Patriotas (30 page)

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Authors: James Wesley Rawles

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Patriotas
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—¿Y de la fabricación de herramientas? ¿Tornos, fresadoras?

—Claro que sí. He trabajado con las principales marcas, tanto con máquinas tradicionales como con las más modernas, controladas por ordenador.

Tras otra pausa más, Mike dijo:

—De acuerdo, señor Porter, me gustaría que usted, su esposa y su hija se sentaran al otro lado de la carretera un rato. Por favor, sean pacientes. Hay algo que necesito discutir con mi jefe allá en la casa.

Mirando hacia uno de los lados, ordenó:

—Mary, estás al cargo hasta que vuelva.

Al tiempo que Mike salía del foso, los Porter se sentaban en la hierba al lado de la carretera. En esos momentos, la expresión de sus rostros era más de curiosidad que de ansiedad. Unos minutos después, Mike trotaba colina abajo seguido de Todd.

—¿El señor Porter? Me llamo Todd Gray. Estoy al cargo de esta operación. Mi amigo el señor Nelson dice que es usted un ingeniero mecánico sin un destino claro y «en busca de empleo», como se suele decir. Si no le importa venir conmigo hasta la casa, me gustaría explicarle cuál es nuestra situación, entrevistarlos a los tres, y posiblemente hacerles una oferta.

El debate sobre la conveniencia o no de aceptar a los Porter como miembros fue breve. Con el verano cada vez más cerca, estaba claro que el refugio iba a estar falto de personal, especialmente con todas las tareas de agricultura que sería necesario llevar a cabo. Mary resumió la situación en pocas palabras: sin ayuda adicional, o bien podrían tener un retiro seguro y morir tranquilamente de hambre, o bien plantar un gran huerto y reducir las medidas de seguridad.

Los otros factores clave fueron las habilidades de Lon. Ahora que parecía altamente improbable que Ken y Terry Layton aparecieran, necesitaban a alguien que conociera los entresijos de coches y camiones. Además, Marguerite, o Margie como la llamaban normalmente, había crecido en una granja en Woodburn, Oregón, lo que le había proporcionado una gran cantidad de habilidades tanto en la cocina como en el cultivo de tierras. El voto a favor de los Porter fue unánime.

Reorganizaron el sótano, de forma que uno de los lados quedó separado por un muro de armarios y mantas para proveer de habitación a los Porter. Por desgracia, las únicas camas disponibles eran tres catres plegables del ejército. Los Porter no expresaron queja alguna. Poco después de haber organizado su habitación, Mike recibió la tarea de prepararles logísticamente. Vestirlos apropiadamente no supuso ningún problema. Jeff Trasel cedió un juego de camuflaje para Lon, y Mike otro para Margie. Como Margie era de constitución fuerte pero no sufría sobrepeso, le venían bien. Mary cedió dos de sus cinco juegos de camuflaje a Della. Ambas eran más o menos de la misma estatura.

La siguiente y algo más complicada tarea fue armar a los Porter. La enorme colección de Dan Fong llegó al rescate. Pese a que no eran las armas estándar del grupo, Dan acordó prestar indefinidamente a los Porter su FN/FAL y su AR-10 Armalite de fabricación portuguesa. Ambas armas estaban modificadas para usar el calibre 7,62 mm OTAN. Lon usaría el FN, mientras que Margie usaría el AR-10, mucho más ligero. Dan tenía once cargadores para el FN, pero solo dos para el AR-10, lo que era un contratiempo, pues un par de cargadores de veintidós balas no bastarían para un tiroteo, daba igual que fuera breve o largo.

Al día siguiente, Lon fue a trabajar al taller de Todd. Lo primero que hizo tras desmontar uno de los cargadores del AR-10 fue tomar sus medidas con el micrómetro. Comparó este cargador con los de otros fusiles de asalto modificados para el mismo cartucho, y llegó a la conclusión de que las diferencias de tamaño eran demasiado grandes como para tratar de adaptar otro tipo de cargador del calibre.308 al AR-10. A continuación, revisó la colección de chapas de metal de Todd en busca de chapas que tuvieran la resistencia equivalente al aluminio usado en los cargadores originales.

El proceso de fabricación le llevó dos días. El cuerpo de los cargadores estaba fabricado con chapas de metal moldeadas. Los muelles se sacaron de cargadores de HK sobrantes. Los elevadores se hicieron a partir de hierro fundido, usando el método a la cera perdida. Una vez montados, los cargadores funcionaron a la perfección. Con el permiso de Mike Nelson, el AR-10 se puso a prueba con su invento y recalibrado al gusto de Margie; el rifle funcionó sin un solo quejido.

Jeff, que había estado de guardia, bajó la colina una vez lo relevaron.

—¿A qué vienen todos esos disparos? —le preguntó a Dan.

—Estábamos probando los nuevos cargadores del AR-10. Funcionan exquisitamente bien —contestó Fong.

Jeff se había perdido la mayor parte del proceso de fabricación de los cartuchos, pues había permanecido en el POE dos días seguidos.

—¿Costó mucho hacerlos? —preguntó.

—No —contestó Dan—, si los hubiera hecho yo, probablemente habría probado con varios prototipos antes de dar con uno que encajara y fuera funcional. Pero el viejo Porter hizo los cinco a la primera. Pasó directamente de la fase de concepto al producto final. El tipo es increíble, creo que voy a aprender un montón con él. Es infinitamente mejor que Ian Doyle.

Jeff se atusó el bigote y preguntó:

—¿Doyle? Oye, ¿ese no era aquel cadete de las Fuerzas Aéreas con el que os juntabais tú y Todd en la universidad?

Dan sonrió.

—Vaya, así que te acuerdas de Ian. Sí, ese es. Todd y yo mantuvimos el contacto tras la universidad, principalmente por correo electrónico. De hecho, charlé con él por teléfono dos meses antes del colapso. En aquel momento se dedicaba a pilotar aviones F-16 allá en la base de las Fuerzas Aéreas Luke, en Arizona. Cuesta creerlo, pero cuando hablamos ya era comandante. Estaba casado y tenía una hija. La niña debe de tener unos 10 años ahora mismo. Parece que fue ayer cuando estábamos en la universidad. Cuando vivíamos juntos en la residencia, le ayudé a fabricar y montar un Ingram MIO y una pistola Sten en el garaje de sus padres. A las dos les puso supresores Sionic. Era un tío discreto, pero en secreto era un pirado de las armas de clase mundial. Su lema era «corta a medida, lima hasta que encaje y píntalo exactamente igual». Me pregunto qué fue de él una vez todo se fue a tomar viento.

—Probablemente tenga su pequeño imperio privado montado en algún sitio —contestó Trasel entre risas.

La diminuta Della, o «pequeña Dell» como la llamaba Lon, también necesitaba armas. Después de que Rose recibiera el CAR-15 de T. K., ya no quedaba ningún rifle o carabina del calibre.223 de sobra, así que mantuvieron una reunión especial para tratar el asunto. Tras discutirlo largamente, el grupo votó por hacerle entrega a Della del Ruger Mini-14 que habían requisado a los saqueadores, junto con sus accesorios. Como arma de mano le dieron el Gold Cup de repuesto de Mary. Más o menos al mismo tiempo, Lon intercambió su Ortgies calibre.380 por el revólver Magnum Model 686 calibre.357 de cañón largo de Dan. Pese a que difícilmente se podía considerar un intercambio justo, Dan lo aceptó, pues sabía que la pistola sería más útil en las manos de Lon que en el fondo de su armario. Margie intercambió el pequeño montón de monedas de plata de Canadá y Estados Unidos que guardaban por la Beretta 9 mm de Dan. Este cambio también era desigual, pero seguía la misma lógica, así que Dan dio su consentimiento.

Como Della nunca había disparado antes, recibió numerosas prácticas de tiro al blanco y de combate durante las siguientes semanas. Mike juzgó aceptable el riesgo que supondría tanto disparo. Según su razonamiento, la ventaja que suponía disponer de otro tirador entrenado superaba el riesgo asociado a armar semejante cantidad de ruido. Della tuvo varios instructores, empezando por Rose, que pasó varios días enseñándole con un Ruger 10/22 los fundamentos de la puntería y de las posiciones de disparo. A continuación, Dan Fong le enseñó el funcionamiento del Mini-14 y a desmontarlo sobre el terreno. Luego, T. K. le mostró cómo disparar el arma con precisión usando las técnicas que había aprendido en la escuela de entrenamiento con armas de fuego Front Sight, y la experiencia adquirida en los numerosos años de competición de alto nivel.

Tom Kennedy, como «gurú de la puntería», insistió en que memorizara las tablas de descenso de trayectoria a diferentes distancias, y las de desvío de la trayectoria a diferentes velocidades de viento, así como la compensación por altura. Tras unas pocas semanas de prácticas de tiro, Della se convirtió en una tiradora certera. Acertaba blancos del tamaño de una persona con regularidad y a distancias de hasta trescientos cincuenta metros. Teniendo en cuenta que disparaba con un Remington.223, cartucho que nunca ha destacado por su efectividad en distancias largas, su actuación era digna de elogio.

La siguiente fase de su instrucción, que compartió con Rose, Lon y Margie, versó en el tiro con pistola. Tuvieron dos instructores: Mike y Todd. El entrenamiento duró ocho días. Durante los primeros cuatro, los cuatro estudiantes usaron las pistolas Ruger Mark II de cañón regular y calibre.22 que pertenecían a los Gray y a los Nelson. Entre todos hicieron alrededor de dos mil disparos de munición del calibre.22. Durante los últimos cuatro días de instrucción, utilizaron sus propias armas. Con ellas, dispararon alrededor de ochocientas balas de ACP calibre.45,.38 Special, Magnum calibre.357, y Parabellum 9 mm.

Además de la práctica de tiro al blanco, también trabajaron el desenfundado rápido, las posturas de combate, el tiroteo desde barricadas, la recarga táctica y de emergencia, y los tiroteos en condiciones de poca luz. Su examen final consistió en un circuito de combate en movimiento de cuatrocientos cincuenta metros en que habrían de disparar a blancos situados a una distancia que iba del metro y medio a los noventa metros. Pese a que se trataba de un circuito exigente, todos lo hicieron bastante bien.

A continuación del entrenamiento con pistolas, los cuatro aprendices recibieron instrucción táctica, de patrullado, y de tiro con fusiles de combate. Mike Nelson, Jeff Trasel y Doug Carlton fueron sus instructores.

Pronto se hizo evidente la creatividad para la mecánica de Lon. Tras su primer turno al mando del cuartel, Lon sugirió a Todd que modificara la palanca del generador manual para incrementar su eficacia. Mary ya había expresado su preocupación por las posibles lesiones a causa del «estrés repetitivo». Todd celebró con entusiasmo la idea de Porter. Lon empezó por fabricar una base metálica para sostener la vieja bici de Mary. Gracias a las grandes barras que sobresalían un metro, la base mantenía firme la bicicleta, de manera que se evitaba el riesgo de que se inclinara hasta caer.

Una vez retirada la rueda trasera, y con la bici firmemente montada en la base, Lon hizo un soporte para la manivela del generador. Tras tomar algunas medidas y hacer algunos cálculos aproximados de la relación entre las marchas y la velocidad de la palanca, Lon cortó un pedazo de barra metálica para encajarlo en uno de los dos huecos para la manivela. Seguidamente, centró y soldó un engranaje a uno de los extremos de la barra metálica. Luego, Porter atornilló el generador a la base, empalmó la cadena de la bici y ajustó la tensión. La nueva bicicleta-generador funcionaba a la perfección. Gracias a su mayor eficiencia, los miembros asignados a las tareas de mando del cuartel solo necesitaban usarlo durante cuarenta y cinco minutos en cada turno para producir la misma cantidad de energía que generaban antes con tres horas. Todos se alegraron mucho por esto. Cargar el generador seguía sin ser un trabajo divertido, pero al menos ya no era una tarea interminable.

Los Porter se integraron rápidamente en la rutina diaria del refugio. Los tres cumplían turnos de POE y de mando del cuartel, lo que proporcionó la mano de obra necesaria para muchas de las tareas más exigentes, como las de horticultura. Margie no tardó en corregir un defecto flagrante que había detectado. Todos los hombres en el refugio lucían peinados descuidados. Como nadie había aprendido a cortar el pelo, la práctica habitual hasta el momento había consistido en dejar crecer el pelo hasta que interfiriera en la visión, y luego proceder a cortarlo sin ton ni son. El resultado era poco favorecedor. Mary, que había sido peluquera aficionada durante dos décadas, improvisó una peluquería. Tras dar a todos los hombres un buen corte de pelo, se puso manos a la obra con el peinado de las mujeres.

Tres semanas después de la llegada de los Porter, Todd reparó en que Della Porter estaba manteniendo intensas conversaciones con Doug mientras este estaba sentado en el puesto del mando del cuartel. Se miraban directamente a los ojos y Della sonreía mucho. Todd comunicó a Mary sus sospechas.

—¿Qué? ¿No te habías dado cuenta antes? —le preguntó ella con incredulidad—. Esos dos llevan orbitando juntos hace más de una semana. Un velo de asombro invadió el rostro de Todd. —Pero Della solo tiene diecisiete años, ¿no?

—Sí, cariño, no cumplirá los dieciocho hasta dentro de unas pocas semanas. Sin embargo, dado el actual estado de las cosas, no podemos culpar al chico. Además, no creo que haya pasado nada. Doug y Della son buenos cristianos, estoy segura de que esperarán hasta el matrimonio.

Todd se rascó el mentón.

—Bueno, no quiero saber nada de fornicios ni toqueteos bajo mi techo. Supongo que T. K. debería mantener una charla con Doug, y determinar así sus intenciones. Luego, imagino que sería hora de que Doug le pidiera permiso a Lon para casarse con su hija.

Mary sonrió.

—Sí, supongo que eso es lo que hace un joven según la tradición, ¿no? ¿Recuerdas tu conversación con el viejo cascarrabias del señor Krause?

—¿Estás de broma? Esa conversación con tu padre se me quedó grabada a fuego. —Con voz grave, Todd remedó al padre de Mary—: ¿Cuáles son exactamente tus intenciones, Todd?

Una mañana, a principios de agosto, mientras se vestían, Mary le dijo a Todd:

—Cariño, tengo algo que decirte. Tengo un retraso, y estos últimos días he sentido náuseas a menudo.

—Quieres... quieres decir que... —tartamudeó Todd.

—Sí, tú, semental hipersexualizado, me has dejado embarazada.

Sonriendo de oreja a oreja, Todd preguntó:

—¿No lo habrás hecho a pro...?

Mary frunció el ceño.

—No, claro que no. Pero, como ya informé a todos en el grupo, los condones no son la medida de control de la natalidad más eficiente. Debería haber insistido en que todas las mujeres se hicieran poner un capuchón cervical, ya que es lo más efectivo.

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