—¿Sólo es una fuerza de exploración? —preguntó alarmado Luke.
Dev asintió, y Luke percibió su vergüenza.
—Créeme, Firwirrung va a por ti.
Él había colaborado… De modo que aquélla era la historia. Luke cerró los ojos. No era extraño que Dev hubiera intentado estrangularle, antes que permitir a los ssi-ruuvi salirse con la suya.
Luke reprimió otra tos.
—Bien, acabemos el trabajo antes de que aparezcan más.
—¿Te encuentras bien?
Luke volvió a toser. El olor reptiliano irritaba sus fosas nasales y garganta.
—Algo que respiro me está molestando. Supongo que tú estás acostumbrado. Vámonos.
La sala de máquinas era un laberinto de controles y conductos, pero fue fácil para Luke localizar el panel central. Aquel lugar creaba una grotesca imitación de vida tan potente, tan abominablemente retorcida, que se encogió. Cien energías entrelazadas inundaron sus sentidos subliminales. Energías recién tecnificadas se retorcían frenéticamente entre los retazos desgastados de otras voluntades casi acabadas.
Luke atravesó la consola con su espada. La cacofonía enmudeció.
Paseó la vista a su alrededor y respiró profundamente. Notó limpias por fin la cámara y la nave.
¿Se habría quedado solo a bordo?
Tubos de luz brillaban detrás de los conductos grises que recorrían el techo, de manera que existía energía de emergencia. Ahora tendría que seguir el rastro del flujo de energía mediante los tableros, como todo el mundo.
—¿Sabes leer esto, Dev?
Tras una rápida consulta, decidieron que el propulsor iónico y el hiperpropulsor todavía funcionaban, pero había volado el enlace entre el puente y la sala de máquinas.
—Esto es asombroso —murmuró Dev.
Luke examinó las pantallas. Volvió a toser. Contaban con soporte vital, armas y comunicaciones, aunque no había suministros médicos. Nada para los músculos de las piernas entumecidos, ni mascarilla para filtrar aquello que irritaba sus pulmones. Tendría que resistir hasta que saliera del
Shriwirr
. De nuevo cruzó por su mente la idea de que iba a quedarse aislado en la nave, sobre todo si los ssi-ruuk perdían.
—Vamos a buscar una lanzadera —dijo, y se apartó del panel de control.
Dev le guió hasta tres muelles gigantes de lanzaderas, todos vacíos. Ni siquiera pudieron encontrar el aparato imperial secuestrado en el espaciopuerto de Salis D'aar.
—Abandonen la nave —murmuró Luke—. Huyan del terrible Jedi y su poderoso aprendiz.
Dev extendió los brazos.
—Entonces, esto es nuestro bote salvavidas. Te conduciré al puente.
La tos agitó el pecho de Luke.
—Tendré que hacerlo —dijo a regañadientes.
—Lamento lo de los cañones DEMP —dijo Han al comandante Thanas.
Ambos habían fallado e inutilizado al patrullero, y no lo lamentaba en absoluto. Menos mal que no había conseguido uno para el
Halcón
.
—Bajas de guerra —comentó Thanas por el canal de mando—. Como el comandante Skywalker, al parecer. Lo siento. Admiraba su talento.
—¿Qué ocurre? —preguntó la voz de Leia.
—El gobernador Nereus acaba de anunciarlo. Los alienígenas le secuestraron.
—No dé por perdido a Luke —replicó Leia con voz tensa.
Han olfateó el aire. ¿Se quemaba algún cable?
¡Resiste, nena
!
La voz metálica de Thanas se suavizó.
—Alteza, a menos que todos los ssi-ruuk se retiren, tenemos órdenes específicas de destruir ese crucero.
—¿Qué? —exclamó Leia.
Han notó un escozor en el cuello. Sólo un cuarteto de naves protectoras ssi-ruuvi impedían que Thanas lo hiciera. La capacidad de fuego de su
Dominante
era enorme.
—¿Por qué? —preguntó.
—Contagio, general. No me dieron detalles, y no tengo la costumbre de discutir órdenes, por las consecuencias que acarrea.
Leia le interrumpió desde la torreta inferior.
—Discuta ésta. Olvídela de momento, comandante.
No creía en aquel cuento del contagio más que Han. El gobernador Nereus sólo deseaba venganza. Han localizó un hilillo de humo que brotaba de una mampara y cortó el circuito. Surcado por cables como el plano de una ciudad, el
Halcón
podía funcionar con varios tableros desactivados.
La voz del comandante Thanas se endureció cuando habló con otra persona.
—Escuadrones ocho a once, destruyan esos botes salvavidas.
—Están indefensos —protestó Leia.
—No lo sabemos —replicó con frialdad Thanas—. Algunas culturas arman sus botes salvavidas.
—¿El procedimiento imperial acostumbrado? ¿Rematar a los heridos para ahorrar gastos médicos?
—No parece preocupada por las naves teledirigidas. Son energía viviente.
—Esclavizadas. Irrevocablemente. Matarlas sólo libera sus almas.
—Estoy de acuerdo —intervino la capitán Manchisco desde el
Frenesí
.
Estaba ayudando a un patrullero imperial a capturar con el haz de arrastre a un crucero ligero alienígena.
—¿Y los alienígenas, Alteza? —insistió Thanas.
La voz de Leia sonó como si tuviera apretados los dientes.
—Estamos luchando por la supervivencia del pueblo bakurano, y probablemente de otros, comandante. La defensa propia justifica muchas cosas, pero jamás masacrar a los indefensos.
Thanas no contestó. Han observó en sus analizadores que un escuadrón de grandes cazas ssi-ruuvi volaba hacia el
Dominante
. Sus turboláseres volatilizaron a dos.
—Buen tiro, Leia —murmuró Han. Conectó el comunicador. De pronto, un remolino de luces parpadeó en el panel de su ordenador y Chewie bramó por el comunicador—. Fantástico, Chewie —exclamó Han—. Ponte a un cañón.
—¿Qué pasa? —gritó Leia.
—Cetrespeó vuelve a funcionar. No me preguntes qué le pasó. Nos bendecirá con la historia completa en cuanto se lo permitamos. Proporcionó al Imperio un programa de traducción del Flauta, pero ahora nosotros también tenemos uno.
Leia gruñó.
—¿Cómo está Luke?
Han disparó contra otro enjambre de naves androide y alcanzó al líder. Por dos veces habían pensado que ya habían acabado con todas. Por dos veces, otro crucero había lanzado un nuevo enjambre.
—Todavía bien —murmuró Leia—. Acaba de dar cuenta de una concentración enorme de esa… energía zombi.
El cañón disparaba mientras ella hablaba.
—Olvídate de las teledirigidas, corazón. Concéntrate en tu hermano. Adviértele de lo que Thanas acaba de decir.
—¡Ya lo intento!
—Dile a Cetrespeó que trate de transmitir en sus frecuencias, o algo por el estilo.
Han apretó los dientes. Luke había entrado solo en el palacio de Jabba. Había rescatado sin ayuda a Han, Leia y Lando, de las fauces arenosas de Sarlacc, literalmente. Pese a aquellos delirios de grandeza, quizá sabía lo que hacía.
¿Qué estoy haciendo
? Luke terminó de recorrer en círculo el puente del
Shriwirr
, tambaleándose sobre una pierna sana y otra que le daba calambres cada vez que apoyaba su peso en ella. Las consolas se curvaban desde el suelo hasta el techo, cubiertas de símbolos desconocidos. Algunas pantallas indicaban puestos de tripulantes, pero no había sillas, bancos o taburetes. Un largo panel curvo hacía las veces de portilla.
—¿Sabes cómo funciona alguno de estos aparatos?
—Sé leer los controles. Eso es todo.
—Algo es algo —murmuró Luke.
Una cosa le preocupaba. Se apartó de Dev, inquieto, y encendió la espada.
Dev giró en redondo.
—¿Qué pasa? —susurró en voz alta.
—No lo sé. —Luke caminó hacia la mampara cóncava más cercana, y después se desvió hacia la escotilla, con la cabeza agachada—. Probablemente nada.
—Lo dudo.
Dev había dejado abierta la escotilla de la cabina. Luke avanzó. Notó, o creyó notar, detrás de las mamparas una presencia alienígena.
—Ponte a cubierto, Dev —gritó.
Un p'w'eck se lanzó sobre él. Luke cortó su garra delantera, con desintegrador y todo. Después vio una granada de gas metálica que colgaba de una cadena alrededor de su cuello. Cortó la cadena, extendió una mano y arrojó lejos la granada, antes de tirar el panel para que bloqueara la escotilla. Un estampido apagado se oyó detrás. El p'w'eck atrapado, lloriqueante, retrocedió.
—Habla con él. —Luke asió con más fuerza la espada y respiró con lentitud para no toser—. Dile que no quiero hacerle más daño. Si nos ayuda, quizá podamos utilizar la nave.
Dev empezó a emitir trinos y silbidos. El p'w'eck vaciló, y luego lanzó la mano hacia su desintegrador.
Luke se lo arrebató mediante la Fuerza.
—Dile que nadie vendrá hasta que el gas del pasillo se disipe.
Dev trinó. El p'w'eck volvió a sacudir la cabeza. Luke se preguntó si se atrevería a interrogar al alienígena. No sabía cómo. El ser no pensaba en Universal.
Luke tiró a Dev el desintegrador del p'w'eck.
—¿Hay alguna forma de atarle, para evitar que nos haga perder más el tiempo?
Dev frunció el ceño, levantó el desintegrador y atravesó el cráneo del alienígena.
—¡Dev! —exclamó Luke—. ¡Nunca mates si no es necesario!
—Nos habría asesinado en cuanto nos hubiéramos descuidado. Nos quedan pocos minutos. Vamos a utilizarlos.
—Cuidado —gritó una voz extraña en el oído derecho de Han.
Han aumentó la energía de los escudos de estribor. Las fuerzas combinadas rebeldes e imperiales casi habían cerrado un arco alrededor de dos cruceros alienígenas más, pero los invasores resistían. El espacio negro destellaba de naves, escudos y energía, a medida que los ssi-ruuk concentraban su fuego en las naves rebeldes que ocupaban puntos clave…, tal como Han había anticipado.
—Dominante
a
Halcón
. Cierre esa brecha en cero-dos-dos.
El
Dominante
había rechazado a sus atacantes, pero se inclinó a estribor. Han sonrió y supuso que sus impulsores laterales se habían averiado de nuevo. Tal vez Luke estaría a salvo un rato más. Imprimió un giro a su nave para encarar el norte solar. La brecha en cuestión era lo bastante grande para que pasara por ella un Destructor Estelar.
—Cubierta —respondió el comandante Thanas—. Grupo Rojo, y los demás, seguidme.
Cuatro cazas X y cinco cazas TIE volaron tras el
Halcón
como una bandada de polluelos.
—¡Dominante
! —exclamó una voz por el canal abierto—. ¡Están contraatacando! Fuego concentrado en mi…
Silencio. Han apretó los puños. Odiaba que los jóvenes murieran, pero a medida que las pérdidas aumentaban, las naves ssi-ruuvi desaparecían con más celeridad. Las fuerzas humanas no se rendían tan fácilmente.
Algo alcanzó a un patrullero imperial.
—Halcón
a
Dígito Seis
. ¿Está bien?
El patrullero no contestó. Osciló y se precipitó sobre el pequeño crucero alienígena. Una hora después, Han continuaba todavía evitando restos de colisiones, al borde de la extenuación. Thanas exigía mucho a sus pilotos, pero la batalla era suya.
Un sensor se encendió. Numerosas comunicaciones se estaban desarrollando entre las naves de los Flautas. Han conectó el programa traductor de Cetrespeó en una pantalla lateral. Gracias a la copia del programa que pertenecía a Captison, el comandante Thanas esperaba averiguar si el jefe alienígena ordenaba la retirada…, pero no así los Aliados.
En la pantalla de Han destelló un solo mensaje, que no cesaba de repetir la nave capitana de los Flautas.
Retirada total. Retirada total. Retirada
…
Han manipuló frenéticamente su tablero de control, con el fin de que las naves imperiales no captaran su emisión.
—Naves rebeldes —anunció—, los Flautas se largan. Escudos al máximo, y cuidado con los imperiales. Todos los jefes de escuadrón, alejen sus naves de los cazas imperiales. Manchisco, está a tiro del
Dominante
. ¡Salga de ahí!
—¿Se retiran? ¿Y Luke? —gritó Leia—. ¿Sigue a bordo? No podemos disparar contra ese crucero.
Han pasó la energía de las armas a los escudos.
—Ni tampoco dispararemos contra los imperiales primero. —Un contrabandista con conciencia no tenía mucho futuro. Era evidente que la Alianza estaba encantada con él—. No sabemos quién controla el crucero de Luke. Veo a cuatro naves protectoras, que vuelan muy cerca.
Era la única nave de los Flautas que no retrocedía. Toda clase de extrañas naves se estaban perdiendo en la lejanía del espacio.
El
Halcón
se estremeció desde las bombillas hasta el motor de hiperpropulsión. Han se alejó de los controles, momentáneamente ionizados. Chewbacca rugió en sus oídos. Una luz cegadora iluminó el espacio, un segundo disparo desde el
Dominante
. Han parpadeó.
—¡Frenesí
! —aulló—. ¡Manchisco! ¿Está ahí, Manchisco?
El
Frenesí
se había convertido en estática y restos dispersos.
—La han alcanzado —exclamó Han.
Nuestro único crucero. Buen viaje, Manchisco
. Cerró el puño y dio gracias mentalmente a Chewie por haber contratado a aquel técnico bakurano que había aumentado la energía de los escudos del
Halcón
. De haber podido, habría volado al
Dominante
, y sin su conciencia, al mando de los cañones inferiores, le hubiera permitido disparar primero.
Tuvo la impresión de que Leia volvía a hablar en mitad de su cabeza.
—Bien, general, el mando es tuyo.
Han tecleó la frecuencia de mando.
—Gracias por nada, Thanas —gritó. Llamó a los escuadrones—. Ya lo habéis visto. El Imperio acaba de romper la tregua. Volvemos a la guerra, nosotros contra ellos. Acordaos de la Estrella de la Muerte. Poneos en formación con el
Halcón
.
—Halcón
, aquí Jefe Rojo. Nos encontramos a unos mil kay de ustedes y tenemos cazas TIE en todas las pantallas.
—Atacadlos, pues —ladró Han—. ¿Wedge, dónde estás?
Aquel enorme crucero ssi-ruuvi torció la trayectoria, todavía escoltado por las naves protectoras. No sabía cómo defender a Luke…, o si se atrevería. Cabía la posibilidad de que toda la tripulación hubiera huido, asustada de Luke, pero quizá no. Y él, desde luego, no estaba al mando de aquellas cuatro naves protectoras.
Entretanto, otro gran crucero en forma de huevo se dispuso a girar. Un tercero se zambulló en el hiperespacio con demasiada rapidez para haber efectuado cálculos. Huía a ciegas.