—Buenos días. —Buenos días. Qué bien huele. —Gracias. —Lástima, porque tengo prisa. —¿En serio? ¿Y eso? —Corro. Por las mañanas. —He preparado tostadas y café. Membrillo, queso y un jamón ibérico extremeño espectacular. —Ya. Lo siento. No quiero parecer maleducado, pero me tengo que ir. —En la India hay un postre… —Ya, lassi. Yo también lo hago, pero me tengo que ir, de verdad. —¿Ni un café? —No, gracias. |
Avanzará hacia la puerta y tú, desde la mayor de las agonías, te verás como Shiva con cuatro brazos sujetando platos llenos de comida. Rechazada. En la cocina. ¿Puede ser más deprimente? «Adiós, me ha encantado verte.» «Y a mí.» El golpe de la puerta e inmediatamente después el café subiendo. Como tu ira. Como tu rabia. No hay remedio. Tómate una tila y deja el café para contar la historia por la tarde, porque alguien va a tener que escucharla. No te comas el membrillo porque te estreñirá, no te comas la miel, porque te caerá mal. Deja el postre y esconde el azúcar. No tuestes el pan. Pero… cómete el jamón porque no hay que cocinarlo. Porque no hacen falta ni fuerzas, ni ganas, ni hambre, ni alegría. Para comer jamón no hace falta más que tenerlo. Y tú lo tienes. Es más. Tienes dos. Y otros vendrán que no podrán alejarse de ellos.
OPCIÓN 3
No te gusta, pero tú a él sí… y… Se queda
DEMASIADO
(
OK, no es ÉL…
y no está dispuesto a irse).
Desayuno 3
Alega cualquier cosa: marido celoso —bueno, marido a secas también serviría—, tu almuerzo macrobiótico con los harekrisna (con esto te aseguras el no volverle a ver jamás)… o que se te pasó por alto comentarle que hoy te mudabas a Australia, donde comienzas un estudio sobre la fauna autóctona marsupial. Asegúrate de que no vive cerca, a no ser que seas capaz de fingir de por vida y de forma convincente que sois mellizas. Lo que haga falta para sacarle cuanto antes de tu cama y de tu casa. Si no te gusta, por algo será.
Una vez que hayas conseguido quedarte a solas, seguir receta del desayuno 1.
A lo largo
de los años que llevo viva he ido aprendiendo a quererlas cada día más, hasta llegar al punto donde me encuentro ahora, en el que dudo mucho que pudiera ser feliz sin mis amigas.
Ellas se convierten en la familia que eliges, en las hermanas en las que confiar, son las que te piden todo lujo de detalles de cualquier cosa que te pasa, las que te riñen cuando te estás volviendo loca del todo y andas enamorándote de un señor quince años mayor que tú, casado con una estilista sueca que está como un pan recién hecho, con tres hijos adolescentes y a punto de ser destinado a Roma porque su empresa abre sede allí, peeeero que te ha
prometido
separarse de su mujer en cuanto sea el momento. O sea, nunca.
Las amigas son las que te dicen que ese vestido de Zara te hace parecer por detrás una cantimplora porque la lycra no es lo tuyo, pero te lo dicen con la suavidad que mereces.
Son las primeras que llegan a tu casa cuando
declaras un 112
por el motivo que sea (normalmente, por un hombre, ya que los problemas de mujeres, casi siempre, son problemas con los hombres), y te escuchan con atención, y examinan contigo todos los detalles una y otra vez, y cuando juntas habéis llegado a la conclusión de que es un cabrón al que habría que colgar de un palo en la plaza Mayor, y de que «quién necesita un tío así», y de que «tú te mereces algo mejor» y de «qué ascazo de tío» y que «ya le vale» y que «maldito el día que lo conociste»… Justo cuando llega un mensaje de él en el que te invita a cenar para reconciliaros, recogen sus bolsos, resetean todo lo dicho anteriormente y te dejan vía libre para que te pongas guapa y vayas a esa cita. Y si antes de irse les preguntas: «¿Verdad que es ideal?», te responderán que sí, que es monísimo y que seguramente tenía un día tonto. Pero cuando vuelva a suceder, volverán a estar ahí, dispuestas a criticarle como merece un hombre que nos hace daño.
Y si no lo merece, también.
Para algo están las amigas.
Creo recordar que todas las grandes crisis que he tenido en mi vida me las he curado en el sofá de Olivia, Alexandra, Berta, Maribel, Cristina o Mayte, que no ha habido mejor sala de terapia, ni siquiera en los peores momentos. Han sabido guardar silencio y hablar, han sabido escuchar y dejar que me escuchara yo, han sabido reírse conmigo de lo que estaba ocurriendo y quitarle hierro a lo que me tenía preocupada. Me han reñido cuando no tenía razón, me han defendido y me han mimado. Me han hecho pensar y me han seguido queriendo cuando me he vuelto a equivocar.
Han escuchado con auténtica estoicidad los detalles de lo ocurrido una y otra vez hasta sabérselos de memoria… Y es pero haber hecho lo mismo yo por ellas.
En cualquier caso, lo que ahora nos ocupa es contarles todos los detalles de la cena con
ÉL
, lo que llevaba puesto
ÉL
, lo que llevabas puesto tú, a qué olía, si fue puntual, qué vino trajo, dónde se sentó y cómo (ya puestos a detallar), color y estado de los calcetines, si se depila, de qué hablasteis, a qué se dedica, si averiguaste quién es su ex y por qué lo dejaron…
Y para celebrar semejante
akelarre
no se me ocurre nada mejor que una
merienda de chicas
en tu casa.
Ahora somos modernos, y lo que antes era quedar para tomar un café y cotillear, ahora es una merienda de amigas, de la misma forma que lo que antes molaba ahora es
cool
, los solteros son
singles
, como los discos, las melenazas son extensiones, lo que antes era parálisis facial ahora es exceso de bótox, las sesiones de fotos son
shootings
, los gin-tónic se toman con pepino, pimienta o haba tonka, el aperitivo de los domingos es un
brunch
, los cuarenta años de antes son los nuevos treinta, ir de compras es
shopping
, los antiguos ultramarinos se han convertido en espacios eclécticos, ya no grabamos cintas de música, ahora hacemos
tracklist
,
checkmail
y todo lo que no es 2.0 nos parece obsoleto. Antes te daba asco el pescado, pero desde que se llama sushi lo adoras hasta la extinción. Y si ya eres capaz de distinguir el sushi del sashimi y del teriyaki te conviertes en la semidiosa de lo
fashion
.
Esas zapatillas rotas de los ochenta ahora son
vintage
, la coleta de toda la vida ahora se llama
ponytail
, si antes te ponías un vestido de leopardo ahora llevas un
animal print
, los accesorios son
gadgets
y lo moderno es
trendy
. Agotador.
Pero como este es el tiempo que nos ha tocado vivir, y en el fondo está muy bien porque tanto ejercicio mental seguro ha de librarnos de un montón de enfermedades, asumámoslo:
me-ri-en-da-con-a-mi-gas.
Al menos es fácil de pronunciar.
Alexandra Jiménez
es una actriz de los pies a la cabeza, algunos la recordarán por
Los Serrano
, otros por
La pecera de Eva
o por
Spanish Movie
entre muchos de sus trabajos, pero para mí es mi hermana, una de mis amigas del alma, una romántica con toques prácticos que me hace poner los pies en el suelo cuando no los tengo, hemos pasado juntas por muchas risas y alguna lágrima. Es fiel y sensata, es sincera y suave, estilosa, divertida como pocas, tiene una sonrisa que me contagia de inmediato y siempre está cuando la necesitas. Además de ser la mejor de las acompañantes cuando quieres ir de compras. Perdón, de
shopping
…
Le he pedido que nos contase la receta para esta ocasión, la perfecta merienda de chicas, cierto es que tanto esta receta como este libro te parecerán ideales si tienes una dosis de cursilería asumida, si tu rollo es el punk vamos mal encaminadas, pero si sabes cuántas temporadas tiene
Sexo en Nueva York
, si adoras a Chuck Bass en
Gossip Girl
y te da pena que no haya una tercera entrega de
El diario de Bridget Jones
,
esta es tu receta,
¡síguela al pie de la letra y disfruta!
RECETA PARA MERIENDA CON AMIGAS
(Café con tus amigas para cotillear sobre ÉL)
Por Alexandra
Jiménez
El menú consiste en el carrot cake acompañado del té Marie Antoinette, de Ladurée Paris. Y aconsejo probarlo con un poquito de leche de soja.
Como truco de decoración compraría flores frescas y las distribuiría por varias estancias de la casa en pequeños y diferentes floreros; por ejemplo: en una tetera pondría algunas de las flores mientras que en otra serviría el té.
También pondría flores en el baño (no en un recipiente grande), y por supuesto en la cocina.
Para dar buen ambiente y perfumar la casa acorde con la merienda, encendería varias velas. Si has tenido la ocasión de comprar el té Marie Antoinette aprovecha para comprar una de sus velas. Recomiendo Délice Ladurée. Un disco de Carita Boronska remata la jugada…
Auténtico pastel de zanahoria
de la señora Garrett
Ingredientes —una taza de aceite de maíz —dos tazas de azúcar —tres huevos —dos tazas de harina —dos cucharaditas de canela —dos cucharaditas de bicarbonato de sodio —dos cucharaditas de vainilla —una cucharadita de sal —dos tazas de zanahoria rallada —una taza de nuez de Castilla picada —una taza de piña molida |
Combina el aceite, azúcar, huevos, harina, canela, bicarbonato de sodio, vainilla, sal, zanahorias, nueces y piña en un plato hondo grande. Mezcla hasta que todos los ingredientes estén bien revueltos. Vierte la mezcla en un molde para hornear de 23 × 33 cm, aproximadamente, previamente engrasado, y hornea durante una hora a 180 grados. Cubre con el glaseado de queso crema.
Para el glaseado de queso crema: —85 g de queso crema —una taza de azúcar glas —una taza de mantequilla —una taza de piña molida —una taza de nuez de Castilla (walnuts) picada |
Mezcla el queso crema con el azúcar y la mantequilla hasta que tenga una textura suave y sedosa. Agrega la piña y las nueces. Mezcla bien… ¡Y a disfrutar!