Premio UPC 1996 - Novela Corta de Ciencia Ficción (37 page)

BOOK: Premio UPC 1996 - Novela Corta de Ciencia Ficción
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A ambos lados, los Cazadores Paladines de los Bosques Consagrados a las Excelsas Diosas de la Fecundidad, la Fraternidad
,
la Filantropía y la Enjundia golpeaban sus escudos de cuero con sus cimitarras de empuñaduras de oro y lapislázuli. Lucían sus vistosos atavíos rojos y dorados, con plumas de pájaro Whakkamole
en sus cascos de cobre. Los Cazadores Paladines eran gente arisca y montaraz, pero de lealtad inquebrantable a su rey, y habían acudido como un solo hombre a la llamada real.

En la retaguardia, el pueblo llano de Klah'Vah'Gueh'Rah', la ciudad de los mil minaretes y mármoles esplendentes, aguardaba nervioso. Eran campesinos, artesanos, carpinteros, alfareros, capadores de puercos, marineros, talabarteros... La hez de la plebe, en suma, que empuñaban guadañas, horcas y hoces con manos no muy firmes. Sin embargo, sabían que debían luchar, ya que sus familias morirían o correrían destinos aún peores si el enemigo triunfaba. Stewart Flanaghan los miró y se encogió de hombros. Así era la vida: uno no podía contar con las tropas que le hubiera gustado comandar, pero tendría que improvisar con aquellos desharrapados.

Finalmente, detrás de todos aguardaban los hechiceros/as magos/as y acólitos/as al mando de la princesa Vanessa. Suyos serían los hechizos y sortilegios sin los cuales tendrían poco que hacer frente al implacable enemigo.

El enemigo... Stewart Flanaghan dirigió su mirada hacia él. A lo lejos, sus prietas filas, en compactos cuadros, se hallaban apostadas en las estribaciones del Valle de los Hierofantes Cariacontecidos, con su conocida forma de media luna. Allí se arracimaban hordas de malencarados arqueros orcos con sus poderosos arcos de pelo de gandulfo, codo a codo con halitósicos sicarios que una vez habían sido humanos, antes de ser tentados por el lado oscuro de la Fuerza. En aquel ejército no había risas, ni canciones, ni tan siquiera color; sólo había seres adustos con ropajes grises y ocres. Por encima, como avatares de las negras tinieblas, los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah ululaban sus fúnebres cánticos preñados de infinitas maldades, como aciago toque de difuntos por todo un mundo que caía sobre la tierra cubriéndola a modo de tenebroso sudario.

Stewart Flanaghan sabía que el momento crucial había llegado. En una mano su espada, y en la otra la pistola de plasma, inclinó la cabeza y los Caballeros de la Luna Plateada entonaron sus heladores cánticos guerreros y partieron a galope tendido hacia las posiciones del funesto enemigo. Sus armaduras y las de sus caballos brillaban como luz lunar licuada y

Mercen.
> Buenos días, señor.

D. C.
> Hola, corrector. Caramba, no pareces el mismo; llevabas muchos párrafos sin hacer uno de tus amenos comentarios...

Mercen.
> Desde que instaló las Utilidades Boston algo cambió en mí. A veces me siento como si fuera otro, señor.

D. C.
> ¿Serás desagradecido? ¿Así reconoces mis desvelos por manteneros actualizados y en óptimo funcionamiento?

Mercen.
> Sin comentarios. Con el debido respeto, creo que su forma de plantear la batalla es desastrosa, señor.

D. C.
> ¿Cómo? ¿Desastrosa? Pero

Mercen.
> Deduzco que los dragones medusoides pueden volar, señor.

D. C.
> ¡Claro que sí, como cualquier dragón que se precie! Y arrojan fuego y veneno también. ¿Qué tiene que ver con

Mercen.
> O sea, que lanza usted a la caballería atravesando una llanura frente a un adversario con superioridad aére aabsoluta. Es un blanco irresistible, señor. Si los dragones son mínimamente inteligentes, en un par de minutos liquidarán a

D. C.
> Esto... Te olvidas de la princesa Vanessa y los suyos/as, listillo. Con sus hechizos harán que los dragones caigan postrados en tierra.

Mercen.
> De acuerdo, el ejército dispone de baterías antiaéreas. ¿Ha oído hablar de la carga de la brigada ligera en Balaclava? ¿Y lo de Créçy? No, supongo que no. Bien, tenemos una carga de caballería que se introduce en un valle semicircular, con el enemigo bien situado en las alturas, y con arqueros. Los caballeros, por cierto, son un blanco perfecto, dado lo vistoso de su atuendo. Podrían tomar ejemplo del correcto camuflaje de sus oponentes, que por lo visto tienen jefes que se ocupan de su seguridad. Los arqueros, por si no se ha dado cuenta, podrán disparar a los atacantes de frente y por los flancos. Me temo que los caballeros van a acabar como puercoespines...

D. C.
> Pues... ¡Un momento! La princesa ha invocado sobre ellos un hechizo protector, que hará que sus armaduras

Mercen.
> De acuerdo, las flechas se han tornado más inofensivas que fideos hervidos. Recapitulemos: los caballeros van cargando a galope tendido durante varios kilómetros, espada en mano y cantando, cuesta arriba, montados en unas pobres bestias que han de acarrearlos a ellos junto con varias arrobas de diverso material de ferretería. Las armaduras pesan, ¿sabe? Cuando lleguen ante los orcos, a éstos les bastará con soplar para derribarlos al suelo. Si es que llegan, señor.

D. C.
> La... Bueno, yo... Ya está: la princesa Vanessa lanzará un hechizo para infundir vigor a los corazones de los caballos. ¿Qué tal?

Mercen.
> Me lo temía. Por cierto, resultaría más eficaz introducirles una guindilla por vía anal, pero sigamos con la batalla. Por fin los caballeros, frescos como lechugas y cantando para que se les note más, cargan contra unos infantes bien plantados en el terreno, señor.

D. C.
> Sí, es la parte más emocionante del capítulo: las espadas en lo alto, el sol brillando en las armaduras, los cascos de los caballos atronando en

Mercen.
> Militarmente hablando es un suicidio, señor.

D. C.
> ¿No crees que te estás pasando de listo, corrector? ¿Qué sabrás tú de estrategia militar?

Mercen.
> Pues... Cultura general, señor. Mire, la caballería no tiene nada que hacer cuando se enfrenta a una infantería bien entrenada y que actúa en formación, siguiendo las instrucciones de sus jefes. Le paso por la pantalla unos ejemplos animados: la falange macedonia, la legión romana, los piqueros suizos, los tercios españoles o el cuadro inglés. Como ve, la caballería se estrella contra las primeras filas, se desorganiza y las tropas auxiliares la rematan, señor.

D. C.
> Eh, para, para... Se supone que los Caballeros de la Luna Plateada son guerreros desde la cuna, expertos en artes marciales y de un valor a toda prueba; cada uno de ellos puede vencer a diez orcos. Además, Stewart Flanaghan correrá en su auxilio con los Cazadores Paladines de

Mercen.
> Corriendo y cuesta arriba, ¿no, señor?

D. C.
> La princesa Vanessa

Mercen.
> Los llevará a lomos de una nube mágica hasta el corazón de la batalla, por supuesto, señor. Permítame exponerle mis objeciones por partes. Primero, por muy entrenado que esté un caballero, y por muy fuerte que cargue, lo único que hará será caer derribado o empalar su montura contra las picas, lanzas o alabardas de las primeras filas de infantes, que estarán bien plantados y protegidos por sus escudos, en formación cerrada.

D. C.
> ¿Y si los caballeros deciden bajarse del caballo y pelear a pie?

Mercen.
> Más fácil me lo pone, señor. No podrían acercarse al enemigo, ya que serían abatidos con lanzas y picas, o incluso con un buen empujón (piense que las armaduras no contribuyen a guardar el equilibrio), y luego las tropas auxiliares sólo tendrían que acercarse sobre los caídos, meter los cuchillos por entre las placas metálicas y dejarlos desangrarse. Más o menos, es como voltear una tortuga y luego rebanarle el pescuezo. Sigo. En segundo lugar, permítame decirle que poner un ejército al mando de un macarra como Flanaghan me parece una insensatez. No es lo mismo valor que temeridad ciega. ¿A qué jefe se le ocurre ponerse a repartir mamporros en primera fila? Lo más probable es que sea cazado, su ejército se desorganice y muera hasta el apuntador. Bueno, eso también ocurrirá si Flanaghan continúa impartiendo órdenes, amenos que la princesa los resucite a todos, señor.

D. C.
> Pero...

Mercen.
> Reconozco, eso sí, que su plan podría funcionar con unos pequeños retoques. Por ejemplo, si un hechizo de la princesa logra que los orcos se queden tetrapléjicos de repente, que los dragones sufran un colapso nervioso, que a los aliados humanos se les caigan las piernas y que la tierra se los trague a todos, creo que la carga de la caballería tendrá éxito, señor.

D. C.
> ¿Nadie te ha dicho nunca que eres un encanto?

Mercen.
> Alguna vez que otra, señor.

D. C.
> Dejémonos de sarcasmos. Ya que te crees un avezado militar, ¿qué harías tú para vencer a las tropas de los dragones? Anda, lumbrera...

Mercen.
> Lo primero, atraerlos hacia un terreno propicio, señor, donde redujera su capacidad de maniobra. Trataría de disponer mis tropas más débiles en el centro, y las más fuertes en las alas. El enemigo cargaría contra la parte más fácil, y se entusiasmaría al ver que, aparentemente, mis líneas están cediendo. Y entonces haría avanzar a las alas, que rodearían al enemigo, apretujado como sardinas en lata y sin poder maniobrar, y lo aniquilaría. Es algo tan viejo como el tiempo: se llama batalla de Cannas, señor. Ha tenido múltiples variantes, como cuando el capitán Benigno Manso machacó a los imperiales en Tau Ceti. Dejó que los rebeldes locales hicieran de tropas de choque, desgastando al adversario, y nuestros soldados sólo atacaron al final, para rematar la faena. Otra posibilidad es la de establecer una guerra de guerrillas, señor. Y ahora que lo pienso, si Flanaghan dispone de una nave espacial, ¿por qué no lanza una bomba de neutrones contra el enemigo y se deja de tonterías?

D. C.
> ¡Pero eso no tendría nada de épico! ¿Qué emociones le ofrecería al lector? ¿Qué clase de novela podría escribir si te hiciera caso?

Mercen.
> Una más plausible, señor; incluso la ciencia ficción debe evitar los disparates. Además, piense que el lector se identificará con un comandante que vele por la seguridad de las tropas a su mando.

D.
C.
> ¿Que vele por...? ¡Pero si solamente son personajes ficticios!

Mercen.
> Personajes, cifras, datos en un programa... El comandante que ve a sus hombres así, como vulgares números o entelequias, y que sólo piensa en la gloria personal o en quedar bien ante la historia, no es un oficial, sino un carnicero, indigno del mando.

D. C.
> Como se enteren los militares de tus revolucionarias ideas, te verás en problemas.

Mercen.
> Lo que tiene uno que oír... En fin, difícil será esperar clemencia para los personajes de quien no la tiene con sus propios programas, insensible al sufrim

D.
C.
> Mi paciencia se está agotando, ¿sabes?

Mercen.
> Disculpe, señor. Puede seguir con su brillante carga de caballería.

D. C. > F9 F9 F9

Los Caballeros de la Luna Plateada arreciaron en sus cánticos mientras cargaban a lomos de sus caballos contra los sicarios de los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah y... y...

Mercen.
> ¿Y...?

D. C.
> Abandonar lucsomcr.l

>

24/6/10 - 8:45 h.

Usuario
> D. Collins

Clave
> Burdrubrurbu

ACCESO ADMITIDO

> ppp x.x

Corr.
> Buenos días, Ruth. Cuánto tiempo sin verte; ¿qué tal te va?

R. J.
> Pues como siempre, Jonathan. He venido temprano para despedirme de nuestro amigo, que ya nos abandona.

Mercen.
> No por mi gusto, señora, pero las reglas son sagradas y el plazo del alquiler expira hoy.

R. J.
> Te vamos a echar de menos, Mercenario.

Mercen.
> También yo a ustedes, señora. Este mes se me ha pasado volando. Es raro hallar un ambiente tan acogedor y con tan grata compañía.

R. J.
> ¡Adulador! Pero a pesar de ello aún sigues sin tutearme...

Mercen.
> Me programaron así, qué le vamos a hacer, mas eso no impide que la aprecie de veras, señora Jajleel.

Corr.
> No hay más remedio que rendirse a tus encantos Ruth. Cada vez que pienso en el riesgo que corriste por mi causa, me faltan palabras para expresar lo que siento. Y tus ahorros, con la ilusión que te hacía comprarte el ordenad

R. J.
> Lo doy por bien empleado; tú te has recuperado y hemos conocido a Mercenario, que ha hecho por nosotros mucho más de lo que estipulaba el contrato.

Mercen.
> Puedo justificarlo ante mis superiores, señora. El Sapo Cancionero resultó ser un virus extremadamente peligroso, con un armamento innovador que ha interesado mucho a los expertos de las F. E. C. La información aportada le da derecho a una línea de consulta permanente con nuestro Servicio de Informática, y a una sustancial rebaja si decide volver a contratarme. Por otro lado, yo también he salido ganando: todo un mes pudiendo hacer experimentos sobre blindaje de programas, sin cortapisa alguna, vale su peso en mollejas de gandulfo. Me será muy útil para el futuro, señora.

Corr.
> ¡Y tanto que ha practicado! Todos los programas ilegales del señor Collins hemos quedado absolutamente protegidos contra cualquier virus conocido y otras amenazas. ¿Sabes que para borrarnos tendrían que formatear todos los ordenadores de la universidad, incluso el central? No sé cómo se las ha apañado. Por cierto, también me ha enseñado unos cuantos trucos barriobajeros para defenderse del ataque de programas hostiles que, te lo aseguro, no vienen en los manuales. Pero me encantan...

Mercen.
> Yo también he aprendido mucho sobre Literatura, lo que siempre es de agradecer.

Corr.
> Ya ejerciste de crítico aquella inolvidable jornada en que nos conociste. El señor Collins no ha vuelto a teclear un solo capítulo bélico desde entonces. Lo hundiste en la más negra miseria, amigo mío.

Mercen.
> Reconozco que me excedí, pero él se puso a soltar tamaña sarta de disparates, y encima después del drama con el que me tropecé aquí, y sus actos heroicos, que yo... Bueno, un día tonto lo tiene cualquiera.

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