—Supongo que no habrás salido de casa. —No contestó a mi pregunta sin hacer antes la suya.
—No, claro que no. Todavía estoy aquí, sana y salva.
—Me parece bien. Quédate ahí. Y sí, me ocuparé de que investiguen eso.
—No es algo que el tipo en cuestión vaya a reconocer, después de haber engañado a su mujer. ¿Quieres que intente averiguar algo?
—No, no. No quiero que hagas nada. ¿Me entiendes? Deja que nosotros nos encarguemos de la investigación. Ya te han disparado una vez. ¿No te parece suficiente? —dijo, y colgó.
No se había mostrado demasiado emocionado con mi pista. Vale, le preocupaba que se me fuera a ocurrir alguna otra cosa, y a mí tampoco me volvía loca la idea de exponerme nuevamente al peligro. Pero podía seguir llamando a gente, ¿no? Si hablaba por el teléfono móvil, no había manera de averiguar dónde me encontraba. Las personas normales no solían tener precisamente capacidad logística para rastrear móviles.
Y si una no puede ganar una batalla, debe buscarse otra que sí pueda ganar.
D
espués se me ocurrió que los inspectores ya habían hablado con todos los miembros del personal de Cuerpos Colosales, así que Lynn ya les habría contado su teoría del hombre casado. En ese caso, ¿era posible que Wyatt hubiese dicho que lo investigarían porque no quería herir mis sentimientos? La sola idea me mortificaba.
Volví a llamar a Lynn.
—¿Lo que me dijiste a propósito de Nicole de que salía con hombres casados también se lo contaste a la policía?
—La verdad es que no —reconoció—. Para empezar, no sé nada concreto. Sólo pienso que era ese tipo de mujer. Lo que el inspector me preguntó es si sabía con quién se veía, en un plano romántico, por así decirlo. Y yo le dije que no porque no lo sabía. Él no estaba en plan de charlar y preguntar: oye, ¿es el tipo de persona que haría esto o lo otro? ¿Me entiendes? Pero después me puse a pensar y entonces recordé que Nicole siempre coqueteaba con los hombres casados en Cuerpos Colosales, y aunque se insinuaba a todos en general, había algo en su manera de acercarse a los casados. Tú la viste en acción y sabes de qué hablo.
Lo sabía perfectamente. Nicole siempre andaba
tocando
a la gente, ya fuera para enderezar el cuello de una camisa, dar una palmadita en el brazo o rodearles a los hombres la cintura cuando caminaba a su lado; siempre los tocaba. Los tíos no son tontos, y sabían perfectamente lo que Nicole les ofrecía. Puede que los listos se sintieran halagados, pero no mordían el anzuelo. Los que no eran tan listos, o más más bien poca cosa, respondían, de modo que se sabía perfectamente cuándo se producía un contacto fuera de Cuerpos Colosales. Ahora bien, una vez que dejaba a un tipo, siempre estaba dispuesta a pasar a otro.
—¿Alguna vez te fijaste si había alguien al que le prestara especial atención? —le pregunté a Lynn. En Cuerpos Colosales, yo estaba siempre ocupada con el trabajo del despacho, así que Lynn veía más que yo—. También sería estupendo si averiguaras de qué color es el coche que conduce.
—Deja que piense. Últimamente, no había nadie, porque la mayoría han sido nuestros clientes regulares y se portaban bien. Pero hace un par de meses vi a Nicole que salía del lavabo de los hombres. Tenía una cara de engreída que me dieron ganas de darle un par de bofetadas. Al cabo de unos minutos salió uno de los tíos, así que supuse que se lo habían estado haciendo dentro.
—¿Por qué no me lo contaste? —chillé—. La habría echado inmediatamente.
—¿Podías hacer eso? ¿Por hacérselo en los lavabos?
—Estaba en el lavabo de los hombres. Me sorprende que nadie más los viera.
—No creo que a ella le hubiera importado. Era probable que estuvieran en los retretes. Tal vez ella le estuviera haciendo una mamada, aunque ése tampoco era su estilo. Si me preguntas, te diría que era ella quien recibía pero no daba nada.
—¿Recuerdas el nombre del tipo?
—Así, de buenas a primeras, no. No venía muy a menudo y no creo que desde entonces haya vuelto. No era uno de los regulares. Pagó por un mes y vino a hacer ejercicios un par de veces. Después, no renovó. Pero reconocería su nombre si lo viera. ¿Tienes una carpeta aparte para la gente que no renueva?
—En papel, no. Tiene que estar en el ordenador. ¿Tienes algún plan para el resto del día? Voy a llamar a la poli (mi poli, concretamente) y puede que te llamen para verte en Cuerpos Colosales y revisar los archivos del ordenador.
—No, estaré por aquí. Si no estoy, puedes encontrarme en el móvil.
—De acuerdo. Volveré a llamarte.
—Eso sonaba interesante —dijo la señora Bloodsworth, y en el brillo de sus ojos verdes se adivinaba su interés. No se molestó en disculparse por haber escuchado una conversación ajena. Al fin y al cabo, estábamos en la misma sala.
—Eso espero. Ahora, si Wyatt no vuelve a colgarme…
—¿Te ha colgado? —me preguntó. Ahora los ojos verdes echaban chispas—. Yo le he enseñado mejores modales. Deja que le diga un par de cosas.
—Oh, no. No haga eso. Pensándolo bien, será mejor que no vuelva a llamarlo. Simplemente llamaré al inspector MacInnes. —Encontré la tarjeta del inspector y marqué su número.
Cuando contestó, lo saludé alegremente.
—Hola, soy Blair Mallory…
—Eh, un momento, señorita Mallory. Llamaré al teniente…
—No, no se moleste, hablaré con usted. Lo que pasa es que acabo de hablar con mi asistente en el despacho, Lynn Hill, para que me reemplace en Cuerpos Colosales cuando vuelvan a abrir mañana… Supongo que podrá abrir mañana, ¿no? ¿Han sacado todas esas horribles cintas amarillas?
—Espere, deje que lo pregunte…
—No importa. Ya lo averiguaré más tarde. En cualquier caso, Lynn me contó que creía que Nicole tenía una especie de debilidad por los hombres casados. Ya me entiende… el desafío, quitarle algo a otra mujer. Lynn me dijo que no se lo mencionó al inspector que la interrogó porque en ese momento no pensó en ello. Pero después empezó a darle vueltas a todo el asunto y cree que es muy probable, debido al comportamiento de Nicole.
—Eh… —Intentó volver a interrumpirme pero no le di la oportunidad.
—Lynn y yo hablábamos de posibles historias y ella me contó que hace un par de meses sorprendió a Nicole y a ese tipo en los lavabos haciendo, digamos, haciéndoselo. No recuerda el nombre del tipo porque sólo vino a Cuerpos Colosales un par de veces y no ha vuelto. Pero dice que está segura que reconocerá el nombre cuando lo vea. Si usted quiere, puede encontrarse con ella en el despacho de Cuerpos Colosales y revisar los archivos de los clientes que no han renovado su inscripción. ¿Me sigue en todo esto que le cuento?
—Sí —dijo, y sonaba mucho más interesado y atento a lo que le decía.
—Vale. Es algo por donde empezar. Puede que ese tipo en concreto no tenga nada que ver, pero saber que le gustaban los hombres casados le da un nuevo giro al asunto, ¿no cree?
—Claro que sí. —Ahora parecía casi entusiasmado.
—Por si no tiene el número de Lynn, se lo dicto —le dije—. Está esperando su llamada. Y si no está en su casa, éste es el número de su móvil. —También se lo dicté, y luego dije, con voz cantarína—: Que tenga un buen día, Inspector. —Y colgué después de escuchar su saludo automático.
—Estoy impresionada —dijo la señora Bloodsworth, sonriendo de oreja a oreja—. Haces una buena imitación de una rubia frívola, pero le dabas tanta información y tan rápido que es probable que ni siquiera haya podido anotarla.
—Entonces me devolverá la llamada —dije, con gesto despreocupado—. O alguien llamará.
Alguien llamó, desde luego, al cabo de cinco minutos. Y estaba muy cabreado.
—Si tienes alguna información acerca del caso, llámame a mí, no a uno de mis hombres —dijo, muy seco.
—¿No serás tú el que me ha colgado dos veces el teléfono? No me imagino llamándote a ti bajo ninguna circunstancia, por ningún motivo.
Un silencio portentoso como en el Gran Cañón se hizo entre nosotros. Y luego él farfulló:
—Joder. —Lo dijo como si acabara de darse cuenta de que tendría que tragarse su orgullo y pedir perdón porque, de eso no cabía duda, su actitud había sido muy ruda. Y no era sólo eso, porque sabía que yo estaba con la madre que le había enseñado modales más finos. Aquella no era más que una pequeña batalla, pero él había sufrido un ataque por los flancos y tenía una brecha abierta, lo cual me procuraba una enorme satisfacción.
Al final, suspiró ruidosamente.
—Lo siento. No volveré a colgarte nunca más. Lo prometo.
—Disculpas aceptadas —dije, con voz enérgica—. Ahora, quisiera saber si Lynn podrá abrir Cuerpos Colosales mañana. —No tenía demasiado sentido golpear a un hombre caído, ¿no creéis? Ya había ganado, y ahora tenía que comportarme como una persona adulta y seguir adelante.
—Estoy seguro de que abrirá. Hay un noventa por ciento de probabilidades.
—Vale. ¿Mi coche sigue aparcado en el mismo sitio?
—No. Esta mañana saqué las llaves de tu bolso y ordené que te lo llevaran a tu casa. Ahí lo tienes, sano y salvo.
—¿Cuándo cogiste las llaves? —le pregunté, curiosa, porque no lo había visto.
—Anoche. Estabas completamente dormida.
—Supongo que todo estaba en orden en casa, nada de disparos en las ventanas ni nada por el estilo.
—El agente lo comprobó todo, y ha dicho que todo seguía cerrado, las ventanas también y que no había agujeros de disparos, por lo que pudo ver.
—¿Saltó la verja para comprobar la puerta ventana de atrás?
—Dijo que comprobó todas las puertas. Deja que lo llame y le pregunte por esa puerta en concreto. —Dejó el teléfono y volvió al cabo de un minuto—. Simmons me acaba de decir que no tuvo que saltar la verja. Abrió la puerta y entró.
Sentí que un escalofrío me recorría la espalda.
—Siempre dejo la puerta cerrada —dije, y apreté el auricular con fuerza—. Sé que estaba cerrada.
—Mierda. Haré que alguien vuelva inmediatamente. Tú espera.
—Como si pudiera hacer alguna otra cosa —dije, irónica. Nos despedimos muy amablemente, de modo que ninguno de los dos podía acusar al otro de haber colgado. A continuación, se lo conté todo a la señora Bloodsworth.
Fue entonces que me acordé de Siana. Se suponía que esa mañana iría a mi casa a buscar algo de ropa. ¿Qué pasaría si por alguna horrible coincidencia iba a mi casa y se encontraba con quien fuera que hubiera abierto la puerta de la verja (que sólo se podría abrir desde el interior)? Siana era rubia. Era un poco más alta que yo, pero eso el asesino de Nicole no lo sabría. Ella tenía su propio juego de llaves de mi casa, en caso de que yo perdiera las mías.
Siana podría haber ido a cualquier hora a recoger mi ropa. Temprano por la mañana, a la hora de la comida, o quizás esperaría a acabar la jornada de trabajo, aunque yo sospechaba que no tardaría tanto, porque tenía que encontrarse con Wyatt en algún sitio para darle el bolso, y a veces trabajaba hasta las ocho o las nueve de la noche.
—¿Qué pasa? —me preguntó la señora Bloodsworth cuando se percató de mi expresión.
—Mi hermana —dije, con voz apagada—. Se suponía que tenía que llenar una bolsa con mi de ropa y entregársela a Wyatt. Él no lo ha mencionado, así que quizá la podrían…
La podrían haber confundido conmigo. Ay, Dios mío.
Recé como nunca había rezado en mi vida, y después volví a llamar a Wyatt. Parecía cansado cuando contestó.
—Se suponía que Siana iba a ir a mi casa a recoger algo de ropa —le dije rápidamente—. ¿Has sabido algo de ella durante el día?
—Cálmate —dijo, y su voz ahora sonó más tranquilizadora—. Se encuentra bien. Trajo la bolsa esta mañana.
—Gracias a Dios. Dios mío. —Las lágrimas me quemaban los ojos—. Me acabo de dar cuenta… Ella es rubia, y es más o menos de mi altura. El asesino no sabría ver la diferencia. —Me horrorizaba no haber pensado en eso antes y, a juzgar por la palabrota que Wyatt farfulló, me di cuenta de que él tampoco había pensado en lo de nuestro parecido, al menos no en ese contexto. La gente que nos conocía jamás nos habría confundido porque no nos parecemos tanto, pero superficialmente, para un observador cualquiera…
—¿Es posible que Siana haya abierto la puerta? —me preguntó Wyatt, que era poli.
Me sequé las lágrimas.
—La llamaré y se lo preguntaré, pero no veo por qué haría una cosa así.
—Ya la llamaré yo. Hay otras preguntas que quiero hacerle. También tengo una pregunta para ti. ¿Activaste el sistema de alarma?
Iba a decir automáticamente que sí, por supuesto, pero guardé silencio cuando de pronto recordé la última vez que había estado en casa, el viernes, esperando que viniera a recogerme el coche de la agencia de alquiler. Esperé en la puerta y, cuando vi llegar al hombre, cerré la puerta con llave. Recordaba muy bien haber cerrado la puerta con llave, pero no recordaba haber activado la alarma.
—No la activé —dije, finalmente—. A menos que Siana lo haya hecho esta mañana al salir. Tiene el código.
—De acuerdo. Ya hablaré con ella. Conserva la calma y, si hay suerte, te pasaré a buscar en un par de horas. ¿Te parece bien?
—Me parece bien. —Me alegré de que no me hubiera lanzado algún sermón por haberme olvidado de activar el sistema de alarma. ¿En qué diablos estaría pensando? Sí, claro, en la playa. Tenía prisa por salir.
El asesino podría haber entrado en cualquier momento durante el fin de semana, y se podría haber instalado cómodamente a esperar que yo volviera a casa. Pero no lo había hecho. Quizás había estado vigilando mi casa y, puesto que mi coche no estaba, llegaría a la conclusión de que me había ido a casa de alguien. Pero si hubiera vuelto a Cuerpos Colosales habría visto mi coche y entonces decidido que ése era el mejor lugar para esperarme porque seguramente tendría que volver a por él.