmente vale este atracadero, o puede que todavía más... Espero que estén disfrutando de su pequeña broma.

—Da igual —dijo Luke—. Sigue siendo un atracadero, y bastará. ¿Quieres que echemos un vistazo a los suministros de la nave y averigüemos si hay algún paquete de comida lo bastante antiguo para que el reprocesador del
Babosa del Fango
pueda ocuparse de él?

—Lo dejo en tus manos —dijo Akanah, cogiendo su bolsa de viaje y echándosela al hombro—. He de irme.

Luke salió de debajo del «ala» repulsora del esquife.

—¿De qué estás hablando?

—Esto es algo que he de hacer yo sola, Luke —replicó Akanah.

—¿Por qué?

—Si los fallanassis están aquí, debo ir a su encuentro sola —dijo—. Si te llevo conmigo, no permitirán que demos con ellos. No te verán tal como yo te veo, ¿comprendes? Para ellos sólo serás un extraño, alguien que no pertenece al círculo...

—¿Y qué se supone que he de hacer mientras tú andas dando vueltas por ahí?

—Puedes quedarte aquí. Si encuentro a los fallanassis volveré a buscarte. Ya sabes que lo haré, Luke. Y si no los encuentro... Bueno, en ese caso también volveré.

—¿Y qué pasa si no quiero quedarme aquí?

—Pues entonces dedícate a explorar la ciudad por tu cuenta —dijo Akanah—. Ve donde quieras, y haz lo que te apetezca. Si no estás aquí cuando vuelva, te esperaré. Lo único que te pido es que no me sigas. Si lo hicieras, sólo conseguirías obstaculizar el propósito que nos ha traído hasta aquí.

—Eh, esto no me gusta nada —dijo Luke—. ¿Por qué no podemos ir juntos, tal como hicimos en Lucazec y en Teyr?

—Porque yo sabía que el círculo se había marchado de Lucazec y que Norika se había ido de Teyr —replicó Akanah—. Pero no sé si han ido de Atzerri o si continúan aquí.

—No me había dado cuenta de que te avergonzaba que te vieran en público conmigo —dijo Luke en un tono bastante sarcástico.

—Te ruego que intentes entenderlo, Luke... Si sales de esta zona de atraque lo harás como Li Stonn, ¿verdad?

—Sí.

—Pero los otros pueden ver a través de esa ilusión, al igual que pude hacerlo yo —dijo Akanah—. Si nos ven juntos, o si me sigues, entonces pensarán que soy una impostora y que constituyo una amenaza para ellos. Esperarán hasta tener una ocasión de acercarse a mí cuando me encuentre sola. Pero si te reconocen... Bueno, entonces no sé qué pueden hacer. Tal vez decidan permanecer ocultos por miedo a que alguien haya logrado convencerme de que traicione al círculo. Incluso puede que decidan irse de Atzerri. No podemos correr el riesgo de que hagan eso, Luke. He de ir sola.

Un profundo fruncimiento de ceño llenó de arrugas el rostro de Luke. Todo lo que Akanah acababa de decir sonaba perfectamente lógico..., pero al mismo tiempo todo lo que había dicho le parecía inexplicablemente equivocado y peligroso.

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