Sexo en Milán (5 page)

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Authors: Ana Milán

Tags: #Humor

BOOK: Sexo en Milán
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Y sí, has
escuchado bien: ha dicho tu nombre, después ha dicho una coma (sí, la has oído también), y después le ha dicho a su amigo (jurarías que con los ojos vidriosos de la emoción y a 33 revoluciones por minuto): «Mi novia».
MI
(seguido de)
NOVIA.
Con todas las letras, como si las regalasen. Ahora ya es oficial, ya puedes avisar al señor pirotécnico para que prenda los fuegos artificiales, porque ya le ha dicho a sus amigos que TÚ (sí, TÚ… porque ahora tú eres TÚ) eres
SU NOVIA.

Y eso nos gusta. Y hay que celebrarlo.

Y ahora que sois novios, hay ciertas cosas que debes saber… cosas que habías estado reprimiendo y que, bajo tu nuevo estado, se permiten. Toma nota:

  • Puedes calentarte cada día los pies en sus pantorrillas
    mientras duermes. Si empieza a tiritar pasados los diez minutos aparta esos frigopiés y ve al médico. No te llega riego, alguien tenía que decírtelo.

  • El bricolaje casero.
    Recuerda que entre las principales ventajas de los novios está su capacidad para mover cosas pesadas, y que les encanta arreglar cosas. Si se muestra reticente, prométele sexo después. Prometérselo «durante» entorpecería la tarea.

  • Parte de tu familia dejará de mirarte como con pena,
    porque da igual que hayas conseguido sintetizar la vacuna contra el cáncer, que seas una alta ejecutiva de una multinacional, o matrícula
    cum laude
    en ingeniería aeroespacial… todo eso queda velado por una simple y demoledora frase: «Y qué, ¿sigues sin novio…?», que te dan ganas de mirar a la abuelilla en cuestión y preguntarle: «¿¿Y usted sin dientes??».

Llegados aquí, apuntaré algunas cosas que,
bajo ningún concepto,
deberías hacer a partir de ahora:

  • No hables en «nos-pañol».
    Vale, todos pretendemos, al conocer a alguien que nos gusta mucho, fingir que empatizamos tanto que parece que seamos siameses a los que separaron al nacer. Asúmelo, ni a ti te chifla el bobsleigh (ni siquiera te gustaría si supieses lo que es), ni a él le encanta el
    Vogue
    . Eso de «nosotros pensamos que…», «nosotros adoramos a Clint Eastwood», «nosotros somos muy de tofú…». No lo hagas, por favor. No «nos» gusta.

  • No le interrogues.
    La Gestapo ya fue desmantelada, por algo será. Si ÉL confía en ti… págale con la misma moneda (o contrata a un detective discreto).

  • No renuncies a tu vida A. N.
    (Antes de Novio). ÉL se enamoró de ti siendo así… como quiera que seas.

  • No le trates de forma maternalista.
    No contradigas al refranero: si «madre no hay más que una», será por algo. De lavar su ropa a quitarle una mancha de la cara con saliva hay una distancia escalofriantemente corta. No la recorras.

  • Déjale que te proteja.
    Puede que se depilen el pecho, pero en el fondo siguen conservando ciertos instintos de épocas menos habladoras.

LA PRIMERA COMIDA CON SUS PADRES

Sí, ha llegado el temido y a la vez esperado momento en el que te vas a encontrar con sus padres. ¡Esto va viento en popa!

Pasada la euforia inicial, te sobrevienen las dudas (porque las dudas son así, muy de sobrevenir), y empiezas a pensar si les gustarás, si soportarás ver en su padre la imagen de tu chico dentro de treinta años (por favor, que tenga pelo, que tenga pelo…), si su madre será una de esas suegras amables que te llenan la casa de
tuppers
con cocido o si tendrás que enfrentarte a Bette Davis en
¿Qué fue de Baby Jane?
(por favor, que sea huérfano, que sea huérfano…).

Para superar este delicado momento con éxito (o simplemente para sobrevivir a él, en el peor de los casos) he elaborado una lista con algunos consejos prácticos que te llevarán a salvar ese primer encuentro con la madre que le parió y su santo esposo.

  • No prepares platos excesivamente elaborados o exóticos, a menos que tu chico te haya avisado de que sus padres son amantes incondicionales de la comida thai.

  • No les llames «papá y mamá». Es inquietante y raro.

  • El alcohol está permitido mientras puedas decir de corrido «Ángeles González-Sinde». Así, todo seguido: angelesgonzalezsinde. En cuanto empieces a arrastrar vocales, para. Este es un maravilloso invento de mi amiga Arancha (la mujer con la que me casaría sin pensarlo dos veces) para saber cuándo parar con el alcohol.

  • Muéstrate cariñosa con su hijo (con tu chico, no lo hagas con sus hermanos porque confundirás a todos) pero sin caer en el empalago.

  • Trata de evitar temas de conversación espinosos como el sexo, la política… el sexo en la política… Vamos, no hables de Berlusconi y en paz.

Y, sobre todo, muéstrate natural. Piensa que si finges ser quien no eres, en el caso de que vuestra relación vaya para largo, vas a tener que mantenerte dentro de ese papel más tiempo del que te gustaría… y no es tan fácil fingir cada do mingo que mereces una estrella Michelín en la cocina porque se te ocurrió impresionar a tus suegros con un cátering en aquella primera comida que compartisteis.

Ni fácil, ni barato.

Reconozco que cuando le conté a
Malú
de qué iba Sexo en Milán y ella me contó que había llegado a tomarse un Orfidal por tener que cenar con una pretendiente a suegra, estallé en carcajadas…

Malú es pura vida, una artista que consigue ponerte la piel del corazón de gallina, comencé comprando sus discos antes de saber que la vida nos haría amigas y vecinas y como el otro día le decía, es de esas mujeres que no le deben nada al azar, en Malú todo es fuerza y tesón, raza y poderío. Siempre y cuando no tenga una suegra delante…

COMIDA CON LOS PADRES

Por

Malú

Una de las cosas más tensas que se pueden vivir cuando tienes pareja (después de que olvides su apellido y tener que preguntárselo en la cuarta cita…) es la primera comida con sus papás… y más si su hijo te gusta de verdad (de verdad de la buena), y quieres quedar tan bien que olviden aquella novia que tenía en el instituto y que le convenía tanto… (seguro que en aquel momento la odiaron, pero ahora dicen que la adoran simplemente por fastidiar).

Tuve una experiencia en la que los padres del que por aquel entonces era mi novio estaban separados. Separados, también, en la opinión que cada uno de ellos tenía de mí. Su padre estuvo encantado desde el minuto cero, mientras que su madre me veía como una voraz depredadora capaz de hacerse un abrigo con la piel de su indefenso hijo. Vamos, lo normal.

Cuando llegó el inevitable momento de compartir mesa, mantel, sonrisas falsas y comestibles con la adorable madre coraje, me entraron sudores fríos. ¿Qué podía hacer yo para tratar de ablandar el duro corazón de aquella mujer? ¿Cómo podía traducir en comida que yo quería tanto a su retoño como ella? Decidí decírselo en un idioma que las madres entienden a la perfección: la comida sana, sencilla y nutritiva, sin artificios. Ligera, para diluir un poco el tenso ambiente que se avecinaba.

Descarté el vino. No quería que la situación se me descontrolase… Y me conozco con unas copitas de más.

Un buen jamón de bellota, acompañado del queso más caro que encontré, que no sé si era el mejor, pero cumplió con creces su cometido: romper el hielo. Seguí con una sencilla, eficaz y riquísima ensalada de láminas de tomate de ese que sabe a tomate de verdad con mozzarella, sal Maldon, orégano fresco y aceto balsámico de Módena caramelizado. Tan sencilla como efectiva.

De segundo preparé una dorada salvaje a la sal, acompañada de unas patatas a lo pobre que me salen de chuparse los dedos, que le gritaban a mi suegra que la alimentación de su hijo estaba a buen recaudo conmigo.

No sé si acabé cambiando la opinión que tenía sobre mí, casi seguro que no, pero quedó encantada con la cena.

A mí, el Orfidal me vino de perlas para mantener a raya a la ordinaria que me posee cuando el ambiente se tensa. Todos contentos.

Este es, posiblemente, el capítulo
que más me apetecía escribir, el de estar nosotras solas en casa. Puede ser que vivas sola, puede ser que tu chico esté de viaje, que hayas discutido con
ÉL
, o que, simplemente, hayas decidido tomarte un día para ti. Cualquier opción es buena cuando se trata de darte un homenaje, de tratarte como a una invitada especial. Me encanta el concepto de
«invitada de ti misma».

Regálate los mimos que, sin dudar, le regalarías a alguien a quien quieres mucho.

Rara vez encontramos tiempo para nosotras mismas, tiempo de verdad. Tiempo buscado, no el que nos sobra después del que les entregamos a los demás, sino el tiempo que, deliberadamente, rescatamos para nosotras… (No sé por qué insisto tanto, ¡estoy segura de que lo entendiste a la primera! Te pido disculpas; a veces me pongo un poco intensa…)

Ya te aviso de que si tienes hijos este capítulo te va a sonar a ciencia ficción, pero hay que intentarlo, aunque sean unas horas. Se me ocurre que puedes crear en tu casa una habitación insonorizada, con cerradura blindada, y amordazar a tus hijos cuando lleguen del colegio y encerrarlos allí mientras te repites a ti misma que eres una buena madre (aviso a los servicios sociales y protector del menor: este último párrafo se trata de una broma, no me denuncien, las madres modernas venimos ligeramente alteradas mentalmente de serie, nada grave).

Aprendí a hacer un
YOMEMICONMIGO
mientras atravesaba una etapa realmente mala en mi vida, un momento de esos en los que no sabes bien dónde está tu corazón porque alguien se lo llevó muy lejos, una etapa en la que salir a tomar una copa me parecía terrible, entre otras cosas porque todo el mundo quedaba en la Latina y a mí, seguramente por mi fragilidad mental, me parecía que ese barrio estaba lleno de clones de Melendi, solo veía rastas por doquier con pantalones que dejaban ver unos calzoncillos que no siempre eran como para enseñarlos, la verdad, y eso me devolvía a casa más triste de lo que había salido. Así es que comencé mi recuperación estando conmigo misma, cuidando de mí como me hubiera gustado que hiciese una enfermera enviada por una empresa especializada en «mujeres hechas una porquería».
Y me curé.
Me curé a mí misma. Me traté tan bien que entendí que así era como quería que me trataran. Y a riesgo de parecerme a Louise Hay, he de decir que cuando te tratas bien, cuando te mimas y te respetas, cuando estar contigo se convierte en un planazo, es muy difícil dejar que otro te trate mal.

Ahí va mi receta para un
YOMEMICONMIGO
en condiciones:

  1. Ordena tu casa, límpiala y déjala como si fuese a venir la persona más importante del mundo.
    No se puede descansar en una casa en la que parece que la mafia italiana ha estado buscando algo.

  2. Ve al supermercado y arrasa con todo aquello que te gusta para el menú de un día completo.
    Ten cuidado con el alcohol, si estás muy depre no arrases con todas las reservas de vodka del súper o el resultado será un auténtico desastre. Se trata de comprar las galletas de mantequilla que te chiflan, el helado de
    cheese cake
    que te hace perder el sentido, quizá una botellita de Moët & Chandon Grand Vintage 2002, 100 gramos de jamón de jabugo, un trozo de queso gorgonzola con mascarpone y una caja de chocolate Godiva… por ejemplo.

  3. Al regresar a casa, enciende un par de velas aromáticas y piensa qué te apetece hacer.
    Quizá sea tumbarte en el sofá para entregarte por completo a una maratón de tu serie favorita (yo últimamente estoy entregada a
    Gossip Girl
    , y sí, ya sé que no tengo edad y debería estar viendo
    The Walking Dead
    , pero me gustan más los bolsos que los muertos, qué le vamos a hacer…).

    Quizá te apetezca hacer algo que has ido dejando apartado los últimos tres años, como ordenar tus fotos, revisar tu armario y tirar esa camiseta que insististe en comprarte en rebajas dos tallas más pequeña… y que jamás has conseguido ponerte porque resalta la molla que te hace el sujetador justo debajo del brazo, en la espalda. Sí, ahí.

    Quizá quieras cocinarte tu plato favorito, con Jamie Cullum como música de fondo, y servirte una copa de vino y entregarte al placer de la cocina con calma, no al de cocinar porque hay humanos que alimentar… me refiero al placer de cocinar despacio, con calma.

    Entrégate tantas horas como quieras a hacer solo lo que tú quieras hacer.

    Si estás depre por cualquier motivo relacionado con un hombre, hazte el favor de no entregarte a la sangrante tarea de revisar los
    mails
    que te mandó cuando decidisteis dejarlo, ni a mirar las fotos de vuestro viaje a París, ni tampoco vale hacerle llamadas compulsivamente poniendo tu teléfono en número oculto… Se trata de que te regales un día, no de que te conviertas en la niña del exorcista con la casa ordenada y la nevera llena.

  4. Y aquí viene uno de mis momentos favoritos:
    el spa en casa.

    Cuando me tomo un yomemiconmigo, a eso de las seis de la tarde, saco todo el arsenal de cosméticos que tengo y los uso.

    Aprovecho para hacer un sinfín de cosas que las mujeres nos hacemos y de las que los hombres no se suelen dar cuenta aunque les vaya la vida en ello (¿te imaginas a un tío diciendo: «Oh, Dios mío, ¡cómo llevo las cutículas!»?). Pero nosotras somos chicas, para lo bueno y para lo malo.

    Puedes rematar el momento spa con un gran baño caliente, con tu música favorita a medio volumen y unas cuantas velas, y te propongo que te tomes una copa de champagne y te la bebas dentro de la bañera… Insuperable.

  5. Cuando salgas de ese baño, ponte algo cómodo, increíblemente cómodo…

    Que nada te apriete, que es tu momento…

  6. Y, sobre todo, dedica un tiempo a pensar en lo afortunada que eres, en todo lo que tienes, en la cantidad de gente que te quiere…
    en que en esta vida TODO se supera mientras se vive, en que tus piernas por feas que te parezcan te han traído hasta aquí y que si no las tuvieras te parecerían las más bonitas del mundo, en que si te empiezan a salir arrugas es de todo lo vivido y reído, en que si tu pelo no es como los del anuncio de Pantene es porque le faltan focos y un peluquero que se debe de haber roto las muñecas con el secador para dejarlo como una superficie reflectante, piensa en que nada es tan importante, porque de verdad que no lo es. Tenemos mucha suerte y a diario se nos olvida.

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