La verdad de la señorita Harriet (43 page)

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Authors: Jane Harris

Tags: #Intriga

BOOK: La verdad de la señorita Harriet
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Había supuesto que Ramsay me llevaría a vivir con él, ahora que mi madre estaba muerta, ya que era demasiado pequeña para vivir sola. Por lo tanto, fue una sorpresa y una decepción cuando después del funeral me informó de que lo había arreglado todo con mi tía para que me quedara con ella en Londres. Más tarde ese día me llevó de vuelta a Eaton Square en su coche, pero no tuvo tiempo para entrar en la casa porque tenía una cita en Saint James. Unos días después trasladaron mis pertenencias a la casa bastante más humilde de mi tía. Mi padrastro tenía en el sur unos pocos parientes que, de vez en cuando, me invitaban a las reuniones familiares, cuando se acordaban de mí, pero mi contacto con el clan de los Dalrymple era tímido: solo éramos parientes políticos en virtud a un matrimonio que, además, se había disuelto, y tras la muerte de mi madre las invitaciones cada vez eran menos frecuentes. Ramsay no siempre hacía el esfuerzo de asistir a esas reuniones, por lo que, cuando llegué a Escocia en 1888, solo lo había visto en tres ocasiones: en un bautismo, en una boda y en un funeral, tres ceremonias que lo abarcaban todo.

Siempre pensé que nunca me sentiría tan desolada como me sentí después del funeral de mi madre, cuando me enteré de que Ramsay había rehusado llevarme a vivir con él a Escocia. Sin embargo, los días que siguieron al entierro de Rose, se me cayó el alma a los pies y admito que fui tan infeliz como lo había sido entonces.

Aun así, me gustaría aclarar algo. En aquel momento, debido a las circunstancias, no tenía forma de responder a lo que aparecía impreso en los periódicos, por lo que proliferaron varias anécdotas inexactas que nunca fueron desmentidas. Aunque la prensa informó de que yo había intentado quitarme la vida poco después de la muerte de Rose, no fue así. Si bien es cierto que esa semana me hice una pequeña herida, había una explicación bastante simple para los cardenales que tenía en la garganta y que debieron de ser la causa de los rumores. Sucedió que una tarde, cuando oscurecía, la señora Fee había aparecido en la ventanilla de la puerta de mi celda con una carta. Me levanté de un salto y, en mis prisas por cruzar la celda, se me enredó el pie con una manta que colgaba de la cama y tropecé. Todo fue tan rápido que no tuve tiempo de poner las manos para protegerme. Al caer, me golpeé la parte superior del cuerpo contra un taburete de tres patas. La mayor parte del golpe lo recibió mi garganta al dar con el borde del asiento, lo que resultó en un severo cardenal en la laringe. Un accidente simple, si bien doloroso, pero de ningún modo un intento de estrangularme o ahorcarme, como divulgaron entonces.

Supongo que también debería decir algo sobre la correspondencia anónima que empezó a publicar
The North British Daily Mail
por aquella época. Causó bastante alboroto y, si tienen ustedes cierta edad y vivieron en Glasgow aquel invierno, seguro que recordarán esas cartas, o tal vez a sus padres hablándoles de ellas en años posteriores. La primera carta llegó a las oficinas de
The North British Daily Mail
a principios de diciembre y se publicó al día siguiente. El remitente no proporcionaba ninguna dirección, pero, al parecer, el matasellos del sobre indicaba que procedía de Venecia, Italia. Por lo que se pudo averiguar, la ortografía y la gramática eran las de un nativo inglés. El autor no daba su nombre y se limitaba a firmar con un «Suyo Afectísimo». El tal Suyo Afectísimo afirmaba ser amigo de Kenneth Gillespie, el hermano de Ned, quien —tal vez recuerden— había desaparecido en el otoño del año anterior.

Me enteré de la existencia de esa carta por mi abogado, que vino a verme los días posteriores a su publicación. Me aseguró que debía de ser obra de un pobre diablo que buscaba con desesperación llamar la atención. Según él, ocurría bastante a menudo en los casos que recibían mucha publicidad. Aparecían toda clase de excéntricos y chiflados con declaraciones inverosímiles. Si bien cualquier director sensato tiraba a la papelera esa clase de correspondencia sospechosa, el señor Ross de
The North British Daily Mail
había decidido compartir las divagaciones de Suyo Afectísimo con sus lectores. Cuando expresé mi sorpresa de que la carta se hubiera abierto camino desde Italia hasta aquí, Caskie me recordó que los británicos que vivían en el extranjero a menudo recibían la prensa de su país; era incluso probable que la prensa italiana (una variedad más erudita y sobria que su homóloga británica) hubiera mencionado el juicio inminente.

Tal vez Suyo Afectísimo se había aburrido de vivir tan lejos, en una ciudad en ruinas e inundada que siempre estaba plagada de turistas. Me lo imagino dando vueltas por su alojamiento, mirando las húmedas manchas en las paredes de estuco o escuchando el chapaleo del agua del canal sobre el alféizar. Aunque hubiera hecho amistades en Venecia, la experiencia de vivir en una ciudad extranjera puede ser solitaria, y uno ha de tener cuidado y no importunar a las amistades recientes yendo a visitarlas con demasiada frecuencia. Sin duda llenaba sus horas de soledad yendo a las iglesias y las galerías, la piazza San Marcos, la Ca d’Oro, etcétera, hasta que, tal vez en un periódico de su país, leyó sobre el caso Gillespie y decidió dar algún sentido a su existencia armando un poco de alboroto.

En todo caso, esa fue la imagen mental que me hice de Suyo Afectísimo.

Ya no tengo copias de
The North British Daily Mail
(y, por alguna razón, Sarah nunca encontró ninguna en la biblioteca). Pero recuerdo más o menos el texto de la primera carta. Suyo Afectísimo empezaba diciendo que escribía en nombre de Kenneth Gillespie, nacido en Woodside, Glasgow, hermano del artista, Ned, y tío de Rose Gillespie, la niña desaparecida cuyo cuerpo había sido encontrado hacía poco. Al parecer, a Kenneth le habría encantado volver a Escocia para apoyar a su familia en esos momentos difíciles, pero, por motivos que no especificaba, le era imposible, tanto en esos momentos como en un futuro previsible.

La carta seguía diciendo que Kenneth había confesado a Suyo Afectísimo que conocía bien a la señora que habían detenido en relación con la desaparición de su sobrina. Él y Harriet Baxter se habían hecho amigos (afirmaba la carta) en el verano de la Exposición Internacional, amistad que había surgido a raíz de una afición común al teatro. Al parecer, la señorita Baxter había regalado a menudo entradas al joven, si ella no podía asistir a una obra determinada. En otoño, cuando Kenneth había expresado su insatisfacción por ciertos aspectos de su situación en Glasgow, la dama inglesa, que era económicamente independiente, lo había animado a irse de la ciudad y empezar una nueva vida por su cuenta en Venecia. Asimismo, se había ofrecido con generosidad a pagarle el viaje y le había proporcionado medios suficientes para cubrir sus primeros meses en el extranjero. Aunque al principio Kenneth lo había tomado como una amabilidad por parte de la señorita Baxter, con el tiempo había reflexionado y, sobre todo a raíz de los recientes acontecimientos, empezaba a cuestionar los motivos de la dama al financiar su marcha de la ciudad. Sin embargo, la carta no especificaba cuáles creía que eran esos misteriosos motivos.

Que yo recuerde, Suyo Afectísimo concluía asegurando a la familia Gillespie que Kenneth gozaba de buena salud, y pidiéndole que comprendiera y perdonara al joven por no regresar a su país.

Pese a varios rumores de que Kenneth en persona pudiera estar involucrado de manera directa, y que hubiera escrito o dictado al menos la carta él mismo, sospecho que la mayor parte podría haber sido compuesta a partir de lo que había aparecido en la prensa. La parte sobre el teatro era sin duda ingeniosa, y no iba muy desencaminada, ya que tal vez en un par de ocasiones había dado entradas a Kenneth para el Princess. En cuanto al resto, eran tonterías que resultaban aún más dañinas por lo diabólicamente ambiguas. Cuando le expresé mi preocupación a Caskie, me respondió que el fiscal no podía utilizar correspondencia anónima para fundamentar sus argumentos y no lo haría.

—Podría haberla enviado cualquier necio —me dijo—. No deberían haberla publicado.

—¿Cree que habrá caído en el olvido cuando se celebre el juicio?

Su boca se curvó hacia abajo.

—Esperemos que sí.

Mi otra preocupación, por supuesto, eran los Gillespie. Con toda probabilidad leerían
The North British Daily Mail
, ya que era el periódico preferido de Elspeth y lo compraba cada día. De hecho, tiempo después esa misma tarde encontré un sobre de Ned entre la correspondencia que tiraron por la ventanilla de nuestra celda. Era la primera vez que recibía noticias de él desde que había venido a verme con Annie y su madre. Cuando reconocí su letra se me paró el corazón. Me habría gustado estar a solas para leer lo que había escrito, pero Cullen y Mulgrew se encontraban a mi lado, absortas en una partida de piquet (o «ticket», como lo llamaban ellas), la puerta estaba cerrada con llave, y no sabía cuándo podría disfrutar de un momento de soledad. Así que me retiré a mi esquina, me senté en la cama y abrí el sobre. La carta sigue en mi posesión y paso a transcribirla aquí, tal como fue escrita:

Estimada Harriet:

Qué momento más extraño y terrible es este. No sé qué pensar. No sé qué escribir. En cuanto empezamos a recobrarnos de un golpe terrible recibimos otro. Hemos oído cosas tan increíbles. No puedo creer que sean ciertas. Annie no se cansa de mirar atrás hacia la época en que la conocimos, hará dos años ahora. Examina cada incidente y cada visita, cada pequeño comentario. La verdad es que de momento no tiene nada que criticarle, pero parece resuelta a demostrar que quiso perjudicarnos a nosotros y a nuestras hijas desde el principio. Ella y mi madre discrepan a menudo sobre este punto. Mi madre nunca olvidará que le salvó la vida aquel día en Buchanan Street. Sigue arrojando eso y todas sus obras buenas a los pies de Annie, e insiste en que usted es lo que parece, un ángel de la misericordia, o al menos una persona bondadosa y bienintencionada.

Harriet, esa cuestionable carta que ha aparecido en
The
North British Daily Mail
ha creado aún más confusión. Esta semana me enseñarán el original para que determine si podría haberla escrito mi hermano. Annie parece convencida de que será de él. Hoy me ha contado todo lo que usted y ella saben sobre Kenneth. Ni que decir tiene que me he quedado muy sorprendido. Pero en este punto Annie no puede reprocharle nada. Hasta ella reconoce que su intervención del pasado verano para protegerlo fue poco menos que milagrosa. Es evidente que nos libró de muchos quebraderos de cabeza, y a Kenneth de algo peor. Solo me habría gustado que alguien me lo hubiera dicho entonces. Por supuesto, mi madre no sabe nada. Queremos ocultárselo porque le mataría averiguarlo. Gracias por guardar la información con tanto celo todo este tiempo.

De todas maneras, nos han aconsejado que interrumpamos toda correspondencia con usted, de modo que esta será mi primera y última carta. Mi madre tampoco le escribirá. Me pide que le diga que lo haría si no fuera por esos horribles abogados. Ellos quieren que le ruegue que deje de escribir usted también. Lo siento, pero parece que no tenemos elección. Espero que conserve la salud hasta el juicio, en cuyo momento veremos lo que veremos.

Después de mucha discusión, hemos decidido traernos a Sibyl a casa. Necesitamos volver a ser una familia y estoy convencido de que podemos cuidar de ella aquí, por dañada que esté su mente. Los médicos han protestado diciendo que es demasiado pronto y asegurando que lo dicen por su bien, pero hemos dejado de pagarles, de modo que eso sin duda pondrá fin a sus objeciones. De hecho, vamos a recogerla esta tarde ya que no queremos que la pongan en el ala de los indigentes.

Harriet, mi madre quiere que le diga que la tiene presente en sus oraciones. Por otra parte, Mabel y Walter van a volver a Glasgow, y los esperamos dentro de un par de semanas.

En cuanto a mí, me gustaría pensar que hicimos bien en confiar en usted y en abrirle las puertas de nuestra casa como nuestra amiga. Quiero creer que no ha hecho nada malo. No me gusta imaginarla encerrada en ese lugar espantoso. Hizo un buen papel al mostrarse capaz y fuerte, pero los que la conocemos podemos imaginar que, debajo de esa fachada, hay alguien sensible e incluso frágil. Harriet, quiero que sepa que, por mi parte, tendrá el beneficio de la duda hasta que se demuestre lo contrario. Solo espero que los peores temores de Annie no sean ciertos, y que declaren culpables a los verdaderos culpables (como parece que son, en vista de las pruebas que he oído que tienen contra ellos).

Quiera Dios que pueda reafirmar la fe que hemos puesto en usted como nuestra amiga, y limpie su nombre y la dejen en libertad.

Un saludo, con muchas esperanzas y gran compasión por su situación,

N
ED

Después de leer la carta, la guardé en el sobre. Luego me deslicé entre las sábanas y allí me quedé, tratando de asimilar las implicaciones de las palabras de Ned. ¿Significaba eso que en adelante los celadores destruirían las cartas que yo escribiera a la familia? La idea de no ponerme más en contacto con los Gillespie era aterradora, ya que mientras pudiera escribirles me parecía que tenía una oportunidad para permanecer en sus corazones. El juicio no se celebraría hasta dentro de varios meses; así pues, transcurría semana tras semana sin contacto alguno entre nosotros. Apenas empezaba a asimilar la triste realidad de ello cuando se abrió la puerta y apareció la señora Fee.

—Baxter…, alguien quiere verla.

Era mi abogado. No acostumbraba a venir a verme dos días seguidos. Además, tenía los hombros alzados y sus poco pobladas cejas curvadas hacia abajo.

—¿Qué ocurre, señor Caskie?

Sorbió por los dientes y me miró un momento sin sonreír.

—He estado hablando con el inspector. Como sabe, han tratado de encontrar alguna relación entre usted y Schlutterhose.

Asentí.

—Bueno, pues por fin han encontrado algo…, algo que el alemán y su mujer han tratado de ocultar. Tal vez explique unas cuantas cosas, y ahora veo que, por lo que a usted respecta, es totalmente inocente, pero podría perjudicarnos más que beneficiarnos.

—¿De qué demonios se trata?

—Usted no puede saberlo, pero Belle utiliza su apellido de casada… desde hace varios años. Antes de que ella y el alemán se casaran, utilizaba, como es natural, su apellido de soltera, que era Smith.

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