Microsiervos (14 page)

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Authors: Douglas Coupland

BOOK: Microsiervos
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Más adelante en la 1-5, en las afueras de un barrio suburbano de Eugene, Oregón, hemos visto junto a la autopista un montón de casas en venta de las que colgaba un cartel que rezumaba desesperación: «SI VIVIERA AQUÍ, YA ESTARÍA EN CASA.» Karla ha hecho sonar la bocina y ha empezado a hacer señales por la ventanilla del microbús señalándonos el cartel. Humor de convoy.

Hemos instaurado la regla de tocar la bocina cada vez que viéramos un animal muerto en el arcén, y casi las quemamos.

En la televisión de un bar hemos visto que, en Arizona, los ocho hombres y mujeres de Biosfera 2 habían salido al mundo real tras pasar dos años en un medio herméticamente sellado, autorreferencial y autosuficiente. Los he comprendido perfectamente. Y llevaban uniformes como los de
Star Trek
.

Hemos intercambiado los coches, y he conducido un rato el microbús de Karla, pero me volvía loco la olla Panasonic para cocer arroz rellena de casetes que no dejaban de vibrar en la parte de atrás. Estaba demasiado metida entre los bártulos para sacarla, así que en los alrededores de Klamath Falls hemos vuelto a intercambiar los coches.

Hemos cruzado la frontera de California y hemos comido en un café. Nos hemos puesto a hablar del acelerado ritmo del cambio social. Karla ha dicho: «Vivimos en una época sin precedentes históricos; vamos, que la historia ya no es una herramienta útil para comprender los cambios actuales. No puedes mirar, por ejemplo, la guerra de 1709 (me estoy inventando la fecha, pero seguro que hubo una guerra en 1709) y establecer paralelismos con el presente. No tenían Federal Express, mensáfonos, números telefónicos gratuitos ni operaciones para colocar prótesis de cadera, ni siquiera tenían una imagen mental de todo el planeta.»

Ha sorbido su batido. «Se están barajando las cartas; se están inventando nuevos juegos. En realidad, ahora nos dirigimos a la verdadera fábrica de naipes.»

¡Psicosis! Estábamos comentando la nueva imagen de Susan en el café cuando le he contado a Karla la frase que le había dicho a Susan su madre cuando era pequeña. Le dijo que tenía un CI altísimo, de manera que nunca podría fingir de mayor que era tonta; por eso Susan nunca fingió estupidez, nunca tuvo miedo de las ciencias ni de las matemáticas. Quizás ésta sea la raíz de toda su transformación en basilisco.

Al oír eso, Karla se ha puesto frenética. Resulta que sus padres siempre le dijeron que era tonta. Todo cuanto Karla había conseguido en la vida —sus títulos y su capacidad para trabajar con números y programas informáticos— había chocado con una muralla levantada por sus padres: «¿Por qué quieres llenarte la cabeza con esas cosas? Eso déjaselo a tu hermano Karl.»

«Karl es agradable, y nos llevamos bien —ha dicho Karla—, pero está en pleno centro de la campana de

Gauss. Mis padres lo han vuelto loco con su esperanza de que se convirtiera en físico de partículas. Y todo lo que él quiere es dirigir un 7-Eleven y ver partidos de fútbol. Siempre se han negado a aceptarnos tal como somos.»

Karla estaba lanzada.

«Por ejemplo, una vez fui a su casa y el teléfono estaba estropeado, así que empecé a arreglarlo, y mi padre me lo quitó diciendo: "Ya le echará Karl un vistazo", y Karl sólo quería ver la televisión y no sería capaz de arreglar un teléfono aunque el aparato le escupiera, así que empecé a gritarle a mi padre, y Karl también se puso a gritarle, y entonces acudió mi madre e intentó arrastrarme hasta la cocina para hablar de "cosas de mujeres". Recetasdepasteldecarnedemierda.»

Karla echaba chispas. No consigue perdonar a sus padres por intentar lavarle el cerebro y convencerla para siempre de que era tonta.

Más tarde, nos hemos sentido demasiado agotados para seguir conduciendo, así que hemos parado en un Days Inn en Yreka. Durante la pausa
shiatsu
previa a la hora de dormir, nos hemos puesto a hablar de
Spy vs. Spy
, aquellas viejas historietas de la revista
Mad
, de cómo uno se decantaba la primera vez que las leía por el Spy negro o por el Spy blanco y de cómo seguía votando decididamente por el color elegido durante el resto de su período de lectura de la revista.

Yo siempre voté por el Spy negro; Karla votó por el blanco. Una idiotez, pero ha habido un momento de verdadera tensión.

Karla lo ha roto. «Bueno, al menos es binario, ¿no?», ha dicho. Y yo: «Sí». Y ella: «¿Somos
geeks
o qué?»

(Insértese aquí un masaje en el pie.)

Más tarde, Karla ha vuelto a hablarme. «Hay más cosas, Dan. Acerca de lo de la estupidez. De lo de la insolación.»

No me ha sorprendido oírlo. «Me lo imaginaba. Bueno... ¿Quieres contármelo?»

Las estrellas al otro lado de la ventana tenían algo de cremoso, y no habría sabido decir si estaba viendo nubes o la Vía Láctea.

«Hubo una razón que hizo que volviera a casa hace unos años... cuando lo de la insolación.»

«¿Sí?»

«Te lo diré de otro modo. ¿Te acuerdas de cuando me compraste en Microsoft un rollito de pepino...? ¿Así, por la cara?»

«Me acuerdo.»

«Bueno... —me ha besado una ceja— que yo recuerde, es la primera vez que he deseado de verdad comer alguna cosa en algo así como diez años. —Yo estaba inmóvil. Ella ha continuado hablando—. Por aquel entonces, cuando me pasó lo de la insolación, llevaba mucho tiempo sin comer y pesaba tanto como una figurita de latón. El cuerpo se me estaba empezando a morir por dentro, y mis padres temían que me hubiera pasado, y creo que incluso yo me asusté. Te parezco delgada ahora, tío, pero tenías que haberme visto, bueno, no podrás porque destruí todas las fotos... todas las fotos en las que salía durante mi "fase", como lo llaman mis padres.»

Estaba en posición fetal y yo tenía la mano izquierda bajo sus pies y la derecha sobre su cabeza. La he apretado contra mi estómago y he dicho: «Ahora eres mi niña: eres mil diamantes, un puñado de anillos de enamorados... tiza para un millón de partidas de tejo.»

«No quería hacer lo que estaba haciendo, Dan.

Sucedió así. Mi cuerpo era el único medio a través del cual podía transmitir mi mensaje, y era un mal mensaje. Me destrocé. Al final, fue el trabajo lo que me salvó la vida, pero luego el trabajo se convirtió en mi vida; técnicamente estaba viva, pero no tenía vida propia. Y estaba asustadísima. Pensaba que el trabajo sería lo único que habría siempre. Ah, fui tan mezquina con todos, pero es que estaba asustadísima. Mis padres no querían aceptar lo que me pasaba. Los veo y se me quitan las ganas de comer. No me puedo permitir verlos.»

He colocado el antebrazo en sus corvas y la he acercado a mí cuanto he podido. Su cuello descansaba en mi otro brazo. He subido las mantas para taparnos, y su aliento era cálido y diminuto, en pequeñas ráfagas, como sobrecitos de NutraSweet.

«Hay tantas cosas que quiero plvidar, Dan. Pensaba que iba a ser un archivo de SÓLO LECTURA. Nunca pensé que sería... interactiva.»

Le he dicho: «No te preocupes, Karla, porque de todas maneras al final lo olvidamos todo. Somos humanos, máquinas de amnesia.»

Es tarde y Karla está durmiendo y tiene un tono azulado por la luz del PowerBook.

Pienso en ella mientras tecleo estas palabras, mi pobre muchachita que creció en una pequeña ciudad con una familia que no hizo nada para animarla a que utilizara su maravilloso cerebro, que frustró sus intentos de ser inteligente: un ser tan frágil que se ha abierto paso en el mundo del único modo que conocía, por medio de los números y las líneas de código con la esperanza de poder encontrar a partir de ahí sensación y expresión. He sentido una sacudida de energía y una sensación de honor por permitírseme la entrada en su mundo, por estar con un alma tan hambrienta, poderosa y necesitada de abrirse camino en el universo. Quiero alimentarla. Quiero...

Hay una palabra que se usa en informática cuando uno intenta trasvasar completamente algo a otro sistema operativo y los resultados no son siempre los deseados: «reutilizar». Un ejemplo sería: «Los consumidores no lo saben todavía, pero Microsoft va a reutilizar gran parte de la interfaz de Word para Windows en la versión 6.0 de Word para Mac, y hay rumores de que también la nueva versión de Mac funcionará tan lentamente como un glaciar, porque la interfaz no es demasiado intuitiva para el usuario de Mac.»

Digo esto porque creo que estoy a punto de reutilizarla, aunque no se me ocurre otro modo de expresar lo que siento.

De entrada, era divertido, pero después de que Karla me hablara más de ella y su familia, de sus problemas con la comida, algo que pertenece ya al pasado, nos hemos enfrascado en una discusión sobre lo que puede ser la cuestión decisiva: ¿Es nuestro universo, en última instancia, digital o analógico?

Tras eso, como he dicho, Karla se ha dormido, pero yo no he podido. Nada nuevo.

Me he acordado de una cosa que Antonella de Nintendo me dijo una vez, al recordar su trabajo en una guardería, acerca de contar cuentos a los niños, de cómo las historias que les gustaban más eran aquellas en que los personajes viajaban a remotos planetas entre grandes explosiones y lo dejaban todo atrás para empezar un nuevo mundo.

Y luego me he acordado de un programa para escribir libros del que me había hablado mi madre y que le habían hablado a ella en la biblioteca. El truco de escribir libros es establecer rápidamente al principio qué es lo que quieren los personajes.

Sin embargo, creo que los libros que de verdad me gustan son aquellos en que los personajes sólo se dan cuenta al final de lo que siempre han deseado en secreto sin saberlo. Y a lo mejor así es la vida.

En fin, ya he reutilizado. Buenas noches, pequeño PowerBook; mi mundo está a punto de acabar por hoy, como también el universo —ya sea digital o analógico—, con el sueño.

Ordenador Personal

Estrellas

vasos envueltos en pañuelos de papel

arborita quemada

teléfonos de disco

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3
Internalidad
Sábado
Varias semanas más tarde

Nos hemos tomado varias horas libres para ir a una barbacoa de Halloween en la elegante casa del barrio de San Carlos del presidente y jefe ejecutivo de Oop!, Ethan, el señor «¡A producir!».

También asistía un grupo de trabajadores de Apple, cuya «contratabilidad» Ethan está sondeando.

La velada ha sido un típico encuentro geek, y la conversación se ha mantenido dentro de las líneas convencionales: el juicio de los hermanos Menéndez, la aviación civil y militar y cotilleos sobre contratos/despidos. Sin embargo, la atmósfera también ha estado teñida de una melancolía atípica: los chistes se han mezclado con historias de tragedias fiscales. En Apple, la gente intenta que la despidan para conseguir la indemnización; todo el mundo intenta ser lo más inútil posible. Es sorprendente, de verdad. Y tienen miedo de que el PowerPC vaya a ser un fracaso absoluto, están preocupados por el Newton y les asusta una posible fusión con Motorola o IBM que les haga perder la identidad... Dios mío, según parece, tienen un montón de preocupaciones.

«Es todo tan... antiprogramador —ha dicho Todd, disfrazado de Atlas (traje de baño Speedo de cuerpo entero con un globo atado al hombro. Fanfarrón)—. Es el polo opuesto a Microsoft. A nosotros nos han educado con otra idea de Apple.»

«Hombre, para que veas lo que pasa cuando no hay un Bill que maneje el látigo —ha dicho Ethan, disfrazado de "Dinero": la cara pintada de verde y una peluca George Washington del mismo color (que era, en realidad, una peluca Marilyn Monroe de alquiler a la que le habían dado unas rociadas de pulverizador verde)—. Sin alguien carismático al timón, pasas directamente a la historia.»

Todos hemos coincidido con desaliento en que Apple tiene algo de deprimente. No es en absoluto lo que esperábamos, pero nos esforzamos valientemente por Mantener la Fe. Estamos intentando encontrar a alguien que nos lleve a dar una vuelta por el campus de Apple.

Nadie manda en el Valle.

No hay Bills.

Es una anarquía blanda. Uno tarda un poco en acostumbrarse.

Ethan, el presidente de
Oop!
, tiene algo de maligno; bueno... de maligno con gracia. ¿Adulador? A lo mejor ésa es la palabra adecuada. Tiene unos dientes muy blancos y va siempre vestido de modo impecable; es lo que Karla llama un
«nerd
asesino». Por alguna razón, me hace mucho caso y no para de darme toda clase de información en plan confidente. No estoy seguro de si sentirme halagado o si acudir a un exorcista.

Karla, sentada junto a una antorcha encendida clavada en el suelo, bajo un naranjo, me ha dicho: «¿Sabes qué?, Ethan ha sido millonario y lo han declarado ya insolvente tres veces... y sólo tiene 33 años. Por aquí hay montones de tipos así. Son inmunes al dinero. Están convencidos de que cae del cielo, como la lluvia.»

Mientras descodificábamos la existencia de Ethan, nos íbamos quitando restos de hierba de nuestros disfraces de gamberros de
La naranja mecánica
. He dicho: «Hay algo en Ethan que, sin ser un oxímoron, resulta un poco contradictorio... como un camión de 18 ruedas con un rótulo de
Neutrogena
pintado en el lado... no puedo explicarlo. Todo el Valle del Silicio es un oxímoron:
geek
, rico y a la última. No sé si Ethan me gusta... De lo que no cabe duda es de que no es uno de los nuestros. Es un arquetipo diferente.»

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