Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil (15 page)

BOOK: Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil
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   Aunque, para entonces, la sociedad española era en cierto modo más receptiva a un cambio de imagen de las mujeres, en definitiva la miliciana no constituía el nuevo modelo de mujer asociado a la resistencia antifascista. Su figura militante y agresiva con un Mauser sólo representó a una minúscula minoría por un período de tiempo muy breve. La imagen se asocia solamente con la fase inicial de la guerra y con el primer entusiasmo producido por el fervor revolucionario y antifascista. En muchos aspectos, este imaginario colectivo formaba parte del espíritu de vacaciones veraniegas y aventura que se asociaba con el frente en el mes de agosto y primeros días de septiembre de 1936. En diciembre de 1936, apenas se proyectaban los carteles y la propaganda que mostraban a las milicianas. No cabe duda de que el impacto de esta imagen rupturista tuvo que ver con el cambio del ritmo revolucionario y los acontecimientos políticos y militares durante los primeros meses de la guerra. Del mismo modo, como veremos en el capítulo 4, con el paso del tiempo ya no se evocaba a las milicianas como heroínas sino como figuras desprestigiadas que obstruían el desenvolvimiento correcto del esfuerzo bélico. Además, la imagen de la miliciana divulgada en los reportajes fotográficos internacionales tenía un efecto pernicioso sobre la opinión europea y, desde luego, fue hábilmente instrumentalizada por la propaganda de Franco, que pretendía tergiversar el papel de las mujeres en la resistencia antifascista.
   Un comportamiento adecuado de género que suscribe los códigos sociales de la feminidad abarca creencias, hábitos, valores y reglas de conducta. Las convenciones patriarcales estaban insertas en las estructuras sociales y las normas culturales. Los períodos de cambio intenso, como una guerra, facilitan una ruptura de tales normas y legitiman modificaciones de conducta. Aunque en tales circunstancias puede que las mujeres no se limiten a las convencionales actividades domésticas, los cambios producidos pueden ser coyunturales y resultado de las necesidades generadas por la propia guerra. Por lo tanto, no se deben atribuir necesariamente a un giro de mentalidad debido al desacuerdo con los modelos de género vigentes. En este sentido, en el contexto de la Guerra Civil es importante cerciorarse de la profundidad y consistencia de los cambios en el comportamiento y las funciones sociales porque, pese a las apariencias y las expectativas de muchas mujeres, cabe pensar que aún no se habían efectuado cambios decisivos en las actitudes culturales ni tampoco un cuestionamiento profundo de los atributos tradicionales de masculinidad y feminidad.
   En las primeras etapas de la Guerra Civil, las imágenes innovadoras de las milicianas parecían romper con la carga del discurso tradicional de género. No obstante, un análisis que tiene en cuenta tanto las imágenes como la realidad social, indica que la miliciana no constituía un nuevo y auténtico prototipo femenino sino, sencillamente, un símbolo de la guerra y la revolución. El modelo que se proyectaba no es el de una “nueva mujer” que surge del contexto socio-político sino uno creado para colmar las necesidades de la guerra. En muchos aspectos, los carteles de la Guerra Civil española se parecen a los de la I Guerra Mundial tanto en la representación de las mujeres como en el mensaje que transmiten. A pesar del fuerte protagonismo femenina o un signo de la incorporación de la mujer a la guerra de trincheras en los frentes.
   Además, la figura de la miliciana estaba dirigida hacia un auditorio masculino. Representaba a una mujer que impactaba, que provocaba porque asumía lo que se consideraba un papel masculino y obligaba así a los hombres a cumplir lo que a veces se describía como su papel “viril” en tanto que soldados. Una imagen de este tipo era eficaz para los propósitos de propaganda puesto que fomentaba la identificación masculina con la causa antifascista. Seducía, atraía o sacudía a los hombres para animarles a cumplir con sus deberes militares. Más que elaborar una imagen innovadora de la mujer conforme a una nueva realidad, parece haber sido producida para instrumentalizar a las mujeres con fines bélicos. La imagen estimulaba a las masas a movilizarse al tiempo que desafiaba la identidad cultural masculina e incitaba a los hombres a asumir sus deberes tradicionales como soldados.
   Pocas mujeres se habrían identificado con este modelo seductor. En realidad, el susodicho cartel de Arteche revela la fragilidad del intento de construir un nuevo arquetipo de mujeres luchadoras. La modelo que representaba a la miliciana de este cartel hacía resaltar un prototipo físico más acorde con los rasgos faciales de Marlene Dietrich que con los de las mujeres españolas de clase obrera y era la misma que en 1934, en la revista
Crónica
, había ilustrado una serie de artículos como símbolo sexual.
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A diferencia de los carteles de guerra, las fotos de la época muestran que la mayoría de las milicianas tenían un parecido más estrecho con las mujeres españolas de clase obrera, aun cuando fueran jóvenes o atractivas. Además, el mensaje de la miliciana no parece que se dirija a las mujeres para instarlas a alistarse en las milicias. La consigna predominante de la época era “Los hombres al frente. Las mujeres a la retaguardia”, mientras que tanto la retórica como las imágenes de guerra a través de la representación cultural de la heroína de la retaguardia insistían en una dedicación de género a un esfuerzo bélico claramente diferenciado.
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Esto no quiere decir que no hubiera una nueva imagen o conciencia entre las mujeres o un cierto grado de identificación —sobre todo entre las jóvenes—, con este nuevo modelo de mujer que rompe con los moldes tradicionales. Sin embargo, es revelador que los carteles dirigidos a las mujeres y realizados por organizaciones políticas y sindicales tuvieran un tono militar más insistente, en tanto que los realizados por las organizaciones de mujeres se centraban más en su rehabilitación y su dignidad.
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Madres combativas: las heroínas de la retaguardia

 

   La imagen militarista de la miliciana contrastaba con la clásica imagen de madre combativa cuyo eje de vida era crear el bienestar familiar y colectivo, lo que podría llamarse la auténtica heroína de la retaguardia. La mayor parte de imágenes de madres combativas correspondían a mujeres maduras representadas como madres y esposas que trabajaban en la retaguardia en tareas de apoyo. El nuevo arte del realismo socialista que caracterizaba a los carteles de guerra encarnaba una vuelta a la iconografía tradicional femenina. En este sentido, las imágenes de una madre con su hijo, en el contexto de la devastación brutal de la guerra, instaban a la gente a solidarizarse con la lucha contra el fascismo. Los carteles de guerra solían evocar imágenes más tradicionales de mujeres amas de casa, dedicadas a las tareas típicas de asistencia social, sanitaria y hospitalaria o a los trabajos domésticos en casa, atendiendo a los intereses materiales y morales de sus hijos y seres queridos ausentes en los campos de batalla. Los retratos patéticos de dimensiones universales de madres con sus hijos muertos o brutalmente heridos incitaban a la solidaridad de madres de otros países con la España republicana. Así, por ejemplo, la portada de la revista
Pasionaria
reprodujo la figura religiosa de una
Pietá
, símbolo de la desolación maternal frente a la pérdida del hijo en el contexto de la brutal agresión fascista.
   Las madres combativas, heroínas de la retaguardia, constituían el modelo imperante a imitar por las mujeres. Está claro que la usurpación del símbolo de la maternidad por parte de los republicanos no era algo nuevo, pues la veneración por ella y su exaltación era una tradición asentada y, a nivel político, partidos y sindicatos se dirigían habitualmente a las mujeres como madres. Desde que en 1931 se les otorgara el sufragio, la propaganda electoral, tanto de la derecha como de la izquierda, había utilizado este símbolo y la identificación de las mujeres con su función maternal para atraerlas a sus partidos.
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Apelar a la maternidad y al derecho de las madres a defender a sus hijos de la brutalidad fascista era un método potente y eficaz para movilizar a las mujeres. Y esta imagen, proyectada a escala social y, sobre todo, los derechos y los deberes emanados de ella, llegó a ser un factor importante en las estrategias para movilizar a las mujeres hacia las causas antifascistas y revolucionarias.
   La maternidad era una imagen poderosa con la que se identificaban las mujeres españolas. Las organizaciones de diferentes tendencias políticas incorporaban este símbolo en sus diversas estrategias. Constantemente se dirigían a ellas como madres y, como tales, se les exhortaba a participar en el esfuerzo bélico. Debían luchar contra el fascismo para proteger a sus hijos. La propaganda política y las organizaciones de mujeres, como la Agrupación de Mujeres Antifascistas (AMA), las evocaban desde su identidad maternal. Es significativo que el carné de la AMA muestre lo incrustado que estaba este concepto, ya que se vinculaba a las mujeres con la guerra y el fascismo indirectamente a través de sus hijos:
   La característica de la mujer, en su espíritu de construcción y su amor maternal; y la guerra y el fascismo, suponen la destrucción y el odio. La guerra le destruye el hogar que creó con tanto cariño; le asesina su compañero, a su hijo. Y el fascismo le arrebata algo que vale más que la vida que es la libertad y el ansia de mejoramiento que toda madre anhela para sus hijos.
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   Pero como exponente de la subjetividad femenina, la maternidad no sólo evocaba valor y coraje sino también sacrificio. Utilizada al principio como símbolo defensivo para rechazar el horror del fascismo, es significativo que se adquiera connotaciones combativas. La maternidad no sólo suponía protección sino también el sacrificio de los hijos por una causa mayor: la lucha en los frentes de guerra. Desde esta perspectiva, el papel vital de las madres era instar a sus hijos a convertirse en milicianos y defender la causa republicana en las trincheras:
   Las mujeres españolas quieren jugar un papel fundamental en la lucha contra el fascismo. Lo jugaron en aquellos primeros momentos en que muchas fueron con nuestros camaradas a la sierra para enfrentarse al enemigo, infundiéndoles su valor y fortaleza... Posteriormente hicieron lo mismo en su función como madres que no sólo no detuvieron a sus hijos sino que les dijeron: “Vayan y mueran en las trincheras si es necesario, porque el pueblo les llama, la patria que será suya, la que están labrando con su propia sangre”.
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   En 1937 y 1938, mientras las fuerzas republicanas hacían frente a unas dificultades militares cada vez mayores, la retórica bélica insistía en que las madres suministraran soldados para defender la República. Paradójicamente, al mismo tiempo que se instaba a las mujeres a fortalecer su función maternal, también se les decía que arriesgaran la vida de sus hijos. Las madres demostraban el orgullo por sus hijos de un modo innato, pero su satisfacción iba a culminar cuando les llegara el momento de luchar “en defensa de una causa justa”. Según una opinión comunista generalizada, la victoria dependía de la actitud de las madres:
   La victoria..., será forjada por el sacrificio de estos hijos que tanto les costaron de parir y de los cuales esperan tantas cosas. Esta sangre que tan generosamente derraman es la suya, es la sangre de las más generosas de nuestras mujeres... A ustedes, pues a su sangre, a su carne, deberemos la victoria.
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   Este sacrificio que soportaban generosamente las madres también iba a tener efectos de largo alcance en el futuro. Las madres parían hijos que a su vez determinarían la suerte de las futuras generaciones. Es de destacar que la visión de género y la subjetividad femenina marca a menudo su expresión del tiempo, ya que la noción de tiempo futuro se establece a partir de una genealogía maternal. Como decía una consigna en la revista de las mujeres antifascistas catalanas
Companya
: “Nuestros hijos defienden la vida y la felicidad de nuestros nietos”
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. Según estos discursos las madres tenían que sentirse involucradas en la guerra. La sensibilidad maternal tenía que fomentar la adhesión antifascista en los indecisos y comprometerlos en la resistencia militar. La maternidad combativa no sólo entrañaba la participación activa de las madres en el esfuerzo bélico sino que les daba autoridad moral e incluso fuerza para obligar a sus hijos a luchar.
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También contenía una dimensión universal. El sacrificio, el dolor y el coraje de las mujeres españolas debía proyectarse para abrazar a toda la especie humana que sufre, en concreto a aquellos que vivían bajo otros regímenes fascistas. La defensa de la República contra la agresión fascista se concebía como un compromiso que no sólo beneficiaría a toda la descendencia española sino a los hijos de todas las madres del mundo: “¡Madres y mujeres del mundo! Hay que salvar a nuestros hijos de esta contienda, nuestros hijos que no nos pertenecen a nosotras, las madres, pero que también son la esperanza de la humanidad”.
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De este modo, la experiencia colectiva de la maternidad forma parte de la subjetividad femenina y, por tanto, de su visión de la lucha contra el fascismo como instrumento para garantizar el futuro de generaciones posteriores de la humanidad.
   La maternidad combativa también debía labrar una identidad colectiva para las españolas y un empeño común para el futuro. Las mujeres se identificaban con esta proyección social de la maternidad tanto a nivel nacional como internacional. Un artículo aparecido en
Mujeres
, el periódico de las mujeres antifascistas vascas, revela el grado de consolidación de esta identidad colectiva de dimensiones universales con la maternidad combativa, al considerar que las mujeres forman una “vanguardia de madres”:
   Las mujeres de Euzkadi ocupan hoy una vanguardia. Es la vanguardia de las madres. Madres que unas lo son por haber dado a la vida el generoso tributo de otras vidas. Las otras por sentimiento de maternidad. Esta vanguardia es invencible: ante nosotras no se detiene ni la vida ni la muerte... Hemos puesto empeño en vencer al fascismo, en aplastarlo como si fuera un animal dañino aprisionado en un cepo, y lo haremos.
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