Razones para la rebeldía

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Authors: Guillermo Toledo

BOOK: Razones para la rebeldía
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Willie Toledo repasa su vida de activista, sus razones para la indignación permanente, así como sus opiniones sobre el mundo, España, la política, sus colegas actores, la ley Sinde, y muchas más cuestiones de actualidad política y social de nuestro tiempo.

Guillermo Toledo

Razones para la rebeldía

Prólogo de Julio Anguita

ePUB v1.0

Dermus
09.02.12

© Guillermo Toledo Monsalve, 2011 La mitad del anticipo y de los derechos devengados por la venta de este libro irán destinados al SOC-MRA (Sindicatos de Obreros del Campo y Medio Rural Andaluz)

Transcripción y redacción: Pascual Serrano Documentación: May Sánchez Seseña

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, wwww.cedro.org) si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com;

91 702 19 70 / 93 272 04 47). Todos los derechos reservados.

Primera edición en castellano: septiembre de 2011 © del prólogo: Julio Anguita González, 2011 © de esta edición: Grup Editorial 62, S.L.U., 2011 Ediciones Península,

Peu de la Creu 4, 08001-Barcelona. [email protected] www.edicionespeninsula.com

Víctor igual • fotocomposición liberdúplex • impresión depósito legal: b. 28.619-2011 ISBN: 978-84-9942-122-3

Este libro está sujeto a la licencia de reconocimiento 3.0 España (by-ne-nd) de Creative Cammons, si no se indica lo contrario.

Licencia completa: http://creativec0mmons.0rg/licenses/by/3.0/es/legalc0de.ca

Nota editorial

Esta nota pretende contar la génesis, la intrahistoria, de este libro. Es decir, describir con la mayor exactitud posible, cómo se ha elaborado. Para algunos lectores resultará extraño descubrir la faceta de activista político, comprometido con su tiempo, de Guillermo, Willie, Toledo que asoma a lo largo de estas páginas. Para otros, familiarizados con las causas políticas y sociales que defiende, será algo normal. Quiero, para unos y otros, dejar por escrito, desde la editorial, las vicisitudes de este texto.

Los editores no suelen —por prudencia, respeto o discreción— firmar notas editoriales. Pero este es un libro diferente, de ahí el atrevimiento. Los hechos que se van a relatar son todos ciertos, y se produjeron por el orden que contaré. Al ser yo mismo una de las partes implicadas, he creído necesario relatar lo sucedido para que el lector no se sienta defraudado en ningún momento. Bastantes engaños sufrimos habitualmente.

Quedé con Guillermo Toledo un día de junio de 2011. Llegó una hora y media tarde con una amplia sonrisa y tras un par de sms en los que decía que estaba llegando. No le conocía. Le había visto en la televisión, en el cine y en alguna manifestación. Guillermo es hombre de trato fácil, amable y cordial, y a los pocos minutos nos entendimos. Le expuse la naturaleza del proyecto: en Península habíamos pensado que él, un actor conocido, que se había manifestado, en público, contra muchas de las aberraciones e injusticias del sistema, expusiera, en unas breves cuartillas, el motivo de su rebeldía. La idea parecía fácil y, sin embargo, nos despedimos con un «lo pienso despacio y te digo algo», bastante descorazonador. Nos reunimos unos días después. El proyecto le había seducido. Se pondría a ello. Pactamos las condiciones y las fechas de entrega del original. He dicho que diré la verdad: la mitad del anticipo (escaso) y de los derechos de autor devengados por la venta del libro (dependerá del éxito del mismo), irán destinados al SOC (Sindicatos de Obreros del Campo). Así es Guillermo Toledo. Por eso consta así en los créditos del libro. Para que se sepa.

Pasaron los días y nuestro actor, convertido en ocasional autor, nada decía. Ni devolvía las llamadas, ni los sms de aliento. Eran los agitados momentos de la acampada en Sol. Los llamados «Indignados», mostraban su descontento. Guillermo Toledo, enfrascado en mil cosas, asambleas incluidas, no había redactado ni una sola línea. Los plazos editoriales son tan inflexibles como la muerte. Había que encontrar una solución. Como ocurre en la mayoría de los casos desesperados, esta apareció en forma de casual llamada de teléfono. Pascual Serrano, autor de Desinformación, uno de los periodistas más reconocidos del universo alternativo, estaba al teléfono preguntando por la fecha de entrega de su nuevo libro. Serrano y Toledo se conocían desde hace tiempo y eran buenos amigos. Se hizo la luz. La propuesta era clara. Se trataba de sentar a los dos, Guillermo Toledo y Pascual Serrano, y transcribir, con la mayor fidelidad posible, el contenido de las entrevistas. Sin duda el actor se encontraría cómodo con un periodista amigo. Llegamos a un acuerdo rápido. Guillermo, a punto de embarcar en la Segunda «Flotilla de la Libertad» en dirección a Gaza (julio de 2011), tenía el tiempo justo. Se reunieron en Fuentealbilla, un pequeño pueblo de Albacete, los últimos días de junio, y tras cinco días de encierro, conversando, y otros tantos de redacción del texto, este es el resultado. En la cubierta del libro aparece «con la colaboración de Pascual Serrano». Así fue. Serrano preguntó y preguntó sin miedo a su amigo Toledo. Y Toledo respondía con confianza a su amigo Serrano. Este panfleto, libro de combate, instrumento de agitación, es el resultado de la transcripción de las conversaciones. Se ha evitado la fórmula pregunta-respuesta para agilizar la lectura. Todo lo que aparece en el texto lo ha dicho Willie Toledo, con sus propias palabras. Nada ha sido añadido ni suprimido. Solo las reiteraciones han sido eliminadas. El estilo coloquial del libro es el estilo de Willie: su forma de ser.

Muchos compartirán las opiniones del actor, del activista sin partido, del ciudadano. Otros, quizá más numerosos, o no, mostrarán su desacuerdo con las ideas de Willie. La libertad de expresión permite discutir con el texto, con su autor. Estamos habituados a ver y a escuchar a Willie Toledo protagonizando diferentes personajes en películas y televisión. Ahora podemos leer al auténtico Willie, sin ningún otro guión que su posicionamiento ante la actualidad. Escrito desde el convencimiento, estas palabras de Guillermo Toledo son la expresión de un hombre libre, un grito de rebeldía en medio de una sociedad que se debate entre las múltiples formas del silencio.

MANUEL FERNÁNDEZ-CUESTA

Editor

Madrid/Barcelona, últimos días de julio de 2011

Prólogo

Las aldeas de Potemkin

Grigori Alexandrovicht Potemkin (1739-1791), mariscal de Campo y Comandante en Jefe del Ejército Ruso en el apogeo del reinado de la zarina Catalina II La Grande (1729-1796), organizó en 1787 una visita de la soberana al territorio recién conquistado de Crimea. Para impresionar a la augusta viajera hizo construir a lo largo del trayecto unos decorados que desde lejos simulaban ser poblaciones ricas en ornato y calidad de obra. Una vez que Catalina las divisaba a conveniente distancia bajo la excusa de la seguridad, la tramoya se desmontaba y se volvía a erigir jalonando las jornadas venideras.

A buen seguro que a muchos de ustedes, estimados lectores y estimadas lectoras, de haber vivido entonces, les hubiera gustado derribar el tinglado de la superchería para hacer visible la realidad y dejar —de paso— en ridículo al embaucador de Potemkin. Este libro que ha llegado a sus manos les da la ocasión de conocer, desentrañar y derribar las muchas aldeas Potemkin que, mutatis mutandis, circulan permanentemente, circundan nuestra vida y nuestro viaje por ella. El autor, los autores van a mostrarles el tinglado de esta nueva y vieja farsa, que diría Jacinto Benavente.

Desde todos los medios de comunicación se expresa una realidad creada en los laboratorios mentales de quienes —fabricando esa mercancía llamada noticia— presentan una realidad que entretiene, relaja, oculta, deriva y frivoliza lo cotidiano. Son aldeas Potemkin pensadas para inhibir al ciudadano, para conformar hacia la sumisión su mentalidad tal y como demuestra el profesor Vicente Romano.

El azar, la casualidad o tal vez la intuición de un editor ha sentado en torno a la misma mesa a dos personajes caracterizados por una irreverente manía de investigar lo que hay detrás de cada apariencia, de cada objeto de consumo cultural, de cada aldea de Potemkin. El uno se confiesa rebelde, además de serlo con una o muchas causas; todas ellas poco gratas al poder y a quienes mantienen, por acción u omisión, el culto al mismo. Es un hombre que ha nacido en casa de ámbito cultural de izquierda, aunque no de clase obrera (la experiencia demuestra que ambas realidades no representan conceptos unívocos), y ha ido encarnando en realidad, en compromiso, en lucha cotidiana su desarrollo vital como ser humano. Actor de profesión, no ha caído en la fácil trampa de hacer de su vida una representación según los modos y pautas de comportamiento de lo política y socialmente correcto. Su trabajo se desarrolla únicamente en los platos; su desvivirse se consuma en los conflictos que permanentemente enfrentan a la justicia con lo generalmente asumido como inevitable o irresoluble. Un rebelde sin pose ni afectación.

El otro interlocutor, de carga ideológica bien fundamentada y practicada en el arte de la esgrima dialéc-tica oral y escrita, es periodista. Precisamente, por querer hacer de su profesión una noble búsqueda de la verdad en beneficio del ciudadano y lector mantiene constantemente una sección en Rebelión cuyo título es toda una declaración de guerra a la manipulación informativa: Mentiras y medios de comunicación. También rebelde —carnets aparte—, milita en el colectivo de hombres y mujeres que no renuncian a pensar por sí mismos y que además —y por ello— se erigen en focos de rebeldía lúcida, documentada, trabajada. Es de aquellos personajes que, hijos lejanos en el tiempo, de La Ilustración y Las Luces, se atreven a corregir a aquel claustro de la Universidad de Barcelona, ubicada por entonces en Cervera, que presumió ante aquel sangriento botarate llamado Fernando VII de que «lejos de nosotros la funesta manía de pensar».

Cada uno tiene una dedicación profesional que, aparte de proporcionarles el sustento cotidiano, les permite, con los riesgos inherentes, vivir su auténtica profesión: seres humanos que no se resignan, que no claudican, que carecen de tragaderas.

El que lleva la voz cantante en el relato, Willie Toledo, va desbrozando a golpe de iconoclasta desmontaje de tópicos y lugares comunes el terreno plagado de subproductos culturales que constituyen el alimento diario para miles de ciudadanos y ciudadanas. Es precisamente un actor el que llama la atención al espectador para que intente mirar más allá de las bambalinas, los decorados y la tramoya. Es como si alguien que viviera de la prestidigitación comenzara el espectáculo desmontando el truco, la apariencia, la degradación ilusio-nista de la ilusión. Durante páginas y páginas Willie va desarrollando las razones para su rebeldía; y todo ello sin vocación alguna de primer plano. En un momento dado, define con laconismo refiriéndose a su participación en diversos, varios y siempre conflictivos acontecimientos políticos, culturales o sociales: «No apoyo, formo parte». Y es que cuando algún famoso interviene en pro de cualquier buena causa el sistema de representación mediática transforma al supuesto filántropo en el centro de la noticia, la eclipsa, la banaliza.

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