Shigeru se sentó con las piernas cruzadas y colocó a
Jato
a su costado.
—Incorpórate —dijo—. ¿Por qué has venido?
—Hay muchos asuntos de los que quiero hablaros —respondió ella mientras se incorporaba y le miraba cara a cara—. He venido aquí porque vuestra casa es segura; no hay espías, ni miembros de la Tribu. Vuestros sirvientes os son fieles, al igual que la mayor parte de la población de Hagi.
—¿Te envía tu tío? —preguntó Shigeru.
Ella asintió.
—En parte, vengo por encargo suyo. Primero os diré las noticias que os envía. Se ha producido un desafortunado acontecimiento del que, según mi tío, debéis enteraros. Hace dos semanas se produjo un intento de asesinar a Iida Sadamu.
—¿Qué ocurrió? Imagino que el intento fracasó. ¿Quién estaba detrás?
—¿Vos no tuvisteis nada que ver?
—¿Acaso se sospecha de mí?
—El supuesto asesino pertenecía a los Yanagi, la familia de vuestra esposa.
Shigeru recordó al loco que había aparecido cabalgando desde el bosque; al instante supo que se trataba de él.
—Por lo visto, trataba de vengar la aniquilación del clan —prosiguió Shizuka—. Mi tío y yo somos de la opinión de que actuó a título personal, movido por la furia y la desesperación. Fue una tentativa de lo más torpe. Trató de tender una emboscada a Iida en la carretera, cuando éste regresaba a Inuyama para pasar el invierno. Ni siquiera consiguió acercarse a él. Le arrestaron con vida y le torturaron durante cinco días; pero apenas reveló nada, con la excepción de que era el último de los Yanagi. Aunque era un guerrero, Iida ordenó que se le despojara de todos sus privilegios; finalmente, murió colgado de los muros del castillo, Iida dio por descontado que el presunto asesino estaba a vuestro servicio. El acontecimiento ha vuelto a despertar sus sospechas y está decidido a exigir una retribución a los Otori.
—¡Yo no tengo nada que ver con el asunto! —exclamó Shigeru, consternado ante las implicaciones de aquel acto temerario sobre el que no había tenido conocimiento—. ¿Cómo pueden hacerme responsable?
—A muchos les gustaría asesinar a Iida; él siempre verá vuestra mano en la sombra. Además, hay algo más que os implica: Kitano Masaji informó de que el mismo hombre habló con vos cuando partisteis de Misumi. Según él, debisteis de darle alguna consigna, algún mensaje secreto.
—Pensé que era un lunático, y traté de evitar que Kitano le matara.
—Grave error. Escapó de los hombres de Kitano y fue derecho a la carretera entre Kushimoto e Inuyama para atacar a Iida. El consejo de mi tío es que paséis lo más desapercibido que os sea posible. No salgáis del País Medio, permaneced en Hagi siempre que podáis.
—Sólo salgo de viaje para realizar experimentos agrícolas y cumplir con deberes religiosos —explicó Shigeru—. Y ambos han de dejarse a un lado durante el invierno. —Con un gesto señaló el material de escritura y las cajas llenas de pergaminos que atestaban la habitación—. Tengo mucho en lo que ocuparme hasta que llegue la primavera. —Afirmó mientras esbozaba su sonrisa franca; pero cuando volvió a tomar la palabra, en su voz se apreciaba una nota de amargura:— Puedes decírselo a tu tío. Y a Iida, claro está.
Shizuka dijo:
—Aún estáis enfadado conmigo. También deseaba hablar sobre ese asunto. Actuaba bajo órdenes de mi familia cuando os traicioné a vos y al hombre que amo, el padre de mis hijos. Desde el punto de vista de la Tribu, estaba cumpliendo con mi obligación. No es lo peor que he hecho por orden de mis parientes. Aun así, me siento profundamente avergonzada y os ruego que me perdonéis.
—¿Cómo podría perdonarte? —respondió Shigeru esforzándose por controlar su cólera—. Me pides que te perdone la traición; la muerte de mi padre, de mi mejor amigo y de miles de mis hombres; la pérdida de mi posición. Y eso que nos habías jurado a Arai Daiichi y a mí mismo que podíamos confiar en ti.
El rostro de Shizuka se veía blanco y sus ojos, opacos.
—Creedme, los muertos me persiguen. Por eso quiero compensaros.
—Debes de tomarme por un necio. ¿Acaso esperas que vuelva a fiarme de ti y que te otorgue mi perdón para evitar tu remordimiento? ¿Con qué propósito? Me he retirado de la vida política; no me interesa más que el cultivo de mis tierras y el cumplimiento de mis deberes religiosos. El pasado, pasado está. Tu mala conciencia no puede anular la batalla ni resucitar a los muertos.
—No voy a defenderme de vuestro desprecio y escepticismo; me los merezco. Sólo os pido que veáis la situación desde el punto de vista de una mujer de la Tribu que ahora desea ayudaros.
—Sabía que eras una actriz consumada, pero en esta representación en concreto te superas a ti misma.
Estaba a punto de ordenarle que se marchara, de llamar a los guardias y hacer que la expulsaran de la casa, que acaso le dieran muerte.
Shizuka alargó las manos, con las palmas hacia arriba. Shigeru se fijó en que estaban atravesadas por inusuales líneas rectas que parecían dividirlas en dos. Se quedó mirándolas fijamente, tratando de recordar algo que su padre había mencionado sobre la mujer Kikuta.
—Señor Otori, ¿cómo puedo convenceros para que os fiéis de mí?
Shigeru apartó los ojos de las manos y miró a Shizuka a la cara. Resultaba imposible saber si era sincera o no. Se mantuvo en silencio durante unos momentos, esforzándose por poner freno a su rabia, tratando de evaluar los peligros y las ventajas que encontraría en este repentino giro de los acontecimientos, pensando con lástima en el joven Yanagi, en su dolor, en su humillación. Apartó la vista de Shizuka y, con brusquedad, le preguntó:
—¿Qué significan las líneas que tienes en las manos?
Shizuka bajó la vista para mirarlas.
—Algunos de los que tenemos sangre Kikuta llevamos esta marca. Supuestamente, indica que tenemos poderes extraordinarios. ¿Os ha hablado mi tío de estas cosas?
—Si yo quisiera informarme sobre la familia Kikuta, ¿estarías dispuesta a ayudarme? —preguntó Shigeru, volviendo a mirarla.
Ella levantó los ojos y los clavó en los de su interlocutor.
—Os diré todo cuanto queráis saber.
La desconfianza volvió a hacer mella en Shigeru.
—¿Estás segura de contar con el permiso de tu familia?
—En este asunto actúo por mi cuenta. Mi fidelidad a la Tribu pasará ahora al señor Otori.
—¿Por qué razón? —Shigeru no la creía.
—Quiero compensaros por lo ocurrido en el pasado. He sido testigo de la crueldad de los Tohan. En la Tribu nos educan para no dar importancia a las diferencias entre el bien y el mal, la nobleza y la vileza. Tenemos otras preocupaciones: nuestra propia supervivencia, nuestra propia acumulación de riqueza y poder. Nunca me han permitido elegir por mí misma, siempre he actuado siguiendo órdenes. La obediencia ciega es lo que más se valora en la Tribu; pero desde el nacimiento de mis hijos me siento diferente. Sucedió algo... No puedo deciros con exactitud de qué se trata, pero me conmocionó profundamente. Me hizo darme cuenta de que prefiero que mis hijos vivan en el mundo del señor Otori, y no en el de Iida Sadamu.
—¡Qué conmovedor! Y qué poco realista también, porque mi mundo ha desaparecido para siempre.
—Si de veras opinarais así, estaríais muerto —respondió ella bajando la voz—. El hecho de que sigáis viviendo me dice que vuestro mundo puede ser restaurado, y, que ésa es la esperanza que albergáis. Arai también confía en ello. Os propongo que trabajemos juntos para conseguirlo.
Shigeru lanzó una mirada a Shizuka. Vio que los ojos de ésta seguían fijos en su propio rostro y luego, apartó la vista. La noche se iba enfriando; notaba el aire gélido en las mejillas. Se acercó un poco al brasero.
—Juro por la vida de mis hijos —dijo Shizuka— que no he acudido por orden de la Tribu, de Iida, de vuestros tíos o de cualquier otra persona. Es cierto que Kenji me pidió que viniera, pero ignora lo mucho que me alegré de obedecerle. —Al ver que Shigeru no respondía, continuó:— Arai no es el único entre los Seishuu en abrigar la esperanza de que Iida sea derrocado. Seguro que la señora Maruyama también lo desea, ya que Iida ha ordenado que su hija sea enviada a Inuyama el año próximo en calidad de rehén.
—¿Se encuentra bajo sospecha la señora Maruyama?
—En menor grado que vos, pero también estuvo en Misumi. Según Kitano, hablasteis con ella, quizá empleando un lenguaje secreto, Iida confía en tomar control del dominio de Maruyama por medio del matrimonio o, si no, por la fuerza. Está reagrupando sus ejércitos y aprovechará cualquier pretexto de deslealtad para pasar a la acción.
Shigeru exhaló un profundo suspiro.
—¿Tratas de decirme algo sobre la señora Maruyama?
—Señor Otori: Bunta, el mozo de cuadra, es mi confidente. Únicamente me informa a mí. Podéis tomarlo como prueba de mi fidelidad a vos. Bunta me habló de vuestro primer encuentro, y del siguiente.
Era lo que Shigeru había temido desde un principio. Los habían espiado. La Tribu estaba al tanto, Iida estaba al tanto. Se sintió incapaz de hablar; los músculos se le agarrotaron y la sangre se le heló en las venas.
—Hasta ahora, nunca había hablado del asunto —prosiguió Shizuka—. Ninguna otra persona lo sabe. —Pasados unos instantes, añadió:— No debéis encontraros de nuevo con ella, el peligro es excesivo. He podido mantener el secreto porque Bunta no habla de ellos con nadie más que conmigo, pero no creo que sea posible mantener oculta vuestra relación mucho más tiempo. Ni siquiera debéis escribiros el uno al otro una vez que la hija de la señora Maruyama se instale en Inuyama como rehén.
Shigeru entendió que Shizuka decía la verdad, y de pronto supo lo mucho que necesitaba a alguien como ella, con sus dotes extraordinarias propias de la Tribu, su prolongado vínculo con Arai, su parentesco con Muto Kenji. La aparición de Shizuka era el movimiento inesperado que, al igual que en el juego del
go,
marcaba un nuevo ritmo en la partida.
—Hay cosas acerca de los Kikuta que me gustaría averiguar. —Dijo Shigeru. Acto seguido, acercó hacia sí la mesa de escritorio, agarró el bloque de tinta y dijo:— Necesita agua. Espérame aquí. Iré a buscar vino. ¿Te apetece comer algo?
Ella negó con la cabeza. Shigeru se levantó y se dirigió a la puerta corredera, la abrió y se encaminó a la habitación contigua en dirección a la cocina. Chiyo se encontraba cabeceando junto al hogar. Le pidió que calentara un poco de vino y que luego se fuera a dormir.
La anciana se disculpó profusamente.
—¿El señor Shigeru tiene visita? No lo sabía.
—No te preocupes —respondió él—. Yo mismo llevaré el vino.
En los ojos de Chiyo brilló un destello de entendimiento.
—¿Tu visitante es una mujer? Excelente, excelente. No os molestarán, me aseguraré de ello.
Shigeru optó por no aclarar el asunto, sino que sonrió para sí a medida que regresaba a la habitación llevando la pequeña frasca de cerámica y los tazones.
—Chiyo piensa que has venido con propósitos amorosos —comentó él, colocando la bandeja en el suelo.
Shizuka llenó el tazón de Shigeru y, después, el suyo propio.
—En otra vida, pudiera ser. Existen muchas clases de amor —repuso ella, con un matiz de coquetería en la voz—. Bebamos por el amor de la amistad.
Shigeru no pudo evitar pararse a reflexionar sobre lo extraño de su propia vida. Allí estaba él, sentado junto a una mujer de la Tribu y entablando con ella una amistad. El vino, cálido y fragante, le enviaba su risueño mensaje por todo el cuerpo.
Vertió agua en el cuentagotas con forma de pez y preparó la tinta. Luego recogió el pincel.
—Háblame de la Tribu.
Shizuka respiró hondo.
—No debéis mencionar palabra de esto a nadie, jamás. Si la Tribu llega a enterarse, me matará. Sé que mi tío es ahora amigo vuestro; precisamente él no debe saber nunca lo que estoy haciendo.
—Te habrás dado cuenta de que soy capaz de guardar secretos —respondió Shigeru.
—Fuera de la Tribu, sois la persona más embaucadora que conozco —replicó Shizuka entre risas. Acto seguido, añadió:— ¡Tomadlo como un cumplido!
Shigeru rellenó los tazones de vino. Se había enfriado rápidamente.
—Trabajamos en grupos y en redes —explicó Shizuka mientras Shigeru tomaba nota—. Cada uno de nosotros, ya sea hombre o mujer, se comunica únicamente con su superior en jerarquía. A los miembros de la organización no se nos permite hablar entre nosotros de asuntos importantes. A nuestros hijos se los educa en este sistema; lo llevamos en nuestra propia naturaleza. La información sólo avanza en una dirección: hacia arriba, hasta el maestro de la familia.
—Háblame de los Kikuta y los Muto.
—Son las familias más importantes, supuestamente iguales en rango; pero los Kikuta son más poderosos en la actualidad. Yo estoy emparentada con ambos linajes. Mi padre era Muto, falleció cuando yo era niña; mi madre es Kikuta.
—¿Tu madre es Kikuta? ¿En qué año nació?
—Va a cumplir los cuarenta.
Cuarenta años. ¿Podría ser la madre del hijo de Shigemori? Sólo si éste y Shizuka se confundían de fecha, lo que no resultaba imposible; la mayoría de la gente no conocía a ciencia cierta el año de su nacimiento. Con frecuencia, los nombres se cambiaban, se alteraban las fechas...
—Puedo traeros copias de los árboles genealógicos —se ofreció Shizuka—. Los vínculos de sangre son muy importantes en la Tribu. Llevamos minuciosos registros de quién se casa con quién y qué dotes extraordinarias produce la unión de los cónyuges en la descendencia. ¿Por qué os interesan los Kikuta en particular?
—Existe la posibilidad de que yo tenga un hermanastro en esa familia —respondió Shigeru. Por primera vez, procedió a compartir el secreto de su padre con otra persona.
—Es extraordinario —repuso Shizuka cuando Shigeru hubo concluido su explicación—. Jamás había oído ningún rumor sobre ello.
—Entonces, ¿no crees que naciera un niño?
—De haber sido así, su madre debió de ocultar con acierto el hecho de que el padre no pertenecía a la Tribu.
—¿Puedes averiguarlo, sin desvelárselo a nadie?
—Lo intentaré —Shizuka esbozó una sonrisa—. ¡Me cuesta dar crédito a que tengáis un pariente entre los Kikuta!
—¿Bunta es familiar tuyo?
—No, pertenece a los Imai. Casi todos los varones de esta rama trabajan como mozos de cuadra o criados, al igual que los Kudo. Los Kuroda, la quinta familia, tienen una posición intermedia: cuentan con muchos de los poderes de la Tribu (seguro que Kenji ya os ha mostrado unos cuantos) y con un sentido práctico muy característico que los convierte en excelentes asesinos. El más solicitado por el momento es Kuroda Shintaro, quien actualmente trabaja para los Tohan.