Por qué fracasan los países (66 page)

Read Por qué fracasan los países Online

Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

BOOK: Por qué fracasan los países
13Mb size Format: txt, pdf, ePub

El impulso más importante para el cambio procedió del movimiento por los derechos civiles. Fue la cesión de poderes a los negros del Sur lo que marcó el camino, como en Montgomery, desafiando a las instituciones extractivas alrededor de ellos, exigiendo sus derechos y protestando y movilizándose para obtenerlos. No obstante, no estaban solos en eso, porque el Sur de Estados Unidos no era un país separado y las élites sureñas no tenían carta blanca como las élites guatemaltecas, por ejemplo. Al formar parte de Estados Unidos, el Sur estaba sujeto a la Constitución estadounidense y a la legislación federal. La causa para la reforma fundamental en el Sur recibiría finalmente apoyo de los poderes ejecutivo y legislativo y del Tribunal Supremo de Estados Unidos, en parte porque el movimiento por los derechos civiles fue capaz de hacer oír su voz fuera del Sur, con lo que movilizó al gobierno federal.

La intervención federal para cambiar las instituciones en el Sur empezó con la decisión del Tribunal Supremo, en 1944, de que las elecciones primarias a las que solamente se podían presentar blancos eran inconstitucionales. Como hemos visto, los negros habían sido privados políticamente del derecho a voto en la última década del siglo
XIX
por el uso de impuestos al sufragio y las pruebas de alfabetización (capítulo 12). Estas pruebas se manipulaban sistemáticamente para discriminar a la población negra, a la vez que se dejaba votar a los blancos pobres y analfabetos. En un famoso ejemplo de principios de los sesenta, en Luisiana, un solicitante blanco fue considerado alfabetizado tras responder «
Frdum foof spetgh
» a una pregunta sobre la Constitución del estado. La decisión del Tribunal Supremo de 1944 fue la salva inicial en la larga batalla para abrir el sistema político a los negros, y el Tribunal comprendió la importancia de flexibilizar el control blanco de los partidos políticos.

Tras aquella decisión, se dio el caso «Brown contra la Junta de educación»
en 1954, en el que el Tribunal Supremo falló que la segregación establecida por el estado en escuelas y otros lugares públicos era inconstitucional. En 1962, el Tribunal echó por tierra otro pilar del dominio político de las élites blancas: la mala distribución legislativa. Cuando una legislatura tiene una mala distribución, como en los «burgos podridos» de Inglaterra antes de la Primera Ley de Reforma, algunas áreas o regiones reciben una representación mucho mayor de la que deberían en función de su cuota de población pertinente. La mala distribución en el Sur significaba que las áreas rurales, el corazón de la élite sureña de plantadores, estaban fuertemente sobrerrepresentadas en relación con las áreas urbanas. El Tribunal Supremo puso fin a esta situación en 1962 con su decisión en el caso «Baker contra Carr», que introdujo el criterio de «una persona, un voto».

Todas las decisiones del Tribunal Supremo habrían sido papel mojado si no se hubieran implantado. De hecho, en la última década del siglo
XIX
, la legislación federal que concedía el voto a los negros sureños no se implantó porque la aplicación de la ley local estaba bajo el control de la élite sureña y el Partido Demócrata, y el gobierno federal estaba encantado de que continuara aquella situación. Sin embargo, cuando los negros empezaron a alzarse contra la élite sureña, este bastión de apoyo a las leyes de Jim Crow se derrumbó, y el Partido Demócrata, dirigido por sus elementos no sureños, se volvió contra la segregación racial. Los demócratas sureños renegados se reagruparon bajo el estandarte del States' Rights Democratic Party y compitieron en las elecciones presidenciales de 1948. Su candidato, Strom Thurmond, consiguió ganar en cuatro estados y logró 39 votos en el colegio electoral. Pero estaba muy lejos del poder del Partido Demócrata unificado en la política nacional y de la atracción de ese partido por parte de las élites sureñas. La campaña de Strom Thurmond se centró en este reto para la capacidad del gobierno federal de intervenir en las instituciones del Sur. Afirmaba su posición con firmeza: «Quiero decirles, señoras y caballeros, que no hay suficientes tropas en el ejército para obligar a la gente del Sur a romper con la segregación y admitir a la raza negra en nuestros teatros, en nuestras piscinas, en nuestras casas, en nuestros hogares y en nuestras iglesias».

Le demostraron que se equivocaba. Las decisiones del Tribunal Supremo significaron que los centros educativos sureños tenían que eliminar la segregación, incluso la Universidad de Misisipi en Oxford. En 1962, tras una larga batalla legal, los tribunales federales decidieron que James Meredith, un joven negro y veterano de las fuerzas aéreas, tenía que ser admitido en dicha universidad. La oposición a la implantación de esta decisión fue orquestada por los denominados Consejos de Ciudadanos, el primero de los cuales se había formado en Indianola (Misisipi), en 1954, para luchar contra la eliminación de la segregación del Sur. El gobernador estatal Ross Barnett rechazó públicamente la eliminación de la segregación ordenada por el Tribunal en la televisión el 13 de setiembre, y anunció que las universidades estatales cerrarían antes de aceptar que se eliminara la segregación. Finalmente, tras muchas negociaciones entre Barnett, el presidente John Kennedy y el fiscal general Robert Kennedy en Washington, el gobierno federal intervino por la fuerza para implantar dicha decisión. Se fijó un día en el que los
marshals
estadounidenses llevarían a James Meredith a la Universidad de Misisipi en Oxford. Anticipándose a los acontecimientos, los defensores de la supremacía blanca se empezaron a organizar. El 30 de setiembre, el día antes de que James Meredith apareciera, los
marshals
estadounidenses entraron en el campus de la universidad y rodearon el edificio principal de la administración. Una multitud de alrededor de dos mil quinientos personas llegaron para protestar y, al poco tiempo, se inició un disturbio. Los
marshals
utilizaron gas lacrimógeno para dispersar a los alborotadores, pero, al poco tiempo, fueron atacados. A las diez de la noche, se enviaron tropas federales para restablecer el orden. Al poco tiempo, había veinte mil soldados y once mil guardias nacionales en Oxford (Misisipi). En total, trescientas personas fueron detenidas. James Meredith decidió quedarse en el campus, donde, protegido de las amenazas de muerte por trescientas soldados y
marshals
estadounidenses, finalmente se graduó.

La legislación federal fue crucial en el proceso de reforma institucional del Sur. Durante la aprobación de la primera ley de derechos civiles de 1957, Strom Thurmond, entonces senador, habló sin parar durante veinticuatro horas y dieciocho minutos para evitar o, como mínimo, retrasar, la aprobación de la ley. Durante su discurso, leyó desde la Declaración de Independencia hasta varios listines telefónicos. Pero todo fue en vano. La ley de 1957 culminó en la ley de derechos civiles de 1964 al declarar la ilegalidad de un conjunto de prácticas y leyes estatales segregacionistas. La ley de derecho al voto de 1965 declaró ilegales las pruebas de alfabetización, los impuestos al sufragio y otros métodos utilizados para privar del derecho al voto a los negros del Sur. Además, amplió el control federal de las elecciones estatales.

El impacto de todos estos acontecimientos fue un cambio significativo en las instituciones económicas y legales del Sur. En Misisipi, por ejemplo, solamente alrededor del 5 por ciento de los negros que reunían los requisitos necesarios votaban en 1960. En 1970, la cifra había aumentado al 50 por ciento. En Alabama y Carolina del Sur, pasó de alrededor del 10 por ciento en 1960 al 50 por ciento en 1970. Estos patrones cambiaron la naturaleza de las elecciones, para cargos tanto locales como nacionales. Un elemento más importante fue la debilitación del apoyo político del Partido Demócrata dominante a las instituciones extractivas que discriminaban a los negros. Así, se abrió la puerta a una serie de cambios en las instituciones económicas. Antes de las reformas institucionales de los sesenta, los negros habían estado prácticamente excluidos del todo de los trabajos en las fábricas textiles. En 1960, solamente alrededor del 5 por ciento de los empleados de las fábricas textiles del Sur eran negros. La legislación de derechos civiles detuvo esta discriminación. En 1970, esta proporción había aumentado al 15 por ciento; en 1990, era del 25 por ciento. La discriminación económica de los negros empezó a disminuir, las oportunidades educativas para ellos mejoraron significativamente, y el mercado de trabajo sureño se hizo más competitivo. Junto con las instituciones inclusivas llegaron mejoras económicas más rápidas en el Sur. En 1940, los estados del sur tenían solamente el 50 por ciento del nivel de renta per cápita de Estados Unidos. Esto empezó a cambiar a finales de los años cuarenta y cincuenta. En 1990, la brecha prácticamente había desaparecido.

Igual que en Botsuana, la clave en el Sur de Estados Unidos fue el desarrollo de instituciones políticas y económicas inclusivas. Dicho desarrollo se produjo gracias a la yuxtaposición del descontento creciente de los negros que sufrían bajo las instituciones extractivas sureñas y el desmoronamiento del dominio de un partido único, el Partido Demócrata, en el Sur. Una vez más, las instituciones existentes marcaron el camino del cambio. En este caso, fue crucial que las instituciones sureñas estuvieran bajo el paraguas de las instituciones federales de Estados Unidos, lo que permitió que los negros sureños finalmente movilizaran a las instituciones y al gobierno federal para su causa. Todo el proceso también fue facilitado por el hecho de que, con la emigración masiva de negros desde el Sur y la mecanización de la producción del algodón, las condiciones económicas habían cambiado tanto que las élites sureñas estaban menos dispuestas a oponer resistencia.

 

 

El renacimiento de China

 

El Partido Comunista dirigido por Mao Zedong finalmente derrocó a los nacionalistas liderados por Chiang Kai Shek, en 1949, y la República Popular China fue proclamada el 1 de octubre. Las instituciones políticas y económicas creadas después de 1949 eran muy extractivas. Desde el punto de vista político, suponían la dictadura del Partido Comunista chino. Desde entonces, no se ha permitido la existencia de ninguna otra organización política en China. Hasta su muerte en 1976, Mao dominó por completo el Partido Comunista y el gobierno. Acompañando a estas instituciones políticas autoritarias y extractivas había instituciones económicas muy extractivas. Mao nacionalizó de inmediato la tierra y abolió todo tipo de derechos de propiedad de un plumazo. Mandó ejecutar a los terratenientes y a otros segmentos que consideró que estaban contra el régimen. La economía de mercado fue básicamente abolida. La población de las zonas rurales fue organizada paulatinamente en granjas comunales. El dinero y los sueldos fueron sustituidos por «puntos de trabajo» que se podían cambiar por productos. Se introdujeron los pasaportes internos en 1956 y se prohibió viajar sin la autorización necesaria, para aumentar así el control político y económico. Toda la industria se nacionalizó de forma similar y Mao lanzó un proyecto ambicioso para fomentar el rápido desarrollo de la industria mediante planes quinquenales que seguían el modelo soviético.

Como sucede con todas las instituciones extractivas, el régimen de Mao intentaba extraer recursos del vasto país que controlaba. Igual que en el caso del gobierno de Sierra Leona con sus juntas de comercialización, el Partido Comunista chino tenía el monopolio de la venta de productos como el arroz y los cereales, que se utilizaba para cobrar impuestos elevados a los agricultores. Los intentos de industrialización dieron paso al famoso Gran Salto Adelante después de 1958 con el desarrollo del segundo plan quinquenal. Mao anunció que la producción de acero se doblaría en un año mediante altos hornos a pequeña escala. Afirmó que, en quince años, China alcanzaría el nivel de producción de acero de Gran Bretaña. El único problema era que no había una forma factible de cumplir aquellos objetivos. Para cumplirlos, había que encontrar chatarra, y la gente tendría que fundir sus ollas y sartenes e incluso sus instrumentos agrícolas como azadas y arados. Los trabajadores que deberían haber estado ocupándose de los campos estaban fabricando acero con sus arados y, por lo tanto, destruyendo su futura capacidad para alimentarse a sí mismos, a sus familias y al país. El resultado fue una desastrosa hambruna en el campo chino. Aunque los estudiosos debaten el papel de la política de Mao del impacto de las sequías que tuvieron lugar al mismo tiempo, nadie duda del papel crucial que tuvo el Gran Salto Adelante en la muerte de entre veinte y cuarenta millones de personas. No sabemos con precisión cuántas, porque la China de Mao no registraba las cifras que habrían documentado las atrocidades. La renta per cápita cayó alrededor de una cuarta parte.

Una consecuencia del Gran Salto Adelante fue que un destacado miembro del Partido Comunista, Deng Xiaoping, general con mucho éxito durante la revolución, que dirigió una campaña «antiderechista» que dio como resultado la ejecución de muchos «enemigos de la revolución», tuvo un cambio de actitud. En una conferencia en Guangzhou, en el sur de China, en 1961, Deng argumentó: «No importa si el gato es blanco o negro; si caza ratones, es un buen gato». No importaba si las políticas parecían comunistas o no; China necesitaba políticas que fomentaran la producción para poder alimentar a su pueblo.

Sin embargo, Deng pronto sufriría por su reciente sentido práctico. El 16 de mayo de 1966, Mao anunció que la revolución estaba amenazada por intereses «burgueses» que minaban la sociedad comunista china y que deseaban recrear el capitalismo. Su respuesta fue anunciar la gran revolución cultural proletaria, conocida habitualmente como Revolución cultural. Esta revolución se basaba en dieciséis puntos. El primero afirmaba:

Other books

Goddess Secret by M. W. Muse
Subculture by Sarah Veitch
Disgruntled by Shelley Wall
Humans by Robert J. Sawyer
Tombstone by Jay Allan
The Steppes of Paris by Harris, Helen
The Wench Is Dead by Colin Dexter
Last Nizam (9781742626109) by Zubrzycki, John
Smart House by Kate Wilhelm