Read Rama Revelada Online

Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

Rama Revelada (72 page)

BOOK: Rama Revelada
6.29Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—¿Cómo demonios, Ellie —preguntó Nicole, cuando el tren se detuvo y otro par de octoarañas subió al coche—, se te pudo ocurrir la idea de estos certámenes de bridge? La primera vez que me hablaste sobre jugar a las barajas con las octoarañas, pensé que habías perdido la chaveta.

Ellie rió.

—Al principio, poco después de que todos nos establecimos aquí, supe que alentar la interacción demandaría alguna especie de actividad organizada. De buenas a primeras, la gente no iba a caminar hacia una octoaraña y entablar una conversación, ni siquiera con un cabeza de cubo o conmigo oficiando de intérprete… Los juegos parecían ser una manera muy buena para estimular la relación… Eso funcionó durante poco tiempo, pero pronto resultó evidente que no existía juego de mesa alguno en el que el ser humano más diestro pudiera equipararse a cualquiera de las octoarañas. Aun concediendo algunas ventajas…

—A fines del primer mes —terció Max— jugué ajedrez con tu amiguita, Doctora Azul… Me dio una ventaja de una torre y dos peones para empezar el juego y, aun así, me pasó el rastrillo… Fue muy desmoralizador…

—El golpe de gracia lo asestó nuestro primer certamen de Scrabble
[15]
—prosiguió Ellie— todos los premios fueron para las octoarañas, ¡aun cuando todas las palabras que se utilizaron estaban en inglés! Ahí fue cuando me di cuenta de que tenía que proponer un juego en el que humanos y octoarañas no jugaran unos
contra
otros…

—El bridge resultó ser perfecto. Cada pareja está compuesta por un ser humano y una octoaraña. No es necesario que los compañeros hablen entre sí. Preparé barajas con representación convencional en ambos idiomas, y aun el ser humano más obtuso puede aprender, en una sola sesión, los números octoaraña desde el uno hasta el siete y los símbolos que usan para los cuatro palos… Funcionó fabulosamente bien.

Nicole meneó la cabeza.

—Sigo pensando en que estás loca —dijo con una sonrisa—… aunque también debo reconocer un toque de brillantez.

En la hora para la que estaba programado el comienzo del certamen de bridge, en la sala de naipes del complejo de esparcimiento sólo había catorce personas más. Ellie se adaptó bien, decidiendo que hubiera dos juegos separados, uno para las “parejas mixtas”, como las llamaba, y otro certamen exclusivo para las octoarañas.

Doctora Azul era la compañera de Nicole. Estuvieron de acuerdo en un enfoque de remate principal con cinco cartas, una de seis cifrada por Ellie, y se sentaron a una mesa cercana a la puerta. Como los asientos para las octoarañas eran más altos que los que usaban los seres humanos, Nicole y su compañera estaban sentadas mirándose ojo con ojo o, para decirlo con más propiedad, ojo con lente.

Nicole nunca había sido una jugadora excepcional de bridge. Lo aprendió a jugar mientras era estudiante en la universidad de Tours, cuando su padre, preocupado al ver que su hija no tenía suficientes amigos, la alentó a intervenir en actividades extracurriculares. También había jugado un poco de bridge en Nuevo Edén, donde el juego se convirtió en moda social durante el primer año posterior al asentamiento. Sin embargo, a pesar de cierta aptitud natural para el juego, Nicole siempre consideró que el bridge consumía demasiado tiempo y que había muchas otras cosas, más importantes, para hacer.

Desde el principio resultó evidente para Nicole que Doctora Azul, así como las demás octoarañas que fueron a la mesa con sus compañeros humanos para jugar en el certamen duplicado, eran soberbias jugadoras de cartas. En la segunda mano, Doctora Azul jugó un contrato “tres sin triunfo” que fue extremadamente difícil, empleando
finesses
[16]
y un aprieto terminal como si fuera un profesional humano del bridge.

—Bien hecho —elogió Nicole a su compañera octoaraña, después que Doctora Azul hizo el contrato más una sobrebaza.

—Es muy sencillo, una vez que se sabe dónde están todas las cartas —respondió Doctora Azul en colores.

Resultaba fascinante mirar a las octoarañas operar la mecánica del juego. Con las dos últimas articulaciones de un solitario tentáculo, ayudadas por las cilias, claro está, extraían las cartas de los “muertos” viajeros y, después, delante de la lente, se ponían la mano que habían recibido, sosteniéndola con tres tentáculos, uno en cada lado y un tercero en el medio. Para poner una carta en la mesa, la octoaraña empleaba el tentáculo que estuviese más cercano a la carta en cuestión, equilibrándola entre las cilias durante el descenso.

Entre mano y mano, Nicole y Doctora Azul se dedicaban a mantener su usual conversación vivificante. Doctora Azul le acababa de decir que la nueva Optimizadora Principal se encontraba perpleja por la última actitud asumida por el Consejo, cuando la puerta que daba al salón de juego de naipes abrió y en él entraron tres seres humanos, seguidos por Cubo Grande y uno de los cabezas de cubo más pequeños.

La mujer que llevaba la voz cantante, a la que Nicole reconoció como Emily Bronson, la presidenta del Consejo, recorrió la sala con la mirada y, después, se dirigió hacia la mesa de Nicole. Se acababa de declarar una jugada, y a Ellie y Doctora Azul se les habían unido la octoaraña Lechecita y su compañera, una mujer madura de apariencia agradable llamada Margaret.

—Pero cómo, Margaret Young, estoy asombrada de verte aquí —dijo Emily Bronson—. No debes de haber
oído
que anoche el Consejo extendió el período de boicot.

Los dos hombres que habían entrado en la sala junto con Ms
[17]
Bronson, uno de los cuales era Garland, el del incidente en la piscina, la siguieron hasta la mesa de Nicole. Los tres se cernían sobre Margaret.

—Emily… lo siento —contestó Margaret, con la mirada fija en el suelo—. Pero ya sabes cómo adoro el bridge…

—Es mucho más que juegos de lo que aquí se trata —señaló Emily Bronson.

Ellie se había levantado de una mesa próxima y ya llamaba la atención de Cubo Grande para que detuviera la perturbación, pero Emily Bronson fue demasiado rápida.

—Todos ustedes —dijo en voz alta— están demostrando su deslealtad al estar aquí. Si se van ahora, el Consejo no los juzgará mal… Si se quedan, empero, después de haber sido advertidos…

Ahora Cubo Grande intervino y le informó que ella y sus amigos estaban perturbando el juego. Cuando el trío dio media vuelta para retirarse, más de la mitad de los seres humanos se levantó de sus sillas para seguirlo.

—Esto es ridículo —declaró una voz con asombrosa claridad y potencia. Nicole estaba parada en su sitio, apoyándose sobre la mesa con una mano.

—Vuelvan a sentarse —prosiguió con el mismo tono—. No permitan que los intimide una incitadora a la violencia y a los prejuicios.

Todos los jugadores de bridge retornaron a sus asientos.

—¡Cállese, vieja! —exclamó Emily Bronson, iracunda, desde el otro lado de la sala—. Esto no es nada que le incumba. —Cubo Grande los escoltó a ella y sus compañeros hasta el otro lado de la puerta.

—¿Usted no tiene la menor idea, no, señora Wakefield, sobre qué es cualquiera de estos objetos?

—Sé tanto como tú, María —contestó Nicole—. Probablemente son elementos que, de algún modo, tuvieron un significado especial para tu madre. En su momento pensé que el cilindro plateado implantado debajo de la piel de tu madre era una especie de identificador del zoológico, pero puesto que ninguno de los miembros del personal de mantenimiento del zoológico sobrevivió al bombardeo, y quedan muy pocos archivos, es improbable que alguna vez podamos comprobar mi hipótesis.

—¿Qué es una “hipótesis”? —preguntó la muchacha.

—Es una suposición, o explicación de lo ocurrido, de carácter provisorio, cuando realmente no hay suficientes pruebas para llegar a alguna respuesta definida —explicó Nicole—. A propósito, debo decir que tu inglés es realmente admirable.

—Gracias, señora Wakefield.

Estaban sentadas juntas en el salón público, justo afuera de la cubierta de observación. Ambas bebían jugo de fruta. Aunque Nicole estaba en el Grand Hotel desde hacía ya una semana, era la primera vez que tenía un momento a solas con la muchacha que había encontrado entre las ruinas del zoológico, dieciséis años atrás.

—¿Mi madre era verdaderamente hermosa? —preguntó María.

—Era muy llamativa, eso lo recuerdo, aunque no pude verla muy bien con la escasa luz. Parecía tener tu mismo color de tez, quizás un poco más claro, y era de complexión mediana. Yo habría juzgado que tenía treinta y cinco años o, quizás, algo menos.

—¿Y no había señales de mi padre? —preguntó María.

—Ninguna que yo viese —dijo Nicole—, pero claro, dadas las circunstancias, no hice una búsqueda muy a fondo… Es posible que él pueda haber estado vagando por alguna otra parte del Dominio Alternativo, en busca de ayuda. La cerca que rodeaba tu recinto había sido derribada durante el bombardeo. Me preocupó, cuando desperté a la mañana siguiente, que tu padre hubiera podido estar buscándote, pero más tarde me convencí, a juzgar por lo que había visto en tu refugio, de que tú y tu madre vivían solas.

—¿Así que su hipótesis es que mi padre ya murió? —preguntó María, con timidez.

—Muy bien —contestó Nicole—. No, no necesariamente… Yo no sería tan específica… Es, simplemente, que no daba la impresión de que alguien más hubiera vivido en el recinto de ustedes desde hacía algún tiempo.

María tomó un sorbo de su jugo y se produjo un momentáneo silencio en la mesa.

—Usted me dijo la otra noche, señora Wakefield —prosiguió—, cuando estábamos hablando con Max y Eponine, que daba por sentado que mucho antes que eso las octoarañas habían secuestrado a mi madre o, quizá, a ella y mi padre, de un sitio llamado Avalon… No entendí por completo lo que usted estaba diciendo…

Nicole le sonrió.

—Agradezco tu cortesía, María —dijo—, pero eres parte de la familia… puedes llamarme Nicole. —Su mente se retrotrajo a Nuevo Edén—, parecía haber sido hacía tanto tiempo, y, entonces, se dio cuenta de que la joven estaba esperando una respuesta para su comentario.

—Avalon era un asentamiento afuera de Nuevo Edén —explicó—, en la oscuridad y el frío de la Llanura Central. Lo creó el gobierno de la colonia para poner en cuarentena a aquella gente que tenía el letal virus llamado RV-41. Después que se construyó Avalon, el dictador de Nuevo Edén, un hombre llamado Nakamura, convenció al Senado de que Avalon también era el lugar perfecto para otros seres humanos “anormales”, entre los que figuraban aquellos que protestaban contra el gobierno, los que padecían enfermedades mentales o eran retardados…

—No da la impresión de que hubiera sido un lugar muy agradable —comentó María.

Benjy estuvo ahí durante más de un año
, pensaba Nicole.
Nunca habla sobre eso
. Empezó a sentirse culpable por no haber pasado suficiente tiempo a solas con Benjy desde que él despertó.
Pero no se quejó ni siquiera una vez
.

Una vez más, tuvo que forzarse a prestar atención a su conversación con María.
Nosotros, los viejos, tenemos pensamientos que divagan
, se dijo,
porque tantas cosas que vemos y oímos nos traen recuerdos
.

—Ya hice algunas averiguaciones —dijo—. Por desgracia, todo el personal perteneciente a la administración pública de Avalon murió en la guerra… Le he descripto tu madre a alguna gente que pasó considerable tiempo en Avalon, pero nadie la recuerda.

—¿Crees que era una paciente por problemas mentales? —preguntó María.

—Es posible —repuso Nicole—. Puede que nunca lo sepamos con certeza… Tu collar, a propósito, es nuestro mejor indicio sobre la identidad de tu madre. Está claro que era devota de la orden de la Iglesia Católica instituida por San Miguel de Siena… Hay algunos otros devotos de esa orden a bordo, dice Ellie… Pienso hablar con ellos cuando tenga tiempo…

Dejó de hablar y miró hacia la cubierta de observación, en la que se había producido una conmoción. Algunos seres humanos y un gran grupo de octoarañas estaban señalando por la ventana y gesticulando alocadamente. Una pareja humana fue a la carrera hacia el corredor Principal, presuntamente para traer de vuelta a otra gente y observar lo que fuere que estaban viendo.

Nicole y María dejaron su mesa, subieron la escalera hasta la cubierta y miraron por el ventanal. A la distancia, más allá del tetraedro de luces, una espacionave inmensa y plana en la parte superior, que se asemejaba a un portaaviones, se estaba acercando a El Nodo. Nicole y María observaron durante varios minutos sin hablar, mientras la nueva espacionave se hacía cada vez más grande e imponente.

¿Qué es? —preguntó María.

—No tengo la menor idea —respondió Nicole.

La cubierta de observación se llenó con rapidez. Las puertas se abrían constantemente, a medida que más humanos, octoarañas, iguanas, y hasta un par de avianos, entraban en la sala. La multitud empezó a apretarse contra Nicole y María.

El vehículo de parte superior plana era extremadamente largo, aún más largo que los corredores para transporte que conectaban las esferas de El Nodo. Varias docenas de grandes “burbujas” transparentes estaban diseminadas por su superficie.
El Portaaviones
se detuvo cerca de uno de los vértices esféricos de El Nodo y extendió un largo tubo transparente, que encajó perfectamente en un costado de la esfera.

La cubierta era un torbellino. Toda clase de seres estaba empujando, apretujándose para acercarse más al ventanal. En condiciones de falta de gravedad, dos iguanas saltaron hacia arriba, contra el ventanal, y prontamente se les unieron diez o veinte seres humanos. Nicole empezó a sentir claustrofobia y trató de hacerse a un costado. No había lugar para pasar por entre la muchedumbre. La empujaron en todas direcciones. Perdió contacto con María. Una fuerte oleada la atrapó desde el costado y la hizo estrellarse contra la pared. Con el impacto, sintió un dolor agudo en la cadera izquierda. En la confusión que se produjo a continuación pudo haber sido pisoteada y lesionada aún más, de no haber sido porque Cubo Grande y los cabezas de cubo arrearon la multitud y restauraron el orden.

Nicole estaba muy conmocionada cuando Cubo Grande la alcanzó. El dolor de la cadera era insoportable. No podía caminar.

—Esto sólo forma parte del hecho de ser anciana —señaló El Águila—. Debes tener más cuidado. —Él y Nicole conversaban solos en el departamento de ella. Los demás estaban tomando el desayuno.

BOOK: Rama Revelada
6.29Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

La caída by Albert Camus
Featherless Bipeds by Richard Scarsbrook
Eleanor of Aquitaine by Alison Weir
Hear the Children Calling by Clare McNally
Stakeout (Aurora Sky by Nikki Jefford
Bryony Bell's Star Turn by Franzeska G. Ewart, Cara Shores