La puta de Babilonia (28 page)

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Authors: Fernando Vallejo

BOOK: La puta de Babilonia
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En promedio cada víctima bostoniana recibió noventa y cuatro mil dólares, cifra que a sus abogados se les hizo poco pues, como hicieron ver, entre quince arreglos similares el de Boston era el quinto más bajo. Y le recordaron a la diócesis de Boston que las treinta y seis víctimas de la diócesis de Providence, Rhode Island, habían recibido en promedio doscientos veinticinco mil dólares. Las doscientas cuarenta y tres víctimas de la diócesis de Louisville, Kentucky, en promedio sólo sacaron sesenta y siete mil; y cincuenta y tres mil las ciento setenta y seis de la diócesis de Manchester, New Hampshire. Mucho o poco a mí estas cifras se me hacen escalofriantes. ¡Qué polvos tan costosos los que se están echando estos curitas norteamericanos! En Colombia cualquier cura marica sale del paso con cien pesos y un caldo Maggi. La Puta, en todo caso, estuvo de plácemes con todos estos arreglos. Como dijo el padre Christopher J. Coyne, vocero de la arquidiócesis de Washington: "Admitimos nuestros errores, aprendemos de nuestros errores y haremos cuanto esté en nuestras manos para no repetir nuestros errores". ¿Qué quería decir con ello? ¿Que iban a contratar mejores abogados para salir menos mal librados? Me imagino que sí, porque el "Dejad que los niños vengan a mí" no lo pueden eliminar del evangelio. Es un precepto sublime, lo único que tienen, lo único noble y sensato que dijo Cristo.

Thomas H. Hannigan Jr., abogado defensor de la Puta, está demandando a su vez a las compañías de seguros que la aseguraron por pederastia. Aunque con escaso éxito. Lo más que ha logrado sacarle a una compañía de seguros hasta ahora este abogado son los cinco millones que tuvo que pagarles la Puta en 1992 a más de cien víctimas de un solo curita de la diócesis de Fall River, Massachusetts.

—¿Cinco millones dividido por cien cuánto da?

—Cincuenta mil dólares.

—¡No estar yo tan viejo, compadre, para irme a los Estados Unidos a trabajar de niño!

—Y no sólo eso. Además del dineral querían las víctimas que les hicieran un monumento, al estilo del de los caídos en la guerra de Vietnam.

—¡Qué cabrones!

—Ni tanto si tenemos en cuenta que las ochenta y seis víctimas del padre John J. Geoghan el año pasado se arreglaron con la arquidiócesis de Boston por diez millones.

—¡Diez millones! ¿A cómo viene saliendo entonces por cabeza?

—A ciento dieciséis mil doscientos setenta y nueve dólares por cabeza.

—¡Ni que tuvieran el culito de oro!

—A lo que sí tuvieron que renunciar los querellantes del culito de oro fue a presentar más demandas contra otros curas de otras diócesis.

—Muy justo el trato, compadre, porque la virginidad sólo se pierde una sola vez y un huevo quebrado no lo recompone nadie.

La primera diócesis norteamericana en declararse en bancarrota por la pederastia de sus curas fue la de Portland, Oregón, en julio de 2004, después de haber logrado arreglarse con más de cien víctimas que le costaron cincuenta y tres millones de dólares. Con esta declaración de bancarrota lo que esta diócesis espera salvar ahora de la rapacidad de sus víctimas (que de abusados pasaron ahora a abusadores) son las propiedades, escuelas y fideicomisos de sus parroquias, alegando que los bienes parroquiales son distintos de los diocesanos. A lo cual arguyen los querellantes que la Iglesia católica es una sola entidad, el Vaticano, y que con bancarrota o sin bancarrota de sus diócesis les tiene que pagar. A la quiebra de la diócesis de Portland enjulio siguieron las de Tucson en septiembre y Spokane en diciembre. De todos modos en julio de 2005 la de Tucson tuvo que pagar veintidós millones para poder seguir operando.

Pero pasemos a México para que vean qué alzada está la Puta. Onésimo Cepeda y Silva, obispo de Ecatepec, acaba de demandar por setecientos cincuenta millones de pesos (setenta y cinco millones de dólares), argumentando daño moral, al Partido de la Revolución Democrática o PRD porque dijeron de él que "era un mercader de la religión y la política", "un hombre que se caracteriza por sus lujos y privilegios" y "una de las manifestaciones más grotescas y corruptas de la Iglesia católica". Como si no estuviera en la esencia de la Puta mercadear con la religión y como si no llevara dos siglos (desde que cayeron sus protectores los reyes con su derecho divino) metida en política. ¡Lujos y privilegios los del papa! Por lo que a la corrupción se refiere, hay que creerles a los del PRD si ellos lo dicen porque en eso sientan cátedra. Son de lo más corrupto de México. Teólogo de la Universidad de Friburgo, Onésimo es un gordo calvo y barrigón. Como buen lacayo de la Puta, desprecia a los animales y va a las corridas de toros a darles la alternativa a los pichones de torero (por algo la Virgen de la Macarena es la patrona alcahueta de estos criminales). Anda con guardaespaldas como si fuera un mafioso. ¡Quién sabe por qué! Tal vez porque es amigo de los políticos del grupo de Atlacomulco. Es autócrata de hueso colorado como Wojtyla, al que en una foto de periódico que conservo sale lamiéndole la mano: "La Iglesia nunca será democrática porque no es ningún partido político; es jerárquica porque depende del papa y cada prelado es la cabeza de la Iglesia del lugar" dijo cuando metía en cintura al párroco rebelde de Santa Clara, que no se sometía a su autoritarismo y cuya parroquia le quitó a las malas prohibiéndole oficiar misa. Y concluye: "De esta forma se salvó el principio de autoridad de la Iglesia. De romperse ya no habría autoridad, cualquier pueblo me hace un mitin de este tipo y yo tengo que cambiar al cura párroco. Eso no va a ser porque este obispo no es un pelele". ¡Claro que no! Él es muy macho y come carne, que va digiriendo en sus episcopales tripas. Los instrumentos musicales de viento son monódicos y como tales sólo pueden emitir un sonido a la vez. Él no porque es el hombre doble: José Onésimo Daniel Cepeda y Silva cepeda y silba en un solo acorde.

Más corruptos que los del PRD son los priistas del grupo de Atlacomulco encabezados por el profesor Hank González, que de maestro rural pasó a funcionario del PRI (Partido Revolucionario Institucional) y a construir un imperio que en 1993 según la revista Forbes iba por los mil trescientos millones de dólares. El arzobispo primado de México cardenal Norberto Rivera Carrera dijo de él, en la misa de cuerpo presente que ofició en la catedral cuando murió: "Encomendamos a la misericordia de Dios a nuestro hermano Carlos que fue buen administrador y no sólo supo cuidar y desarrollar los talentos que el Señor le dio sino multiplicarlos. Que el Señor le tome en cuenta todos sus trabajos y le dé la recompensa eterna". México es el país más corrupto de la tierra y nuestro hermano Carlos el más corrupto de México. Amigo de sus amigos y socio de sus socios solía decir que "Un político pobre es un pobre político". En cuanto al bondadoso y apuesto cardenal Rivera, en el último cónclave, en que él participó, descartaba que lo eligieran papa. "La Iglesia gracias a Dios —decía— tiene riqueza de cardenales". "¿Y qué nombre escogería en caso de que lo eligieran?" ¡Pues el suyo de pila, Norberto I, el primer papa maya! "¿Cuánto durará este cónclave?" le preguntan. Y él responde: "Nadie puede saberlo. Creo que el Espíritu Santo ya lo sabe pero aún no nos lo ha dicho". Y se va porque ahora tiene que "encerrarse".

—¿Con quién?

—Pues con los otros purpurados.

—¿Y a qué?

—Pues a elegir papa.

Y termino este interludio mexicano con el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, muerto a tiros por la gracia de Dios el 24 de mayo de 1993 en un oscuro incidente de narcotráfico en el aeropuerto de Guadalajara cuando se dirigía a recibir al Nuncio Apostólico de Su Santidad monseñor Girolamo Prigione. La versión oficial fue que se desató una balacera entre dos bandas rivales de narcotraficantes y que en la confusión lo mataron. Sólo que una testigo declaró que antes de que llegara el cardenal oyó detrás de una puerta de vidrio en el aeropuerto unas voces que decían: "Por bocón nos vamos a chingar al cardenal". Catorce tiros le pegaron, como en corrido norteño, a quemarropa para no fallar. Le quitaron un sobre amarillo tamaño oficio que traía y el pectoral, que es la cruz que les cuelga del pecho a estos prelados. Su sucesor el cardenal Juan Sandoval Íñiguez ha sostenido reiteradamente que el cardenal Posadas no murió por accidente sino que fue víctima de un crimen de Estado porque tenía información que pensaba divulgar sobre los nexos del gobierno de Carlos Salinas de Gortari con el narcotráfico. Podría ser. Pero qué coincidencia entonces que al cardenal Sandoval Íñiguez hoy la fiscalía mexicana lo esté investigando por lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Hombre bronco y malgeniado, de modales hoscos, este ensotanado jalisciense que manda sobre cuatro obispos y mil trescientos curas de ochocientas iglesias, y que es doctor en teología dogmática de la Universidad Gregoriana (¿no sobrará el "dogmática"?), les ha declarado a los periodistas que él recibe limosnas de donde vengan pues tratándose de la caridad para él no hay dinero sucio. Que sucio es el papel higiénico cuando se usa. Amén de narcotráfico lo han acusado de tener nexos con las mafias de los juegos de azar y de otros negocios sucios, y de complicidad en la estafa por tres millones trescientos mil dólares a cientos de sus propios feligreses, en su mayoría mujeres pobres a las que la asociación civil Jubileo Roma 2000 les vendió con su aval y por cuotas un viaje a Roma donde las iba a recibir Juan Pablo II en audiencia privada. Las "iba" porque el viaje y la audiencia se los birlaron, el año 2000 ya pasó y el Santo Padre se murió. ¡Hoy a estas beatas tontas jaliscienses las está esperando Wojtyla para recibirlas en pelota y en audiencia privada entre las nubes del cielo! Y a los periodistas les dice el cardenal Sandoval Íñiguez que "Se necesita no tener madre para ser protestante". Que no le interesa el cargo de papa. Que piensa, eso sí, proclamar presidente de México a su jardinero. Ah, y se me olvidó decir de Wojtyla que acometido de una diarrea imparable esta cotorra polaca excretó en vida (amén de las encíclicas, exhortaciones, cartas papales, mensajes consistoriales, documentos y constituciones) dos mil cuatrocientos discursos en su mayoría de carácter político y en más lenguas que las que se hablaron en la torre de Babel. Un ejército de periodistas lo seguía día y noche a donde iba, como una jauría de perros a una perra en celo. Pero no, él no era una hermosa perra en celo: era una hermosa cotorra políglota.

Porque han de saber mis lectores que no soy de los que insultan con nombres de animales pues los amo. Yo no soy como Cristo, que trataba a Herodes de "zorro" y a los escribas y fariseos como "serpientes" y "raza de víboras". Ni como los Doctores y Padres de la Iglesia que vinieron luego a seguir su ejemplo. San Atanasio llamaba a los arrianos "serpientes" y "escarabajos". San Agustín llamaba a los donatistas "ranas" y a los judíos ''víboras'' y "lobos". San Hilario de Poitiers decía que los judíos "no son hijos de Abraham sino de la estirpe de la serpiente", y a los idólatras los llamaba "rebaño de reses" y "bandada de cuervos". San Juan Crisóstomo consideraba a los judíos "peores que los cerdos, los machos cabríos y todos los lobos juntos", a la sinagoga la llamaba "cubil de bestias inmundas" y a los herejes "perros que ladran". San Efrén (del que ya dije que de niño mató a una vaca a pedradas) llamaba a los judíos "lobos sanguinarios" y "cerdos inmundos", a los partidarios de Marción "hijos de serpiente", y a los seguidores de Mani "piara de cerdos". San Jerónimo, el de la Vulgata, la traducción más famosa de la Biblia al latín, llamaba a los herejes "asnos de dos pies", a Vigilantius "perro viviente", a Lupicino "asno" y "perro corpulento de raza irlandesa bien cebado", a Orígenes "cuervo" y "pajarraco negro como la pez" y a Rufino "escorpión", "tortuga que gruñe" e "hidra de numerosas cabezas". San Ambrosio juzgaba las opiniones de Joviniano "ladridos de perros", y Teodoreto, obispo de Ciro, llamaba al patriarca Jorge de Capadocia "lobo", "oso" y "pantera". San Gregorio Nacianceno llamaba al emperador Juliano "cerdo que se revuelca en el fango", San Efrén lo llamaba "lobo", "cabrón" y "serpiente", y Eusebio, el primer historiador de la Iglesia, lo llamaba "perro rabioso", que es como San Ignacio de Antioquía llamaba a los cristianos que se le oponían, amén de "lobos que se fingen mansos". San Pablo llamaba "perros" a los dirigentes de la comunidad cristiana de Jerusalén y poco le faltó para incluir a San Pedro entre "los que orinan contra la pared" (perífrasis de Lutero en su traducción al alemán de la Biblia). Tertuliano llamaba a los herejes "lobos insaciables" y San Epifanio de Salamina ''víboras de variadas especies". Es que la Puta, que es más mala que Mahoma, desprecia como éste a los animales y no se apiada de su suerte.

Pero no, más malo que este asaltante de caravanas que resolvió proclamarse el Mensajero de Alá no hay nadie. Cruel, traidor, taimado, mentiroso, rencoroso, inescrupuloso, lujurioso, torturador, impostor, bellaco, inhumano, sanguinario, deshonesto, innoble, abyecto, asesino, polígamo, pederasta, déspota, puso a rezar a sus secuaces prosternados hacia La Meca cinco veces al día con el culo al aire y les reguló hasta los más mínimos detalles de la vida diaria: cómo comer, cómo rezar, cómo copular, cómo escupir, cómo orinar, cómo excretar, y les lavó el cerebro a unos mil, que en catorce siglos de multiplicación tremebunda se han convertido en mil quinientos millones que por donde pasan arrasan. ¡Qué raza más nociva y paridora, más rencorosa y envidiosa, más podrida de odio y mala! Nos cuenta Malik ibn Anas en su Al Muwatta, la compilación de leyes más antigua del Islam, que Abdullah ibn Umar dijo: "Me subí al techo de una de nuestras casas y vi al Mensajero de Alá (que Alá bendiga y le conceda la paz) en cuclillas encima de dos ladrillos sin cocer haciendo sus necesidades cara al Bayt al Maqdis". Y luego nos cuenta que Said ibn al Musayab dijo: "El Mensajero de Alá (que Alá bendiga y le conceda la paz) oró mirando hacia el Bayt al Maqdis por dieciséis meses después de llegar a Medina, pero luego, dos meses antes de la batalla de Badr, se cambió la kebla". Y así fue, en efecto. La kebla es la dirección en que tienen que rezar los musulmanes, y Bayt al Maqdis es Jerusalén. Como los judíos (de quienes tanto tomó, empezando por el Pentateuco) se negaban a reconocerlo como profeta, Mahoma resolvió entonces, dando un giro de ciento ochenta grados, cambiar la kebla de Jerusalén a la Kaaba de La Meca y se inventó una revelación en que Alá le ordenaba el cambio. "Anoche —les dijo un fulano a unos que rezaban en Quba— le fue enviada otra parte del Corán al Mensajero de Alá (que Alá bendiga y le conceda la paz), ordenándole que rezara mirando hacia la Kaaba, así que dense la vuelta". A partir de entonces la cara del musulmán de Medina que reza mira hacia La Meca, y el trasero hacia Jerusalén.

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