Authors: David Brin
La lógica del tipo «causa y efecto» estaba, sin embargo, un poco menos elaborada que la del primal, sin duda porque los kiqui poseían manos capaces de manejar herramientas.
:?: Mira, somos buenos cazadores cazadores cazados bien
:?: Cuidado, Cuidado, Oportunista
:?: Comer, COMER bien, comeremos no ser comido ¡No!
:?: Morir fuera del agua, no dentro...
Juzgadas sólo por sus actitudes semánticas, aquellas criaturas parecían bastante menos aptas para la elevación que los primitivos delfines de la Tierra. Sin embargo, al observar su capacidad para usar herramientas, podía llegarse a una opinión contraria.
Por supuesto, el hecho de que tuvieran manos significaba que los kiqui nunca llegarían a ser poetas realmente buenos. Pese a ello, algunas de sus acostumbradas fanfarrias poseían cierto encanto.
Sah'ot notó que las correas del arnés le irritaban la piel mientras subía a respirar. A pesar de su ligereza y de su perfil hidrodinámico, le hubiera gustado prescindir de aquel maldito equipo.
Pero aquellas aguas eran peligrosas y podía necesitar tal protección. También Keepiru debía encontrarse por allí cerca, un poco apartado como le habían pedido, pero sin duda vigilando. No habría titubeado en morder a Sah'ot en la aleta dorsal, y hasta en el espinazo, si le hubiera pillado sin arnés.
A diferencia de los ultratecnificados fines de la tripulación del Streaker, Sah'ot se sentía incómodo con aquellos aparatos. Los ordenadores no le molestaban, algunos de ellos podían hablar y ayudaban a comunicarse con otras razas, pero los útiles para desplazarse, modelar objetos o matar le parecían antinaturales, y le hubiera gustado poder prescindir de ellos.
Odiaba los dos diminutos «de-dos» protuberantes del extremo de sus aletas pectorales, los cuales, según se decía, llegarían a convertirse un día en las manos de los de su especie. Eran antiestéticos. Se lamentaba de las modificaciones realizadas en los pulmones de los delfines para hacerlos más resistentes a las enfermedades de tierra firme, y también de la adaptación de algunos de sus órganos al oxiagua. Los cetáceos naturales no necesitaban tales mutaciones. Los delfines
stenos bredanensis
y
tursiops truncatus
que no habían sido manipulados por los genetistas podían superar en cualquier circunstancia a los «
amicus
».
Dudaba con respecto al aumento de capacidad visual conseguida a expensas de una materia gris que en otro tiempo se utilizaba para emitir los sonidos.
Una vez más, Sah'ot subió a respirar a la superficie. Volvió a sumergirse rápidamente para no perder de vista a los aborígenes.
Su propio linaje representaba una tendencia que daba, más importancia a las capacidades lingüísticas que al uso de herramientas. Aquello le parecía una extensión adecuada a la naturaleza delfiniana que todas las historias de las naves espaciales que pretendían convertirlos en astronautas y técnicos.
Aquélla fue una de las razones por las que no quiso subir a bordo de la patrullera cuando ésta se dirigió a explorar la flota abandonada. Aunque hubiera en aquellas naves alguien o algo con quien hablar, de lo cual no había evidencia, tampoco hubiera querido investigar teniendo como único soporte una pandilla de pupilos ineptos. Que el Streaker tratara de entendérselas con la flota abandonada era algo que hacía recordar a un grupo de niños jugando con una bomba sin desactivar.
Su actitud había provocado el desprecio de los tripulantes, si bien la desastrosa pérdida de la canoa y de quienes la gobernaban le había dado la razón.
De todos modos, se repitió Sah'ot, su desprecio no le importaba. Era civil y, mientras cumpliera con su cometido, no tenía por qué dar ninguna disculpa.
Los chasquidos de desaprobación que oía debido al modo en que perseguía a Dennie Sudman tampoco le importaban. Desde antes de la elevación, los delfines se habían interesado por las hembras humanas. Es una tradición permanente, constató. Lo que era bueno para el viejo y descocado Flipper sería bueno para su descendiente pensante.
Una de las cosas que más detestaba en los esquemas ánglicos era la continua necesidad de autojustificarse. Los hombres no dejaban de preguntarse: «¿Por qué?».
¿Qué importancia tenía el porqué de las cosas? El humano se enfrentaba al Universo de diferentes modos. Cualquier cetáceo lo hubiera podido demostrar.
Los kiqui piaban excitados mientras nadaban hacia el extremo oriental de su isla, dispuestos a alzar a sus presas por una grieta a sotavento del acantilado.
Sah'ot se sintió barrido por un chorro de sonar. Era Keepiru que se acercaba, procedente del norte, para escoltarlo hasta el campamento de los terrestres.
Con un rápido movimiento, Sah'ot ascendió a la superficie y asomó la cabeza para echar un vistazo al nuevo día. El sol se elevaba por el este tras un banco de niebla y, desde allí, el viento llevaba a su paso un susurro de lluvia.
Un tinte de metal parecía manchar el aire, recordándole lo peligroso que era para ellos una permanencia prolongada en Kithrup.
Sin duda, Creideiki y sus «ingenieros» estaban preparando un plan para sacarles de aquella ratonera. Un plan que, con toda seguridad, contendría grandes dosis de audacia y estaría calculado al detalle... y que acabaría con las vidas de todos.
¿No era evidente que los neófitos en el juego de actuar y conquistar no podían superar a los galácticos que se habían dedicado a eso desde hacía eones?
Los humanos tenían su lealtad, sin duda, pero los conocía por lo que eran: unos lobeznos chapuceros que luchaban por sobrevivir en medio de una galaxia peligrosamente reaccionaria.
Un antiguo refrán delfiniano decía: «Todos los humanos son ingenieros, y todos los ingenieros son humanos». Muy divertido, pero falso por completo.
Keepiru irrumpió en la superficie. Sah'ot siguió respirando con tranquilidad condensando su exhalación y Convirtiéndola en un spray. Se tumbó para contemplar la salida del sol. La paciencia de Keepiru llegó a su límite.
—Ya esss de día, Sah'ot. No deberíamos seguir aquí. Tenemos que informar y me gustaría poder comer y dormir un poco.
Sah'ot adoptó el papel de sabio distraído. Se sobresaltó como si le sacara de pensamientos más profundos de lo que Keepiru podría nunca comprender.
—¿Qué pasa? ¡Ah, sí! Por supuesto, piloto. Tengo que entregar el informe de unos datos del máximo interés, ¿sabes? Creo que he descubierto el secreto de su lenguaje.
—¡Qué bien! —La respuesta de Keepiru fue semánticamente ánglica y fonémicamente un graznido. Se sumerjo para dirigirse hacia la entrada de la cueva.
Sah'ot se estremeció ante el sarcasmo del piloto. Pero persistió en su actitud.
Tal vez tenga tiempo para componer unas cuantas sugestivas quintillas para intercalar en el informe a Dennie, pensó. ¡Qué lástima que permanezca en la orilla y nunca quiera reunirse conmigo en el agua! Quizás hoy lo haga.
Mientras seguía a Keepiru hacia la oscuridad nocturna que tenía bajo él, compuso los primeros poemas sucios.
Cuando llegaron a la base de lo que había sido el árbol taladrador, iluminada ahora por una pequeña bombilla de fósforo, Sah'ot observó que alguien había retirado del pasaje los dos trineos, amarrados ahora en la cueva inferior. Pero se suponía que en la charca debía haber siempre un trineo, como mínimo, por si Dennie y Toshio necesitaban escapar a toda prisa.
Otros dos trineos flotaban en la charca superior. Sah'ot comprendió que alguien de la nave habría llegado durante la noche.
Toshio y Dennie estaban en la orilla, hablando con Keepiru. Sah'ot miró a Dennie especulativamente, pero prefirió no forzar las cosas.
Esta noche, pensó, intentaré que se reúna conmigo en el agua. Buscaré un pretexto, quizás algo relacionado con las raíces del árbol taladrador. Es probable que no funcione, pero será divertido intentarlo.
Agitando la cola, Sah'ot subió de un salto para observar el claro situado junto a la charca. Se preguntaba quién habría podido llegar del Streaker.
Hacia el sur, la espesa maleza se separó dando paso a dos humanos, un macho y una hembra, que se aproximaban a la charca.
Gillian Baskin se arrodilló junto a la orilla y silbó una bienvenida en ternario.
Keepiru el constante,
Firme como un arrecife
Desafiador de orcos.
Sah'ot el camaleón
Siempre adaptable,
Siempre tan parecido al hombre.
Bajo la oscura tormenta
podría reconoceros a ambos...
¡Estudio sobre los opuestos!
—Me alegra verte, Gillian. Y a ti también, T-Tom —Contestó Keepiru en ánglico, con muy poca originalidad.
Sah'ot se sumergió de nuevo, dándose cuenta con pesar de que tenía una reputación que mantener. A diferencia de Keepiru, él hubiera improvisado un saludo que compitiera con el de Gillian.
Le habría gustado retirarse a algún lugar y reflexionar sobre el poema de Gillian, en especial en aquel fragmento que decía: «Siempre tan parecido al hombre...». ¿Era un cumplido, o contenían un toque de compasión los silbidos hiperagudos de Gillian?
Thomas Orley permanecía junto a ella en silencio. Y Sah'ot tuvo la impresión de que el hombre podía leer sus pensamientos.
El delfín respiró a fondo.
¡Mirad aquí!
¡Un monógamo!
¡Milagro!
¡Una pareja de amantes
siluetándose
contra el ancho cielo!
Gillian aplaudió y se echó a reír. Thomas Orley sólo sonrió levemente. Pero daba la impresión de estar pensando en el poema de Sah'ot.
—Me alegro de que vosotros dos hayáis regresado, fines —les dijo—. Gillian y yo llegamos ayer por la noche, ella del Streaker y yo de donde se estrelló la nave ET. Jill ha traído un cable monofilamento para que podáis manteneros en contacto con el Streaker, amigos. Ella se quedará unos días trabajando con vosotros en ese asunto tan vital que son los kiqui. También he sabido que algunos de los amigos que se quedaron a bordo os agradecerían que recogierais algunos datos para ellos. ¿No es así, Gillian?
La mujer rubia asintió. La referencia a las peticiones de Charlie Dart no gustó a Toshio y a Dennie.
—Jill ha venido también por otro motivo —continuó Orley—: traerme suministros.
Partiré esta mañana en el planeador solar —Keepiru inspiró sonoramente. Empezó a hacer objeciones, pero Orley alzó la mano—. Ya lo sé, es arriesgado, pero tengo que realizar un experimento para comprobar si el plan de fuga que hemos trazado es factible.
Y como sois los únicos de quienes puedo disponer, debo pediros que me ayudéis.
La cola de Sah'ot se agitaba bajo el agua. Trató de controlarla para no revelar sus sentimientos. Pero aquello era difícil, ¡muy difícil!
¡Así que intentarían escapar! Esperaba algo mejor de Orley y Baskin. Eran personas inteligentes, experimentadas, agentes casi míticos del Concejo de Terragens. Eran supervivientes.
Y allí estaban, delirando y esperando que les ayudaran. ¿No se daban cuenta de contra qué se enfrentaban?
Nadó hasta Keepiru y adoptó la actitud del pupilo fiel, respetuoso y atento. Pero interiormente se sentía confuso al escuchar los detalles del demente «plan» que en teoría iba a salvarlos de los monstruos de ojos saltones.
—Esa reunión del concejo de la nave fue un desastre —suspiró el teniente—. Peor de lo que esperaba.
Planean un engaño
Para chasquear a los engañadores,
Y velos
Para cubrir las ballenas.
K'tha-Jon ladeó su gruesa y redonda cabeza en señal de asentimiento.
—Me han dicho que la palabra clave de este proyecto esss «Caballo Marino de Troya».
¿Qué quiere decir eso?
—Es una alusión literaria —respondió Takkata-Jim, preguntándose a qué escuela habría asistido K'tha-Jon—. Te lo explicaré en otro momento. Ahora necesito reflexionar.
Debe haber otro camino aparte de ese plan suicida inventado por Creideiki y Orley.
Siempre esperé que Creideiki acabaría por atender a razones... Ahora ya no sé qué pensar.
—¿No te ha essscuchado?
—¡Oh! ¡El comandante es muy cortés! El doctor Metz me apoyó en todos los puntos, y Creideiki nos escuchó con tanta amabilidad... ¡La reunión duró cuatro horas! Pero el comandante estaba decidido a adoptar el plan de Orley. La fem Baskin ya se ha marchado para llevarle el material que necesita.
Los dos stenos flotaron en silencio durante unos instantes. K'tha-Jon esperaba que el teniente tomara la palabra.
—¿Por qué Creideiki ni siquiera se plantea radiar las coordenadas de nuestro descubrimiento para que podamos desentendernos de esa historia? —se preguntó Takkata-Jim agitando la cola—. En cambio Orley y él pretenden engañar a los sofontes, que llevan millones de años persiguiéndose entre sí. Comparado con ese plan, incluso tu idea de bombardearlos con todos nuestros cañones me parece bien. ¡Al menos, nos daría cierta posibilidad de maniobra!
—Me limité a ofrecer una gloriosssa alternativa a su loca aventura —dijo K'tha-Jon—.
Pero yo seguiría tu plan. Piensa, si nosotros fuéramos los únicos que encontráramos la forma de salvar la nave y su tripulación, ¿no deberían ir los beneficios más allá de la salvación de nuestras vidasss?
Takkata-Jim negó con la cabeza.
—Si yo estuviera al mando de esta nave, tal vez sssí. Pero quien nos dirige es un genio demente, aferrado al honor, que sólo nos llevará al desastre.
Se alejó sumido en sus pensamientos, y nadó en silencio por el corredor, hacia sus aposentos.
Los ojos de K'tha-Jon se empequeñecieron mientras observaba al teniente. De su agujero soplador se escapaban las burbujas como si fueran pequeñas y rítmicas explosiones.
¡No era justo! A casi todos los que tenían cierta importancia a bordo se les había autorizado a ir con Hikahi para reunirse con el equipo que trabajaba en la accidentada nave thenania. Las reparaciones del Streaker estaban casi terminadas, pero él siempre se quedaba allí, bloqueado, donde nunca ocurría nada extraordinario.
Akki flotaba en su estación de estudio, bajo una cúpula de aire próxima a la parte superior de la crujía central. Las burbujas que ascendían desde la zona inferior pasaban libremente a través de las páginas del holotexto que se proyectaba frente a él.
¡Era la más estúpida de las ideas! ¡Hacerle estudiar astrogación cuando la nave estaba en el fondo de un océano!