Razones para la rebeldía (12 page)

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Authors: Guillermo Toledo

BOOK: Razones para la rebeldía
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Toda la conversación con los tertulianos de su programa giró así en torno a sus aventuras y a su expulsión, que si le dieron agua en el aeropuerto, que si le ofrecieron un bocadillo. La periodista no mencionó lo que les pasaba a los saharauis en El Aaiun. Me pareció insultante que, después de que dos muchachos saharauis se jugaran la vida para que ella pudiera entrar en la zona, Barceló no se dignara a contar lo que pasaba a cien metros y se fuera al hotel a provocar su expulsión.

Cuando vuelvo a España, un compañero de la lucha pro saharaui me explica lo que era ese festival: un montaje urdido entre las autoridades marroquíes y españolas para desactivar el éxito creciente del Festival del Sáhara, y así conseguir ir desviando a los actores y a la gente del cine hacia este festival de Tánger. Tomé nota. Y al año siguiente volví al festival de Tánger, me busqué a Carlos Bardern como cómplice y le comenté la idea de que sacáramos una pancarta de Free Sahara cuando pasásemos por el fotocall, ese pasillo desde el que los famosos saludan a la prensa y al público cuando entran a la sala de proyección. Así lo hicimos, sacamos la pancarta, al rato vino uno de los organizadores y nos pidió que la retiráramos, entendimos que ya habíamos denunciado lo que queríamos y la retiramos. El festival de Tánger ya nunca se ha vuelto a hacer. Por si acaso, las tres semanas anteriores me había ido de paseo por Marruecos con mi coche, acompañado de mi novia, porque me temía que después de ese escándalo no iba a poder entrar más al país...

Otra prueba de la falta de tolerancia de las instituciones fue lo que nos sucedió en el Congreso de los Diputados durante una votación de condena a los hechos ocurridos en el campamento de Gdeim Izik, en El Aaiun, donde decenas de saharauis fueron asesinados por el Ejército marroquí en noviembre de 2010. Un grupo de activistas pidió una invitación para asistir al pleno y otro grupo las pidió a través de Izquierda Unida, y pasamos en total seis personas. El servicio de seguridad del Congreso se imaginaba a lo que íbamos, entonces nos registran exhaustivamente a la entrada, también nos rodearon de policías cuando nos sentamos y no dejaron de vigilarnos en ningún momento. Conseguimos colar dos banderas saharauis y, a mitad de la sesión, las sacamos mientras gritábamos «Sáhara Libre». Ahí se nos echaron encima los policías, nos mantuvieron retenidos y custodiados en un pasillo. Después nos informan de que estamos detenidos con el cargo de alteración grave del orden en el Congreso de los Diputados, lo cual conlleva penas de seis meses a un año de cárcel. El resto del grupo eran muchachos jóvenes y nos quedamos impresionados. Nos meten en un furgón policial y nos sacan, sin poder evitar a la prensa, hacia la brigada de información de Moratalaz. Nos tuvieron allí seis horas y nos llevan luego a la Policía científica, donde nos hacen todavía más fotos y nos toman más huellas y finalmente nos sueltan.

En este momento estamos procesados nada menos que por la Audiencia Nacional.

Si en este país es un delito defender los derechos humanos en la casa del pueblo que se supone que es el Congreso de los Diputados, pues que nos juzguen en la Audiencia Nacional. Ahí estamos pendientes de juicio. Según mis informaciones, el único que tiene competencia para mandarnos detener y llevarnos a juicio es el presidente del Congreso, José Bono. Es la primera vez en la historia de la democracia en la que un grupo de ciudadanos entra en el Congreso de manera legal, protesta e interrumpe la sesión y son detenidos. Antes había pasado otras veces y después también ha vuelto a pasar, pero nunca detuvieron y procesaron a esas personas. Creo realmente que iban a por mí, ¿por qué si no iban a mandar a detener a esos cinco chavales? El argumento que esgrimen es que insultamos a los diputados, que los llamamos «políticos chorizos» o algo así. Lo cual es radicalmente falso, ya que lo teníamos muy preparado, la idea era decir «Sáhara libre» y punto.

Este caso me vuelve a hacer reflexionar sobre el dilema del famoso en la protesta. Si es positivo para la causa que haya caras conocidas o no, al final la noticia es el famoso y no las causas del conflicto. A la prensa no le interesa la tortura, no le interesa el torturado. Si pones un famoso al lado del torturado va la prensa, pero no van a hablar del torturado. Quizá con la tortura ni van, porque es uno de los temas tabú, aunque vaya Javier Bardem o Diego Armando Maradona. Pero a actos sobre el Sáhara, Irak, Palestina, desahucios o top manta, la prensa va si hay un famoso de por medio, porque ellos no van por el sufrimiento de los manteras, eso les da igual, van porque hay un actor al lado del mantero. Por eso la noticia es: «Willy Toledo detenido en el Parlamento por faltar al respeto a los diputados». No se habla del Sáhara, ni del sufrimiento del pueblo saharaui, solo se dice que un actor conocido, y encima un pesado como yo, un rojo de mierda, ha sido detenido por faltar al respeto a la democracia, interrumpir un pleno de la democracia, o incluso por haber insultado al pueblo español, que eso les gusta mucho decirlo.

Cuando con motivo de mi presencia en el festival de cine critiqué el muro de Melilla y dije que me recordaba el muro de Israel en Palestina, el presidente de la comunidad de Melilla dijo que había insultado al pueblo de Melilla. El caso es que lo del Congreso de los Diputados salió en la prensa pero no se habló del Sáhara. La audiencia pensará que Willy es un imbécil o no, pero nunca sabe lo que sucede en el Sáhara. De modo que creo que la presencia de un famoso desvía más la atención que la ayuda que puede prestar a las causas.

En octubre de 2010 estuve en los territorios saharauis ocupados. Se organizó un encuentro internacional de solidaridad con el Sáhara en Argel, salieron de los territorios ocupados una delegación de 70 saharauis y sabíamos que, a su regreso, iban a tomar represalias contra ellos. Para evitarlo, creamos un grupo de observadores internacionales que les acompañábamos a entrar en El Aaiun. Estuve allí casi una semana, nunca había estado en los territorios ocupados, y me di cuenta del estado terrorista que se aplica a los saharauis, que es muy similar a lo que vi en Palestina: acoso policial, palizas, torturas... Cuando llegamos a El Aaiun de regreso, nos tuvieron dos horas para pasar el control de pasaportes. A los saharauis les registraban de arriba abajo y les robaban todo. En la pequeña terminal había unos ochenta policías de paisano. Una saharaui de veintrés años, que ya le falta un ojo tras una paliza de la Policía marroquí, llevaba una pulserita con la bandera del Sáhara, entonces un policía le dice que se quite la bandera. La muchacha, con un valor que no he visto en mi vida, le dice que no se la quita, que esa es la bandera de su país, que ella está en su país y que son ellos los que deben quitar todas las banderas marroquíes de allí. Se organiza un lío tremendo, los policías de paisano que estaban disimulando ser ciudadanos corrientes se ponen un chaleco identificándose como policías, y los observadores extranjeros intentamos encauzar la situación. Al final, la agarran a la chica entre varios policías y le cortan la pulsera. Ya una vez dentro, los saharauis organizan una fiesta de recepción a los compañeros que salieron al encuentro, y durante ella nosotros nos manteníamos en la puerta asegurando que no irrumpiera la Policía marroquí, concretamente unos doscientos policías que se encontraban en las inmediaciones hostigándolos. En esos días pudimos observar el expolio de sus recursos, desde la pesca hasta la arena del desierto, y comprobamos las palizas que les habían dado a algunos saharauis.

Aislada Palestina

En el año 2008 me íui a Palestina con Fermín Mugu-ruza a presentar Checkpoint rock, que es una película documental que hizo con Javier Corcuera. Algunos nos quedamos un mes en Cisjordania presentando el documental en varias ciudades, visitamos también Israel y vimos con nuestros propios ojos la situación: una potencia ocupante que está utilizando los mismos métodos que los nazis contra los judíos en la Segunda Guerra Mundial. En efecto, las víctimas del holocausto se están comportando como lo hicieron sus verdugos hace setenta años. Está existiendo una auténtica limpieza étnica contra el pueblo palestino, ya les han robado, desde el año 1948, el 90% de su territorio. Porque lo que hay es un pueblo sometido, humillado y asesinado, al que se le impide trabajar, ir al médico, estudiar, que tiene 11.000 presos políticos en las cárceles, cientos de ellos menores de edad. Todo ello con la complicidad activa de las democracias occidentales, que se sitúan junto a los sionistas y a los criminales, y con la participación también de la Autoridad Nacional Palestina, de Al Fatah, que creo que es uno de los movimientos más corruptos que he visto en mi vida. En Ramala, los miembros de Al Fatah viven en verdaderas mansiones, mientras el pueblo palestino vive en la miseria. El muro está siendo construido por obreros palestinos de una empresa del número tres de Al Fatah, ese tipo se está haciendo millonario gracias a la construcción del muro, es prácticamente un agente del Mossad.

Es curioso: en Occidente gustan las elecciones cuando ganan los nuestros, pero en Palestina por ejemplo, donde hubo unas elecciones absolutamente libres y limpias que ganó Hamas —que nos puede gustar o no, a mí tampoco me gusta el PP—, pero como Hamas no les interesa, ya no les interesa la democracia en Palestina. Y ahora apuestan a dividir a los palestinos. Allí tuve contacto con el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y con el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP). Esa gente me pareció muy acertada, si fuese palestino sería del Frente Popular, ni de Hamas ni de Al Fatah, porque el Frente Popular y el Frente Democrático son partidos de izquierda laicos, que no se han vendido ni a Israel ni a Estados Unidos. En la zona vimos el checkpoint de Calandria, donde estuvimos varias horas esperando para poder pasar, y allí vimos de todo. A los checkpoint mandan a soldados israelíes de veinte años que están haciendo la mili, y a quienes les dicen que todos y cada uno de los palestinos que les rodean son asesinos, que los quieren matar y que seguramente van armados hasta los dientes. Si nos ponemos en la situación de ese joven soldado israelí, pensando todo el tiempo que cualquiera lo va a matar en cualquier momento, concluimos que se trata de una situación constante de terror, sobre todo en la zona israelí. Se nota el miedo en el aire, el odio, la violencia, las ansias de venganza flotan de verdad en el aire. Lo vi en Tel Aviv, en Jeru-salén, en Mea Sharim, el barrio ultraortodoxo de Jerusa-lén, donde no he sentido más pena y más tristeza en mi vida, al ver cómo son los ultraortodoxos, algo que explica bien la periodista Olga Rodríguez en el libro El hombre mojado no teme la lluvia.

Mea Sharim es brutal, un barrio entero al lado de la ciudad vieja de Jerusalén. Se trata de una gente que no paga impuestos, no trabaja, el Estado israelí les da la casa, la manutención, todo. Tienen prohibido estudiar todo a excepción de la Tbrah y la historia del pueblo elegido, no estudian ciencias, ni matemáticas, ni literatura, ni humanidades. Da la sensación de que uno está paseando por el siglo xvii. Luego hablan de las mujeres musulmanas, pero a sus mujeres les rapan la cabeza y luego les ponen una peluca y un pañuelo. Tapadas hasta las muñecas y los tobillos, solo se les ve la cara. Un ambiente enfermo, verdaderamente desolador. Nuestra presencia solo les provoca desprecio o indiferencia, a la mínima te tiran una piedra, o te escupen, o te insultan... En esos barrios, los únicos no ultraortodoxos que había éramos nosotros. No es que no se junten con nadie, es que no toleran a nadie, han pedido bombardear Tel Aviv porque lo consideran Sodoma y Gomorra, porque allí las mujeres judías van en bikini a la playa. Y estos señores cada día tienen más poder en el gobierno de Israel.

El resto de los israelíes tienen una apariencia puramente occidental, pero al tratarse de una mezcla de nacionalidades no hay una mínima cohesión social, y existe una tremenda conflictividad entre ellos. Un argentino me dijo sin ir más lejos que si no existieran muchos de los que han venido de fuera, los sionistas se matarían entre sí, solo los mantiene unidos el enemigo común. Israel es un país militarizado, para ir a la playa hay que pasar por el detector de metales, para entrar en el metro igual, para entrar en el supermercado, en el autobús, la gente va con su metralleta a comprar un litro de leche al supermercado. En Hebrón vimos cómo los colonos van cercando a los palestinos y los van echando, y si vas a la zona palestina, ves cómo en una esquina están varios militares golpeando a dos chavales palestinos. Estuve en la casa de una familia palestina en Hebrón que ya estaba rodeada de israelíes, dos de sus hijos habían muerto porque, desde la casa de al lado, los colonos israelíes le prendieron fuego a una de sus habitaciones con ellos dentro. Estos colonos vecinos tienen dos perros, y de vez en cuando los echan desde la azotea a la casa de los palestinos para que ataquen a los niños. Recuerdo que estábamos un día en esa azotea y llegó la familia israelí. Sus niños empiezan a insultarnos y a tirarnos piedras. Uno de ellos, de unos nueve años, entra en su casa y sale con un cuchillo con el que empieza a hacer gestos de cortarnos el cuello... ¡y al final nos lo lanzó! Pienso que esos niños son también víctimas del conflicto palestino-israelí, ya les han metido la semilla del odio contra los árabes desde que nacen, cuando sean adultos serán asesinos en potencia.

Volví a España con la sensación de que allí han construido un país tan basado en la violencia, el rencor y la venganza, que es casi imposible que lo habiten mentes sanas, sobre todo en el lado judío. Porque si vas a la zona árabe de Jerusalén o de Ramala ves vida, alegría, gente en la calle, los tenderos gritan, en los bares hay animación, se oye música y bullicio, comida en las calles; pero si vas al lado israelí no hay vida, en Mea Sharim no hay vida, es un grupo de seres humanos con el cerebro estrujado y comido. Y encima nos dicen que el fundamentalismo está en el lado árabe.

Si hasta en los puestos árabes de Jerusalén venden banderas israelíes, venden de todo, vírgenes católicas, una foto con una tía en bikini, el menoráh, el candelabro judío de siete brazos... Si fueran fundamentalistas no venderían todo eso. En la zona árabe de Jerusalén mi novia iba con una camiseta de tirantes, pero si lo hubiera hecho en Mea Shearim nos hubieran apedreado. En Hebrón, donde Hamas y los fundamentalistas son más poderosos, es cierto que tampoco se puede ir con una camiseta de tirantes... En el fondo y con sus evidentes diferencias, la situación es muy parecida a la de Mea Shearim. También es preciso recordar que todos los primeros ministros de Israel, desde Golda Meir hasta Menájem Beguín y Benjamín Netanyahu, han pertenecido en su juventud a grupos terroristas, y una vez que han alcanzado el poder se han seguido comportando como terroristas, pero con más poderío militar. Y de los presidentes de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial se puede decir lo mismo. Han ejercido el terrorismo en Vietnam, en Corea, en Nicaragua, en Chile, en Argentina, en Irak...

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