Los viajes de Tuf (45 page)

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Authors: George R. R. Martin

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

BOOK: Los viajes de Tuf
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—Una idea excelente —dijo Herold Norn—. De vez en cuando hemos intentado criar lagartos león y feridians, así como otros animales de las Doce Casas, pero el resultado siempre ha sido pésimo. El clima, la vegetación... —movió la mano en un ademán enfadado.

—Exactamente —dijo Haviland Tuf—. Veo que comprende las abundantes y pesadas dificultades que he debido afrontar en mi búsqueda.

—Sí, sí, pero vayamos al grano. ¿Que ha encontrado? ¿Cuál ha sido el monstruo elegido entre todos esos millares?

—Le ofrezco mi selección final —dijo Tuf—, efectuada entre unas treinta especies. ¡Un segundo!

Apretó un botón que relucía en el brazo de su asiento y de pronto en la placa de metal azulado apareció una bestia agazapada. Tendría unos dos metros de alto y su piel era de un color gris rosado, con un aspecto ligeramente gomoso y un ralo pelaje blanco. La bestia apenas si tenía frente y su hocico era parecido al de un cerdo. Estaba provista de unos cuernos curvados, de aspecto más bien inquietante, y tenía afiladas garras en las patas.

—No pienso abrumarle con nomenclaturas formales, dado que ya me he dado cuenta de cuán poco se sigue tal regla en la Arena de Bronce —dijo Haviland Tuf—. Tenemos aquí al llamado cerdo vagabundo de Heydey, que habita tanto en el bosque como en la llanura. Es básicamente un devorador de carroña, pero se han dado casos en que consume carne fresca y cuando se le ataca es capaz de luchar ferozmente. Según los informes más dignos de confianza, posee una considerable inteligencia pero es imposible domesticarle. Se reproduce con gran facilidad y en número muy abundante. Los colonos procedentes de Gulliver acabaron abandonando sus posiciones en Heydey a causa de este animal. Ello ocurrió hace unos mil doscientos años.

Herold Norn se rascó la cabeza por entre su oscura cabellera y su diadema de bronce.

—No. Es demasiado delgado y pesa muy poco. ¡Mire ese cuello! Piense en lo que un feridian podría hacerle. —Agitó la cabeza violentamente—. Además, es horrible. Y me siento algo ofendido ante la presentación de este carroñero, sin importar lo feroz que pueda llegar a ser. ¡La Casa de Norn necesita combatientes orgullosos y siempre ha criado bestias capaces de matar a sus presas por sí solas!

—Ciertamente —dijo Tuf. Apretó nuevamente el botón y el cerdo vagabundo se desvaneció. En su lugar apareció una enorme bola de carne acorazada de un color grisáceo y tan carente de rasgos distintivos como el blindaje de una nave de combate. Era tan grande que apenas si cabía dentro de la placa metálica.

—El árido planeta natal de esta criatura jamás ha sido bautizado y nunca fue utilizado para la colonización, pero un grupo de exploradores de Viejo Poseidón trazaron un mapa de él y lo reclamaron como propiedad, obteniendo muestras celulares. Durante un breve tiempo hubo algunos especímenes en ciertos zoos, pero no subsistieron. El animal fue conocido como ariete rodante y los adultos pesan aproximadamente unas seis toneladas métricas. En las llanuras de su mundo natal los arietes rodantes pueden lograr una velocidad superior a los cincuenta kilómetros por hora, aplastando a sus presas bajo ellos. En cierto sentido, dicha bestia es toda ella una boca y cualquier parte de su piel es capaz de exudar enzimas digestivas, con lo cual sólo debe posarse sobre su presa, quedarse inmóvil y esperar hasta que la carne haya sido absorbida. Puedo dar fe de la irracional hostilidad típica de la especie, pues en una ocasión, por una serie bastante rara de circunstancias en las cuales no hace falta detenerse, un ariete rodante quedó libre en una de mis cubiertas y logró causar una sorprendente cantidad de daños en mis mamparas e instrumentos antes de acabar muriendo de modo fútil a causa de su misma ferocidad. Su carácter implacable era increíble y cada vez que penetré en sus dominios para alimentarle, se lanzó contra mí para aplastarme.

Herold Norn, medio sumergido en los confines del enorme holograma, parecía francamente impresionado.

—Ah, sí. Mejor, mucho mejor. Una criatura imponente. Quizá... —de pronto su tono cambió—. No, es imposible que sirva. Una criatura que pese seis toneladas y sea capaz de rodar tan aprisa podría escapar de la Arena de Bronce y matar a centenares de personas. Además, ¿quién pagaría dinero para ver cómo esta cosa aplasta a un lagarto-león o a un estrangulador? No, resultaría muy poco deportivo. Su ariete rodante es demasiado monstruoso, Tuf.

Tuf, impasible, oprimió nuevamente el botón y la enorme criatura grisácea desapareció, cediéndole el sitio a un felino esbelto y de aire feroz, tan grande como un colmillos de hierro, con los ojos amarillos y potentes músculos recubiertos por un pelaje negro azulado. El pelaje cambiaba de color formando dibujos en los flancos y largas líneas de un color plateado iban de la cabeza del animal hasta sus patas traseras.

—Ahhhhh... —dijo Norn—. Una verdadera belleza, cierto, cierto.

—La pantera cobalto del Mundo de Celia —dijo Tuf—, muchas veces conocida como gato de cobalto. Uno de los grandes felinos más mortíferos que existe. Este animal es un cazador insuperable y sus sentidos son auténticos milagros de ingeniería biológica. Puede ver en la gama infrarroja para cazar de noche y sus orejas... observe su tamaño y la forma en que se abren hacia fuera, Maestre de Animales... sus orejas son extremadamente sensibles. Dado que pertenece a la familia de los felinos, el gato de cobalto, tiene habilidades psiónicas, pero en su caso dichas habilidades se encuentran mucho más desarrolladas de lo normal. El miedo, el hambre y la sed de matar actúan siempre como desencadenantes y en dicho momento el gato de cobalto se convierte en un lector de mentes.

Norn alzó la cabeza, sobresaltado.

—¿Cómo?

—Psiónica, caballero. Supongo que conocerá usted tal concepto. El gato de cobalto es un asesino perfecto, porque sabe lo que hará su antagonista antes de que actúe. ¿Me comprende?

—Sí, sí —dijo Norn con voz nerviosa. Tuf miró a Dax y el gran gato negro, al cual no había afectado en lo más mínimo el desfile de espectros inodoros que había estado encendiéndose y apagándose en la placa metálica, pestañeó un par de veces y se estiró con voluptuosidad—. ¡Perfecto, perfecto! Casi estoy seguro de que podríamos entrenar a esos animales como hacemos ahora con los colmillos de hierro, ¿eh? ¡Y además lectores de mentes! Perfecto. Incluso los colores son los adecuados... azul oscuro, ya sabe, igual que nuestros colmillos de hierro. ¡Esos gatos serán un perfecto emblema para Norn, sí, sí!

Tuf apretó el botón y el gato de cobalto se desvaneció. —Ciertamente. Bien, entonces doy por sentado que no hace falta continuar con la exhibición. Empezaré el proceso de clonación inmediatamente después de su marcha y la entrega se realizará dentro de tres semanas. Espero que no tenga inconvenientes al respecto. En cuanto a la cantidad, por la suma acordada les entregaré tres parejas. Dos de edad no muy avanzada que deberían ser liberadas en sus tierras salvajes para que se reproduzcan y una pareja ya plenamente adulta que puede ser inmediatamente enviada a la Arena de Bronce.

—Qué pronto —empezó a decir Norn—. Me parece estupendo, pero...

—Utilizo un cronobucle, Maestre de Animales. Es cierto que necesita un vasto consumo energético, pero posee el poder de acelerar el paso del tiempo, produciendo en el tanque una distorsión cronológica que me permite llevar aceleradamente el clon a la madurez. Quizá resulte prudente añadir que, aunque le entregaré a Norn seis animales, en realidad sólo existirán tres individuos auténticos. El Arca posee en sus archivos una célula triple de gato de cobalto. Clonaré a cada espécimen dos veces, en macho y en hembra, esperando que la mezcla genética resultante sea adecuada para su posterior reproducción en Lyronica.

—Estupendo, estupendo, lo que usted diga —replicó Norn—. Enviaré las naves para recoger a los animales sin perder ni un segundo y luego le pagaremos.

Dax lanzó un suave maullido. —Caballero —dijo Tuf—, se me ha ocurrido una idea mejor. Pueden pagarme la suma total antes de la entrega de los animales.

—¡Pero usted dijo que pagaríamos a la entrega!

—Lo admito. Pero soy por naturaleza proclive a seguir mis impulsos y el impulso me dice, ahora, que cobre primero.

—Oh, muy bien —dijo Norn—, aunque encuentro sus demandas tan arbitrarias, como excesivas. Con esos gatos de cobalto no tardaremos en recuperar la suma entregada —empezó a levantarse.

Haviland Tuf alzó un dedo. —Un instante más. No me ha informado usted demasiado sobre la ecología de Lyronica, ni sobre las tierras que pertenecen a la Casa de Norn. Puede que existan presas adecuadas, pero debo advertirle, sin embargo, que los gatos de cobalto son cazadores natos y que por lo tanto necesitan presas adecuadas.

—Sí, sí, naturalmente.

—Por fortuna, estoy en condiciones de ayudarle. A cambio de cinco mil unidades más, puedo clonar para usted unos excelentes saltadores celianos. Se trata de unos deliciosos herbívoros, cubiertos de pelo, que son muy apreciados en más de una docena de planetas por la suculencia de su carne y que constituyen uno de los platos favoritos de los amantes de la buena mesa.

Herold Norn frunció el ceño. —Debería usted entregárnoslos gratis, Tuf. Ya nos ha sacado el dinero suficiente.

Tuf se puso en pie y se encogió lentamente de hombros. —Dax, este hombre pretende humillarme —le dijo a su gato—. ¿Qué debo hacer? Yo no busco sino un medio honesto de ganarme la vida y por doquiera que voy se aprovechan de mí —Miró a Norn—. Siento un nuevo impulso. Tengo la sensación de que no cederá en su postura, ni tan siquiera en el caso de que le ofreciera un soberbio descuento. Por lo tanto, me rendiré. Los saltadores son suyos sin ningún tipo de recargo.

—Bien, excelente —Norn se volvió hacia la puerta.— Los recogeremos junto con los gatos de cobalto y los dejaremos sueltos en nuestras tierras.

Haviland Tuf y Dax le siguieron abandonando la estancia y luego, en silencio, los tres volvieron a la nave de Norn.

La Casa de Norn mandó el dinero un día antes de la entrega. A la tarde siguiente una docena de hombres, vestidos de negro y gris, se presentaron en el Arca y se llevaron a seis gatos de cobalto narcotizados procedentes de los tanques de clonación, de Haviland Tuf, después de introducirlos en las jaulas que esperaban en su lanzadera. Tuf les despidió con el rostro impasible y no tuvo más noticias de Herold Norn. Pero mantuvo el Arca en órbita sobre Lyronica.

Menos de tres días de Lyronica, más breves que los días estándar, transcurrieron antes de que Tuf viera que sus clientes habían programado una pelea en la Arena de Bronce, con uno de sus gatos de cobalto.

Cuando llegó la tarde del combate, Tuf, se disfrazó mediante una falsa barba y una larga peluca pelirroja, añadiendo a su camuflaje un holgado traje de color amarillo chillón y un turbante recubierto de pieles. Luego bajó en su lanzadera a la Ciudad de Todas las Casas, esperando pasar desapercibido. Cuando se anunció el combate en los altavoces, estaba sentado en la parte superior de la Arena, con un muro de piedra rugosa a la espalda y un angosto asiento de madera luchando por soportar su peso. Había pagado unas cuantas monedas de hierro para ser admitido, pero había logrado evitar las taquillas donde se vendían las entradas.

—Tercer combate —exclamó el locutor mientras las cuadrillas se encargaban de retirar los pedazos de carne sanguinolenta, en que se había convertido el perdedor del segundo combate—. De la Casa de Varcour, una hembra de lagarto-león, de nueve meses de edad y 1,4 quintales de peso, entrenada por el Aspirante a Maestre Ammari y Varcour Otheni. Veterana y superviviente, por una vez, en la Arena de Bronce.

Los espectadores más cercanos a Tuf empezaron a lanzar vítores y agitar las manos salvajemente, como era de esperar. Había elegido entrar esta vez por la Puerta de Varcour, recorriendo antes un sendero de cemento verde y pasando por la gigantesca boca de un monstruoso lagarto dorado, por lo cual se hallaba rodeado por los partidarios de esta casa. En las profundidades del pozo se abrió una gran puerta esmaltada en verde y oro. Tuf alzó los binoculares que había alquilado y vio cómo el lagarto-león salía por ella. Eran dos metros de escamoso reptil verde, con una cola delgada como un látigo, que tendría tres veces su longitud, y el largo morro típico de los cocodrilos de la Vieja Tierra. Sus mandíbulas se abrían y cerraban sin hacer el menor ruido, dejando entrever una impresionante hilera de dientes.

—De la Casa de Norn, importada a este planeta para entretenimiento del público, una hembra de gato de cobalto. Edad... —el locutor hizo una pausa ah, tres años de edad y 2,3 quintales de peso, entrenada por el Maestre de Animales Herold Norn. Nueva en la Arena de Bronce —la cúpula metálica que cubría el edificio se estremeció con los vítores procedentes del sector de Norn. Herold Norn había hecho acudir a la Arena de Bronce a todos sus partidarios, vestidos con los colores de la Casa y dispuestos a celebrar la victoria.

La gata de cobalto salió lentamente de la oscuridad moviéndose con una gracia cautelosa y sus grandes ojos dorados barrieron la arena. Era en todo, tal y como Tuf había prometido: una masa de músculos letales y movimientos congelados a la espera del salto, con su pelo negro azulado cruzado por las rayas plateadas. Su gruñido apenas era audible, ya que Tuf se encontraba muy lejos del pozo, pero a través de sus binoculares vio moverse las fauces de la gata.

También el lagarto-león la vio y avanzó hacia ella con sus cortas patas escamosas levantando pequeños chorros de arena en tanto que su cola, de una longitud casi increíble, se arqueaba sobre su cuerpo, como el aguijón de un escorpión ofidio. Cuando la gata de cobalto volvió sus líquidos ojos hacia el enemigo, el lagarto-león dejó caer su cola con inmensa fuerza, pero, antes de que hubiera podido dar en su blanco, la gata de cobalto ya se había movido ágilmente a un lado y las únicas víctimas del impacto fueron la arena y el aire.

La gata empezó a moverse en círculos, gruñendo sordamente. El lagarto-león, implacable, se volvió levantando de nuevo su cola, abrió las fauces y se lanzó hacia adelante. La gata de cobalto evitó, tanto el látigo de la cola, como sus dientes. La cola chasqueó una y otra vez, pero la gata era demasiado rápida. Entre el público empezó a sonar el cántico de la muerte y gradualmente fue acogido por más y más espectadores. Tuf giró sus binoculares y vio que la gente se balanceaba rítmicamente en las gradas de Norn. El lagarto-león hizo entrechocar sus fauces con frenesí, estrellando su cola en una de las puertas de la arena, moviéndose cada vez con mayor nerviosismo. La gata, sintiendo su oportunidad, se colocó tras su enemigo, con un grácil salto, inmovilizando al enorme lagarto con una gran zarpa azul y desgarrando ferozmente sus flancos y su vientre, no protegidos por las escamas. Después de unos segundos y de unos cuantos fútiles chasquidos de cola, que sólo consiguieron distraer momentáneamente a la gata, el lagarto-león se quedó inmóvil.

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