Sólo tú (4 page)

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Authors: Jordi Sierra i Fabra

BOOK: Sólo tú
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Inaudito.

Se miró en el espejo de la habitación. Mantenía sus rasgos casi juveniles, su abundancia de cabello negro, su buen tono corporal y muscular. Todavía podía tener a cualquiera. O casi. La edad del DNI no siempre se correspondía con la física. La mayoría le echaba todavía treinta o treinta y pocos.

Pero no estaba preocupado por la edad.

Sí por lo que sentía.

Hacia su trabajo, hacia la música, hacia sí mismo.

Perdido en un horizonte muy difuso.

Abandonó su posición delante del espejo y cogió ropa cómoda, unos pantalones cortos y una camiseta vieja con la imagen de una cantante que habían lanzado cinco años antes. Un fracaso. Pero la camiseta era bonita pese a los muchos lavados y la pérdida de color. La camiseta y la chica.

Aún la recordaba allí mismo, en su habitación, la última mañana.

Su disco no funcionó, y ella acabó casándose y dejando la música.

Se dirigía a la cocina, en busca de algo fresco para beber, cuando sonó el teléfono. No el fijo de su casa, el móvil. Regresó a la habitación a por él y descolgó sin mirar el número de quien llamaba.

Se arrepintió al momento.

—Menos mal. Soy yo.

De todas las mujeres que conocía, de pronto, a la que menos quería ver, y con la que menos quería hablar, era Amalia.

Bastantes problemas tenía ya.

—Hola, Amalia.

—¿Dónde estás?

—Acabo de llegar a casa.

—Si lo hubiera sabido, habría podido estar ahí. ¿Por qué no me has llamado?

—Ya te lo dije. Estamos en pleno lanzamiento. Eso representa veinticuatro horas al día de actividad. Nos va la vida en ello.

—No me seas melodramático.

—Tú nunca tienes necesidad de mirar el saldo de tu cuenta del banco. Yo sí.

No hubo respuesta. Tampoco la esperaba. Amalia era de las que iban al grano.

—Mi marido no estará este fin de semana, se marcha el viernes. —Su tono se hizo conciliador y provocativo—. ¿Te imaginas? Podemos pasar dos noches juntos.

Cerró los ojos.

—No va a poder ser —dijo.

—¿Cómo que no...? —estalló la alarma en la voz de la mujer.

—¿Cómo he de decírtelo? Tengo trabajo con el grupo.

—Rogelio...

—Amalia, por Dios...

—¿Qué pasa?

—Nada.

—¿Crees que me chupo el dedo? Sé cuando un tío me da largas. ¿Te ha bastado con un par de revolcones? ¿Es eso? ¿Suficiente para ti? Porque para mí no lo es, ¿sabes? ¿O te crees que hago esto con el primero que pasa?

—No han sido revolcones.

—¡Pues claro que no lo han sido! ¡Mierda...! —Pareció a punto de echarse a llorar—. Mi madre me decía siempre que no me enamorara de hombres guapos.

—No hables de amor. —Se estremeció.

—¿Por qué no?

—Porque todo el mundo habla de ello sin saber qué es.

—Todo un experto, ¿eh?

—Mira, Amalia... —quiso ser sincero.

—Quiero verte el viernes, como mucho el sábado —dijo ella, categórica, sin dejarle terminar lo que iba a decir.

—No puedo.

Solía cometer errores. Casi todos con las mujeres. A veces era necesario parar y reflexionar.

—¿Es por lo que pasó la última vez?

—Tu marido casi nos pilla.

—Se va a Londres. Eso no está aquí al lado. No es Madrid, con AVE y Puente Aéreo. No habrá accidentes.

—Amalia, de verdad, no puedo.

La pausa fue muy breve.

La voz, seca.

—Entonces vete a la mierda, querido —dijo ella antes de cortar la comunicación.

 

 

La conversación con Amalia le acababa de dejar un pésimo sabor de boca.

Y algo más: un creciente deseo.

Había estado a punto de sucumbir. Pero no pensando en el sábado o el domingo, sino en el momento.

Siempre aquel anhelo sexual.

Rogelio se pasó una mano por los ojos y continuó con el móvil en la otra. Vaciló una sola vez. Luego caminó hasta la sala, se sentó en una de sus butacas de diseño, de piel negra, y buscó en la memoria el número que deseaba.

La única que podía satisfacerlo realmente aquella noche.

Porque de lo que estaba harto era de compañías insustanciales, efímeras.

Esperó unos segundos, tono tras tono, hasta que después del último oyó la voz femenina.

—Hola, déjame tu mensaje.

No lo hizo. Cortó. Tras ello arrojó el teléfono a la otra butaca.

Contempló la sala. El televisor de plasma, el reproductor de CD, el grabador y reproductor de DVD, los altavoces, la colección de películas y discos, los pequeños detalles de su entorno, las fotografías con algunas estrellas de la música, los cuadros, los pósteres, los premios...

El vacío.

No le apetecía ver nada, ni la tele ni una película. Su ánimo estaba por los suelos. Y tampoco se sentía con ganas de salir. Eso implicaba volver a vestirse, y acabar en un bar o un club por el simple hecho de ir a alguna parte. Le pesaba su casa, pero más, la existencia vacua de un mundo al otro lado de aquellas paredes.

Se incorporó y caminó hasta el pequeño despacho habilitado en el piso. Una mesa de trabajo y dos ordenadores, uno fijo y otro portátil, más dos impresoras, se asentaban sobre ella. A un lado, otro equipo de sonido y más CD. Casi nunca los utilizaba. Era bueno en lo suyo, vender y promocionar, pero reconocía que no tenía mucha idea de música. Apenas le importaba. Olfato y nada más. Estaba en el negocio por una mera casualidad. Era el mundillo con más chicas guapas. Eso siempre pesó al comienzo.

Se sentó delante del ordenador y lo conectó.

La espera lo consumió y lo inundó de más y más mal humor.

Cuando apareció su escritorio con todos los iconos, dirigió el ratón hacia el buscador de Safari y lo activó. Otra corta espera. Una vez hubo entrado, tecleó el nombre del grupo.

Sólo quería ver cuántas páginas lo llevaban ya incorporado o lo citaban.

En la pantalla del ordenador apareció citado en las primeras diez de un total de más de cien mil. Eso no significaba, obviamente, que el grupo ya fuera tan famoso. El término Global Noise también pertenecía a un movimiento musical internacional y a sus muchos derivados. Pero era una buena señal.

Inició un recorrido por algunos foros, para tomar el pulso a la opinión directa del público.

Y comenzó a sonreír.

«Son lo más fuerte, lo más potente. Por fin un grupo que nos sacude y nos saca del muermo en que vivíamos», «Mi cerebro estaba en encefalograma plano desde hacía mucho. Ahora ellos han desatado una tormenta que me alimenta de adrenalina y mala leche. Salgo de casa dispuesto a comerme el mundo», «Brutales, conmovedores, sinceros, directos. Verdadera música del siglo
XXI
», «Es hora de romper con todo, con el pasado, incluso con la jeta de tus viejos. ¡Revolución Brainglobalnoise!», «El nombre es demasiado largo, propongo que se acorte con las siglas BGN»...

Eso último lo habían pensado, pero para más adelante.

Los fans se adelantaban siempre.

—Ése igual nos pide derechos —rezongó.

Por si acaso, mejor registrarlo. Había que curarse en salud. Lo propondría por la mañana.

Más comentarios.

«¿Qué hace una canción como
Mezklas
en medio de un disco tan bueno? ¿Una concesión? Sólo faltaría que lo lanzaran en
single
. Esa musiquita de la mitad, tan amariconada... ¿Seguro que eso es de ellos?», «¡Viva el Reino de la K,
Kontaminación
,
Makillaje radioactivo
,
Kaos
!», «Música, estética, imagen, y qué pedazo de cantante. Voy a darle puerta a mi novio»...

Entró en un par de foros más. Estaba dejando de atormentarse, de pensar en el amor de su vida, de tantas y tantas cosas nocivas que lo asolaban. Todos decían más o menos lo mismo. Brainglobalnoise ya estaba en sus horizontes. Como mucho, un par de comentarios negativos, pero simples: «Esto no es música», «Ideal para ponerlo mientras vomitas o para producirte el vómito», «Si ésta es la música del futuro, para, que me bajo». Poco más.

Continuó navegando, pasó los diez primeros, los diez segundos, llegó a la tercera tanda...

Entonces se encontró con aquel comentario.

«Razones y fundamentos para decir que Brainglobalnoise representan un salto a la prehistoria de la música.»

Sonaba diferente.

Entró en la página y se encontró con un blog.

«El Blog de Beatriz.»

Lo primero que le sorprendió fue la fotografía de ella.

 

 

Era más que guapa, excelsa o inquietante. Era exquisita.

Contempló aquel rostro juvenil, abierto y espontáneo, el cabello largo, la profundidad de los ojos, la línea marcada y sugerente de los labios, la intensidad y la proyección de la barbilla, el óvalo perfecto del rostro. No se veía nada más. Era un primer plano. Y posiblemente un primer plano escogido.

A lo peor no era tan guapa, o la foto era antigua.

En cuanto a la edad...

Joven, sí, pero ¿cuánto?

Veinte, veinticinco..., ¿o tal vez una adolescente retocada con Photoshop?

Dejó de colgarse de la fotografía que presidía el blog y buscó el comentario dirigido a su grupo. La tal Beatriz escribía prácticamente a diario. Y opinaba de todo. Leyó algunos párrafos y lo primero de lo que se dio cuenta fue que escribía muy bien. Buena construcción de frases, inteligencia, planteamientos sólidos... Alguien solitario, pero nada despreciable. La Red deparaba ese tipo de sorpresas. Por eso valía la pena echarle un vistazo de vez en cuando.

Encontró la entrada de Brainglobalnoise.

De aquel mismo día.

Increíble.

Centró sus ojos en el texto y empezó a leer.

«Estoy escuchando, a mi pesar, pues la música se cuela por mi ventana, el sonido más odioso del momento. Se llaman Brainglobalnoise y son el último aporte del maltrecho mundo del negocio musical para conseguir lo que mejor saben hacer: sacar pasta del inconformismo natural de los jóvenes, a los que basta en muchas ocasiones con proporcionar un poco de ruido envuelto en unas letras presuntamente provocativas, para que se crean que con ello han llegado al máximo de la modernidad. Esos mismos jóvenes no entienden que la industria discográfica la dirigen momias que se perpetúan como mejor pueden, por más que los artistas nuevos parezcan siempre jóvenes, rebeldes e inconformistas como la mayoría de su público.

»Brainglobalnoise son cinco chicos acordes con lo que se espera de un grupo, y tanto da que sean rockeros, hip-hoperos o lo-que-sea-eros. Pose, imagen, uno rubio, otro moreno, otro negro, uno con el pelo corto, otro largo, uno vistiendo de Custo degradado, y otro, de Toni Miró sufrido, etc. Lo suyo son los decibelios en grado superlativo, algo que ya hacían los Ramones o Motorhead, por citar bandas lo suficientemente opuestas, con más clase y sentido hace muchos años. Pero claro, ¿sabrán David M. y los suyos quiénes eran ésos? Lo dudo. La moda consiste en coger todos los géneros más o menos actuales, mezclarlos e ir de innovadores. Fijaos en su propio nombre: unen Brain —cerebro—, con Global —se traduce igual—, y Noise —ruido—. Por lo menos son sinceros. Lo de que hacen ruido está muy claro. Ruido por la cara. Ruido para atontar en una discoteca y favorecer que los buscadores de sensaciones se atiborren de pastillas. O eso, para aguantarlos dos canciones seguidas, o morir de una arritmia cardiaca.

»Brainglobalnoise no han venido a revitalizar nada ni a salvarnos de nada. Han venido por la pasta, y su compañía los ha lanzado por lo mismo. No es un grupo honesto. Es un producto. Si fueran coherentes, no harían esta música asesina, no nos lastimarían los oídos con sus gritos, no atentarían contra el sentido común salpicando de kas sus “transgresoras” letras —luego habrá quien en un examen ponga
kaos
con k y se lleve un suspenso, por idiota—; si lo fueran, entenderían que ritmo y melodía son la base de una canción, y que lo uno sin lo otro se cae, y por supuesto, no pretenderían que los jóvenes son estúpidos, por mucho que, de pronto, parezcan tener cientos, miles de adeptos “que los estaban esperando”. Kurt Cobain se suicidó porque tomaba los sentimientos ajenos, las lágrimas de sus fans, y las convertía en letras y canciones con las que se forraba. Eso le pesaba. Lo dijo antes de morir. Fue sincero, aunque no era necesario que se matara. Bastaba con cambiar, buscar otra fuente de inspiración, o dar todo su dinero a causas nobles si tanto le dolía. Brain... etc. trata de hacer lo mismo, ahondar en el inconformismo para sacar su tajada, pero sin clase, y con el patetismo de hacernos ver que van en serio.

»Si me escribes para insultarme, pasa. No me afecta. Si estás de acuerdo, no hace falta que me lo digas. Después de todo, este blog no es más que una voz solitaria predicando en el desierto. Pero si tu caso es el segundo, tu voz solitaria y la de alguno más quizá abran los ojos a otros muchos. Háblalo en la calle. No te calles. Lucha contra el ruido, el de ellos o el de tu entorno. El ruido que nos atonta y no nos deja pensar y que, a veces, nos obliga a refugiarnos en casa y escribir blogs como éste.

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