La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (25 page)

BOOK: La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey
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Mis mejores deseos para ti y Kit,

SUSAN

De Isola a Sidney

5 de agosto de 1946

Querido Sidney:

Sé que fuiste tú quien me envió
El nuevo libro ilustrado de Frenología y Psiquiatría: con tablas de tamaños y formas y más de cien ilustraciones
. Es un libro muy útil y te doy las gracias. He estado estudiando mucho y ahora puedo tocar una cabeza entera llena de bultos sin mirar el libro más de tres o cuatro veces. Espero hacer mucho dinero para la iglesia en la Fiesta de la Cosecha, ya que ¿a quién no le gustaría que le dijeran por qué actúa como actúa según la ciencia de la frenología? A nadie, absolutamente a nadie.

Es un acontecimiento increíble, esto de la ciencia de la frenología. He aprendido más en estos últimos tres días que en toda mi vida. La señora Guilbert siempre ha sido una persona muy desagradable, pero ahora sé que no puede evitarlo, tiene un agujero en el punto de la Benevolencia. Se cayó en la cantera cuando era una niña y creo que se le quebró la Benevolencia y ya no fue la misma desde entonces.

Incluso mis propios amigos están llenos de sorpresas. ¡Eben es un charlatán! Nunca lo habría pensado de él, pero tiene bolsas bajo los ojos y no hay vuelta de hoja. Se lo dije con mucho tacto. Juliet al principio no quería que le leyera la cabeza, pero aceptó cuando le dije que estaba obstaculizando la ciencia. Está llena de Arte Amatorio, Juliet. También de Amor Conyugal. Le dije que era asombroso que no estuviera casada, con esos fabulosos montículos que tiene.

Will se rió socarronamente: «¡Tu señor Stark será un hombre afortunado, Juliet!». Juliet se puso roja como un tomate, y estuve a punto de decirle que no tenía ni idea porque el señor Stark es homosexual, pero recobré la compostura y te guardé el secreto tal como te prometí.

Entonces Dawsey se levantó y se fue, así que no conseguí leerle la cabeza a él, pero ya le cogeré pronto. A veces pienso que no entiendo a Dawsey. Allí estuvo bastante hablador un rato, pero estos días no me ha dicho ni dos palabras.

Gracias otra vez por este sensacional libro.

Tu amiga,

ISOLA

Telegrama de Sidney a Juliet

6 de agosto de 1946

AYER LE COMPRÉ UNA GAITA PEQUEÑA A DOMINIC EN GUNTHERS. ¿CREES QUE A KIT LE GUSTARÍA? DÍMELO PRONTO PORQUE SÓLO LES QUEDA UNA. ¿CÓMO VA EL LIBRO? UN ABRAZO PARA TI Y KIT. SIDNEY.

De Juliet a Sidney

7 de agosto de 1946

Querido Sidney:

A Kit le encantaría una gaita. A mí no.

Creo que el trabajo va de maravilla, pero me gustaría enviarte los dos primeros capítulos (no me quedaré tranquila hasta que los leas). ¿Tienes tiempo?

Todas las biografías tendrían que escribirse durante la misma generación de la vida del sujeto, mientras todavía se le recuerda. Imagínate lo que habría podido hacer con Anne Brontë si hubiera podido hablar con sus vecinos. Quizás en realidad no era sumisa ni melancólica, quizá tenía un carácter fuerte y a menudo tiraba la vajilla al suelo.

Todos los días aprendo algo nuevo de Elizabeth. ¡Cómo me hubiera gustado conocerla en persona! Mientras escribo, me doy cuenta de que pienso en ella como en una amiga, al recordar cosas que hizo, como si yo hubiera estado allí. Está tan llena de vida que tengo que recordarme que está muerta, y entonces vuelvo a sentir el dolor de su pérdida.

Hoy he oído una historia sobre ella que me ha dado ganas de tumbarme y ponerme a llorar. Esta noche hemos cenado con Eben. Después de la cena, Eli y Kit han salido a buscar lombrices (una tarea que se hace mejor a la luz de la luna). Eben y yo hemos tomado el café fuera y, por primera vez, ha querido hablarme de Elizabeth.

Pasó en la escuela donde Eli y los otros niños esperaban para ir a los barcos de evacuación. Eben no estaba allí, porque a las familias no se lo tenían permitido, pero Isola lo vio y se lo contó por la noche.

La sala estaba llena de niños. Elizabeth le estaba abrochando el abrigo a Eli cuando él le dijo que tenía miedo de ir en el barco y de estar lejos de su madre y de su casa. Si bombardeaban el barco, preguntó, ¿de quién se despediría? Isola dijo que Elizabeth se tomó su tiempo, como si estuviera meditando la pregunta. Entonces se subió el jersey y sacó un broche que llevaba en la blusa. Era la medalla de su padre de la Primera Guerra Mundial, que siempre llevaba puesta.

La sujetó en la mano y le explicó que era una insignia mágica, que mientras la llevara no le pasaría nada malo. Entonces le hizo soplar encima dos veces para invocar el hechizo. Isola vio la cara de Eli por encima del hombro de Elizabeth y le dijo a Eben que tenía aquella preciosa luz que tienen los niños antes de llegar a la «edad de la razón».

De todas las cosas que sucedieron durante la guerra, ésa, enviar fuera a tus hijos para mantenerlos a salvo, seguramente fue la más espantosa. No sé cómo lo soportaron. Va en contra del instinto animal de proteger a tus crías. Yo me veo a mí misma como una mamá osa protegiendo a Kit. Incluso cuando realmente no la estoy vigilando, la vigilo. Si creo que se encuentra en algún tipo de peligro (cosa que pasa a menudo, dada su pasión por el alpinismo), me enfurezco (ni tan sólo sabía que podía ponerme furiosa) y corro a rescatarla. Cuando su enemigo, el sobrino del párroco, le tira ciruelas, yo le grito. Y por una extraña clase de intuición, siempre sé dónde está, igual que sé dónde están mis manos, y si no lo supiera, me moriría de angustia. Así es como las especies sobreviven, supongo, pero la guerra lo desgarró todo. ¿Cómo podían vivir las madres de Guernsey, sin saber dónde estaban sus hijos? No puedo ni imaginármelo.

Un abrazo,

JULIET

P.D. ¿Qué tal una flauta?

De Juliet a Sophie

9 de agosto de 1946

Queridísima Sophie:

¡Qué buena noticia! ¡Otro bebé! ¡Fantástico! Espero de veras que esta vez no tengas que comer galletas saladas y sorber limones. Sé que a ninguno de los dos os importa qué vais a tener, pero a mí me encantaría que fuera una niña. Con esta finalidad, estoy tejiendo una chaquetita y una gorrita de lana rosa.

Por supuesto que Alexander estará encantado, pero ¿y Dominic?

Le he dado tu noticia a Isola, y lo siento, pero puede que te envíe una botella de su tónico preparto. Sophie, no te lo bebas y no lo dejes donde lo puedan coger los perros. En realidad puede que no haya nada pernicioso en sus tónicos, pero yo no me arriesgaría.

Tus indagaciones sobre Dawsey van por mal camino. Envíaselas a Kit o a Remy. Yo apenas lo veo, y cuando lo hago, él no dice nada. No calla de modo reflexivo y romántico, como el señor Rochester, sino de un modo serio y formal que indica desaprobación. No sé cuál es el problema, de verdad, no lo sé. Cuando llegué a Guernsey, Dawsey era amigo mío. Hablábamos de Charles Lamb y caminábamos juntos por toda la isla. Disfrutaba de su compañía como si fuera un amigo de toda la vida. Luego, después de aquella noche horrible en el cabo, dejó de hablar (al menos a mí). Me he llevado una desilusión muy grande. Echo de menos la manera en que nos entendíamos, pero empiezo a pensar que fue una falsa ilusión.

Yo, como no soy callada, siento mucha curiosidad por aquellos que lo son. Desde que Dawsey no me habla de él (ni de nada), me rebajé a preguntarle a Isola cómo tenía él el cráneo, para obtener información sobre su pasado. Pero Isola empieza a pensar que, después de todo, no es una técnica muy fiable, y como muestra puso el ejemplo del bulto de la Violencia de Dawsey que no es tan grande como debería ser, dado que ¡golpeó a Eddie Meares casi hasta matarlo!!!!

Las exclamaciones son mías. A Isola no parece importarle.

Parece que Eddie Meares era un tipo grandote y mezquino que dio información a las autoridades alemanas a cambio de recibir favores. Todo el mundo lo sabía, cosa que no parecía molestarle, hasta el punto de que fue a un bar a alardear y presumir de su nueva riqueza: una barra de pan blanco, cigarrillos y medias de seda, por lo que, dijo, sin duda cualquier chica de la isla estaría muy agradecida por ello.

Una semana después de que arrestaran a Elizabeth y a Peter, él estaba presumiendo de una pitillera de plata, dando a entender que era una recompensa por haber informado de algunos sucesos que había visto en casa de Peter Sawyer.

Dawsey se enteró y al día siguiente por la noche se fue al Crazy Ida's. Según parece, entró, fue directo hacia Eddie Meares, lo agarró por el cuello de la camisa, le levantó del taburete y empezó a golpearle la cabeza en la barra. Le dijo que era un mierda asqueroso, mientras le aporreaba la cabeza entre palabra y palabra. Entonces le tiró del taburete y empezaron a pelearse por el suelo.

Según Isola, Dawsey estaba hecho un desastre: la nariz, la boca sangrando, un ojo morado, una costilla rota… pero Eddie Meares acabó aún peor: los dos ojos morados, dos costillas rotas y con puntos. El tribunal condenó a Dawsey a tres meses en la prisión de Guernsey, aunque le dejaron salir al cabo de un mes. Los alemanes necesitaban su celda para criminales más importantes, como comerciantes del mercado negro y ladrones de gasolina de los camiones del ejército.

«Y hasta hoy, cuando Eddie Meares ve a Dawsey entrar por la puerta del Crazy Ida's, le vigila furtivamente, le cae un poco de cerveza y en menos de cinco minutos está saliendo por la puerta de atrás», concluyó Isola.

Naturalmente, me moría de curiosidad y le supliqué que me contara más. Desde que se ha desilusionado con lo de leer la cabeza, Isola ha vuelto a los hechos reales.

Dawsey no tuvo una infancia muy feliz. Su padre murió cuando tenía once años y la señora Adams, que siempre había estado mal, se volvió más extraña. Empezó a tener miedo, primero de ir a la ciudad, después de ir a su propio terreno, y finalmente, ya no salió de casa para nada. Simplemente se sentaba en la cocina, balanceándose y mirando fijamente a la nada. Murió poco antes de que empezara la guerra.

Isola dijo que todo eso (su madre, la granja, y el tartamudeo tan malo en otros tiempos) hizo que Dawsey fuera siempre tímido y nunca, excepto por Eben, tuvo ningún amigo. Isola y Amelia eran sólo conocidas.

Así es como estaban las cosas hasta que Elizabeth llegó y les hizo amigos. En realidad, lo obligó a entrar en la Sociedad Literaria. Y luego, dijo Isola, ¡cómo cambió! Ahora tiene otros temas de los que hablar en lugar de la fiebre porcina, y amigos con los que conversar. Cuanto más hablaba, dice Isola, menos tartamudeaba.

Es un tipo misterioso, ¿no? Quizás es como el señor Rochester y tiene algún secreto oculto. O una esposa loca encerrada abajo en el sótano. Todo es posible, supongo, pero habría sido difícil alimentar a una esposa loca con un solo cupón de racionamiento durante la guerra. ¡Ay!, ojalá volviéramos a ser amigos (Dawsey y yo, no la esposa loca).

Quería cerrar el tema Dawsey con sólo una o dos frases, pero veo que ha ocupado varias páginas. Ahora debo darme prisa para prepararme para estar presentable para la reunión de la Sociedad de esta noche. Tengo sólo una falda decente para ponerme, y me siento con poca gracia. Remy, al ser tan delicada y delgada, se ve elegante en todas las ocasiones. ¿Cuál es el secreto de las mujeres francesas?

Hasta pronto.

Besos,

JULIET

De Juliet a Sidney

11 de agosto de 1946

Querido Sidney:

Me alegra que estés contento por mi progreso con la biografía de Elizabeth. Pero luego te hablo de eso, ya que tengo algo que contarte que no puede esperar. Yo apenas me lo creo, pero es verdad. ¡Lo he visto con mis propios ojos!

Si, y digo sólo si, si tengo razón, Stephens & Stark podría publicar el libro más importante del siglo. Se hablaría de esto en los periódicos, se concederían licenciaturas, y cada estudioso, universidad, biblioteca y coleccionista privado forrado en el hemisferio occidental buscaría a Isola.

Aquí van los hechos. En la última reunión de la Sociedad, Isola iba a hablar de
Orgullo y prejuicio
, pero Ariel se comió las notas justo antes de la cena. Así que, en lugar de Jane, y con la prisa, cogió unas cartas de su querida abuela Pheen (diminutivo de Josephine). Las cartas formaban más o menos una historia.

Sacó las cartas del bolsillo y Will Thisbee, viéndolas envueltas en seda rosa y con un lazo de satén, gritó: «Cartas de amor, ¡estoy seguro! ¿Habrá secretos? ¿Intimidades? ¿Los caballeros deberíamos abandonar la sala?».

Isola le dijo que se callara y que se sentara. Dijo que eran unas cartas que su abuela había recibido de un hombre muy amable, un desconocido, cuando ella era tan sólo una niña. La abuela las había guardado en una caja de galletas y a veces se las leía a ella, a Isola, como si fuera un cuento para dormir.

Sidney, había ocho cartas y no voy a tratar de describirte su contenido, fracasaría miserablemente.

Isola nos explicó que cuando la abuela Pheen tenía nueve años, su padre ahogó a su gata. Al parecer, Muffin se había subido a la mesa y había lamido la mantequera. Eso fue suficiente para el horrible padre de Pheen; metió a Muffin en una bolsa de lona, le añadió algunas piedras, ató la bolsa y la tiró al mar. Luego, se encontró con Pheen que iba andando de la escuela a casa, le dijo lo que había hecho y buen viaje.

Después se fue a la taberna y dejó a la abuela sentada justo en el centro del camino, llorando a lágrima viva.

Casi la atropella un carruaje que iba demasiado deprisa. El cochero salió del asiento y empezó a maldecirla, pero su pasajero, un hombre muy alto, con un abrigo negro con el cuello de piel de animal, bajó. Le dijo al conductor que se callara, se inclinó hacia Pheen y le preguntó si la podía ayudar.

La abuela Pheen dijo que no, que nadie la podía ayudar. ¡Su gata ya no estaba! Su papá había ahogado a Muffin y ahora Muffin estaba muerta y se había ido para siempre.

El hombre dijo: «Claro que Muffin no está muerta. Tú no sabes que los gatos tienen siete vidas, ¿verdad?». Cuando Pheen dijo que sí, que eso ya lo había oído antes, el hombre dijo: «Bueno, me he enterado de que Muffin estaba sólo en la tercera vida, así que todavía le quedan cuatro».

Pheen le preguntó cómo lo sabía. Dijo que simplemente lo sabía, siempre lo sabía, había nacido con ese don. No sabía cómo ni por qué pasaba, pero a menudo los gatos se le aparecían en la mente y hablaban con él. Bueno, no con palabras, claro, sino en imágenes.

Entonces se sentó en el camino a su lado y le dijo que no se movieran, que se quedaran muy quietos. Vería si Muffin quería visitarle. Se quedaron allí sentados durante unos minutos cuando, de repente, ¡el hombre la cogió fuerte de la mano!

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