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Authors: Maj Sjöwall,Per Wahlöö

Roseanna (5 page)

BOOK: Roseanna
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Se incorporó y se sentó en la cama, se abrochó la camisa y se dispuso a atarse los cordones de los zapatos. Martin Beck se acercó a la ventana.

—Va a llover —dijo.

—Y una mierda —contestó Kollberg bostezando.

—¿Estás cansado?

—Anoche dormí dos horas. Recorrimos los extensos bosques bajo la luz de la luna buscando a aquel tipo del manicomio de Sankt Sigfrid.

—Es verdad.

—Pues sí. Y cuando llevábamos siete horas arrastrando el culo por ese maldito póster turístico, alguien se tomó la molestia de decirnos que los compañeros del distrito de Klara ya habían cogido a ese cabrón anteayer en el parque de Berzeln.

Kollberg se terminó de vestir y se enfundó el arma. Echó un rápido vistazo a Martin Beck y dijo:

—Pareces deprimido. ¿Qué te pasa?

—Nada.

—Venga, vamos. La prensa mundial nos espera.

Ya había una veintena de periodistas en la sala donde iba a celebrarse la rueda de prensa, además del fiscal provincial, el fiscal de la ciudad, el comisario Larsson y un fotógrafo de la televisión con cámara y dos focos. A Ahlberg no se le veía. El fiscal provincial, sentado tras una mesa, hojeaba pensativo los papeles de una carpeta. Casi todos los demás se encontraban de pie. No había suficientes sillas. Todo el mundo hablaba a la vez y se quitaban la palabra unos a otros. Había poco espacio y el ambiente estaba cargado. Martin Beck, que odiaba las aglomeraciones, dio unos pasos hacia atrás y se colocó de espaldas a la pared, en la zona fronteriza entre los que contestaban y los que hacían las preguntas.

Al cabo de unos minutos, el fiscal provincial se dirigió al fiscal de la ciudad y le dijo algo. Éste se volvió hacia Larsson y le preguntó en un susurro de apuntador que se abrió paso entre tantas voces:

—¿Dónde demonios se ha metido Ahlberg?

Larsson cogió el teléfono y cuarenta segundos más tarde Ahlberg entró en la sala con los ojos rojos, sudando y la americana a medio poner.

El fiscal provincial se levantó y dio unos golpecitos sobre la mesa con su estilográfica. Era alto y fuerte, y vestía de manera sumamente correcta, rayando en la elegancia.

—Señores míos, me alegra ver a tantos periodistas en esta improvisada sesión informativa. Distingo representantes de todos los medios de comunicación, prensa, radio y televisión.

Hizo una ligera reverencia hacia el cámara de televisión, aparentemente el único entre los presentes que era capaz de identificar con seguridad.

—Asimismo, me alegra poder decir sin dudarlo que su manera de tratar esta trágica y... delicada historia, ha sido, en general, correcta y responsable. Por desgracia, hay también algunas excepciones, el sensacionalismo y las especulaciones sin fundamento están fuera de lugar en casos tan... lamentables como...

Kollberg bostezó exageradamente y ni se molestó en taparse la boca con la mano.

—Como comprenderán ustedes, y seguramente no hará falta que vuelva a insistir en ello, esta investigación es de una naturaleza especialmente... delicada y...

Desde el otro extremo de la sala, Ahlberg observaba a Martin Beck con sus claros ojos azules llenos de un triste entendimiento.

—Y precisamente estos... casos tan especiales exigen, como es lógico, un tratamiento más que prudente.

El fiscal provincial continuaba hablando. Martin Beck miró por encima del hombro al periodista de delante y vio cómo dibujaba una estrella en su cuaderno con maestría. El cámara de televisión estaba apoyado en el trípode.

—... y naturalmente no queremos, bueno, ni queremos ni podemos ocultar que estamos muy agradecidos por toda la ayuda recibida en esta... delicada investigación. En resumen, necesitamos la ayuda de lo que solemos llamar «el público, el gran detective».

Kollberg bostezó. La cara de Ahlberg ya sólo mostraba desesperación.

Finalmente, Martin Beck se atrevió a mirar a los presentes en la sala. Conocía a tres de los periodistas, eran mayores y venían de Estocolmo; reconoció a dos más. Casi todos parecían muy jóvenes.

—Así, pues, señores míos, el equipo que dirige esta investigación está a su entera disposición —concluyó el fiscal y se sentó.

Con aquella intervención, por lo visto había dicho todo lo que tenía que decir. El comisario Larsson contestó al principio a las preguntas. La mayoría las hacían tres jóvenes reporteros que se interrumpían entre ellos sin cesar. Martin Beck reparó en que algunos de los periodistas permanecían en silencio y no tomaban notas. La actitud que demostraban hacia la dirección de la investigación parecía mostrar compasión y comprensión. Los fotógrafos bostezaban. La sala estaba ya muy cargada por el humo del tabaco.

PREGUNTA: ¿Por qué no se ha convocado una rueda de prensa hasta ahora?

RESPUESTA: El equipo que dirige la investigación se ha visto desbordado por una sobrecarga de trabajo. Además, ciertos datos sustanciales son de tal género que no se pueden hacer públicos sin arriesgar la investigación.

PREGUNTA: ¿Se prevé algún arresto inminente?

RESPUESTA: Es posible, pero de momento, desafortunadamente, no podemos dar una respuesta concreta.

PREGUNTA: ¿Realmente tienen alguna idea en este caso?

RESPUESTA: Todo lo que les puedo decir es que se está siguiendo una línea específica en la investigación.

(Después de esta asombrosa serie de medias verdades, el comisario dirigió una mirada triste al fiscal provincial, absorto en sus propias uñas.)

PREGUNTA: Acaban de criticar a algunos de mis colegas, ¿acaso cree el equipo de investigación que los periodistas, de manera más o menos intencionada, hemos distorsionado los hechos?

(La pregunta fue hecha por un reportero, conocido por sus fabulaciones sin fundamento, cuyos artículos habían hecho una profunda impresión en Kollberg.)

RESPUESTA: Sí, desgraciadamente.

PREGUNTA: ¿Y no ha sucedido más bien que la policía nos ha dejado a los periodistas en la estacada al no facilitarnos información objetiva e, intencionadamente, nos ha abandonado a nuestro propio albedrío?

RESPUESTA: Hummm...

(Algunos de los periodistas menos habladores empezaron a dar muestras de incomodidad.)

PREGUNTA: ¿Han identificado a la víctima?

(El comisario Larsson pasó la pelota a Ahlberg con una rápida mirada en su dirección, se sentó y con gesto ostensivo sacó un puro del bolsillo del pecho.)

RESPUESTA: No.

PREGUNTA: ¿Es probable que provenga de la ciudad o de los alrededores?

RESPUESTA: No parece probable.

PREGUNTA: ¿Por qué?

RESPUESTA: En caso de que así fuera, habríamos podido determinar su identidad.

PREGUNTA: ¿Es ésta la única razón para suponer que la víctima proviene de alguna otra parte del país?

(Ahlberg miró sobriamente al comisario, quien dedicaba toda su atención al puro.)

RESPUESTA: Sí.

PREGUNTA: ¿Ha dado resultado la búsqueda en el fondo del canal, junto al rompeolas?

RESPUESTA: Hemos hallado algunos objetos.

PREGUNTA: ¿Se pueden relacionar estos objetos con el crimen?

RESPUESTA: Resulta difícil de decir.

PREGUNTA: ¿Qué edad tenía?

RESPUESTA: Probablemente entre veinticinco y treinta años.

PREGUNTA: ¿Exactamente cuánto tiempo llevaba muerta cuando fue encontrada?

RESPUESTA: Tampoco es sencillo de precisar. Entre tres y cinco días.

PREGUNTA: La descripción que se ha hecho pública parece difusa. ¿No pueden ser más precisos?

RESPUESTA: Hemos realizado una nueva descripción. Tenga. Asimismo, se ha retocado una foto de su rostro que les agradecería que publicaran.

(Ahlberg cogió una pila de papeles de la mesa y empezó a repartirlos. El ambiente de la sala resultaba pesado y sofocante.)

PREGUNTA: ¿No tenía en el cuerpo alguna marca particular?

RESPUESTA: Por lo que sabemos, no.

PREGUNTA: ¿Qué quiere decir?

RESPUESTA: Pues que no tenía marcas, simplemente.

PREGUNTA: ¿El examen de la dentadura ha dado alguna pista?

RESPUESTA: Que sus dientes estaban sanos.

(Siguió una pausa larga y tensa. Martin Beck vio que el reportero de delante continuaba perfeccionando su estrella.)

PREGUNTA: ¿Qué han concluido tras la operación puerta a puerta?

RESPUESTA: Se está trabajando con ese material.

PREGUNTA:¿Sería posible que el cuerpo hubiera sido lanzado al agua lejos de aquí y que la corriente lo hubiera arrastrado hasta el rompeolas?

RESPUESTA: No lo veo probable.

PREGUNTA: En resumen, ¿podemos decir que la policía se encuentra ante un misterio?

Contestó el fiscal provincial:

—La mayoría de los delitos parecen misterios al principio.

Y así concluyó la conferencia.

Cuando abandonaban la sala, uno de los periodistas mayores se acercó a Martin Beck, le puso la mano en el brazo y le preguntó:

—¿No sabéis nada?

Martin Beck negó con la cabeza.

En el despacho de Ahlberg dos agentes estaban repasando todos los informes de las entrevistas de la operación puerta a puerta.

Kollberg se acercó a la mesa, echó un vistazo a un par de páginas y se encogió de hombros.

Entró Ahlberg. Se quitó la americana y la colgó en el respaldo de la silla. Luego se volvió hacia Martin Beck y dijo:

—El fiscal provincial quiere hablar contigo. Continúa ahí dentro.

El fiscal provincial y el fiscal de Motala estaban aún sentados en la mesa.

—Beck —empezó el fiscal provincial—, ya no considero necesaria su presencia aquí. Simplemente no hay trabajo para ustedes tres.

—Estoy completamente de acuerdo.

—Además, creo que gran parte del trabajo pendiente puede realizarse en otro lugar.

—Es posible.

—En resumen, no quiero retenerle aquí, sobre todo si su presencia resulta más necesaria en otro sitio.

—Soy de la misma opinión —se sumo el fiscal de la ciudad.

—Yo también —convino Martin Beck.

Se dieron la mano.

En el despacho de Ahlberg seguía remando el silencio.

Martin Beck no lo rompió.

Después de un rato entró Melander. Se quito el sombrero, lo colgó y saludó serio con un movimiento de cabeza. Luego se acercó a la mesa, a la máquina de escribir de Ahlberg, metió una hoja de papel y escribió unas líneas. Lo firmó y lo archivó en una de las carpetas de la estantería.

—¿Tienes algo? —preguntó Ahlberg.

—No —respondió Melander.

No se había inmutado desde que entró.

—Regresamos mañana —dijo Martin Beck.

—Menos mal —contestó Kollberg bostezando.

Martin Beck dio un paso hacia la puerta, se dio la vuelta y miró al hombre de la mesa.

—¿Me acompañas al hotel? —le propuso.

Ahlberg inclinó la cabeza hacia atrás y miró al techo. Luego se levantó y se puso la americana.

En el vestíbulo del hotel se despidieron de Melander.

—Ya he cenado. Buenas noches.

Melander era un hombre de costumbres sanas. Además, economizaba el dinero de las dietas y se mantenía fundamentalmente a base de perritos calientes y refrescos.

Los otros tres entraron en el comedor y se sentaron.

—Un gin tonic —dijo Kollberg—. Gordon y Schweppes.

Los demás pidieron filete, cerveza y aguardiente. Le trajeron a Kollberg su bebida y la apuró en tres tragos. Martin Beck sacó la copia del material que se había dado a la prensa y la leyó.

—¿Me haces un favor?— dijo Martin Beck mirando a Kollberg.

—Siempre dispuesto.

—Quiero que redactes otra descripción especialmente para mí. No sólo de las características físicas sino una descripción más completa. No la de un cadáver sino la de una persona. Cómo podría haber sido cuando vivía. No hay prisa.

Kollberg se quedo callado un rato.

—Entiendo lo que quieres decir —aseguro—. Por cierto, hoy nuestro amigo Ahlberg mintió a los medios de comunicación internacionales convocados. Ella de hecho tenía un lunar en la parte interna del muslo izquierdo. Marrón. Con forma de cerdo.

—No reparamos en eso —reconoció Ahlberg.

—Yo sí —replicó Kollberg.

Antes de marcharse, dijo:

—No te preocupes. Uno no puede verlo todo. Además, ahora es tu homicidio. Olvida que he estado aquí. Fue un espejismo. Hasta luego.

—Hasta luego —se despidió Ahlberg.

Cenaron en silencio. Pasado un buen rato, Ahlberg, sin levantar la vista de su coñac, añadió:

—¿Piensas dejar esto ahora?

—No —contestó Martin Beck.

—Yo tampoco —dijo Ahlberg—. Nunca jamás.

Media hora después se despidieron.

Cuando Martin Beck entró en su habitación, se encontró una hoja de papel doblada que alguien había metido por debajo de la puerta. La abrió y enseguida reconoció la letra de Kollberg, ordenada y de fácil lectura. Conocía bien a Kollberg desde hacía mucho tiempo, así que no se sorprendió.

Se desnudó, se lavó de cintura para arriba con agua fría y se puso el pijama. Luego sacó los zapatos al pasillo, colocó los pantalones debajo del colchón, apagó la luz del techo, encendió la lámpara de la mesilla y se metió en la cama.

Kollberg había escrito:

En lo que se refiere a la mujer que ocupa tus pensamientos se puede concluir lo siguiente:

1. Medía 1,67 (como ya sabes), tenía ojos azul grisáceo y el pelo castaño oscuro. Los dientes completamente sanos, sin marcas de cicatrices por intervenciones quirúrgicas ni ningún otro tipo de marcas en el cuerpo, con la excepción de un lunar en la parte alta de la cara interna del muslo izquierdo, a cuatro o cinco centímetros de la ingle. Marrón, del tamaño de una moneda de diez céntimos y con forma oval, parecía un pequeño cerdo. Tenía veintisiete o veintiocho años (según la opinión que conseguí sonsacarle por teléfono al forense). Pesaba aproximadamente cincuenta y seis kilos.

2. Su constitución: hombros delgados y cintura bastante fina, caderas anchas y glúteos bien desarrollados. Sus medidas debieron de haber sido, aproximadamente: 82-58-94. Los muslos: fuertes y largos. Las piernas: pantorrillas musculosas, espinillas relativamente fuertes, aunque no gruesas. Los pies apenas tienen deformaciones, con dedos largos y rectos. Ausencia de callos, pero con fuertes durezas en las plantas de los pies, como si anduviera mucho descalza y el resto del tiempo en sandalias o botas de goma. Tenía mucho vello en las piernas, probablemente las llevaba desnudas la mayoría del tiempo. Forma de las piernas: defectuosa. Sin duda andaba juntando las rodillas y con los dedos de los pies apuntando hacia fuera. Tenía bastante masa corporal, pero no era obesa. Brazos delgados. Manos pequeñas, pero dedos largos. Número de calzado: 37.

3. El bronceado del cuerpo indica: había tomado el sol en bikini y con gafas de sol. Había calzado sandalias de tiras.

4. El sexo bien desarrollado con abundante vello oscuro. Los pechos pequeños y flácidos. Los pezones grandes y de color marrón oscuro.

5. El cuello bastante corto. Rasgos de la cara bien definidos. Boca grande con labios carnosos. Cejas rectas, pobladas y oscuras, pestañas de un color más claro, no muy largas. Nariz recta, corta y bastante ancha. No hay rastro de maquillaje en la cara. Las uñas de manos y pies duras y probablemente cortas. No hay restos de esmalte.

6. En el informe de la autopsia (que ya has leído) me fijé en que no había dado a luz ni había tenido ningún aborto. El crimen no se relacionaba con un coito convencional (no hay rastro de esperma). Había comido de 3 a 5 horas antes de morir: carne, patatas, fresas y leche. No hay rastro de enfermedades o cambios orgánicos. No fumaba.

He pedido que me despierten a las seis. Hasta luego.

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