Danforth
: Lo hemos considerado demasiado conveniente para ser creído. Sin embargo, si os dijera que la retendríamos otro mes; y que si comienza a manifestar los síntomas naturales, la tendríais viviendo aún otro año, hasta que diera a luz... ¿qué diríais de eso?
(John Proctor queda mudo.)
Vamos. Decís que vuestro único propósito es salvar a vuestra mujer. Pues bien, por este año, al menos, está a salvo, y un año es largo. ¿Qué decís, señor? Trato hecho.
(En conflicto consigo mismo, Proctor mira a Francis y a Giles.)
¿Levantáis vuestra acusación?
Proctor
: Yo... creo que no puedo.
Danforth
(una imperceptible dureza en su voz)
: Vuestro propósito es, pues, algo más vasto.
Parris
: ¡Ha venido a deponer el tribunal, Vuestra Señoría!
Proctor
: Estos son mis amigos. Sus esposas también están acusadas...
Danforth
(de modo repentinamente vivo)
: No os juzgo, señor. Estoy listo para escuchar vuestra prueba.
Proctor
: No vengo a dañar al tribunal; sólo...
Danforth
(cortándolo)
: Alguacil, entrad en la Corte y decid al Juez Stoughton y al Juez Sewall que pasen a cuarto intermedio por una hora. Y que vayan a la taberna, si lo desean. Todos los testigos y prisioneros quedarán en el edificio.
Herrick
: Sí. señor.
(Con gran deferencia.)
Si se me permite decirlo así, señor, he conocido a este hombre toda mi vida. Es un hombre bueno, señor.
Danforth
(lo que le molesta es cómo eso se refleja en él mismo)
: No me caben dudas, alguacil.
(Herrick asiente y sale.)
Ahora bien, ¿qué testimonio tenéis para nosotros, señor Proctor? Y os ruego ser claro, limpio como el Cielo y honesto.
Proctor
(extrayendo algunos papeles)
: No soy abogado, y trataré...
Danforth
: Los líos de corazón no necesitan abogado. Continuad a vuestro gusto.
Proctor
(entregando un papel a Danforth)
: ¿Queréis leer esto primero, señor? Es una especie de testimonio. La gente que lo firma declara su buena opinión sobre Rebecca y mi esposa y Martha Corey.
(Danforth mira el papel.)
Parris
(tratando de aprovechar el sarcasmo de Danforth)
: ¡Su buena opinión!
(Pero Danforth sigue leyendo y Proctor se siente alentado.)
Proctor
: Estos son todos agricultores propietarios, miembros de la Iglesia.
(Con delicadeza, tratando de señalar un párrafo)
: Si observáis, señor..., han conocido a las mujeres por muchos años y jamás vieron señales de que hubiesen traficado con el Diablo.
(Parris se acerca nerviosamente y lee por sobre el hombro de Danforth.)
Danforth
(examinando una larga lista)
: ¿Cuántos nombres hay aquí?
Francis
: Noventa y uno, Excelencia.
Parris
(sudando)
: Esta gente debiera ser convocada.
(Danforth lo mira, interrogante.)
Para interrogarlos.
Francis
(temblando de ira)
: Señor Danforth, les he dado a todos mi palabra de que ningún mal les ocurriría por firmar esto.
Parris
: ¡Esto es claramente un ataque al tribunal!
Hale
(a Parris, tratando de contenerse)
: ¿Es que toda defensa es un ataque al tribunal? ¿Es que nadie puede...?
Parris
: Toda aquella gente que es inocente y cristiana se alegra de que haya tribunales en Salem. En cambio, esta gente está triste.
(A Danforth directamente.)
Y creo que queréis saber de boca de todos y cada uno de ellos, qué es lo que de vos no les place.
Hathorne
: Creo que debieran ser examinados, señor.
Danforth
: No es necesariamente un ataque, creo. Sin embargo...
Francis
: Son todos cristianos devotos, señor.
Danforth
: Entonces estoy seguro de que nada tendrán que temer.
(Entrega el papel a Cheever.)
Señor Cheever, haced extender órdenes de arresto para todos éstos, arrestos para indagatoria.
(A Proctor.)
Ahora bien, señor, ¿qué otra información tenéis para nosotros?
(Francis, horrorizado, está aún de pie.)
Podéis sentaros, señor Nurse.
Francis
: He traído trastornos para esta gente: yo he...
Danforth
: No, abuelo, no habéis herido a esta gente si son de buena moral. Pero debéis entender, señor, que una persona está con este tribunal o si no debe considerarse que está en su contra, no hay términos medios. Este es un momento bien definido, un momento preciso...; ya no vivimos en el oscuro atardecer en que el mal se mezclaba con el bien y confundían al mundo. Ahora, gracias a Dios, ha salido el sol radiante y aquellos que no temen la luz, sin duda lo alabarán. Espero que seréis uno de ellos.
(Mary Warren de pronto solloza.)
Por lo que veo, no se siente bien.
Proctor
: No, no está bien, señor.
(A Mary, inclinándose hacia ella, teniéndole la mano, con calma.)
Recuerda ahora lo que el ángel Rafael le dijo a Tobías, recuérdalo.
Mary
(casi inaudible)
: Sí...
Proctor
: "Sólo harás el bien y ningún mal recaerá sobre ti".
Mary
: Sí.
Danforth
: Vamos, hombre, os aguardamos.
(Vuelve el alguacil Herrick y retoma su puesto junto a la puerta.)
Giles
: Mi testimonio, John, entrégale el mío.
Proctor
: Sí.
(Le entrega otro papel a Danforth.)
Este es el testimonio del señor Corey.
Danforth
: Ah, ¿sí?
(Lo examina. Hathorne se acerca desde atrás y lee con él.)
Hathorne
(suspicazmente)
: ¿Qué abogado redactó esto, Corey?
Giles
: Bien sabéis que jamás tomé un abogado en mi vida, Hathorne.
Danforth
(terminando de leer)
: Muy bien escrito. Mis congratulaciones. Señor Parris, si el señor Putnam está en la Corte, ¿tendríais a bien traerlo?
(Hathorne toma el testimonio y va hacia la ventana. Parris va a la sala del tribunal.)
¿No tenéis ninguna preparación legal, señor Corey?
Giles
(muy orondo)
: La mejor, señor... Treinta y tres veces he estado ante tribunales en mi vida. Y siempre he sido el demandante.
Danforth
: Ah, entonces sois muy irritable.
Giles
: No soy irritable; conozco mis derechos, señor, y los haré valer. Sabéis, vuestro padre juzgó un caso mío...; quizás haga ya treinta y cinco años de ello, creo.
Danforth
: Ah, ¿sí?
Giles
: ¿Nunca os habló de ello?
Danforth
: No, no puedo recordarlo.
Giles
: Es raro; me dió nueve libras por daños. Era un juez justo vuestro padre. Porque veréis: tenía yo una yegua blanca entonces y un tipo vino a que le preste la yegua...
(Entra Parris con Thomas Putnam. Cuando lo ve a Putnam, Giles pierde su desembarazo; se pone duro.)
Ah, ahí está.
Danforth
: Señor Putnam, tengo aquí una acusación del señor Corey en contra vuestra. Declara que fríamente habéis incitado a vuestra hija a acusar de brujería a George Jacobs quien está ahora en la cárcel.
Putnam
: Es mentira.
Danforth
(volviéndose a Giles)
: El señor Putnam afirma que vuestro cargo es falso. ¿Qué respondéis a eso?
Giles
(furioso, sus puños crispados)
: ¡Un pedo para Thomas Putnam, eso es lo que respondo!
Danforth
: ¿Qué prueba presentáis con vuestra acusación, señor?
Giles
: ¡Ahí está mi prueba!
(Señalando el papel.)
Si Jacobs es colgado por brujo, pierde derecho a sus propiedades...; ¡esa es la ley! Y no hay nadie más que Putnam con dinero para comprar semejante extensión. ¡Este hombre mata a sus vecinos por sus tierras!
Danforth
: ¡Pero la prueba, señor, la prueba!
Giles
(señalando su testimonio)
: ¡La prueba está ahí! ¡La obtuve de un hombre honesto que oyó decirlo así a Putnam! El día que su hija acusó a Jacobs, dijo que con eso ella le había hecho un buen regalo de tierras.
Hathorne
: ¿Y el nombre de este hombre?
Giles
(sorprendido)
: ¿Qué nombre?
Hathorne
: Del hombre que os dio tal información.
Giles
(duda, luego)
: Pues, yo... no puedo daros su nombre.
Hathorne
: ¿Y por qué no?
Giles
(duda, luego explota)
: ¡Vos sabéis bien por qué no! ¡Irá a parar a la cárcel si os doy su nombre!
Hathorne
: ¡Esto es desacato al tribunal, señor Danforth!
Danforth
(para evitar eso)
: Sin duda, nos diréis su nombre.
Giles
: No os daré ningún nombre. Mencioné el nombre de mi mujer una vez y ya por ello arderé bastante en el Infierno. Me quedo mudo.
Danforth
: En ese caso, no tengo más alternativa que arrestaros por desacato a la Corte, ¿sabéis eso?
Giles
: Esto es una audiencia; no podéis encerrarme por desacato a una audiencia.
Danforth
: ¡Ah, es un buen abogado! ¿Deseáis que declare al tribunal en sesión aquí mismo? ¿O me responderéis debidamente?
Giles
(vacilante)
: No puedo daros ningún nombre, señor, no puedo.
Danforth
: Sois un viejo tonto. Señor Cheever, comenzad el acta. La Corte está en sesión. Os pregunto, señor Corey...
Proctor
(entrometiéndose)
: Vuestra Honorabilidad..., le han dado la historia confidencialmente, señor, y él...
Parris
: ¡El Diablo participa de tales confidencias!
(A Danforth)
: ¡Sin confidencias no habría conspiración, Vuestra Merced!
Hathorne
: Creo que hay que destruirla, señor.
Danforth
(a Giles)
: Viejo, si vuestro informante dice la verdad, que venga aquí, abiertamente, como un hombre decente. Mas si se esconde en el anónimo, debo saber por qué. Y bien, señor, el gobierno y la Iglesia central os exigen el nombre de quien denunció al señor Thomas Putnam como vulgar asesino.
Hale
: Excelencia...
Danforth
: Señor Hale.
Hale
: No podemos continuar ignorándolo. En la comarca hay un inmenso temor a este tribunal...
Danforth
: Entonces hay una inmensa culpa en la comarca. ¿Tenéis VOS miedo de ser interrogado aquí?
Hale
: Yo sólo puedo temer al Señor, Excelencia, pero con todo, hay miedo en la comarca.
Danforth
(iracundo ahora)
: ¡No me reprochéis el miedo en la comarca! ¡En la comarca hay miedo porque en la comarca hay una conspiración en marcha para derrocar a Cristo!
Hale
: Pero eso no quiere decir que todo aquel que sea acusado forma parte de ella.
Danforth
: ¡Ningún hombre incorrupto puede temer a este tribunal, señor Hale! ¡Ninguno!
(A Giles)
: Estáis arrestado por desacato a este tribunal. Ahora sentaos y consultad con vos mismo, o seréis enviado a la cárcel hasta tanto decidáis contestar a todas las preguntas.
(Giles Corey se lanza hacia Putnam. Proctor se arroja y lo contiene.)
Proctor
: ¡No, Giles!
Giles
(por sobre el hombro de Proctor, a Putnam)
: ¡Te cortaré el pescuezo, Putnam, todavía voy a matarte!
Proctor
(forzándolo a sentarse)
: Paz, Giles, paz.
(Lo suelta.)
Les probaremos nuestra veracidad. Ahora sí.
(Comienza a tornarse hacia Danforth.)
Giles
: No digas nada más, John.
(Señalando a Danforth)
: ¡Sólo juega contigo! ¡Su intención es ahorcarnos a todos!
(Mary Warren prorrumpe en sollozos.)
Danforth
: Esto es una corte de justicia, señor. ¡No permitiré afrentas aquí!
Proctor
: Perdonadle, señor, por su edad. Paz, Giles, ahora lo probaremos todo.
(Levanta el mentón de Mary.)
No puedes llorar, Mary. Recuerda al ángel, lo que le dijo al niño. Aférrate a ello ahora, ahí está tu salvación.
(Mary se tranquiliza. El extrae un papel y se vuelve a Danforth.)
Este es el testimonio de Mary Warren. Yo... yo os pediría que recordéis, señor, al leerlo, que hasta hace dos semanas ella no era diferente de como son hoy las otras niñas.
(Habla razonablemente, conteniendo todos sus temores, su ira, su ansiedad.)
La visteis gritar, aulló, juró que espíritus familiares la sofocaban; hasta atestiguó que Satán, bajo la forma de mujeres que ahora están en la cárcel, trató de ganar su alma y luego, cuando ella rehusó...
Danforth
: Sabemos todo eso.
Proctor
: Sí, señor. Ella jura ahora que jamás vio a Satán; ni espíritu alguno, vago o nítido, que haya podido mandar Satán para herirla. Y declara que sus amigas mienten ahora.
(Proctor se adelanta a darle el testimonio a Danforth, cuando Hale se acerca a éste, tembloroso.)
Hale
: Excelencia, un momento. Creo que esto va al nudo de la cuestión.
Danforth
(con profunda aprensión)
: Sin lugar a dudas.
Hale
: No puedo decir si es un hombre honesto; lo conozco poco. Pero en honor a la justicia, señor, una demanda de tanto peso no puede ser argüida por un campesino. Por amor de Dios, señor, deteneos aquí; enviadlo a casa y que regrese con un abogado...
Danforth
(pacientemente)
: Escuchad, señor Hale...
Hale
: Excelencia, he firmado setenta y dos sentencias de muerte; soy un ministro del Señor y no me atrevo a tomar una vida sin que haya una prueba tan inmaculada que no la ponga en duda ni el menor escrúpulo de conciencia.
Danforth
: Señor Hale, me imagino que no dudáis de mi justicia.
Hale
: He condenado esta mañana, con mi firma, el alma de Rebecca Nurse, Vuestra Honorabilidad. ¡No quiero ocultarlo, mi mano aun tiembla como si estuviese herida! Os ruego, señor, ESTE alegato dejad que sean abogados quienes lo presenten.