La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (29 page)

BOOK: La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey
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Lunes

La señora Taylor tiene un sarpullido en los brazos. ¿Cómo le ha salido? ¿Por los tomates o por su marido? Investigaré más.

Martes

Hoy nada de particular.

Miércoles

Nada otra vez.

Jueves

Remy ha venido a verme hoy; me da los sellos franceses de sus cartas, son más originales que los ingleses, así que los pego. Llevaba un sobre marrón con una pequeña ventana, del GOBIERNO FRANCÉS. Es la cuarta carta que recibe. ¿Qué deben querer de ella? Lo averiguaré.

Hoy he empezado a observar algo detrás de la parada del mercado del señor Salles, pero pararon cuando me vieron. No importa, Eben va a venir a la playa el sábado, así que estoy segura de que allí habrá algo que observar.

He estado mirando un libro sobre artistas y cómo evalúan un cuadro que quieren pintar. Si quieren concentrarse en una naranja, ¿estudian la forma directamente? No, no lo hacen. Engañan al ojo y se fijan en el plátano que hay al lado, o la miran del revés. Miran la naranja de una forma nueva. Lo llaman «tomar perspectiva». Así que yo también voy a probar una nueva forma de mirar, no del revés, sino sin mirar directamente a nada ni de frente. Si mantengo los párpados un poco entreabiertos, puedo mover los ojos con picardía. ¡A practicar!

Viernes

Funciona. No mirar precipitadamente, funciona. Fui con Dawsey, Juliet, Remy y Kit en la furgoneta de Dawsey al aeródromo para recoger al querido Sidney.

Esto es lo que vi: Juliet abrazándole fuerte, y él haciéndola girar como haría un hermano. Estuvo encantado de conocer a Remy, y diría que también la observaba de reojo, como yo. Dawsey le dio la mano a Sidney, pero no se quedó a comer tarta de manzana cuando llegamos a casa de Juliet. Estaba un poco hundida en el medio, pero sabía de maravilla.

Tuve que ponerme gotas en los ojos antes de ir a dormir, es muy cansado estar todo el rato mirando de reojo. También me duelen los párpados de tenerlos entrecerrados.

Sábado

Remy, Kit y Juliet fueron conmigo a la playa para recoger leña para el picnic de esta noche. Amelia también estaba fuera, al sol. Se ve más relajada y me alegro. Dawsey, Sidney y Eli bajaron el gran caldero de hierro de Eben. Dawsey siempre es amable y cortés con Sidney, y Sidney, a su vez, es agradable con él, pero parece mirarle como si se estuviera preguntando algo. ¿Por qué será?

Remy dejó la leña y se fue a hablar con Eben, y él le dio unas palmaditas en el hombro. ¿Por qué? Eben nunca ha sido de dar muchas palmaditas. Luego han hablado, pero estaban un poco lejos y no pude oírlos.

Cuando fue hora de ir a casa a comer, Eli se fue rastreando la playa. Juliet y Sidney cogieron a Kit uno de cada mano y subieron por el sendero del acantilado, jugando a «Uno… dos… ¡y tres!», y la levantaban.

Dawsey los vio subiendo por el camino, pero no los siguió. No, fue hacia la orilla y se quedó allí de pie, mirando el agua. De repente me di cuenta de que Dawsey se debe sentir solo. Siempre ha sido una persona solitaria, pero antes no le importaba, y ahora sí. ¿Por qué ahora?

Sábado noche

Vi algo en el picnic, algo importante, y como la querida miss Marple, debo actuar. Era una noche fresca y el cielo parecía revuelto. Pero no pasaba nada, porque todos íbamos abrigados con jerseys y chaquetas, comíamos langosta y nos reíamos de Booker. Se subió a una roca y pronunció un discurso, como si fuera ese romano con el que está obsesionado. Booker me preocupa, le hace falta leer otro libro. Creo que le dejaré Jane Austen.

Yo estaba sentada, con los sentidos alerta, al lado de la hoguera, con Sidney, Kit, Juliet y Amelia. Atizábamos el fuego con ramitas, cuando Dawsey y Remy caminaron juntos hacia Eben y la olla con la langosta. Remy le susurró algo a Eben, él sonrió, cogió el cucharón y golpeó la olla.

«Atención todos —gritó Eben—, tengo algo que deciros.»

Todos estábamos en silencio, menos Juliet, que cogió aire tan profundamente que hasta pude oírla. No lo volvió a expulsar, y se quedó toda rígida, incluso la mandíbula. ¿Qué problema había? Estaba tan preocupada por ella, ya que yo una vez me vi afectada por un ataque de apendicitis, que me perdí las primeras palabras de Eben.

«… de modo que ésta es una fiesta de despedida de Remy. Nos va a dejar el martes que viene para irse a su nueva casa en París. Compartirá piso con unos amigos y será aprendiza del famoso pastelero Raoul Guillemaux. Ha prometido que volverá a Guernsey y que su segunda casa será conmigo y Eli, así que todos podemos alegrarnos por su suerte.»

¡Hubo una gran ovación de alegría! Todos fuimos a felicitar a Remy. Todos excepto Juliet, que dejó salir el aire de golpe y ¡se desplomó de espaldas sobre la arena como un pez recién pescado!

Miré detenidamente a mi alrededor, pensando que debía observar a Dawsey. No estaba al lado de Remy como todos y se le veía muy triste. Y de repente, ¡LO VI CLARO! ¡Ya lo tenía! Dawsey no quería que Remy se fuera, tenía miedo de que nunca más volviera. Estaba enamorado de Remy y era demasiado tímido para decírselo.

Bueno, pero yo no. Podía contarle a Remy lo que él sentía por ella, y entonces ella, siendo francesa, sabría qué hacer. Le haría saber que estaría encantada si le pedía la mano. Luego se podrían casar y ella no tendría que irse a vivir a París. ¡Qué suerte que no me imagine las cosas y que sea capaz de verlas con claridad!

Sidney se acercó a Juliet y le dio un golpecito con el pie. «¿Estás mejor?», le preguntó y Juliet dijo que sí, así que dejé de preocuparme por ella. Luego le pasó por encima para ir a felicitar a Remy. Kit estaba dormida en mi falda, así que me quedé donde estaba, al lado del fuego, y pensé detenidamente. Remy, como la mayoría de las mujeres francesas, es una mujer práctica. Querría pruebas de los sentimientos de Dawsey antes de cambiar sus planes sin más. Yo tenía que encontrar la prueba que ella necesitaba.

Un poco más tarde, cuando se abrieron las botellas de vino y se hicieron los brindis, me acerqué a Dawsey y le dije: «Daws, he visto que tienes el suelo de la cocina sucio. Quiero ir a fregártelo. ¿Te va bien el lunes?».

Él pareció un poco sorprendido, pero dijo que sí. «Es el regalo de Navidad adelantado —dije—. Así que no tienes que pagarme. Déjame la puerta abierta.»

Y ya que estaba solucionado, me despedí de todos y di las buenas noches.

Domingo

Ya he preparado mi plan para mañana. Estoy nerviosa.

Barreré y limpiaré la casa de Dawsey, buscando pruebas del afecto que siente por Remy. ¿Quizás un poema «Oda a Remy», en un papel arrugado en su papelera?, ¿o su nombre garabateado por toda la lista de la compra? Seguro que las pruebas están a la vista (o casi). Miss Marple nunca fisgonea, así que yo tampoco lo haré, no forzaré ninguna cerradura.

Pero una vez le haya dado a Remy alguna prueba de su devoción por ella, el martes por la mañana no tomará el avión a París. Sabrá qué hacer, y después Dawsey será feliz.

Lunes, todo el día: Un grave error, una noche feliz

Me desperté demasiado pronto, así que jugueteé un poco con las gallinas hasta la hora en que sabía que Dawsey se iba a trabajar a la Casa Grande. Luego fui hasta su granja, examinando todos los troncos de los árboles para ver si había corazones grabados. Ni uno.

Sin Dawsey en casa, fui a la puerta de atrás con la fregona, el cubo y los trapos. Durante dos horas, barrí, fregué, limpié el polvo y enceré el suelo. No encontré nada. Estaba empezando a desesperarme cuando pensé en los libros, los libros de sus estantes. Empecé a quitarles el polvo a golpes, pero no cayó ningún papel al suelo. Estaba todo limpio, cuando, de repente, vi su pequeño libro rojo de la vida de Charles Lamb. ¿Qué estaba haciendo allí? Había visto cómo lo había metido en la caja de los tesoros de madera que Eli le había tallado por su cumpleaños. Pero si el libro estaba allí en el estante, ¿qué había en la caja? Y ¿dónde estaba? Di unos golpecitos en las paredes. No se oía ningún hueco en ninguna parte. Metí el brazo en el bote de la harina… nada, sólo harina. ¿La habría metido en el establo? ¿Para que se la comieran las ratas? Nunca. ¿Dónde estaba? ¡La cama, debajo de la cama!

Corrí a su habitación, rebusqué bajo la cama y saqué la caja. Levanté la tapa y miré dentro. No veía nada, así que tuve que volcarlo todo sobre la cama; aun así, nada, ni una nota de Remy, ni una fotografía de ella, ni las entradas de
Lo que el viento se llevó
, que sabía que habían ido a ver juntos. ¿Qué había hecho con ellas? Ni un pañuelo con la inicial R en una punta. Había uno, pero era uno de los pañuelos perfumados de Juliet y tenía una J bordada. Debía de haberse olvidado de devolvérselo. Había otras cosas, pero nada de Remy.

Volví a ponerlo todo en la caja y la puse en su sitio. ¡Mi misión había fracasado! Remy cogería el avión al día siguiente y Dawsey se quedaría solo. Me sentí triste. Recogí la fregona y mis cosas.

Caminaba con dificultad de vuelta a casa cuando me encontré a Amelia y a Kit que iban a mirar pájaros. Me dijeron que las acompañara, pero sabía que ni el canto de los pájaros me alegraría.

Pensé que Juliet sí podría animarme, normalmente lo hace. No me quedaría mucho, no quería molestarla en su trabajo, pero quizá me ofrecería una taza de café. Sidney se había ido por la mañana, así que quizás ella también se sentía sola. Fui camino abajo hacia su casa.

Encontré a Juliet en casa, con un montón de papeles en la mesa, pero no estaba haciendo nada, estaba sólo allí sentada, mirando por la ventana.

«¡Isola! —dijo—. ¡Justo cuando quería compañía!» Empezó a levantarse cuando vio la fregona y el cubo: «¿Has venido a limpiarme la casa? Olvídate de eso y ven a tomar un café conmigo».

Entonces, me miró detenidamente y dijo: «¿Qué pasa? ¿Estás enferma? Ven, siéntate».

La amabilidad fue demasiado para mi desánimo y, lo admito, empecé a berrear. Dije: «No, no, no estoy enferma. He fallado, he fallado en mi misión. Y ahora Dawsey será infeliz».

Juliet me llevó al sofá. Me dio unas palmaditas en la mano. Siempre tengo hipo cuando lloro, así que corrió y me trajo un vaso de agua que según ella es una cura infalible. Te aprietas la nariz con los pulgares y te tapas las orejas con los dedos, mientras un amigo te hace pasar el agua del vaso sin ningún impedimento ni obstáculo. Haces una señal con los pies cuando estás a punto de ahogarte y tu amigo aparta el vaso. Siempre funciona, es un auténtico milagro, ya no tienes más hipo.

«Ahora dime, ¿cuál era tu misión? Y ¿por qué crees que has fracasado?»

Así que se lo conté todo. Mi idea de que Dawsey estaba enamorado de Remy y que le limpié la casa en busca de pruebas. Si hubiera encontrado algo, le habría dicho a Remy que él la quería y entonces ella se habría querido quedar; quizá le hubiera confesado su amor ella primero, para calmar las cosas.

«Es muy tímido, Juliet. Siempre lo ha sido. No creo que nadie se haya enamorado de él, ni que él se haya enamorado de nadie antes, así que él no sabría qué hacer. Se guardaría los recuerdos y nunca diría ni una palabra. He perdido las esperanzas en él, en serio.»

Juliet dijo: «Hay muchos hombres que no guardan recuerdos, Isola. No quieren recuerdos. Eso no quiere decir nada. ¿Qué demonios estabas buscando?».

«Pruebas, como hace miss Marple. Pero no, ni una sola foto de ella. Hay un montón de fotografías de ti y de Kit, y varias de ti sola. Una tuya en que sales envuelta con la cortina de encaje, haciendo de Novia Muerta. Guarda todas tus cartas atadas con esa cinta de pelo azul que tú pensabas que habías perdido. Sé que se escribió con Remy cuando estaba en el hospicio, pero no, ni una sola carta de Remy. Ni un pañuelo suyo… ah, encontré uno tuyo. Deberías decirle que te lo devuelva, es muy bonito.»

Se levantó y fue al escritorio. Se quedó un momento de pie, luego cogió aquella cosa de cristal con ese grabado en latín
Carpe Diem
, o algo así. La observó.

«Aprovecha el momento —dijo—. Es un pensamiento inspirador, ¿verdad, Isola?»

«Supongo —dije—, si te gusta que un trozo de piedra influya en ti.»

Entonces Juliet me sorprendió, se volvió y me dedicó una de esas sonrisas que tiene, lo primero que me gustó de ella. «¿Dónde está Dawsey? En la Casa Grande, ¿verdad?»

Después de que asintiera con la cabeza, salió corriendo por la puerta y se apresuró camino arriba hacia la Casa Grande.

Ah, ¡la fantástica Juliet! Iba a intentar animar a Dawsey por eso de Remy.

Miss Marple nunca corre a ningún sitio, sigue detrás despacio, como señora responsable que es. Así que yo hice lo mismo. Juliet ya estaba dentro de la casa cuando llegué allí.

Entré de puntillas en la terraza y me apreté contra la pared al lado de la biblioteca. La puerta de cristal estaba abierta.

Oí a Juliet abrir la puerta de la biblioteca. «Buenos días, caballeros», dijo. Oí a Teddy Heckwith (es un yesero) y a Chester (carpintero de obra) decir: «Buenos días, señorita Ashton».

Dawsey dijo: «Hola, Juliet». Estaba arriba de la gran escalera de mano. Lo descubrí luego, cuando hizo tanto ruido al bajar.

Juliet dijo que le gustaría hablar un momento con Dawsey, si los caballeros le daban un minuto.

Ellos dijeron que por supuesto, y salieron de la habitación. Dawsey dijo: «¿Hay algún problema, Juliet? ¿Kit está bien?».

«Kit está bien. Soy yo, quiero preguntarte algo.»

Ay, pensé, le va a decir que no sea cobarde. Decirle que se mueva y vaya a proponerle matrimonio a Remy de una vez por todas.

Pero no lo hizo. Lo que dijo fue: «¿Quieres casarte conmigo?».

Casi me muero del susto.

Hubo un silencio, un silencio total. ¡Nada! Y siguió así interminablemente, ni una palabra, ni un sonido.

Pero Juliet siguió tranquila. Su voz era firme, y yo casi no podía respirar.

«Estoy enamorada de ti, así que creí que debía preguntártelo.»

Y entonces, Dawsey, el querido Dawsey tomó el nombre del Señor en vano.

«¡Dios, sí!», gritó, y bajó haciendo ruido de la escalera de mano, apoyando sólo los talones en los peldaños, que es como se hizo el esguince en el tobillo.

Yo me contuve y no miré dentro de la habitación, a pesar de morirme de ganas de hacerlo.

Esperé. Dentro estaba muy silencioso, así que he venido a casa a pensar.

¿Tan mal entrené mis ojos que no pude ver las cosas tal como eran? Me había equivocado en todo. En todo. Ha acabado bien, tan bien, al final, pero no gracias a mí. No tengo la habilidad que tiene miss Marple de comprender la mentalidad humana. Es triste, pero mejor que lo admita ahora.

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