Authors: Autor
La sonrisa de Tycho se volvió un poco más ancha.
—Qué perspicacia tan interesante… Usted piensa que hubo un momento en el que Han Solo, que había unido su concepto del honor a su servicio al Imperio, se olvidó de que ese honor podía existir fuera del servicio imperial. Me parece que se trata de una idea errónea que debe ser corregida.
—Y el que haya sido corregida le proporcionó la fama, la gloria y a la princesa Organa.
—Cierto, pero lo importante es que Han Solo sabe que el honor existe dentro de tu persona y que sólo puede irradiar hacia el exterior. Lo que ocurra en el exterior no puede cambiarlo o aniquilarlo a menos que abandones tu honor. Muchas personas renuncian al honor con demasiada facilidad, y luego hacen lo que pueden para llenar el vacío que eso ha creado en sus corazones. —Tycho meneó la cabeza—. Le ruego que me disculpe por haberle obligado a oír este pequeño sermón. He dispuesto de una cantidad de tiempo lamentablemente grande para pensar en este tipo de asuntos.
Dos oficiales de seguridad de la Alianza fueron hacia ellos. La teniente habló con voz suave y tranquila.
—¿Ya está listo para volver a su alojamiento, capitán Celchu?
Y de repente el piloto alto y delgado pareció sentirse muy fatigado, como si su esqueleto acabara de encogerse una talla de tal forma que su carne colgara fláccidamente de él.
—Sí, me parece que sí. Muchas gracias por esta conversación, señor Horn.
—De nada, señor.
Tycho dirigió una inclinación de cabeza a la mujer.
—Después de usted.
—No, señor —dijo ella—. Después de usted.
Corran pensó que había algo totalmente equivocado en su tono. Hasta aquel momento había dado por supuesto que se estaba ofreciendo a escoltar al capitán Celchu hasta su alojamiento como un acto de cortesía, pero el repentino y cortante filo adquirido por su voz había transformado las últimas palabras en una orden. «¿Qué razón puede haber para que le estén obligando a volver a su alojamiento? No lo entiendo… Esa mujer le está tratando igual que si fuera un criminal».
Los siguió con la mirada, intentando reconciliar la acción de la oficial de seguridad con una necesidad de proteger a Tycho de alguna amenaza. No podía imaginarse que nadie de la base de la Alianza fuera capaz de seguir guardándole rencor a Tycho por las cosas que había hecho antes de unirse a la causa rebelde. Convertirse en un rebelde era como empezar de nuevo partiendo de cero: la pantalla de datos era borrada, y el pasado quedaba olvidado. «Y sin embargo yo todavía tengo ciertas reservas acerca de Han Solo. Aun así, no quiero asesinarle, por lo que no necesita protección».
Se dio cuenta de que estaba intentando racionalizar el por qué Tycho estaba siendo escoltado por guardias armados y comprendió que la respuesta más sencilla era que, de alguna manera, Tycho suponía una amenaza para la Alianza. La obvia ridiculez de tal idea brillaba con la cegadora intensidad de una supernova, porque si Tycho realmente constituyera alguna clase de amenaza entonces nadie hubiese confiado en él para que enseñara a volar a los pilotos. «Aunque tampoco hay que olvidar que le han asignado un Cazador de Cabezas de entrenamiento…».
—Ah, estás aquí.
La voz femenina hizo que Corran irguiera la cabeza. Un poco más alta que él, pero más delgada y caminando sobre dos piernas muy largas y muy hermosas, la recién llegada entró en el hangar y clavó los ojos en el corelliano. Corran giró sobre sus talones y miró hacia atrás para averiguar a quién se estaba dirigiendo, pero cuando volvió nuevamente la mirada hacia ella, vio que acababa de detenerse justo delante de él.
—Me estaba preguntando dónde te habías metido.
—¿Quién, yo? —Corran enarcó una ceja—. ¿Estás segura de que me buscabas a mí, Erisi?
Erisi asintió, visiblemente segura de sí misma. Un destello de simpatía iluminó sus grandes ojos azules.
—Me enviaron en tu busca. Los demás están en Horas Bajas, hablando de lo que ocurrió ahí fuera.
—¿Y todavía no os habéis reído lo suficiente, y por eso queréis que me reúna con vosotros? —Corran meneó la cabeza—. Gracias, pero… En alguna otra ocasión, ¿de acuerdo?
—No, ahora. —Erisi le cogió por el codo izquierdo—. Queremos que vengas para que podamos disculparnos.
Corran titubeó, intentando ocultar su sorpresa. Erisi parecía sincera, pero era una thyferrana y casi siempre estaba en compañía de Bror Jace. Corran intentó decidir si le estaba tendiendo alguna clase de trampa, pero la delicadeza con la que sus cortos cabellos negros se pegaban a la curva de su largo cuello le distraía y le impedía pensar con claridad.
—No estoy muy seguro de ser buena compañía.
—Tienes que venir —dijo ella, tirando suavemente de su codo para llevarlo hacia el pasillo—. Oye, todos utilizamos tus datos porque el comandante Antilles nos dijo que nuestro ejercicio consistía en hacer precisamente eso. No nos contó lo que había ocurrido y lo que te había hecho hasta que hubimos terminado las trayectorias. Nos ordenó que no te dijéramos nada salvo para notificar nuestras puntuaciones. A nadie le ha gustado demasiado lo ocurrido, y queremos compensarte de alguna manera.
Corran asintió y echó a andar junto a ella.
—¿Y cómo te tocó la misión de venir en mi busca? ¿Sacaste la carta de sabacc más baja?
Erisi, sus ojos dominando un rostro delicadamente esculpido de pómulos esbeltos y firme mandíbula, le sonrió.
—Me ofrecí voluntaria. Nawara Ven y Rhysati Ynr están intentando meter algo de sentido común en la dura cabeza de Bror, y tenía que salir de allí durante un rato.
—¿Y eres capaz de dejar abandonado a otro thyferrano para que se enfrente a una conversación con un ahogado twi'lek?
La carcajada de Erisi creó débiles ecos en el pasillo sumido en la penumbra. Las tiras de iluminación se extendían a lo largo de los bordes del túnel allí donde el suelo se encontraba con las paredes y les proporcionaban la claridad suficiente para moverse, pero casi todas las personas que se encontraban por delante de ellos quedaban reducidas a siluetas oscuras.
—Bror Jace procede de una familia que posee una parte bastante significativa de las acciones de Zaltin. Los Jace son famosos por ser bastante altivos y difíciles de soportar.
—No me había dado cuenta.
—Pues te tenía por un observador más agudo. —Erisi le apretó suavemente el brazo—. Y además, Bror se ha fijado en ti. Te considera como su gran rival en la lucha por la supremacía dentro de este escuadrón.
—Se está olvidando del comandante y del capitán Celchu.
Erisi meneó la cabeza.
—No se está olvidando de ellos, sino que se limita a ignorarlos. Como dijo el comandante Antilles, quienes han servido con el Escuadrón Rebelde anteriormente son leyendas, y Bror cree que no se puede derrotar a una leyenda. ¿Convertirse en una? Oh, sí. Pero superar a una leyenda…, no, eso nunca.
—Te agradezco tu franqueza, Erisi, pero me sorprende un poco oírte hablar de un amigo en unos términos tan poco elogiosos.
—¿Qué te ha hecho pensar que éramos amigos?
—El hecho de que pasas muchísimo tiempo con él, quizá.
—Oh, eso… —Erisi dejó escapar una risita cortés—. Más vale Moff conocido que nuevo enviado del Emperador por conocer. Nunca podré llegar a ser amiga de alguien que ha crecido dentro de la cultura empresarial de Zaltin. Mi gente está con Xucfra, el verdadero líder en la producción y las operaciones de refinado del bacta. Mi tío descubrió la contaminación asherniana del Lote ZX1449F.
—¿De veras?
La mujer le lanzó una rápida mirada de soslayo, el rostro paralizado durante un milisegundo, y después sonrió y le dio una juguetona palmada en el hombro izquierdo.
—¡Oh, vamos! Ya sé que la política empresarial thyferrana resulta muy aburrida, pero para mi gente es tan vital como la sangre. Aunque hay millares de vratix que cultivan alazhi y refinan bacta, en realidad los diez mil humanos que dirigen las corporaciones son quienes hacen que la galaxia pueda disponer del bacta. Al ser una comunidad tan pequeña, y debo admitir que francamente rica, damos mucha importancia a los logros de nuestros parientes.
Corran asintió mientras llegaban a una escalera mecánica que los llevaría hacia las profundidades del corazón de Folor.
—¿Y el elegir a un miembro de cada familia corporativa fue una forma de evitar suspicacias?
—En el caso de que eso fuera posible, por supuesto. —Erisi le guiñó el ojo—. Sospecho que habrían enviado a más de nosotros, pero el establecimiento de un vínculo realmente sólido con la Alianza crea feroces discusiones en Thyferra. Nuestros líderes parecen haber optado por seguir el camino de la neutralidad benigna.
«Y utilizar a un bando en contra del otro significa grandes beneficios para el Cártel del Bacta».
—Sí, pero… Bueno, ¿estás lo suficientemente convencida de que la Rebelión tiene razón como para ofrecerte voluntaria?
—Hay momentos en los que los ideales más elevados deben tener preferencia sobre la seguridad personal.
Salieron de la escalera mecánica y atravesaron una pequeña sala hasta llegar a un orificio oscuro abierto en la lisa suavidad de la piedra fundida. Más allá de él había una ruidosa galería de roca prácticamente desprovista de luz visible, a menos que los intensos colores de los neones estroboscópicos que la reseguían pudieran ser considerados como adecuados para la iluminación. Voces surgidas de docenas de gargantas alienígenas graznaban por debajo del retumbar de la conversación humana o chillaban por encima de él. La pesada atmósfera cargada de humedad apestaba a sudor, humo acre y asfixiante y néctares fermentados procedentes de centenares de mundos de la Alianza y de más de unas cuantas fortalezas imperiales.
Corran se detuvo en el umbral de la cafetería improvisada a la que los rebeldes habían decidido llamar Horas Bajas. «Si todavía estuviera en la Fuerza de Seguridad, pediría refuerzos antes de poner los pies en un sitio semejante…».
Erisi tomó su mano entre las suyas y le guió hacia el interior de la galería. Como si pudiera ver cosas que Corran era incapaz de ver, le fue conduciendo por entre mesas de juegos holográficos y grupitos de pilotos y técnicos. Alguien había instalado un proyector holográfico en un rincón. El aparato parecía estar proyectando un acontecimiento deportivo que se estaba celebrando en Commenor, pero el exoesqueleto acolchado que lucían los jugadores y el balón curiosamente erizado de pinchos que estaban lanzando de un lado a otro no pertenecían a ningún depone conocido por Corran. Dejando aparte a un cuarteto de ugnaughts sentados junto al límite del anillo de proyección que alzaban los ojos hacia las gigantescas figuras, nadie parecía sentir el más mínimo interés por el partido.
El resto del Escuadrón Rebelde se había reunido en un ángulo de la cafetería. El primero en atraer la atención de Corran fue Gavin, tanto por su tamaño como por su nerviosismo. El joven estaba mirando a los distintos alienígenas como si nunca los hubiera visto antes. Eso sorprendió un poco a Corran, porque pensaba que, con Mos Eisley en Tatooine, Gavin ya habría tenido ocasión de hartarse de ver alienígenas. «Aunque dudo que el chico haya pasado mucho tiempo allí. Está tan verde como la espuma de la cerveza de Lomin…».
Bror Jace y Nawara, sentados hacia la derecha, parecían hallarse absortos en una intensa conversación. Shiel pasó junto a Corran y le entregó a Gavin una jarra llena de un líquido humeante que desprendía un olor dulzón. Lujayne le dirigió una sonrisa a Corran nada más verle, y después golpeó suavemente con el borde de su jarra la mesa alrededor de la que estaban sentados.
—Tenemos aquí a Corran.
La reacción del bothano a la llegada de Corran pareció ser relativamente apática, pero todos los demás parecieron complacidos de verle. El twi'lek señaló a Corran con la punta de una cola cefálica, y Bror Jace incluso consiguió sonreír. Levantándose y dando un paso hacia adelante, el piloto thyferrano le ofreció la mano.
—Quiero que sepas que de haberlo sabido no hubiese utilizado tus datos —dijo—. Seré el primero en firmar una carta de protesta dirigida al general Salm.
—¿Una carta de protesta?
Nawara parecía un poquito exasperado.
—Algunos miembros del escuadrón opinan que la forma en que te ha tratado el comandante Antilles exige una protesta oficial. Corran clavó la mirada en los ojos de Nawara.
—¿No eres de la misma opinión?
El twi'lek meneó lentamente la cabeza.
—No creo que vaya a resultar efectivo y, sinceramente, opino que en realidad se trata de un incidente francamente menor.
Corran sonrió.
—Me alegra ver que alguien ha sido capaz de conservar el sentido de la perspectiva.
Los gélidos ojos azules de Bror se entrecerraron.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Quiero decir, amigos míos, que formamos parte de una unidad militar involucrada en una insurrección ilegal contra un gobierno que controla la mayoría de los planetas de esta galaxia. Aquí todos somos voluntarios, y todos hemos venido a este lugar porque esperamos conseguir la libertad para todas las especies conscientes derribando al gobierno. Si no hay más remedio, todos estamos dispuestos a hacer el máximo sacrificio imaginable…, y sin embargo, ¿resulta que ahora vamos a protestar porque no nos gusta la forma en que uno de los líderes más condecorados y reverenciados de la Rebelión dirige los ejercicios de adiestramiento? Francamente, no lo creo.
Gavin, que tenía los ojos muy abiertos y llenos de confusión, miró fijamente a Corran.
—Pero lo que te hizo no estuvo bien. Se comportó de una forma implacable y rastrera, y únicamente para herirte y hacerte daño.
—Estoy de acuerdo en que fue bastante desagradable y que actuó de una manera implacable, pero no pretendía herirme ni hacerme daño. —Miró al resto del escuadrón—. El comandante Antilles quería dejarme muy clara una cosa, y lo consiguió. Y también os ha dejado muy clara una cosa, ¿verdad? El que ahora estéis reunidos aquí de esta manera, vuestra incomodidad ante lo que ocurrió y vuestro deseo de protestar por la forma en que he sido tratado significan que sé que vais a estar allí cuando os necesite. Y ahora vosotros sabéis que estoy dispuesto a hacer todo lo que deba hacer para asegurarme de que nuestro escuadrón será capaz de hacer su trabajo. Si eso significa que he de actuar en solitario o con Ooryl, o que he de hacer cualquier otra cosa para obtener la información necesaria, lo haré.