—Funciona.
Los ssi-ruuk, los p'w'ecks y Dev lanzaron vítores con idéntico entusiasmo.
—La siguiente prueba —cantó en voz baja Firwirrung— pretende demostrar que podremos obligar a Skywalker a cumplir nuestros deseos. Es un usuario de la Fuerza mucho más poderoso que nuestro Dev, si Dev no se ha equivocado en sus cálculos.
—Será mejor que esté en lo cierto.
Escama Azul pareció descender de la mampara/cubierta hacia él. La mano derecha de Dev se cerró involuntariamente, cuando la gigantesca cabeza azul se inclinó sobre él. El ojo remolineó. Se zambulló en su interior.
Después, ante su sorpresa, Escama Azul retrocedió.
—Inténtalo —susurró.
Firwirrung descendió de la mampara y extrajo el cuchillo de tres hojas utilizado para quitar las garras a los pequeños lagartos que llamaban fft. Presionó el mango contra la mano derecha de Dev.
—¿Sí?
Dev no sintió temor, sólo curiosidad.
—Clávalo en tu otra palma.
¿Qué podía ser más razonable? Retorció su cuerpo contra la sujeción de la cintura, enderezó el cuchillo y lo clavó con todas sus fuerzas. El hueso crujió. Sangre roja humana se deslizó por la hoja. Sintió dolor.
—Déjalo ahí —ordenó Firwirrung.
Dev se colocó en posición de firmes y esperó la siguiente orden.
—Brazo derecho.
Dev extendió su mano libre.
Firwirrung sacó el cuchillo de la palma de Dev, lo limpió en la túnica de Dev y pegó un fragmento de sintipiel (probablemente saqueada de alguna mochila médica imperial) en cada lado de la mano herida de Dev. Después volvió la cabeza hacia el almirante Ivpikkis.
—¿Cree que funcionará con Skywalker? —preguntó el almirante.
—Carecemos de motivos para opinar lo contrario. El instinto de conservación es fuerte en todos los humanos, y ya ve hasta qué punto hemos dominado el de Dev. La prueba definitiva, y la más vital, por supuesto, es averiguar cuánto tiempo puede permanecer vivo un sujeto en este estado. Sólo tenemos tiempo para una breve simulación, pero bastarán unas pocas horas para que se inicien las primeras señales de degradación vital.
El almirante Ivpikkis meneó la cola y miró a Dev. Éste esbozó una sonrisa. Escama Azul siguió al almirante fuera de la habitación. Firwirrung ordenó a un p'w'eck que se llevara el cadáver humano, y al otro que se quedara con Dev.
—Avísame si cambia alguna cifra.
Tabaleó sobre la mampara con su garra delantera engarfiada.
Después se marchó.
Varias horas
. Tendido en aquella cama, tan cerca de la auténtica tecnificación.
Tan incómodo. Le picaba la nariz, y no podía rascarse. Nadie se lo había dicho. El dolor de su mano conseguía hacerle olvidar los sufrimientos que recorrían todo su cuerpo. Para pasar el rato, recitó poesías aprendidas en su niñez. Las tradujo mentalmente al ssi-ruuvi, y después las plasmó en su alfabeto especial ssi-ruuvi.
Las poesías se agotaron demasiado pronto. Experimentó la sensación de que sus ojos se habían hundido en el cráneo, hasta integrarse en el circuito de captación. Pobre Skywalker: condenado, como Dev, a sobrevivir sin conseguir su androide de combate. Condenado por poseer el mismo talento.
Dev suspiró y empezó a contar los latidos del pulso, mediante las pulsaciones que sentía en su mano izquierda.
Perdió la cuenta entre los cuatro y los cinco mil. Transcurrió más tiempo. Hacía rato que la incomodidad se había convertido en dolor, y Firwirrung no había vuelto para examinarle. Empezó a contar de nuevo, perplejo y herido.
Aún no podía rascarse la nariz. Nadie le había dicho que lo hiciera…
¡Hazlo, cabeza de chorlito
! Ahora que podía intentarlo, la imposibilidad de lograrlo le enfureció. ¿Por qué no se había quedado Firwirrung? Qué crueldad. Tal vez si contenía el aliento el tiempo suficiente, se desmayaría y los p'w'ecks notarían un cambio en sus signos vitales. Inhaló hasta que la correa de la cintura se clavó en su carne, y entonces exhaló. Tensó su garganta y contuvo la respiración.
Una intensa descarga eléctrica pasó entre las correas que sujetaban sus muñecas. Inhaló involuntariamente.
Él había sugerido el mecanismo. Irritado, intentó liberar su mano derecha. Apretó el meñique con el pulgar y retorció su palma para deslizaría fuera de la correa. No lo consiguió. Siguió tirando. Desistió tres segundos más tarde. Descansó. Volvió a probar.
La escotilla zumbó. Dev, sobresaltado, inmovilizó la muñeca. El primero en entrar fue Firwirrung. Sin ni siquiera mirar a Dev, se encaminó hacia el panel de la mampara. Escama Azul precedió a un p'w'eck, que arrastraba a otro prisionero.
—Excelente. —Firwirrung dio la vuelta—. Todas las señales vitales sin cambios. Descríbeme la sensación, Dev.
—Duele —dijo con voz estrangulada.
Escama Azul parpadeó y se acercó lo suficiente para que Dev lo oliera.
—¿Las piernas también?
Dev hundió más los tobillos en sus ligaduras.
—Vuelven a moverse, pero duele. Están demasiado pesadas.
—Ah. —Firwirrung examinó una lectura y siseó de placer—. El control neuromuscular regresó al cabo de dos horas y siete doceavos, tal como estaba previsto. Excelente.
Dev tragó saliva.
—Duele —repitió, con voz quebrada.
—Eso no debería afectar a la función de contención. Tecnifícanos a esta mujer, Dev.
—No me estás escuchando. —Dev apretó los labios—. Duele.
—¿Duele? —se burló Escama Azul.
El alienígena se volvió un poco. De repente, al reconocer la postura, Dev se encogió e hizo acopio de valor. Una cola musculosa azotó sus piernas con tal fuerza que Dev vio las estrellas.
—Bien —canturreó Escama Azul—. Te necesitamos reacio, humano.
Firwirrung avanzó hacia él con un hipopulverizador de forma extraña.
—Tienes razón —dijo a Escama Azul—. Es muy probable que el Jedi no quiera colaborar. Ahora que nuestro esfuerzo bélico depende de controlar a Skywalker, probaremos esto… en lugar de tus talentos. Entonces, la victoria de nuestro pueblo no dependerá de la supervivencia de cualquiera de nosotros.
—Podría matarle.
El extremo de la cola de Escama Azul se agitó con aire amenazante.
—O le matará, o le obligará a obedecer. Es mucho mejor mantener la objetividad profesional en este sujeto, mucho menos valioso.
¿Menos valioso? ¿Qué estás diciendo, amo
? Dev, invadido por el pánico, trató de apartarse del hipopulverizador. Quemó su muslo un momento. Esperó. Luego…
—Tecnifica a esa mujer —ordenó Firwirrung.
Dev parpadeó. ¿Para qué, si no, servían los humanos? Se proyectó hacia ella. Mientras aspiraba su esencia, sintió más dolor. Oyó un chillido. Un chillido masculino que arañó su garganta. Después abrió los ojos de nuevo, a la espera de más órdenes.
Escama Azul extrajo el cuchillo fft de la bolsa que llevaba colgada al hombro.
—No es necesario —bramó Firwirrung—. Me gustaría dejarle ahí varios días, para poner a prueba las demás funciones de apoyo vital…
—Ya has oído al almirante —cantó irónico Escama Azul con voz nasal—. Quieren empezar con Skywalker de inmediato.
¿Varios días? Dev tembló y apretó los puños. La izquierda le dolía. Tendría huesos astillados y tendones seccionados.
—Cómo huelen cuando tienen miedo.
—Casi consiguen comportarse con inteligencia en algunas ocasiones. Sería curioso que tuvieran alma, cuando los p'w'ecks no.
—Ni por asomo. —La insensibilidad de Firwirrung abrumó a Dev—. Acaba de una vez.
—Mírame —ordenó Escama Azul.
El ojo era negro, redondo y cariñoso, y remolineaba…
La mano le dolía de una forma increíble. Mientras su cerebro confuso reconocía las sensaciones de una nueva renovación, aunque sólo parcial, el maestro Firwirrung soltó la última sujeción de las muñecas. Dev parpadeó e intentó incorporarse. Se tambaleó entre dos p'w'ecks y reprimió una debilidad extraña e inexplicable. Algo olía mal. Humano. Se olió a sí mismo. Aj.
—¿Ha ido bien? —preguntó a Firwirrung. Cuando hablaba, la garganta le dolía—. ¿Por qué…? ¿Por qué renovarme, ahora?
—Ay, Dev. —Firwirrung acarició su brazo con la garra abierta—. Recordar que habías estado tan cerca de la tecnificación, para luego negarte a la alegría, te entristecería sobremanera.
Su bondad le impresionó.
—Pero ¿funcionó? ¿Le di su androide de combate? Firwirrung rodeó con una garra la cabeza de Dev y la atrajo hacia su pecho escamoso.
—Funcionó. Ahora sólo nos falta una cosa. —Skywalker —susurró Dev. Firwirrung le apartó con afecto. —Haz el favor de ir a bañarte, humano.
E
l gobernador Wilek Nereus entró en la sala de operaciones de su suite y controló con firmeza cierta impaciencia. El techo, las paredes desnudas, el suelo y los muebles eran negros, para ver mejor las proyecciones. En la pequeña mesa de conferencias, frente al comandante Thanas y junto al fraudulento «general» Solo, vio al comandante Luke Skywalker, Caballero Jedi, confiado por completo en su invulnerabilidad.
—¿Va todo bien, caballeros?
Nereus ocupó la silla repulsora situada en la presidencia de la mesa y ordenó a sus guardias que retrocedieran. Los demás se sentaron.
El comandante Thanas tenía el aspecto serio de un hombre cuya carrera dependía del siguiente informe bianual de Nereus. Estaría ansioso por redimir la mancha de Alzoc que afeaba su historial.
—Todos los cazas reparados —dijo Thanas—. Las tripulaciones aguardan nuestra señal.
Aquel ataque no llegaría, si los ssi-ruuk cumplían su palabra…, aunque Nereus no lo creía. Si capturaban a Skywalker y atacaban igualmente, el comandante Thanas y él habían puesto a punto una nueva arma que daría cuenta de los androides de combate.
—¿Qué hay de los nuevos…?
—Cañones DEMP —le interrumpió Thanas. Skywalker, perplejo, miró a Thanas, y después a su amigo contrabandista—. Deja fuera de combate a los androides desde cierta distancia, mediante pulsaciones electromagnéticas. Hemos instalado dos prototipos súper DEMP en patrulleros del sistema, pero aún no han sido probados.
Solo pidió de inmediato cañones DEMP para las cañoneras rebeldes. Nereus se acarició el mentón y dejó que el comandante Thanas explicara que no existían más. Mientras discutían, extrajo del bolsillo del cinturón un medisensor en miniatura y lo dejó sobre la mesa, apuntando a Skywalker.
Frunció el ceño, pero no a causa del remordimiento, sino de la preocupación. Todas las lecturas indicaban que el hombre gozaba de una salud casi perfecta. Había ingerido una vaina de huevos sin saberlo. Nereus necesitaba asegurarse de que los huevos eran viables, y deprisa, pero un examen médico completo despertaría las sospechas de Skywalker, y la ignorancia del Jedi era un factor fundamental del éxito.
Un proyector holográfico se elevó hasta el nivel de la mesa y creó una imagen entre Skywalker y Thanas. Rodeando una esfera azul pálido, puntos plateados y dorados que representaban naves dibujaron la red defensiva de Bakura. Fuera del perímetro, los ssi-ruuk rojos parpadeaban.
—Su gente utiliza el rojo como amenaza, también —observó Solo.
—Debe de ser lo habitual, cuando la sangre de la gente es roja —dijo Skywalker en voz baja.
Oh, sí, su sangre es roja
. Nereus sonrió con beatitud y se reclinó en la silla. Pulsó unas teclas de su tablero y se puso en contacto con el departamento médico.
Quince minutos después, mientras los demás seguían discutiendo de estrategia, los técnicos médicos conectaron los poderosos sensores principales del complejo con su modelo utilitario, que seguía sobre la mesa. Utilizó teclas direccionales de su tablero para enfocar una pequeña zona, situada entre el cinturón y la clavícula de Skywalker.
Dos minúsculas larvas de catorce horas de edad serpenteaban en el pasaje bronquial izquierdo. Primitivos sistemas circulatorios bombeaban en busca de vida.
La vaina había contenido tres huevos, pero una larva tricoide olabriana era mortal. Cualquier buen parasitólogo alienígena lo sabía.
Solo, que había repartido insultos a ambos bandos durante las últimas dos horas, protestó por fin con semblante sombrío.
—Comandante Thanas, hay una cosa que no me gusta. Mire.
—Señaló la maniobra completa proyectada. —Retroceda tres pasos —ordenó al circuito de programación. Los puntos volvieron atrás. —Ahí. Alto. ¿Lo ve? Han…
Nereus despejó su pantalla particular. Solo hizo una pausa. Skywalker le dio un codazo para indicar que continuara.
—Han colocado parejas de cazas de la Alianza en los puntos de máximo riesgo —insistió Solo—. Su proyección no muestra pérdidas por subgrupos. Si los introduce, habrá muchos menos puntos plateados en la pantalla general.
Quizá el contrabandista tenía cierta idea de tácticas, después de todo, pensó Nereus. El comandante Thanas, que jugueteaba con su navaja, la guardó en un bolsillo de la chaqueta.
—El comandante Skywalker sugirió que yo efectuara la evaluación de sus fuerzas —dijo—. Si esos cazas fueran míos, los desplegaría de la misma manera para minimizar las pérdidas globales. —Tecleó en su consola—. Pase a la fase cuatro, con el cálculo de pérdidas. —La configuración cambió—. Ahora programaré un cambio de escuadrones, para sustituir a la mitad de esas posiciones clave con regulares. ¿Le parece justo, general?
Solo extendió las manos.
—Ya. —El comandante Thanas oprimió una tecla—. Fase cuatro, pérdidas calculadas, con los escuadrones cambiados.
Un número significativo de puntos se apagaron, tanto imperiales como de la Alianza.
Skywalker respiraba con facilidad. La tos aparecería en un plazo de entre cuatro y seis horas, dependiendo de su estado físico general, unas dos horas antes de la hemorragia torácica masiva.
—¿Convencido, general Solo?
—Supongo.
Skywalker enlazó las manos sobre la mesa.
—Creo que podemos confirmarlo. Las fuerzas de la Alianza serán la cabeza de lanza de cada ataque. Romperemos el bloqueo y aislaremos ese crucero para que ustedes lo rodeen. Si destruimos un crucero, tal vez cambien de opinión. Si destruimos dos… —No terminó la frase—. Bien, veremos qué nos tienen reservado. Una pregunta más. —Se volvió hacia el comandante Thanas—. Si los ssi-ruuk siguen esperándonos, ¿hasta cuándo se lo permitiremos?
Nereus carraspeó para atraer la atención.