Más respeto, que soy tu madre (26 page)

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Authors: Hernán Casciari

Tags: #Humor

BOOK: Más respeto, que soy tu madre
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El Zacarías descubre al Zacarías

Todavía me tiemblan las piernas… Una cosa es saber que el Nacho va a ser papá y otra ver una ecografía; un perfil, unas manitas. Y sobre todo, saber lo que acabo de saber… ¡Es un varón! Por fin se le ha visto el pitorro a la criatura. Se nota que es un sexo pequeñito, porque está muy escondido: así que es de esta familia, no hay duda.

Cuando vi la ecografía casi me desmayo. Primero pensé: «Se parece al Toño», por el tamaño. Pero enseguida le recorrí el perfil con el dedo y es clavado a mi padre. Me vino una emoción muy rara, como una alegría del futuro, y sobre todo unos deseos incontrolados de abrazar a mi hijo, esa impotencia que se me atora en la garganta.

«Vas a ser abuela, ¿entiendes eso? ¡Abuela!» Mi propia voz, como en un susurro, salía sola. Me hablaba a mí misma, con el corazón desbocado, mientras leía cada palabra del e-mail del Nacho. Qué idiota: hace cuatro meses que lo sé, pero ver a mi nieto allí, como en un negativo pero tan nítido, y saber su nombre y su apellido, es como haber entendido las cosas por primera vez: «Abuela». Voy a escuchar esa palabra hasta que me muera dicha por él, y, al revés de lo que pensé siempre, me voy a sentir mejor que nunca.

El Toño y la Sofi estaban mirando la tele. El Zacarías tomaba una cerveza en la galería, mirando la Eurocopa solo (el Nonno no la mira desde que eliminaron a Italia). Y yo no sabía cómo empezar, ni qué decirles.

Imprimí la ecografía —¡qué bestialidad la cantidad de tinta que gasta una ecografía, habría que inventar algo para que no sean tan negras!— y me fui a mostrársela. Uno por uno. Para que vieran. Para que supieran quién iba a venir a este mundo dentro de dos meses y medio.

—¿Y esto qué es? —me dice el Toño cuando ve la impresión—. Parece la foto de un bombardeo nocturno.

—Tu sobrino —le digo, sonriendo.

La Sofi se acerca, con la nariz arrugada.

—¿Qué sobrino? —dice la nena.

—El hijo del Nacho, gilipollas, ¿quién va a ser? —le explico—. Éste es el perfil, ¿veis? Éstas son las manos. ¿Veis las manos, los deditos?

Se quedaron los dos petrificados. La Sofi medio empezó a moquear y el niño se hacía el macho pero se notaba que por dentro le corría un escalofrío.

—¿Cuánto mide? —pregunta el Toño.

—Así —le hago con los dedos, para que entienda.

—¿Y yo a esa edad cuánto medía?

—¿Tú? ¡Mucho menos! —le digo—. A ti la máquina te divisó a los ocho meses. Con decirte que nos pensábamos que eras un tumor… Si hasta estuvimos a punto de extirparte.

—Igual medio tumor eres, por lo maligno —mete cizaña la Sofi, pero el Toño esta vez no responde.

—¡Gracias a Dios que a éste lo capta la máquina: va a ser normal! —se alegra el tío Toño, que tiene el estigma de su altura grabado a fuego.

Dejé a los críos ante la pantalla, para que pudieran mirar la primera foto del sobrino con más nitidez y me fui a la galería. El Zacarías estaba cabreado, porque no le gustan los cero a cero.

—¿Estás ocupado? —le digo.

—¡Ojála! Pero esto es un bodrio. Los franceses jugando al fútbol son una mierda. ¡Cómo se nota que les faltan los brasileños para generar espectáculo, Dios me libre!

—Mira —le digo, y le pongo la ecografía en la cara.

—Sí, sí, ya lo sé —me dice—. Está cada vez peor esa impresora. Ayer quise imprimir la foto de una señora follando con un perro y también me apareció toda borrosa. Hay que comprar otra, pero ahora no, que estamos justos.

—¡No, pánfilo! Mira bien —y le acerco las gafas—. Es una ecografía.

El Zaca se pone las gafas de ver de cerca en la puntita de la nariz, como los cajeros del banco, y escudriña la foto.

—Es tu nieto —le digo, con la sonrisa de oreja a oreja, esperando su reacción.

—Mira qué bien —me dice—. ¿Te la ha enviado el Nacho?

—Sí. ¿Le ves el perfil y las manitas?

—Un poco borroso, sí —me dice, sin énfasis, y con un ojo en el partido de la tele—. Igual mucho no se entiende.

—¿Tú tienes sangre en las venas, o te rellenaron de alpiste? —me enfado—. ¡Es tu nieto, la primera foto de tu nieto!

—No me grites, mujer. Es que no se ve casi nada. Yo también estoy contento, pero mirar un manchón de tinta no me pone más contento. ¿Tú qué quieres, un marido en serio o un maricón? ¿Qué buscas, que llore? Lloro, no hay problema; pero después de los penaltis.

Me quedo un rato callada. Mirándolo. A veces me dan ganas de matarlo. Pero escojo la calma. Escojo soltarle más datos. A ver si se despierta.

—Zacarías —le digo.

—Qué hay.

—Estoy diciendo en voz alta el nombre de tu nieto: «Zacarías». —Hago una pausa, se me llenan los ojos de lágrimas—: Tu nieto se llamará Zacarías.

Entonces, como por arte de magia, los ojos del Zaca enfocan la vida real y me mira. Con la boca abierta, me mira.

—El Nacho ya eligió nombre: Zacarías —le subrayo, y le muestro otra vez la ecografía—. ¿Lo ves? Es éste. Aquí está el perfil, y éstas son las manitas. ¿Ves los dedos?

El labio de abajo le empieza a temblar. Coge la ecografía con las dos manos, como si fuera algo que si se cae se rompe, y la mira de nuevo. No quiere llorar: «Es de sarasas», lo dice siempre.

—¿Le ha puesto mi nombre? —me dice, con la voz quebrada.

—Zacarías.

Esta vez los machos que viven dentro de su armazón están todos haciendo pucheros. No hay nada en el mundo que lo salve. Zacarías senior mira la foto de Zacarías junior. Y llora. Me mira a mí y llora. Vuelve a mirar el papel y llora. Toca con un dedo tembloroso el perfil de su nieto y ya no hay retorno. El pánfilo ya es una catarata silenciosa: es un hombre sensible. Y esta vez, feliz de su propio llanto, no esconde las lágrimas. Me las muestra, como tiene que ser.

Mientras pasa todo esto, la pantalla de la tele, sin ningún espectador en nuestra casa, muestra cómo los de Grecia eliminan a los de Francia. Pero el Zacarías (el mayor de los dos que habitan este mundo) no lo va a saber nunca, porque está llorando.

Hernán Casciari
( Mercedes, Provincia de Buenos Aires, 16 de marzo de 1971)

Se le conoce por su trabajo por la unión entre literatura y weblog, destacado en la
blogonovela
. Recibió el 1º Premio de Novela en la Bienal de Arte de Buenos Aires (1991), con la obra 'Subir de espaldas la vida', y el premio Juan Rulfo (París, 1998), con
"Nosotros lavamos nuestra ropa sucia"
. Desde el año 2000 está radicado en Barcelona. En Argentina había trabajado como jefe de redacción de la revista
La Ventana
, columnista en el
Semanario Protagonistas
y director del periódico
El Domingo
.

Su obra más conocida en la red, Weblog de una mujer gorda (ganadora del concurso de weblogs de la cadena alemana Deutsche Welle), ha sido editada en papel, con el título
Más respeto, que soy tu madre
(Plaza & Janés). También fue el artífice de
"El diario de Letizia Ortiz"
, contando los primeros meses de la vida de Letizia Ortiz en primera persona desde el anuncio de su compromiso con el heredero de la Corona de España.

A fines del mes de septiembre de 2006 se publicó en la Argentina y otros países de habla hispana su novela
"Diario de una mujer gorda"
, por parte de Editorial Sudamericana. En septiembre de 2007 publicó su segundo libro,
"España, perdiste"
, editado bajo el sello Plaza & Janés.

En 2007 inicia un nuevo blog sobre series de televisión en la edición digital del diario
El País
. Y en el 2008 empieza a colaborar semanalmente en el suplemento
EP
3, de
El País
, y en el periódico argentino
La Nación.

El año 2010 renuncia a ambos periódicos por razones personales y comienza el proyecto de una revista trimestral, llamada
Orsai
, de distribución mundial, carente de publicidad. Dicha revista se vende a un precio equivalente a quince de los periódicos de mayor circulación del país donde se adquiera. Para la primera edición, que apareció en enero del 2011, vendió 10.080 ejemplares.

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