Authors: Jordi Sierra i Fabra
â¿De qué fiesta estáis hablando? âinsistió su madre al ver que pasaban de ella.
âEn casa de los Serra, mañana por la noche âle explicó Carlota en plan terminante.
â¿Y por qué no quieres ir? âLa mujer miró a su hija mediana.
âPues porque no.
âTienes que ir, Beatriz. A ver si además de decirme que tengo una hija rara, porque no se le ve el pelo, van a decirme que estás loca.
â¿Podré llegar al amanecer? âLe lanzó una mirada burlona.
âAquà sÃ.
âO sea que si me acuesto con VÃctor, perfecto, porque como es un Cabestany y estamos en el pueblo, a salvo...
â¡Beatriz, ya basta!
El golpe en la mesa, con la mano abierta, hizo que todo vibrara.
âVas a despertar a la abuela âla recriminó Carlota.
â¡Si es que ya no puedo más! âgritó su madreâ. ¿Se puede saber qué te pasa?
âTú quisiste que viniera, mamá.
â¿Y por eso vas a pasarte todo el verano de morros, y encerrada en casa?
âEs lo que hay.
âPero ¿qué tienes, hija? âSu expresión se volvió dolorosaâ. ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué no me lo cuentas? ¡Soy tu madre! ¡No puede ser sólo que te haya hecho venir al pueblo!
Rozó su propio estallido.
Se contuvo.
Su vida era privada. Ãntima.
âMamá, no quiero discutir, ¿vale?
â¡Yo sÃ!
âCarlota tiene razón: como se despierte la abuela... Para un dÃa que coge el sueño temprano...
â¿Y ya está, eso es todo? âse desesperó su madre.
âYa te lo he dicho: es lo que hay.
La madre se sintió desfallecida. Sus ojos se enturbiaron. Miró a Carlota. Miró a Beatriz. No halló en ninguna de las dos un nexo, una complicidad. Incluso la pequeña estaba cambiando, apoyaba a su hermana. Se estaba perdiendo algo y no sabÃa qué.
âNo sabéis lo sola que me siento estando con vosotras âse echó a llorar de pronto.
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La abuela Victoria era un reducto.
Militaba en la resistencia.
TenÃa la piel apergaminada, arrugas que se cruzaban y entrecruzaban formando un pequeño territorio arado por el tiempo, los ojillos mortecinos que, a veces, brillaban con una inusitada intensidad, el cabello gris, siempre recogido en un moño, las manos huesudas y deformadas. Era menuda, vestÃa de riguroso luto desde la muerte de su marido y decÃa que si Dios existiera, no habrÃa permitido que se fuera él, y de forma tan dolorosa, antes que ella. En el funeral habÃa sacado a patadas al cura por su panegÃrico en honor del fallecido. Desde entonces, el sacerdote la evitaba, cruzaba la calle si la veÃa aparecer y se santiguaba como si fuera el diablo. Su leyenda de mujer dura y fuerte contrastaba con lo mucho que se la querÃa en el pueblo, siempre dispuesta a ayudar, a compartir, sin egoÃsmos propios de su edad. Por si todo ello fuera poco, hacÃa gala de un carácter inquebrantable y firme. No veÃa la televisión. Opinaba que todos los programas eran para retrasados mentales. PreferÃa leer.
Y leÃa.
Novelas de amor.
DecÃa que los sentimientos son lo único importante de la vida, y que las novelas de amor estaban llenas de ellos, exagerados o no.
Algo extraordinario en una mujer que únicamente habÃa estado con un hombre en su vida.
â¿Beatriz?
Estaba a su lado, junto a la hamaca, sentada y con un vaso de limonada en la mano. Se lo pasó a su nieta.
âGracias.
âEstá fresquita y recién hecha.
âEres un sol.
âY tú, una luna.
â¿Llena?
âNo sé. âPuso cara de dudaâ. DÃmelo tú.
âNo siempre se puede estar llena. A veces hay cuartos menguantes, cuartos crecientes...
â¿Qué te pasa, cariño?
âNada, abuela. âBebió un largo sorbo de limonada.
âYo no soy tu madre âle recordóâ. Que ella tire su vida a la basura es cosa suya. Tuvo su oportunidad. Pero tú... âAlargó una mano y le acarició la frente.
Una mano de seda.
âA ti te gusta esto, es tu casa, tu pueblo. Pero yo cumplo dieciocho años en unos dÃas y... HabrÃa preferido quedarme en Barcelona.
â¿Tienes novio?
âNo.
âBeatriz...
âQue no.
âPues será lo que sea, pero conozco esa expresión.
âSólo falta que le digas eso a mamá.
âLo que hablemos tú y yo se queda entre tú y yo.
âAsà que tengo cara de enamorada.
âNo, tienes cara de padecer lo peor del amor.
â¿Y qué es?
âEl despertar.
âNo sabÃa eso.
âNo es malo, pero sà inquietante. Despertar no quiere decir renunciar, o romper, o cambiar. Las personas se enamoran, y cuando lo hacen pasan a otra dimensión en la que se vive una utopÃa. Eso puede durar dÃas, semanas, meses... incluso años. Tarde o temprano llega entonces ese despertar, y es el momento de ver si nuestro amor es fuerte y firme. Las virtudes que le veÃamos a la persona amada se convierten en defectos, lo que nos atrajo de ella lo cuestionamos, nos preguntamos quién es en realidad. âLa miró con delicada ternuraâ. Tú estás triste, mi niña. Más allá del dolor, estás aplastada por una tristeza que te paraliza. Puede que estar aquà la aumente, pero eso no cambia nada. Y aunque te pese, recuerda únicamente una cosa: tienes diecisiete años.
âVoy a cumplir...
âSÃ, ya sé. Pero ahora tienes diecisiete años. El mundo puede parecer un lugar horrible y oscuro a tu edad. Pero piensa en la mÃa. Mi oscuridad es la de la muerte que me acecha y me ronda. La tuya pasará. Te lo juro. Pasará, volverá, pasará de nuevo y renacerá tantas veces como quieras. Depende de ti. Y tú siempre has sido fuerte, diferente. Tienes mucho más carácter que tus hermanas. Supongo que porque te pareces a tu padre.
â¿Cómo sabes tanto? âquiso bromear un poco.
âPorque leo. âLe guiñó un ojoâ. Todo lo que te he dicho está sacado de una novela, ¿qué te crees?
âEstoy segura.
âTu hermana me contó lo que le habÃas dicho a tu madre antes de veniros aquÃ.
No supo qué decir. No era una pregunta. Era un comentario.
âMe alegro de que lo hicieras âasintió su abuela.
âNo fue fácil.
âNunca es fácil plantarles cara a los padres, enfrentarse a ellos, algo inevitable con los años. Puede que tu abuelo y yo no supiéramos educarla mejor, que se nos escapara de las manos, pero quizá debas saber algo acerca de tu madre.
â¿Qué es?
âDe niña, más o menos a la edad de Carlota, tuvo un trauma sexual.
â¿Mamá?
âTu abuelo y yo no lo supimos, ella no nos lo contó, por miedo, ya que se escapó de casa aquella noche, por vergüenza, porque eran otros tiempos, porque él era uno de los hombres importantes de estas tierras, qué sé yo. Hace muchos años de eso. Y sucedió aquÃ, en el pueblo, en las fiestas. âTomó aliento para continuarâ. Lo que voy a contarte no lo sabe nadie más que tu madre y yo, ¿entiendes?
âSÃ âapenas si pudo balbucear.
âUna noche, uno de aquà la asaltó. Iba borracho. La toqueteó, por arriba, por abajo, y no llegó a consumar la violación porque Dios no quiso. Cuando iba a hacerlo, eyaculó, y entonces ella le pegó y se fue. Tu madre regresó a casa y al dÃa siguiente nos dijo tan sólo que se habÃa caÃdo. âSuspiró y reanudó su insólita confesiónâ. Cada vez que tu madre veÃa, aunque fuera de lejos, al hombre que le habÃa hecho aquello, enfermaba. Y sin embargo calló, calló, nunca quiso decirlo hasta que él tuvo un accidente y murió. En los funerales, ese mal nacido de cura, lo mismo que dijo cosas de tu abuelo que no eran y yo me encargué de él, ensalzó de tal forma la figura del muerto que tu madre ya no pudo más y en un momento dado, al pasar cerca, escupió al ataúd. La única que lo vio fui yo.
â¿Te lo contó entonces?
âSÃ.
âPero demasiado tarde.
âAsà es.
â¿Y tú qué hiciste?
âYa era tarde para ayudarla, como bien has comentado. Los traumas sexuales matan la vida y aprisionan la libertad. Lo tenÃa muy adentro. No habÃa tenido novio, no soportaba que un hombre la tocara, ni siquiera en el baile. Con el tiempo, conoció a tu padre y se casó con él, enamorada, sÃ, pero yo sabÃa que nunca serÃa una mujer completa. Llevaba todos sus demonios con ella, y aún los lleva. Lo que tú le dijiste es cierto, Beatriz: no supo defender su matrimonio, retener al hombre que amaba pero al que quizá nunca habÃa deseado, y es que no estaba preparada para eso. Creyó que bastaba con tener hijos y ser una buena esposa.
âSin deseo no hay amor, ¿verdad?
âEs como un termómetro.
¿Cuánto se habÃan deseado ella y Rogelio?
Era imposible ansiar más.
Y ese deseo no podÃa morir porque ya anidaba en sus corazones.
Sintió un pequeño vértigo.
Su abuela seguÃa mirándola con aquella expresión de ternura.
â¿Por qué me lo has contado? âpreguntó Beatriz.
âPorque no sé lo que te pasa, ni querrás compartirlo conmigo y lo entiendo, pero has de entender que, sea lo que sea, no has de dejar que te marque y te atormente el resto de tu vida. A tu edad, la mayorÃa de las cosas giran en torno a unos pocos temas, el futuro, las inseguridades, los complejos... Pero el amor se lleva la palma. Cuando sentimos la vida, nuestro cuerpo, y aparece esa descarga emocional que nos vuelve el cerebro del revés, lo demás ya no importa. Pasa a un segundo plano. Sin embargo, recuerda esto: hay más frutas en el árbol. Ama cuanto quieras, sin reservas, y no dejes de entregarte nunca, pero cúrate las heridas y no mires las cicatrices, porque son como un abismo que siempre nos incita a caer.
MantenÃa el vaso de limonada en la mano. El frÃo del cristal y el calor exterior habÃan hecho que un millar de gotitas de humedad afloraran por fuera. Beatriz sintió los dedos mojados.
Bebió un largo sorbo.
La abuela se apoyó en la hamaca y le dio un beso en el brazo.
âIntenta divertirte un poco, aunque sea en esa fiesta y con el engreÃdo de VÃctor Cabestany âle dijo dando por cerrada su charla.
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Fue el grito de Carlota lo que la hizo salir de su habitación y asomarse al lugar en el que su hermana veÃa la televisión.
â¡Están hablando de Brainglobalnoise! âSeñaló la pantalla.
Allà estaba el grupo, disfrutando de su éxito. David M., Mario, Eliseo, ZQ y Rocky. Se les veÃa felices, en una especie de rueda de prensa, haciendo bromas.
âQué susto me has dado âse quejó.
âPensé que querrÃas verlos.
El intercambio de sus miradas fue más explÃcito que lo no dicho, porque, en realidad, Carlota no la habÃa llamado por la banda, sino por si las cámaras enfocaban en algún momento a Rogelio.
Y las dos lo sabÃan.
Beatriz contuvo la respiración.
De la rueda de prensa se pasó a unas escenas de los cinco miembros en la calle, luego a unos camerinos y, finalmente, al escenario. La voz en
off
del locutor llenaba el aire con el caracterÃstico derroche de vacuidad de los programas del corazón y culto a los famosos.
â... y por la noche, en el concierto, con lleno absoluto, Brainglobalnoise demostró por qué son el grupo de moda este verano. Con un sonido potente, la originalidad de su propuesta y un directo feroz, tremendo, los cinco jóvenes arrollaron...
Ni rastro de Rogelio.
Ni cerca de ellos ni a lo lejos, ni en la rueda de prensa ni en el
backstage
.
Pero tenÃa que estar allÃ, próximo a su «producto», en algún lado.
Asà que la televisión bordeaba su infarto.
Porque de pronto supo que no estaba respirando.
Soltó todo el aire retenido en los pulmones.
âLo siento âadmitió Carlota.
âNo importa.
â¿Lo has visto?
âNo.
El reportaje de Brainglobalnoise tocaba a su fin.
â... quedan las grandes citas de Barcelona y Madrid como colofón a la gira, pero esto será en septiembre. Por ahora, el grupo se pasea por toda España con noches como la de ayer en Pamplona...
Se dispuso a regresar a la habitación.
â¿Irás a la fiesta?
âSupongo que sÃ. âSe encogió de hombros.
âDiviértete por mÃ.
âTe he visto un par de veces con un chico.
âMono, ¿no?
No tuvo más remedio que sonreÃr ante la inocencia de su hermana pequeña.
âNo está mal.