»Una vez sepultada el arca en el laberinto de túneles y galerías naturales del Peñón, Nefertiti y Zalmoxis decidieron no dar a conocer su ubicación a las siguientes generaciones de Sabios, para asegurarse completamente de que no corriera peligro alguno. Sin embargo, redactaron unas instrucciones complejas, basadas en los conocimientos astronómicos de Aahtl.
Sólo una futura humanidad avanzada podría comprender esas instrucciones, que la Sociedad guardó con especial celo. Nosotros desciframos por fin esas coordenadas en 1952, casi veinte años antes de que apareciera otra copia: la tablilla que trajo Santiago Cárdenas. En cualquier caso, ya desde finales del siglo XIX sospechábamos que Gibraltar era un firme candidato a ser el monte Kogainon de la leyenda dacia de Zalmoxis, y que el "río" situado a sus pies podía perfectamente ser el Estrecho. El nombre derivaba del de Kogan, la capital de Aahtl.
»Las tablillas fueron elaboradas por una Sabia de la tercera generación después de Nefertiti y Zalmoxis, reproduciendo los papiros que ellos habían redactado. Cada diez años, los Sabios copiaban fielmente esos documentos y otros, junto al testamento y los relatos de Zalm, como se venía haciendo desde tiempo inmemorial. Sin embargo, esta copia en relieve tenía otro propósito. Su autora fue la primera de los ocho únicos traidores que hemos tenido a lo largo de treinta y tres siglos. Su objetivo era vender esa información a algún reino poderoso de la época. Robó el collar de la llave, custodiado por el decano de los Doce Sabios, y recorrió varias metrópolis asegurando a los distintos monarcas que las coordenadas y la llave les darían un poder absoluto sobre la humanidad entera. Por fortuna nadie la creyó en ninguno de los países visitados. Finalmente llegó a Egipto y allí no sólo no la creyeron, sino que terminó ajusticiada por estafadora. Los tres objetos fueron a parar a un comerciante que viajaba frecuentemente a Nubia y que seguramente no supo leerlos o no comprendió su importancia. Se los obsequió al gobernante nubio cuya tumba descubrieron los Iordache, Calinescu y Cárdenas en 1970.
»A Nefertiti y a Zalmoxis les llamamos normalmente los Fundadores. Ellos refundaron la comunidad de los Doce Sabios, que pasaron a ser cincuenta y adoptaron el nombre que, modernizado, ha llegado hasta nuestros días: Sociedad de los Guardianes del Tiempo. Comprendieron que su papel no era el de meros custodios de la Herencia, sino que debían impulsar activamente el desarrollo científico y técnico para que la humanidad alcanzara y llegara a superar a Aahtl, y así pudiera hacer frente a la Amenaza. ¿Cómo conseguirlo?
»Por un lado, tenían en sus manos una herramienta importante: el oro. Sin embargo la Sociedad tardó cerca de ocho siglos en comprender y aplicar correctamente la técnica por primera vez. Incluso después, no todos los Sabios posteriores fueron capaces de reproducir el complicado procedimiento. En realidad, sólo durante cinco periodos desde entonces hemos sido capaces de producir oro, incluyendo, claro está, la etapa actual, desde 1401. Uno de los pocos traidores a la Sociedad fue Nicolás Flamel, que huyó en 1359 con el método de producción, pero murió obsesionado, ya que sólo en una ocasión logró sintetizar unos pocos gramos. Sin embargo, reforzó todo el mito de la alquimia que ha llegado hasta nuestros días. Naturalmente, en la actualidad sintetizamos oro de forma constante, y nos sorprende que nadie más haya dado con la manera de hacerlo. Juega a nuestro favor la creencia extendida de que no se puede provocar la síntesis de un elemento más que induciendo complejas alteraciones por procedimientos nucleares. En cualquier caso, la Sociedad siempre ha sido consciente de que la capacidad de generar una enorme riqueza material es una herramienta poderosa, pero no suficiente.
»Los Fundadores tenían también los libros del arca, pero estaban firmemente decididos a que la Herencia quedara intacta y sepultada hasta llegar a nosotros. Durante los tres años de estudio se habían limitado a copiar una selección de libros y hacer un inventario del resto antes de abandonar Gibraltar. Estaban decididos a analizar la evolución de Aahtl para provocar su repetición. Sólo una evolución gradual y genuina podría llevar a la humanidad al estadio de desarrollo necesario. Había que intervenir impulsando los movimientos, fenómenos y tendencias que se considerase adecuados, pero no imponer saltos radicales para los que no estuviera preparada la humanidad. Era esencial, por tanto, comprender las claves del progreso de Aahtl.
»Por fortuna, eran evidentes. Aahtl había progresado vertiginosamente al desprenderse del oscurantismo religioso y situar la razón como única guía de la acción humana. El pensamiento lógico y la comprobación material eran los mecanismos correctos para deducir y aceptar verdades. Como el razonamiento de diferentes personas puede y suele dar frutos distintos, el imperio de la razón implicaba necesariamente eliminar la coerción del colectivo sobre la razón de cada individuo, ya que el contraste de opiniones enfrentadas era imprescindible para el avance. Es decir, la consecuencia política, económica y cultural de la razón era, simplemente, la libertad.
»Los aahtlahl amaban la libertad y eran celosos guardianes de su soberanía personal y de la de sus semejantes. Sabían que la libertad era la causa última de su bienestar y de su vertiginoso desarrollo, que les enorgullecía. A mayor libertad, mayor progreso. La política en Aahtl era profundamente democrática, pero al mismo tiempo las competencias de los gobernantes estaban fuertemente limitadas y vigiladas por la población, de tal manera que no se invadiera el ámbito de autogobierno del individuo. Era una sociedad dinámica donde el "orden espontáneo" de la acción económica humana, sin la intromisión de un
gran hermano
estatal, llevaba a las personas a emprender, investigar y crear. La libre competencia entre personas y agrupaciones de las mismas era, por tanto, el motor de la innovación. La espiral del bienestar y del conocimiento científico y tecnológico de aquella civilización no habría tenido fin si no hubiera ocurrido un hecho tan trágico como la feroz epidemia que acabó con ellos de forma fulminante.
»Así pues, nuestros Fundadores supieron identificar en la historia de Aahtl el pesado lastre que había que soltar para alcanzar el desarrollo y, con él, el nivel de conocimientos científicos necesario para vencer la Amenaza. Ese lastre era el misticismo, pues éste conducía irremisiblemente al colectivismo, a la tiranía, a la terrible oscuridad de la incultura generalizada y a la anulación de la soberanía personal, estancando al conjunto de la sociedad. Había que impulsar, en cambio, la razón y la libertad. La acción humana espontánea era la receta del progreso.
»Durante varios siglos, la Sociedad se mantuvo en lo que hoy es Rumanía, y amplió la escuela abierta por los Fundadores. Después cambió en numerosas ocasiones su sede, buscando siempre la mayor seguridad. Pero, ya desde tiempos muy remotos, siempre hubo Sabios pertenecientes a pueblos diversos y distantes. Desde 1705 la sede está en Londres, aunque ha cambiado varias veces de inmueble. El actual es una casita cerca de Belgrave Square bajo la cual, a gran profundidad, mantenemos unas instalaciones muy sofisticadas.
»La Sociedad, sobre todo desde mediados del milenio anterior a nuestra era, viene ejerciendo con total discreción una considerable influencia en la evolución histórica, especialmente en Occidente. Sin que lo supieran, apoyamos a miles de personas que, en muchos países y ámbitos de actuación, podían contribuir a la supremacía de la libertad y de la razón. Desde Pitágoras hasta Aristóteles y Pericles, desde Frédéric Bastiat hasta Friedrich von Hayek, desde Copérnico y Galileo hasta Newton y Einstein, pasando por todo tipo de reyes, políticos, empresarios, intelectuales, científicos…
»Fomentamos movimientos religiosos que representaban una cierta tendencia para salir gradualmente del oscurantismo. Por ejemplo, apoyamos a los esenios, a Jesús y a los primeros cristianos, aunque después tuvimos que combatir durante siglos a su Iglesia. También apoyamos en su momento la Reforma, cuyo efecto social fue la pluralidad de puntos de vista y cuyo efecto geopolítico fue el desplazamiento del poder hacia países como Inglaterra y Holanda, donde la libertad religiosa dio paso poco a poco a la social y a la económica, motivando el auge del comercio y, consiguientemente, el de la industria. Y el
boom
de la industria tiró a su vez de la ciencia, en una espiral positiva que ha llegado hasta hoy. Apadrinamos también, discretamente y sin participar directamente en ellos, a otros muchos movimientos políticos y religiosos, escuelas de pensamiento y organizaciones secretas, desde herejías como la de los cátaros hasta órdenes como la de los templarios, desde las primeras logias masónicas o la fe baha'i
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hasta algunos
lobbies
políticos y económicos actuales.
»Sufrimos muchos —muchísimos— reveses, y durante largos periodos nuestra influencia fue muy escasa. Pero finalmente las Luces triunfaron. Desde hace varios siglos la razón ha vencido definitivamente, y la religión se ha convertido en una cuestión privada con una influencia cada día menor en los asuntos públicos, pese a que siga estando en el centro de muchos conflictos. Tal como habían esperado los Fundadores, ese triunfo de la razón elevó hasta cotas inéditas la libertad personal, y ésta última impulsó el consumo y el comercio, lo que aceleró el desarrollo científico y técnico hasta un ritmo que por fin ha llegado a ser tan rápido como el de Aahtl o más. El balance general es positivo, aunque habríamos deseado alcanzar el nivel actual con un margen de tiempo más holgado para hacer frente a la Amenaza.
»Hoy la Sociedad tiene casi mil miembros, muchos de los cuales son personas muy prominentes en diversos campos. Desde principios de los años setenta hemos logrado colocar a bastantes Sabios en puestos clave para la Operación Zalmoxis: en los servicios secretos de diferentes países y en su cúpula militar y política. Pero si no conseguimos la llave, es muy difícil que podamos abrir el arca sin provocar la destrucción de los contenidos. Necesitamos el arca por varios motivos. En ella está toda la documentación capaz de probar que no somos unos locos. Están también los cálculos precisos de la Amenaza, que serán esenciales para la comunidad científica. Y está todo el acervo de la civilización de Aahtl, que es un patrimonio de incalculable valor para la humanidad, además de incluir importantes avances en algunos campos.
Diana había escuchado con mucha atención el relato de su padre, que era esencialmente el mismo de Leonor Muñoz. Ahora sí tenía todas las respuestas importantes. Por primera vez en mucho tiempo sintió que las piezas encajaban, que a su alrededor ya no había una red de hechos y procesos incomprensibles, que todo tenía una explicación racional. La primera vez que escuchó la historia de la Sociedad se había quedado muda de asombro. Esta segunda narración le había servido para reflexionar, y también para emocionarse. Estaba orgullosa de sus padres. Coincidía plenamente con las ideas de la Sociedad y, sobre todo, con la Misión diseñada por Zalm de Aahtl. No podía haber causa más alta que la salvación de la humanidad, pero no la supuesta salvación sobrenatural que ofrecían las religiones, sino su salvación física aquí, en el mundo real, ante una Amenaza de ingentes proporciones.
Miró la expresión de su padre y no dijo nada, pero pensó que no tenía motivos ni ganas de condenar su actuación. El genio de la física de partículas subatómicas, mundialmente reconocido en los foros académicos por sus teorías y hallazgos, el presidente de la organización humana más antigua e influyente, era en cambio un verdadero desastre a la hora de manejar la relación con su propia hija. No había justificación para haberla embarcado en la Operación Zalmoxis sin informarla de todo esto. Pero Carlos Román era así, y era su padre. Ahora había una misión que cumplir.
—Lo que no entiendo es quién nos ha atacado ayer, ni sus motivos.
A Carlos Román no le pasó desapercibido ese "nos" y no pudo evitar emocionarse. Sonrió levemente a su hija e hizo una pausa antes de hablarle de la Orden del Orden.
Gibraltar, 5 de octubre de 1989. 00:15
El cardenal Pedro Aguirre despertó del largo sueño inducido por vía intravenosa. Inmediatamente se puso en pie y recorrió lleno de asombro la estancia del edificio K, la misma donde había dormido Cristian Bratianu tres noches antes. Los sensores de movimiento alertaron al personal de guardia en la sala de pantallas, y poco después el general Zaldívar llamaba cortésmente a la puerta antes de abrirla. Aguirre escudriñó su cara tratando de recordar dónde le había visto antes.
—Le ahorraré el esfuerzo, señor Aguirre. Soy Alberto Zaldívar.
—CESID, ¿verdad?
—Bingo.
—CESID y algo más… Usted pertenece a la Sociedad, claro. Mis hombres tenían razón: se han infiltrado en los servicios de inteligencia, al menos en el español.
—Señor Aguirre, usted ya intuye por qué está retenido aquí.
—Secuestrado, querrá decir.
—Si quiere ser tan preciso, le precisaré yo también algunas cosas. Usted ha ordenado, o al menos autorizado, el asesinato de un agente del CESID, el secuestro frustrado de otra agente nuestra y de un comandante rumano, la muerte de dos policías y las lesiones graves de otro, el acto terrorista perpetrado anteayer contra un edificio de Londres, donde murió una persona, y el secuestro de una ciudadana angoleña. Su historial delictivo sólo es comparable a su fanatismo. En mis manos está meterle a usted en la cárcel y provocar un escándalo del que la Iglesia Católica no se repondrá fácilmente.
—¡Nadie, ni siquiera una organización tan arrogante como la de ustedes, se atreve a echarle semejante pulso a la Iglesia, y si lo hace lo pierde!
—No creo que estén ustedes, precisamente ustedes, legitimados para señalar la arrogancia ajena.
—¿Qué quieren de mí?
—De usted, francamente, poca cosa. Tenemos que negociar a un nivel más alto.
—¡Jamás les recibirá Su Santidad!
—Ni falta que hace. Me refiero al jefe de la Orden: otro español, como nosotros. Espero que sea más pragmático y sensato que usted y su banda armada. Tan criminales como torpes, por cierto.
—¿Qué piensan hacer conmigo?
—Va a depender de su amigo Joaquín —respondió el general iniciando la marcha hacia la puerta—. Entre tanto, puede estar tranquilo: vamos a tratarle con la humanidad que ustedes no han demostrado en ningún momento. Ahora le traerán algo de comer, y allí tiene usted un cuarto de baño. En aquel armario encontrará los objetos personales que estaban en su vestuario de la sauna Adonis, y también su medicación. Hasta le hemos traído una Biblia… Voy a intentar comunicarle con Roma. Necesito que escuchen su voz. Mientras, le sugiero que descanse.