Por qué fracasan los países (68 page)

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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

BOOK: Por qué fracasan los países
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Segundo, el Imperio inca podría haber resistido el colonialismo europeo, como hizo Japón cuando los barcos del comodoro Perry llegaron a la bahía de Edo. La extractividad del Imperio inca era mucho mayor que la de Tokugawa (Japón) y no cabe duda de que este hecho hacía que una revolución política parecida a la restauración Meiji fuera mucho menos probable en Perú; sin embargo, no existía ninguna necesidad histórica de que los incas sucumbieran completamente a la dominación europea. Si hubieran sido capaces de resistir e incluso de modernizarse institucionalmente en respuesta a las amenazas, todo el camino de la historia del Nuevo Mundo, y, con él, toda la historia del mundo, podría haber sido distinta.

El tercer factor, y el más radical, es que no fue un hecho predeterminado desde el punto de vista histórico, geográfico ni cultural que los europeos fueran los que colonizaran el mundo. Podrían haber sido los chinos o incluso los incas. Evidentemente, ese resultado es imposible si observamos el mundo desde la perspectiva del siglo
XV
, época en la que la Europa occidental había adelantado a América y China ya se había replegado sobre sí misma. Sin embargo, la Europa occidental del siglo
XV
en sí era resultado de un proceso contingente de deriva institucional marcado por coyunturas críticas, y nada de esto había sido inevitable. Las potencias europeas occidentales no podrían haber logrado ventaja y haber conquistado el mundo sin varios puntos de inflexión históricos. Éstos incluían el camino específico que tomó el feudalismo, sustituyendo la esclavitud y el poder debilitador de los monarcas en el proceso; el hecho de que siglos después del cambio del primer milenio en Europa fueran testigos del desarrollo de ciudades independientes y comercialmente autónomas; de que los monarcas europeos no estuvieran tan amenazados y, en consecuencia, no intentaran desalentar el comercio extranjero como hicieron los emperadores chinos durante la dinastía Ming, y la llegada de la peste negra, que hizo temblar los cimientos del orden feudal. Si estos acontecimientos hubieran tenido lugar de otra forma, podríamos estar viviendo en un mundo muy distinto hoy en día, uno en el que Perú podría ser más rico que Europa occidental o Estados Unidos.

 

 

Naturalmente, el poder predictivo de una teoría en la que tanto las pequeñas diferencias como la casualidad tienen papeles cruciales será limitado. Pocos podrían haber predicho en el siglo
XV
o incluso en el
XVI
, ya no digamos en los muchos siglos tras la caída del Imperio romano, que el mayor avance hacia las instituciones inclusivas se haría en Gran Bretaña. Fueron solamente el proceso específico de deriva institucional y la naturaleza de la coyuntura crítica creada por la apertura del comercio atlántico los que lo hicieron posible. Ni muchos habrían pensado en medio de la Revolución cultural durante los setenta que China al poco tiempo se estaría dirigiendo hacia unos cambios radicales en sus instituciones económicas y, posteriormente, hacia una trayectoria de crecimiento trepidante. Asimismo, es imposible predecir con certeza cuál será la situación dentro de quinientos años. Sin embargo, no son carencias de nuestra teoría. La explicación histórica que hemos presentado hasta ahora indica que cualquier enfoque basado en el determinismo histórico (basado en geografía, cultura o incluso en otros factores históricos) es inadecuado. Las pequeñas diferencias y la casualidad no forman parte solamente de nuestra teoría, sino que forman parte del curso de la historia.

Aunque hacer predicciones precisas sobre qué sociedades prosperarán sea difícil, a lo largo del libro hemos visto que nuestra teoría explica bastante bien las amplias diferencias entre la prosperidad y la pobreza de los países del mundo. En el resto de este capítulo, veremos que también proporciona directrices generales sobre el tipo de sociedades que es más probable que alcancen el desarrollo económico durante las siguientes décadas.

Primero, los círculos viciosos y virtuosos generan mucha persistencia y pereza. Debería haber pocas dudas de que en cincuenta o incluso cien años, Estados Unidos y Europa occidental, basándose en sus instituciones políticas y económicas inclusivas, serán más ricos, con mucha probabilidad, considerablemente más ricos que el África subsahariana, Oriente Próximo, América Central o el Sudeste asiático. Sin embargo, dentro de estos patrones generales, habrá grandes cambios institucionales en el siglo que viene, en el que algunos países romperán el molde y harán la transición de pobres a ricos.

Los países que no han logrado prácticamente ninguna centralización política, como Somalia y Afganistán, o los que han experimentado el hundimiento del Estado, como Haití durante las últimas décadas (mucho antes de que el enorme terremoto de 2010 provocara la devastación de las infraestructuras del país), es poco probable que logren crecimiento bajo instituciones políticas extractivas o hagan grandes cambios hacia instituciones inclusivas. Es probable que los países que crezcan durante las próximas décadas (aunque probablemente lo hagan bajo instituciones extractivas) sean los que han logrado cierto grado de centralización política. En el África subsahariana, serían Burundi, Etiopía, Ruanda, países con largas historias de Estados centralizados, y Tanzania, que ha logrado construir dicha centralización o, como mínimo, implantar algunos de los prerrequisitos para la centralización, desde la independencia. En América Latina, incluiría a Brasil, Chile y México, que no solamente han logrado la centralización política, sino que también han hecho avances significativos hacia un pluralismo incipiente. Nuestra teoría sugeriría que es muy poco probable que haya crecimiento económico sostenible en Colombia.

Nuestra teoría también sugiere que el crecimiento bajo instituciones políticas extractivas, como en China, no aportará crecimiento sostenido, y es probable que pierdan ímpetu. Más allá de estos casos, existe mucha incertidumbre. Cuba, por ejemplo, podría hacer la transición a instituciones inclusivas y experimentar una gran transformación económica, o puede persistir bajo instituciones políticas y económicas extractivas. Lo mismo ocurre con Corea del Norte y Birmania en Asia. Por lo tanto, aunque nuestra teoría proporcione las herramientas para pensar cómo cambian las instituciones y qué consecuencias tienen esos cambios, la naturaleza de este cambio (el papel de la contingencia y las pequeñas diferencias) hace que sea difícil hacer predicciones más precisas.

Es necesario tener incluso una mayor cautela al elaborar recomendaciones de políticas a partir de esta amplia explicación de los orígenes de la prosperidad y la pobreza. De la misma forma que el impacto de las coyunturas críticas depende de las instituciones existentes, la forma de responder de una sociedad a la misma intervención de políticas depende de las instituciones en vigor. Evidentemente, nuestra teoría trata de cómo los países pueden dar pasos hacia la prosperidad, transformando sus instituciones de extractivas en inclusivas. Sin embargo, también deja muy claro desde el principio que no existen recetas fáciles para lograr dicha transición. Primero, el círculo vicioso implica que cambiar instituciones sea mucho más difícil de lo que parece a primera vista. En concreto, las instituciones extractivas se pueden recrear adoptando distintas formas, como vimos con la ley de hierro de la oligarquía en el capítulo 12. Por lo tanto, el hecho de que el régimen extractivo del presidente Mubarak fuera derrocado por la protesta popular en febrero de 2011 no garantiza que Egipto inicie un camino que conduzca a instituciones más inclusivas. En vez de esto, las instituciones extractivas pueden recrearse a pesar del apasionante y esperanzador movimiento a favor de la democracia. Segundo, a causa del devenir circunstancial de la historia que implica que es difícil saber si una interacción concreta de las coyunturas críticas y de diferencias institucionales existentes conducirá a instituciones más inclusivas o extractivas, sería heroico formular recomendaciones de políticas generales para fomentar el cambio hacia instituciones inclusivas. Sin embargo, nuestra teoría es útil para analizar políticas ya que nos permite reconocer malas recomendaciones de políticas tomando como base hipótesis incorrectas o percepciones incorrectas sobre cómo pueden cambiar las instituciones. En esto, como en la mayoría de las cosas, evitar los peores errores es tan importante (y más realista) que intentar desarrollar soluciones sencillas. Quizá esto se vea más claramente cuando consideramos las recomendaciones de políticas actuales que fomentan el «crecimiento autoritario» basado en la experiencia de crecimiento chino de éxito de las últimas décadas. A continuación, explicamos por qué estas recomendaciones de políticas inducen a error y por qué el crecimiento chino, tal y como se ha desarrollado hasta ahora, es solamente otra forma de crecimiento bajo instituciones políticas extractivas, que es poco probable que se traduzca en un desarrollo económico sostenido.

 

 

El irresistible encanto del crecimiento autoritario

 

Dai Guofang reconoció el
boom
urbano que iba a llegar a China de forma inminente. Nuevas autopistas, centros de negocios, residencias y rascacielos se extendían por todas partes en China en los noventa y Dai pensó que este crecimiento cobraría más velocidad en la década siguiente. Argumentó que su empresa, Jingsu Tieben Iron and Steel, podía captar un gran mercado como productor de coste bajo, sobre todo en comparación con las fábricas de acero ineficientes en manos del Estado. Dai planeaba construir un verdadero gigante del acero y, con el apoyo de los jefes de partido locales de Changzhou, empezó a construirlo en 2003. Sin embargo, en marzo de 2004, el proyecto había sido interrumpido por orden del Partido Comunista chino en Pekín y Dai fue detenido por razones que nunca se explicaron claramente. Las autoridades quizá suponían que encontrarían ciertas pruebas incriminatorias en sus cuentas. Dai pasó los cinco años siguientes en la cárcel y bajo arresto domiciliario y fue hallado culpable de un delito menor en 2009. Su verdadero delito había sido iniciar un gran proyecto que competiría con empresas patrocinadas por el Estado sin la aprobación de los altos mandos del Partido Comunista. Sin duda, fue la lección que los demás aprendieron en este caso.

La reacción del Partido Comunista frente a emprendedores como Dai no debería sorprender. Chen Yun, uno de los más estrechos colaboradores de Deng Xiaoping y supuestamente el mayor arquitecto de las reformas iniciales del mercado, resumió las opiniones de la mayor parte de los mandos del Partido con una analogía de «pájaro en una jaula» para la economía. La economía china era el pájaro y el control del Partido, la jaula. Ésta tenía que hacerse más grande para que el pájaro estuviera más sano y fuera más dinámico, pero no podía estar abierta ni ser eliminada, porque el pájaro se escaparía. Jiang Zemin, poco después de convertirse en secretario general del Partido Comunista en 1989, el puesto más poderoso de China, fue más allá y resumió la sospecha del Partido respecto a los emprendedores describiéndolos como «comerciantes y vendedores ambulantes autónomos que engañan, malversan, sobornan y evaden impuestos». A lo largo de los noventa, mientras la inversión extranjera inundaba China y se animaba a las empresas del Estado a expandirse, el espíritu empresarial privado todavía era recibido con recelo y muchos emprendedores fueron expropiados e incluso encarcelados. La idea de Jiang Zemin de los emprendedores, aunque en declive relativo, todavía está generalizada en China. En palabras de un economista chino: «Las grandes empresas estatales pueden participar en proyectos enormes. Sin embargo, cuando las empresas privadas lo hacen, sobre todo en competencia con el Estado, aparecen problemas por todas partes».

A pesar de que hoy en día haya decenas de empresas privadas que operan rentablemente en China, muchos elementos de la economía todavía están bajo el control y la protección del Partido. El periodista Richard McGregor señala que en la mesa del director de cada una de las grandes empresas estatales chinas hay un teléfono rojo. Cuando suena, significa que llama el Partido con órdenes que debe seguir la empresa, como dónde debe invertir y a qué objetivos apuntar. Estas empresas gigantes todavía están bajo las órdenes del Partido, lo que recordamos cada vez que el Partido decide cambiar, despedir o ascender a sus directores generales, sin dar muchas explicaciones.

Evidentemente, estas historias no niegan que China haya hecho grandes avances hacia instituciones económicas inclusivas, que respaldan sus tasas de crecimiento espectaculares durante los últimos treinta años. La mayoría de los empresarios tienen alguna seguridad, sobre todo porque cultivan el apoyo de los mandos locales y de las élites del Partido Comunista en Pekín. La mayor parte de las empresas del Estado buscan beneficios y compiten en mercados internacionales. Se trata de un cambio radical en comparación con la China de Mao. Como vimos en el capítulo anterior, China fue capaz de crecer porque, bajo Deng Xiaoping, se produjeron reformas radicales lejos de las instituciones económicas más extractivas y hacia instituciones económicas inclusivas. El crecimiento ha continuado porque las instituciones económicas chinas han seguido un camino hacia una mayor inclusividad, si bien es cierto que ha sido lento. China también se está beneficiando enormemente de su gran oferta de mano de obra barata y de su acceso a mercados, capital y tecnologías del extranjero.

Las instituciones económicas chinas son incomparablemente más inclusivas hoy en día de lo que lo fueron hace tres décadas, pero la experiencia china es un ejemplo de crecimiento bajo instituciones políticas extractivas. A pesar del énfasis reciente de China en la innovación y la tecnología, el crecimiento chino se basa en la adopción de tecnologías existentes e inversión rápida, no en la destrucción creativa. Un aspecto importante de esto es que los derechos de propiedad no son del todo seguros en China. De vez en cuando, igual que en el caso de Dai, algunos emprendedores son expropiados. La movilidad de la mano de obra está estrictamente regulada y los derechos de propiedad más básicos, como el derecho a vender el propio trabajo como uno quiera, todavía son muy imperfectos. El punto hasta el cual las instituciones económicas todavía están lejos de ser verdaderamente inclusivas queda ilustrado por el hecho de que solamente unos cuantos hombres y mujeres de negocios se aventurarían siquiera a hacer alguna actividad sin el apoyo del mando del Partido local o, incluso más importante, de Pekín. La conexión entre una empresa y el Partido es muy lucrativa para ambos. Las empresas que cuentan con el apoyo del Partido reciben contratos en términos favorables, pueden echar a gente corriente para expropiar sus tierras y violar leyes y regulaciones con impunidad. Quienes obstaculicen el camino de este plan de negocio quedarán aplastados e incluso pueden ser encarcelados o asesinados.

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