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Authors: Lars Kepler

Tags: #Intriga

La vidente (28 page)

BOOK: La vidente
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—No te asustes —dice Elin—. Pero estamos bastante seguros de que consiguió salir del agua.

—¿Estamos?

—Un comisario de la judicial y yo.

—Pero no entiendo… ¿Por qué dicen que se ha ahogado si no…?

—Es lo que creen, la mayoría todavía cree que se ha ahogado, la policía ha dejado de buscarlos, a ella y al niño…

—Pero tú no.

—A lo mejor en este momento soy la única que realmente se preocupa por Vicky —dice Elin.

No encuentra fuerzas para sonreír ni seguir con el tono de voz dulce y complaciente.

—Y ahora quieres mi ayuda para encontrarla.

—Podría hacerle daño al niño —alega Elin—. Podría hacerle daño a más gente.

—Sí, pero lo dudo —dice Daniel y la mira con expresión iluminada—. Desde el principio dije que dudaba que ella hubiera matado a Miranda, y sigo pensando lo mismo…

Daniel se queda callado y su boca se mueve lentamente, sin apenas emitir ruido.

—¿Qué dices? —intenta persuadirlo Elin con dulzura.

—¿Qué?

—Has susurrado algo —dice.

—No creo Vicky asesinara a Elisabet.

—No crees que…

—Llevo muchos años trabajando con chicas expuestas y… simplemente, no cuadra.

—Pero…

—Durante mis años como asistente social me he topado con algunas alumnas realmente oscuras que… que llevaban el homicidio dentro… como…

—Pero no Vicky.

—No.

A Elin se le dibuja una gran sonrisa y por un momento se le acumulan las lágrimas en los ojos hasta que consigue controlar sus sentimientos.

—Tienes que contárselo a la policía —dice.

—Ya lo he hecho, saben que Vicky no es violenta, a mi juicio. Pero también podría estar equivocado —dice Daniel y se frota los ojos.

—¿Puedes ayudarme?

—¿Has dicho que Vicky vivió contigo seis años?

—No, tenía seis cuando vivió conmigo —responde Elin.

—¿Qué quieres que haga?

—Tengo que encontrarla, Daniel… Tú has hablado muchas horas con ella, tienes que saber algo de sus amigas, novios… o lo que sea.

—Sí, puede… Hablamos bastante de las dinámicas de grupo y… no consigo pensar con claridad, lo siento.

—Inténtalo.

—La he visto casi cada día y he tenido… ahora no lo sé seguro, pero a lo mejor veinticinco charlas individuales con ella… Vicky es… El peligro con ella es que suele perderse bastante a menudo, o sea, en el pensamiento… Lo que a mí me preocuparía es que de pronto dejara al niño tirado en alguna parte, en mitad de una carretera…

—¿Dónde se esconde? ¿Tenía alguna familia preferida?

87

La puerta de la habitación se abre y la enfermera entra para darle la medicina a Daniel. Para de golpe, se pone rígida como si acabara de ver un monstruo y luego se dirige a Elin.

—¿Qué pasa aquí? —dice la enfermera—. Te podías quedar cinco minutos.

—Lo sé —responde Elin—. Pero es muy importante que pueda…

—Son casi las seis y media —la interrumpe.

—Perdón —dice Elin y se vuelve rápidamente hacia Daniel otra vez—. ¿Dónde debo empezar a buscar a…?

—Sal de aquí —ruge la mujer.

—Por favor —dice Elin con suavidad y juntando las manos para suplicarle—. Necesito hablar con…

—¿Acaso no oyes bien? —la vuelve a cortar la mujer—. Te he dicho que salgas.

La enfermera suelta un taco y se marcha de la habitación. Elin agarra a Daniel por el antebrazo.

—Vicky debe de haberte hablado de sitios, de amigas.

—Sí, claro, pero no puedo acordarme de nada, ahora me cuesta mucho…

—Inténtalo, por favor…

—Sé que soy un inútil, debería recordar alguna cosa, pero…

Daniel se araña la frente.

—Pero, las demás chicas… ¿Ellas podrían saber algo de Vicky?

—Sí, podría ser… Quizá Caroline…

Un hombre vestido de uniforme blanco entra en la habitación junto con la enfermera.

—Tengo que pedirte que me acompañes.

—Dame un minuto —responde Elin.

—No, me vas a acompañar ahora —dice él.

—Por favor —dice Elin mirándolo a los ojos—. Se trata de mi hija…

—Vamos —dice él un poco más amable.

Elin intenta contener las lágrimas y ya le han empezado a tiritar los labios cuando se pone de rodillas delante de la enfermera y el otro hombre.

—Dadme tan sólo unos minutos —les ruega.

—Te sacaremos a rastras si…

—Ya basta —dice Daniel alzando la voz. Luego ayuda a Elin a levantarse.

La enfermera protesta:

—No puede estar en esta sección a partir de las…

—Cierra el pico —le espeta Daniel marchándose con Elin de la habitación—. Hablaremos en el vestíbulo o en el aparcamiento.

Avanzan juntos por el pasillo, oyen pasos a sus espaldas pero siguen caminando.

—Voy a ir a hablar con las chicas del Centro Birgitta —dice Elin.

—No están allí, las han evacuado —responde Daniel.

—¿Adónde?

Daniel le aguanta una puerta de cristal y sale detrás de ella.

—A una antigua villa de pescadores, al norte de Hudiksvall.

Elin llama al ascensor.

—¿Me dejarán entrar si me presento allí? —pregunta.

—No, pero sí si yo voy contigo —dice Daniel justo cuando las puertas se abren.

88

Elin y Daniel van en el BMW sin decir nada. Cuando llegan a la autopista E4 Elin saca el teléfono y llama a Joona Linna.

—Perdona que te moleste —dice sin poder ocultar la inseguridad en la voz.

—Puedes llamarme todo lo que quieras —responde Joona en tono amable.

—Estoy aquí con Daniel y él no cree que haya sido Vicky la que cometió esos crímenes tan terribles —le explica Elin en pocas palabras.

—Todas las pruebas técnicas apuntan a ella y todo el…

—Pero hay algo aquí que no encaja, Daniel dice que no es violenta —lo interrumpe Elin alterada.

—Puede ponerse violenta —dice Joona.

—No la conoces —dice Elin casi gritando.

Reinan unos segundos de silencio y luego Joona dice tranquilamente:

—Pregúntale a Daniel por la medicina Zyprexa.

—¿Zyprexa?

Daniel la mira.

—Pregúntale por los efectos secundarios —dice Joona y corta la llamada.

Elin conduce un tramo junto a la costa y luego se adentran en los gigantescos bosques.

—¿Cuáles son los efectos secundarios? —pregunta en voz baja.

—Si te excedes con la dosis te puedes volver muy agresivo —responde Daniel con objetividad.

—¿Vicky tomaba esa medicina?

Daniel asiente con la cabeza y Elin guarda silencio.

—Es un buen medicamento —intenta argumentar Daniel, pero en seguida se queda callado.

La luz de los faros apenas alcanza a iluminar la primera línea de troncos que hay en el lindero del bosque, y detrás las sombras se superponen hasta sucumbir por completo a la oscuridad.

—¿Te has dado cuenta de que has dicho que Vicky era tu hija? —pregunta Daniel.

—Sí, lo sé —contesta—. En el hospital. Me ha salido así…

—Fue tu hija durante un tiempo.

—Sí, lo fue —dice Elin con la mirada fija en la carretera.

Pasan junto al gran lago de Armsjön, que brilla en la oscuridad como el hierro fundido. Daniel respira hondo.

—Estaba pensando en una cosa que Vicky dijo al principio… pero se me acaba de ir —dice y se queda pensativo—. Ah, sí… Habló acerca de unos amigos chilenos que tenían una casa…

Se queda callado, deja caer la mirada hacia la ventanilla y se seca las lágrimas de las mejillas.

—Elisabet y yo íbamos a ir a Chile justo cuando el terremoto…

Toma aire y después se queda quieto con las manos en el regazo.

—Me estabas hablando de Vicky —dice Elin.

—Es verdad… ¿Qué estaba diciendo?

—Que tenía unos amigos chilenos.

—Sí…

—Y que tenían una casa en algún sitio.

—¿Eso he dicho?

—Sí.

—Joder —masculla—. ¿Qué me está pasando? Esto es una locura, tendría que haberme quedado en el hospital.

Elin sonríe con disimulo.

—Me alegra que no lo hayas hecho.

89

El camino de grava serpentea por un bosque oscuro con graneros y granjas a ambos lados, hasta que el espacio se abre y descubre un claro con varias casas de madera de color rojo y el mar de fondo como una eternidad opalizada. El tronco engalanado del solsticio de verano sigue en pie, lleno de hojas secas y flores marchitas. A pocos metros hay una casa grande con un bonito porche que da al mar. En su día la casa había sido un colmado, pero desde hace unos años es propiedad del consorcio de salud Orre.

El coche se desliza con suavidad entre los postes de la verja y, cuando Elin se desabrocha el cinturón, Daniel dice muy serio:

—Tienes que contar con… con que estas alumnas siempre han tenido una vida muy difícil —dice mientras se sube las gafas—. Pondrán a prueba tus límites y te provocarán.

—Podré con ello —dice Elin—. Yo también he sido adolescente.

—Esto es muy diferente, te lo aseguro —responde Daniel—. No es tan sencillo… ni siquiera para mí, porque cuando quieren pueden ser muy crueles.

—¿Y qué se les contesta cuando empiezan a provocar? —le pregunta Elin encontrándose con su mirada.

—Lo mejor es ser sincero y claro…

—Lo tendré en cuenta —dice ella y abre la puerta del coche.

—Espera, tengo que… antes de entrar —dice Daniel—. Allí dentro hay un vigilante y creo que debería acompañarte en todo momento.

Elin sonríe por un instante:

—¿No te parece un poco exagerado?

—No sé, a lo mejor… No estoy diciendo que debas tener miedo, pero… Opino que no deberías estar a solas con dos de las chicas, ni siquiera un momento.

—¿Quiénes?

Daniel duda unos segundos y luego contesta:

—Almira, y también una chica más pequeña que se llama Tuula.

—¿Tan peligrosas son?

Daniel levanta la mano.

—Sólo quiero que el vigilante esté presente cuando hables con ellas.

—Vale.

—No te preocupes —sonríe él para tranquilizarla—. En realidad son todas muy majas.

Cuando se bajan del coche notan que el aire todavía está templado y lleva consigo el olor a mar.

—Alguna de las chicas tiene que saber qué amigos tiene Vicky —dice Elin.

—Pero no es seguro que quieran contarlo.

Un caminito de losas de pizarra rodea la fachada y lleva hasta la escalera del porche y la puerta de la casa. Las sandalias rojas de tacón de Elin se clavan en las ranuras de hierba húmeda que hay entre las losas. Ya ha anochecido, pero hay una chica fumando en la hamaca de cara a una gran lila. Su cara desnuda y sus brazos tatuados se ven blancos en la penumbra.

—Daniel —dice la chica sonriendo y tira el cigarrillo chasqueando los dedos.

—Hola, Almira. Ésta es Elin —dice Daniel.

—Hola —sonríe Elin.

Almira la observa, pero no le sonríe. Las cejas negras se le juntan en el entrecejo. Tiene la nariz fuerte y las mejillas llenas de pecas oscuras.

—Vicky se cargó a su mujer —dice de repente Almira mirando a Elin a los ojos—. Y cuando Elisabet estaba muerta se cargó a Miranda… No creo que se dé por satisfecha hasta que nos haya matado a todas.

Almira sube los escalones y se mete en la casa.

90

Elin y Daniel siguen a Almira y entran en una vieja cocina con fogones de leña, ollas de cobre forjadas a mano, alfombras de retazos en el suelo y una despensa en la esquina. A una mesa de madera están sentadas Lu Chu e Indie comiendo helado a cucharadas directamente del bote y hojeando viejos cómics.

—Qué bien que hayas venido —dice Indie cuando ve a Daniel—. Tienes que hablar con Tuula. Está mal de la cabeza, creo que tendríais que volver a darle la medicina.

—¿Dónde está Solveig? —pregunta Daniel.

—Se ha ido a no sé dónde —responde Almira y coge una cuchara de un cajón.

—¿Cuándo? —pregunta Daniel con escepticismo.

—Justo después de comer —masculla Lu Chu sin levantar la mirada del tebeo.

—¿Sólo está el personal de vigilancia?

—Anders —dice Almira sentándose en el regazo de Lu Chu—. Sólo estuvo aquí las dos primeras noches.

—¿Qué? —pregunta Daniel consternado—. ¿Me estás diciendo que estáis aquí solas?

Almira se encoge de hombros y empieza a comer helado.

—Tengo que saberlo —continúa Daniel.

—Solveig iba a volver —dice Indie.

—Joder, pero si son las ocho —dice Daniel y saca su teléfono móvil.

Llama al consorcio de salud y allí le facilitan un número de guardia. Al ver que no se lo cogen y que salta el buzón de voz Daniel deja un irritado mensaje recordando que las alumnas siempre deben tener a alguien en el puesto, que hay cosas en las que no se puede ahorrar, que el consorcio tiene una responsabilidad.

Mientras Daniel habla por teléfono Elin observa a las chicas. Almira está comiendo helado en las rodillas de una de sus compañeras, una adolescente mona con rasgos asiáticos y acné en su cara redonda. Ésta va pasando hojas de un antiguo cómic
Mad
y le da besitos a Almira en la nuca.

—Almira —dice Elin—. ¿Dónde crees que se esconde Vicky?

—No sé —responde mientras chupetea la cuchara.

—Pero si Vicky está muerta —dice Indie—. ¿No os habéis enterado? Se mató ella sola y de paso a un niño pequeño.


Shit
—exclama Lu Chu señalando a Elin con una sonrisa en la cara—. Te conozco… ¿Tú no eres la más rica de Suecia o algo así?

—Déjalo ya —dice Daniel.

—Joder, lo juro —continúa Lu Chu repicando en la mesa hasta que grita a viva voz—: ¡Yo también quiero dinero!

—No tan alto.

—Sólo la he reconocido —dice Lu Chu en seguida—. A ver si no puedo decir que la he reconocido.

—Puedes decir lo que quieras —dice Daniel para tranquilizarla.

—Queremos saber si tenéis idea de dónde tenía pensado esconderse Vicky —dice Elin.

—Casi siempre estaba sola —dice Daniel—. Pero a veces hablabais con ella y no hace falta ser muy buenas amigas para conocerse un poco… quiero decir, yo sé cómo se llama tu ex novio, Indie.

—Volvemos a estar juntos —dice ella con una pequeña sonrisa.

—¿Desde cuándo? —pregunta él.

—Lo llamé ayer y estuvimos hablando —le cuenta Indie.

—Qué bien —sonríe Daniel—. Cómo me alegro.

—Las últimas semanas Vicky sólo iba con Miranda —dice Indie.

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