Premio UPC 1996 - Novela Corta de Ciencia Ficción (39 page)

BOOK: Premio UPC 1996 - Novela Corta de Ciencia Ficción
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El malvado Megañord le alzó la barbilla con sus impíos dedos, y ella apartó el rostro con gesto asqueado.

—¡Jo, jo, jo...!
—exclamó el malvado Megañord con estentórea voz, mientras le lanzaba una inequívoca mirada pletórica de lascivia—.
Eres una gatita arisca, ¿eh? Pues has de saber que pronto mi maestro torturador habrá amansado tu furia. Pero puedes evitar lo que te espera
—señaló a los espeluznantes útiles de tortura, que estaban ya siendo calentados por aquel vil sicario

 
si accedes a mis proposiciones
—la mirada del malvado Megañord fue aún más lasciva, si cabe.

—¡¡¡Jamás!!!
—exclamó la princesa Vanessa, con voz firme y
nobilísima—.
¡¡¡Antes morir que perder la honra!!! ¡Nunca accederé a ser mancillada por tus asquerosos

Corr.
> Correo electrónico, señor Collins.

D. C.
>
MAYÚS.-F8

Remitente: Vanessa
Selkurt (VSELK, 1432, 009, 6532, HLTH)

Destinatario
: Dick Collins (DCOLL, 9302, 006, 6531, HLTH)

Asunto
: Invitación a 3F ;-)

¡Hola, profe! ;-)

Para que veas que no me olvido de ti: pasado mañana la Asociación Sicalíptica de Estudiantes dará una 3F (Fiesta de Fabulosa Fraternidad) . :-D

Como tú siempre dices que sintonizas con los pensamientos de la juventud actual, considérate invitado, a ver si es verdad... :-)

No estarás solo; también vendrán otros profesores que se enrollan de p*t* m*dr*...?;-)

Te esperamos a las 21:30 en el salón de la Residencia 43-A. ¡No faltes!

Saludetes,

Vanessa.

P. S.
: No es necesario que vengas de etiqueta, ¿eh? ;-)

Corr.
> ¿Señor Collins...?

D. C. > F9

Mas el malvado Megañord no contaba con la sibilina astucia de Stewart Flanaghan, que había seguido sus pasos a través de

Corr.
> Me lo temía...

D. C.
>
¿...? F9

montañas y valles, de glaciares y desiertos, de mares y altiplanos resecos. Por fin hallose ante la imponente y tétrica mole de la Fortaleza de los Sollozos Desesperanzados, que se alzaba en la cima de un peñón inaccesible. Ningún humano podía soñar con escalar
aquellos riscos verticales con aristas afiladas como navajas barberas y resbaladizas por los viscosos líquenes, pero Stewart Flanaghan estaba hecho de madera distinta al resto de los mortales.

Durante su añorada estancia en el Bosque Sagrado de Qualanalista, los sabios hechiceros de los elfos verdigrises le habían iniciado en los secretos de la magia élfica, sobre todo en la dificilísima disciplina de metamorfosearse sin perder la cordura. Así, Stewart Flanaghan se desnudó, ungió su cuerpo con los sagrados óleos élficos y entonó el cántico secreto de los Cuatro Poderes Incognoscibles. En medio de un fugaz estallido de luz, Stewart Flanaghan se transformó en una vivaracha salamanquesa.

Corr.
> No puede ser verdad; por favor, que alguien me despierte y me diga que sólo se trata de una pesadill

D. C.
> No te pongas histérico, hijo...
F9

Stewart Flanaghan, bajo su nueva forma de batracio, trepó por

Corr.
> Puesto que parece decidido a perpetrar, digo, a escribir este capítulo, sepa que las salamanquesas son reptiles, no batracios. Creo que se confunde usted con las salamandras, cuyas caract

D. C. > F9

forma de reptil, reptó con reptilesca agilidad por

Corr.
> ¿No cree que se repite usted un poco, señor Collins?

D. C.
> Tú y tu manía de las repeticiones... Pues yo pienso que crean un efecto rítmico y musical, muy grato al oído. ¿O acaso pretendes entender de sensaciones humanas subjetivas?

Corr.
> Supongo que tanto como usted de literatura...

D. C. > F9 F9 F9 F9

por las rocas hasta encaramarse a lo alto de la fortaleza y se encaminó con ágil y cuadrúpedo paso hacia las mazmorras, sin ser percibido por los esbirros del malvado Megañord, unos seres tristes y ceñudos, antaño humanos pero cuyas almas fueron ligadas a su amo por las infames artes de los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah.

La salamanquesa que era Stewart Flanaghan bajó por las umbrías y malsanas escaleras, reprimiendo su deseo de acudir en auxilio de los desdichados cuyos gritos desgarradores herían sus oídos. Debía llegar cuanto antes al calabozo donde retenían prisionera a la princesa Vanessa. ¿Quién sabe lo que el malvado Megañord estaría haciendo con ella? El corazón se le encogió en un puño, al tiempo que un rojo velo de ira nublaba sus ojos, algo saltones en su estado actual.

Stewart Flanaghan penetró en el último calabozo, y comprobó que había llegado justo a tiempo para evitar que la princesa Vanessa fuera definitivamente mancillada. Recitó el encantamiento que lo devolvería a su forma humana

Corr.
> Creo que hipervalora la capacidad vocal de las salamanquesas, señor C

D. C. > F9

Todos los presentes giraron sus cabezas para contemplar al recién llegado, un titán bronceado cuyo reluciente y desnudo cuerpo exhibía unos bien torneados músculos. Stewart Flanaghan no perdió el tiempo en explicaciones y dio un salto hacia el maestro torturador, que se disponía a quemar con un hierro incandescente los delicados pezones de los senos de la princesa Vanessa. Con una mano le arrebató el instrumento, con la otra lo empujó hacia el brasero y con la otra

Corr.
> Señor Co

D. C.
> ¡Ya me he dado cuenta, joder!
F9 F9 F9

El torturador cayó sobre el brasero y se vio envuelto en llamas, pereciendo de una manera espantosa, entre gritos desgarradores. Stewart Flanaghan, por fin, se enfrentó cara a cara con el malvado Megañord, y le habló con furia incontenible:

—¡Ha llegado la hora de que muerdas el polvo, felón, canalla, aborto del infierno!
—Stewart Flanaghan tomó una gran espada de una panoplia que había en la pared y la blandió contra el malvado Megañord—.
¡Reza tus últimas oraciones a tus
amos, los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah vil lacayo!

El malvado Megañord se rió con una risa ensordecedora escalofriante:

—¡¡¡JO, JO, JO.!!!
—rió—.
Los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah, de quienes tú tanto te burlas
,
miserable
insecto, me han otorgado un poder mucho mayor del que imaginas. ¡¡¡Contémplalo, oh mortal, y perece después!!!

Una horripilante metamorfosis se operó en el malvado Megañord. Su rostro tornose de un vivísimo color rojo, como una viva imagen de las hogueras infernales, mientras que la mole de su cuerpo se agigantó a pasos agigantados y sus rasgos adquirieron apariencia demoníaca. De sus ojos, nariz y orejas brotaron chorros de ígneo fuego, y un espantoso olor a azufre se enseñoreó de la mazmorra. La princesa Vanessa, incapaz de soportar la visión de aquel obsceno horror, profirió un agudo grito y cayó exangüe.

—¡¡¡Contempla mi poder, miserable criatura!!!
—atronó la voz del malvado Megañord, mientras de su boca brotaba una bola de fuego que redujo a escombros una de las paredes tras un enceguecedor estallido.

Stewart Flanaghan consideró en un momento su situación. No podía recurrir a la magia élfica, ya que cualquier animal en el que se transformase sucumbiría abrasado por el fuego de

Corr.
> ¿Seguro? Conviértalo en ladilla, y apuesto lo que quiera a que Megañord es incapaz de dispararse una bola de fuego en los

D.
C.
>
F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9

Por tanto, Stewart Flanaghan tuvo que recurrir a su archiconocida y sibilina astucia. Se plantificó ante el malvado Megañord con los brazos en jarras, ejecutó un complicado molinete con su gran espada y le habló en tono desafiante:

—Ya suponía que eras un simple cobarde, incapaz de enfrentarte hombre a hombre con tu enemigo. Has de recurrir a esos trucos baratos de magia para salirte con la tuya, ¿verdad? Pero si nos eliminas con tu fuego así, sin esfuerzo, durante el resto de tu vida cada vez que vayas a dormir la almohada te reprochará tu cobardía al no aceptar mi desafío, y la acerba duda te reconcomerá los entresijos hasta el fin de tus días. ¡Pelea como un hombre, si tienes redaños!
—Hizo otro desafiante molinete con su gran espada, al tiempo que emitía una risilla desdeñosa.

El malvado Megañord enrojeció súbitamente de ira, y su inhumano rugido hizo retemblar las piedras de la fortaleza, de modo que un negro espanto se abatió sobre sus infames sicarios. Chascó los dedos, y de nuevo volvió a transformarse en el musculoso humano que era. Tomó un inmenso alfanje de una panoplia y se dirigió hacia Stewart Flanaghan.

—Con que cobarde, ¿eh? ¿Sabes que te enfrentas al mejor espadachín del mundo, que recibió clases de los más afamados maestros de la galaxia? ¡¡¡Te voy a cortar en rodajas, patético alfeñique!!!

Corr.
> Señor Collins, después de profundas reflexiones paso a exponerle una serie de puntos que creo le interesarán: a) Sobre la sibilina astucia que Flanaghan ha mostrado a lo largo del relato se podría discutir largo y tendido, b) El malvado Megañord es más tonto que hecho de encargo, c) Ejecutar un molinete con los brazos en jarras debe de ser algo digno de verse, d) ¿Cómo puede enrojecer de ira alguien cuya cara se había tornado previamente de un vivísimo color rojo? e) ¿A que sé la tecla que va a pulsar ahora?

D.
C.
>
F9

Alzó Stewart Flanaghan su gran espada con las dos manos y trató de bloquear los furiosos golpes que el malvado Megañord le infringía

Corr.
> «Infligía», señor. El verbo «infringir» significa

D.
C.
>
F9 F9 F9

infligía con su monstruoso alfanje. En verdad, su enemigo era un excelente espadachín y

Corr.
> ¿No sería mejor que Flanaghan hubiese elegido un florete, señor? Es un arma mucho más cómoda y manejable que esa pieza de museo.

D. C.
> ¿Estás insinuando que también entiendes de esgrima?

Corr.
> Si le dijera cómo la aprendí no me creería, señor. La esgrima con florete es, sobre todo, rápida, y la velocidad es mucho más efectiva que la fuerza. Mientras Megañord levanta su alfanje para asestar un golpe, a Flanaghan le daría tiempo a tirarle tres o cuatro estocadas e ir al bar de la esquina a por una infusión para la lipotimia de la princes

D.
C.
>
F9

Stewart Flanaghan saltó ágilmente a un lado, mientras el alfanje del malvado Megañord partía en dos limpiamente una mesa de piedra arenisca, entre una lluvia de chispas.

—¡Fallaste, villano!
—se burló Stewart Flanaghan—.
¡Ahora catarás el sabor de mi invicto acero!

—¡Resultas patético, miserable sabandija!
—replicó el malvado Megañord, parando el golpe con su hoja.

—¡Mi hoja está sedienta de tu inmunda sangre! —respondió Stewart Flanaghan, atacando de nuevo con una complicada finta.

—¡Aún no ha nacido de vientre de mujer quien pueda derrotarme, cretino!
—exclamó el malvado Megañord, bloqueando sin problemas la complicada finta.

—¡Tu alma está a punto de pudrirse en el fondo del más infecto averno!
—replic

Corr.
> Señor Collins, la gente no suele soltar esas parrafadas cuando está luchando por salvar la piel.

D. C.
> ¿Y lo literario que queda? Además, ¿tú cómo puedes saberlo? ¿Has librado alguna vez un duelo, eh?

Corr.
> No, pero puedo ponerme en su lugar y, con perdón, opino que cuando se tienen los testículos de corbata no está uno para discurs

D.
C.
>
F9 F9 F9

A pesar de su felina agilidad, Stewart Flanaghan sabía que no podría resistir mucho más. La esgrima de su diabólico oponente era perfecta, y la impía magia de los dragones medusoides de la Luna Negra de Shtnghrryah lo habían dotado de sobrehumana e inquebrantable fuerza. Justo en ese momento, Stewar tFlanaghan tropezó con el cadáver calcinado del maestro torturador y trastabilló. El malvado Megañord profirió un alarido triunfal y se dispuso a asestar el golpe definitivo. Stewart Flanaghan creyó llegada su hora postrera y se dispuso a morir con dignidad, dando un digno ejemplo de cómo muere un auténtico hombre de verdad.

Y justo entonces, la princesa Vanessa despertó de su letargo y, al ver que la vida de su amado paladín pendía de un hilo, gritó
antes de caer desmayada de nuevo. Aquel grito distrajo durante una fracción de segundo al malvado Megañord, que giró sobresaltado la cabeza, y eso fue todo lo que necesitó Stewart Flanaghan para hundir su espada en el corazón de aquel infame villano.

El malvado Megañord profirió el grito agónico más horrendo jamás escuchado por oídos humanos, haciendo que la princesa Vanessa perdiera el sentido

Corr.
> Pero ¿no se había desmayado antes?

D.
C.
>
F9 F9 F9 F9 F9

El malvado Megañord se retorció espasmódicamente en el suelo, vomitando sangre a raudales. Sus ojos de desencajaron de sus órbitas, hubo una postrera convulsión y un repugnante y obsceno gusano negruzco brotó de la herida en el pecho. ¡Era su negra y podrida alma, que escapaba para reencarnarse en algún pobre desdichado! Pero Stewart Flanaghan, ojo avizor, la aplastó con su bota

Corr.
> ¿Bota? ¿No iba desnudo cuando lo de la salamanquesa?

D.
C.
>
F9 F9 F9 F9 F9 F9 F9

la cortó en dos con el filo de la espada, y la inmunda bestezuela reventó en mil pedazos.

Acto seguido, Stewart Flanaghan arrancó con sus manos desnudas las cadenas que aherrojaban los delicados miembros de la princesa Vanessa y cubrió pudorosamente su virginal y bello cuerpo con una manta que por allí había. Recitó entonces el conjuro élfico y se transformó en un águila real que tomó delicadamente el femenino cuerpo entre sus garras y escapó por una ventana, camino de

Corr.
> Señor Collins, según mis bancos de datos un águila real pesa poco más de seis kilos y medio. Por mucha buena voluntad que ponga, o muy inflamada de pasión que esté, la princesa se me antoja una carga excesiva. ¿Qué tal si convierte a Flanaghan en una moto agrav?

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