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El piloto accionó un interruptor en la consola de control de la lanzadera y las alas se retrajeron. El aparato de transporte de la clase Lambda se posó sobre la zona dorsal del casco del crucero, y las pinzas de retracción se cerraron con un chasquido. Un temblor hizo vibrar la lanzadera cuando el túnel de atraque golpeó suavemente a la nave desde abajo y formó un sello hermético alrededor de la rampa de salida de la lanzadera.
Kirtan se quitó el arnés de seguridad.
—Grabe todos los datos y transmisiones de la sonda en tarjetas separadas y luego borre la memoria de esta nave, teniente.
—Sí, señor.
Kirtan salió de la cabina y bajó por la rampa hasta la cubierta del
Incontenible
. El capitán Rojahn le recibió con un brillo de curiosidad en los ojos.
—Bienvenido de nuevo, agente Loor. Ha sabido calcular el momento con una gran precisión, porque no hemos tenido que esperar mucho.
—Me temo que la tripulación de la
Devastadora
verá las cosas desde una perspectiva mucho menos optimista.
Rojahn meneó la cabeza, y luego se puso bien la gorra gris.
—Quizá no. Si se nos permite recuperar los módulos de escape, entonces tal vez podremos preguntárselo.
—¿Si se nos «permite» recuperarlos?
—La mayoría va hacia Vladet, pero algunos se están dirigiendo hacia el espacio. Probablemente suponen que los rebeldes tomarán el planeta. —Rojahn se encogió de hombros—. Yo los recuperaría, pero he recibido órdenes muy estrictas de poner rumbo hacia el sistema de Pyria en cuanto usted hubiera vuelto a bordo.
El sistema de Pyria era uno de los sistemas candidatos que Kirtan había incluido en su lista. El mundo habitado de aquel sistema se llamaba Borleias, y el Imperio mantenía en él una pequeña base supervisada por el general Evir Derricote. Para Kirtan el sistema no tenía absolutamente nada de particular, aparte del hecho de que figuraba en su lista de sistemas que los rebeldes podían llegar a elegir como objetivos.
El agente de inteligencia enarcó una ceja.
—¿Y las órdenes procedían del Centro Imperial, de la directora Isard?
Rojahn asintió.
—Hay órdenes selladas que le esperan en su camarote.
Kirtan reflexionó durante unos segundos y acabó asintiendo.
—Sáquenos de este sistema. Si recogemos algunos módulos de escape antes de saltar, por mí de acuerdo. Tendrá que trazar un rumbo evasivo hacia nuestro destino. Si los módulos pueden concentrarse en nuestro vector de salida, son todos suyos.
El capitán de la armada sonrió.
—Gracias, señor.
—No hace falta que me lo agradezca, capitán. Todos estamos juntos en esto, ¿verdad?
Kirtan se abstuvo de sonreír a pesar de la sensación de poder que estaba empezando a crecer dentro de su pecho. «Lo que hago ahora es renunciar a un poco de tiempo para obtener más lealtad…, y eso es algo que no sabía hacer cuando estaba en Corellia. Con cada nueva lección que aprendo me voy volviendo un poco más mortífero para la Rebelión. —Y, finalmente, acabó sonriendo—. Y cuanto más mortífero soy para la Rebelión, más útil me vuelvo dentro del Imperio. Esa utilidad se traduce en poder, y en el Imperio el poder es la esencia de la vida…».
Corran se irguió, apoyando la espalda en el mamparo de su litera al mismo tiempo que levantaba las rodillas.
—¿Qué os ha traído hasta aquí, chicos?
Rhysati se sentó junto a sus pies y frunció el ceño.
—Acabamos de enterarnos de que estás arrestado, y de que además quizá tengas que enfrentarte a un consejo de guerra. ¿Qué tal lo estás llevando?
El corelliano se encogió de hombros.
—Oh, muy bien.
Erisi Dlarit apartó unos cuantos mechones de negra cabellera de su cara mientras se sentaba en la cama de Ooryl.
—¿Y no estás furioso? Que te traten de esta manera después de lo que hiciste…
Corran tardó unos momentos en responderle. Wedge había hablado con él después de que hubieran vuelto al
Aplazamiento
y le dijo que el general Salm tenía intención de acusarle de insubordinación, desobediencia a órdenes directas y piratería de un escuadrón de bombarderos. Wedge le dijo que creía que, en vista de como habían ido las cosas en Vladet, podría conseguir que las acusaciones no prosperasen, pero hasta entonces quería que Corran se considerase arrestado y no saliera de su alojamiento. Al haber decidido que esa sesión disciplinaria fuese privada, Wedge estaba permitiendo que Corran mantuviera el asunto en privado hasta que se hubiera tomado una decisión oficial.
—No, creo que no lo estoy. —A Corran le sorprendió oírse decir aquello, pero en realidad no sentía la rabia asfixiante que había caracterizado sus emociones después de que el asesino de su padre fuera puesto en libertad sin ni siquiera una multa—. El general Salm no tiene más remedio que presentar esos cargos por la sencilla razón de que en realidad no le queda otra opción que presentarlos. Lo que hice fue francamente estúpido y muy arriesgado…, y además puse en peligro a uno de sus escuadrones.
El twi'lek permitió que una de sus colas cefálicas se curvara sobre el hombro de Rhysati y le acariciase suavemente la garganta.
—Si el general no informara de las acciones de Corran, la disciplina militar se desintegraría. Cualquier piloto al que se le hubiera ocurrido cometer una locura (y con eso no estoy dando a entender que tú cometieras una locura, desde luego), podría desobedecer las órdenes y, muy probablemente, conseguir que lo mataran.
Erisi apoyó los codos en las rodillas y se inclinó hacia adelante, y Corran vio que la cremallera de su traje de vuelo estaba lo suficientemente abierta como para formar un escote francamente atractivo.
—Pero Corran no consiguió que le mataran.
Corran sonrió.
—Por poco. Uno de los porquerizos disparó sus torpedos con cierto retraso. Perdieron mi señal, y luego volvieron a captarla cuando ya estaba empezando a alejarme de la
Devastadora
. En cuanto me di cuenta de que venían a por mí, comprendí que Silbador no había desactivado el programa oscilatorio que había estado utilizando para aleatorizar mi trayectoria de vuelo mientras me dirigía hacia la luz de la Lancero. Yo quería cambiar el curso, pero mi androide astromecánico estaba decidido a mantenerme encerrado dentro de un cono de veinte grados, así que lo único que podía hacer era seguir un vector recto.
—¿Y entonces cómo conseguiste…?
Ni siquiera un fruncimiento de ceño tan visiblemente lleno de perplejidad era capaz de disminuir de manera realmente perceptible la belleza de Erisi.
—Le dije a Silbador que anulara el sistema, y estaba pensando en el maldito código de las oscilaciones. Silbador, que tiende a ser un poco más directo cuando tiene que tratar de resolver un problema, se limitó a desconectar la baliza de localización que estaban usando los torpedos para seguirme el rastro. Los torpedos perdieron su objetivo, no consiguieron readquirirlo y estallaron. El segundo que necesitaron para hacer todo eso bastó para sacarme del radio de sus detonaciones.
Rhysati sonrió y le dio un par de suaves palmaditas a una de las colas cefálicas de Nawara.
—Bueno, pues nos alegramos de que tu unidad R2 cuidara tan bien de ti. Y por mi parte, quiero agradecerte que hicieras lo que hiciste ahí fuera. Si hubiéramos intentado acabar con ella de la manera normal, muchos de nosotros habríamos muerto ante las torretas de esa Lancero.
El twi'lek asintió.
—Al estilo tradicional del Escuadrón Rebelde, ¿eh? Dejar un montón de fragmentos de ala-X esparcidos por todas partes…
La thyferrana de ojos azules miró a Nawara y frunció el ceño.
—Ahora tenemos una nueva tradición, y la acción de Corran constituye una parte realmente gloriosa de ella. Hemos llevado a cabo tres misiones y todavía no hemos perdido a ninguno de nuestros pilotos…, y eso a pesar de que el comandante Antilles nos dijo que alguna de nuestras primeras cinco misiones terminaría acabando con un montón de nosotros.
—Hemos perdido un piloto, Erisi. —Corran se rascó el punto del pecho en el que le habían disparado—. Y en Talasea estuvimos a punto de perder tres más, ¿verdad? No empieces a pensar que somos invulnerables. Las misiones que hemos llevado a cabo hasta el momento han sido relativamente sencillas.
—Ya lo sé, Corran. No pienso que ninguno de nosotros esté llevando una vida excesivamente envidiable. —Sus párpados se tensaron ligeramente, pero Corran no percibió ni la más pequeña sombra de ira en aquel repentino cambio de expresión—. Si conoces un poco la historia de la unidad, sabrás que las misiones sencillas siempre han ido bastante bien. Aun así, nuestros índices de victorias y de reparaciones nunca habían sido tan buenos. No dudo de que tendremos que llevar a cabo misiones que nos obligarán a dar lo mejor de nosotros mismos, pero si las estadísticas contienen aunque sólo sea un átomo de verdad…, bueno, en ese caso está muy claro que no hemos estado consumiendo toda nuestra suerte en esas misiones.
—Habla por ti —dijo Corran, y le guiñó el ojo—. Yo ya he alcanzado mi límite de crédito en el Banco de la Suerte.
Nawara señaló la puerta con un pulgar.
—Bueno, pues tienes a toda un ala de pilotos de bombardero dispuestos a hacer ingresos en tu cuenta. Ahora mismo se están disponiendo a invitar a los pilotos de los ala-X a un par de rondas en el centro de descanso.
—Ahora están brindando por Bror porque destruyó a dos globos oculares sobre la Gran Isla. —Rhysati puso los ojos en blanco—. En realidad preferirían estar brindando por ti, claro.
—Bror es el héroe de la misión. Dos victorias son más de las que obtuve yo.
Erisi le miró fijamente y frunció el ceño.
—Pero tú acabaste con la fragata.
Corran meneó la cabeza.
—No, no acabé con ella.
—¿Qué estás diciendo?
El twi'lek se encargó de explicárselo.
—Si Corran hubiera disparado aunque sólo fuese un haz láser contra la fragata habría obtenido una parte de la victoria, pero las fracciones que se encuentran por debajo de una mitad no son reconocidas como merecedoras de ser registradas. El Escuadrón Vigilante destruyó la fragata y Corran está en condiciones de verificar esa eliminación, pero en cambio no obtiene nada a cambio de ello.
—Eso no me parece muy justo. —La mirada de Erisi fue de Nawara a Corran y volvió a Nawara—. Deberían reconocerle el mérito de la victoria.
—Erisi, si estás disparando contra un bizco y el bizco cambia el curso de repente y tus disparos acaban iluminando a un globo ocular, ¿te gustaría que el bizco se llevara el mérito de tu victoria? —preguntó Rhysati.
—Entiendo adónde quieres ir a parar, pero sigo pensando que no es justo.
—Sobreviviré a ello. —Corran se encogió de hombros—. Lo que no es justo es que los tres estéis perdiendo el tiempo aquí conmigo cuando deberíais estar abajo divirtiéndoos y pasándole las facturas al Ala Defensora. Vamos, id a pasarlo bien…
Rhysati se levantó y deslizó un brazo alrededor de la cintura de Nawara.
—Bien, en ese caso nos iremos. Informaremos a los demás de que estás bien.
—Gracias.
Rhysati miró a Erisi.
—¿Vienes?
—Dentro de un momento.
—De acuerdo.
Los dos se fueron y la compuerta se cerró detrás de ellos, y después Erisi atravesó la pequeña habitación y ocupó el lugar de Rhysati en el extremo de la cama. De repente a Corran le pareció que el camarote, que para empezar nunca había sido demasiado grande, se había vuelto mucho más pequeño e, incluso, un poco asfixiante. El corelliano hubiese estado dispuesto a utilizar la palabra «intimidad» para describir aquella sensación, pero la forma en que Erisi puso la mano sobre su rodilla le produjo la impresión de que ella también tenía aquella palabra en la mente y, por alguna razón inexplicable, eso hizo que se sintiera un poquito incómodo.
—Corran, sólo quería que supieras que pienso que…, que he contraído una enorme deuda contigo. Cuando nos informaron de que había una Lancero en nuestro vector de salida, supe que… —Erisi titubeó y se llevó la mano libre al cuello—. Supe que no conseguiría salir con vida de allí. No soy el mejor piloto de esta unidad, desde luego, y estaba segura de que moriría enfrentándome a la fragata. Y entonces tú hiciste lo que hiciste, y sentí como si un peso enorme que me había estado aplastando acabara de desaparecer. —Meneó la cabeza, haciendo que sus oscuros cabellos descendieran sobre su frente hasta medio tapar sus ojos azules—. Ya sé que esto supondrá una sorpresa para ti, pero…, bueno, el caso es que ahora me siento muy cerca de ti. —Se inclinó hacia adelante, apoyó las manos sobre las rodillas de Corran y puso el mentón encima de ellas—. ¿Sabes a qué me refiero?
—Sí, y probablemente bastante mejor de lo que crees.
Erisi parpadeó y luego sonrió.
—¿Tú también lo sientes?
—Lo he sentido. —Corran suspiró—. Una gran parte de lo que estás sintiendo tiene su origen en el brusco descenso de la enorme tensión emocional que llegaste a experimentar durante la misión. Sé muy bien lo que se siente en ese tipo de situaciones, créeme… Cuando estaba en la Fuerza de Seguridad de Corellia trabajaba con una mujer llamada Iella Wessiri. Y era bonita: no tanto como tú, pero tampoco era ninguna gamorreana. Entramos en el almacén de un traficante de brillestim, y las cosas empezaron a ponerse francamente feas y al final hubo un tiroteo bastante intenso. Un tipo me tenía centrado en su mira cuando Iella acabó con él. Yo me había dado por muerto, y ella me salvó.
»Después de eso pensé que estaba enamorado de ella…, o por lo menos, que la deseaba. Hasta entonces sólo habíamos sido amigos, igual que lo somos tú y yo. Quizá había los primeros chispazos de algo, pero no se trataba de nada que hubiéramos percibido o que nos hubiera impulsado a actuar. Y de repente esa noche… Bueno, el caso es que los dos lo sentimos.
—¿Y qué ocurrió?
Corran frunció el ceño.
—El oficial de enlace imperial nos puso bajo custodia a los dos para interrogarnos. Dos días después volvimos a vernos. El apasionamiento de los primeros instantes ya había pasado y nos reímos de ello, pero nunca llegamos a hacer nada. Y ese miedo, y el haber estado tan cerca de la muerte, hizo que deseáramos poder contar con algo positivo para contrarrestar aquella experiencia.
—¿Y tan malo es eso?
—No, Erisi, no es malo. —Corran se deslizó sobre la cama hasta quedar sentado junto a ella y le tomó las manos—. Pero tampoco es real. Y debo admitir que no estoy muy seguro de que sea excesivamente prudente iniciar una relación con alguien que forma parte de la unidad.