La puta de Babilonia (24 page)

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Authors: Fernando Vallejo

BOOK: La puta de Babilonia
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En la epístola de Ignacio de Antioquía dirigida a los cristianos de Esmirna aparece por primera vez la expresión "Iglesia católica". ¿Será la misma Iglesia desde la que manda saludos Pedro en la antepenúltima frase de su primera epístola, donde enigmáticamente dice: "Os saluda la Iglesia de Babilonia"? Si fuera así, entonces Ignacio y Pedro coinciden conmigo: los tres estamos hablando de la misma puta, la Gran Puta de Babilonia del Apocalipsis; que tantos crímenes habría de cometer durante mil setecientos años para quedarse impune. ¿Y cuándo aparecen escritos por primera vez los nombres de Jesús y Cristo? Si de veras Pablo fue el primero de los autores del Nuevo Testamento y su primera epístola es la primera de las dos que dirigió a los tesalonicenses, entonces fue ahí, en la frase con que empieza esa epístola: "Pablo, Silvano y Timoteo a la iglesia de los tesalonicenses congregada en Dios Padre y en el señor Jesucristo: la gracia y la paz sean con vosotros". Ahí se habría enunciado por primera vez el Jesús o Cristo que en español solemos juntar en Jesucristo. Sólo que la frase no empieza con Jesucristo sino con Paulos, Pablo. ¿Será este Pablo el inventor de Cristo? ¿O fue la Puta la que los inventó a los dos? De todos modos me parece un imperdonable desacierto de quien sea el haber bautizado al "Señor" como (en griego) traducción al griego del nombre propio hebreo y arameo Yeshua, abreviación de Yehoshuah que significa ''Yahvé es la salvación" y que en español se traduce como Josué y no como Jesús. Por lo tanto Jesús en español no tiene sentido, sobra. No puede haber más que un nombre para el personaje que nos ocupa: Josué, que designa al máximo genocida de la Biblia hebrea o Antiguo Testamento, el gran esbirro de Yavé que devastó la tierra de Canaán por órdenes de su amo el Monstruo. Y así Josué alias Jesús es el Hijo y Yavé es el Padre: Jesús es el Hijo de Yavé. Con lo cual armonizamos muy satisfactoriamente el Antiguo con el Nuevo Testamento. Del Padre y del Hijo, según ya dijimos al tratar del Filioque, procede el Espíritu Santo. Y eso es todo, podemos dar por concluido este espinoso asunto de la Santísima Trinidad. En cuanto al título de Cristo, que en griego significa "ungido", pretende traducir la palabra hebrea mashiaj o Mesías porque ésta también significa untado con aceite. Pero no. Para los judíos "Mesías" significa no sólo eso sino infinitamente más: el salvador de toda una raza. Los griegos no podían tener el concepto hebreo del Mesías porque nunca lo estuvieron esperando.

Antes de la invención de la imprenta los libros eran escasos y costosos pues se tenían que copiar uno por uno, palabra por palabra. Así por casi milenio y medio, hasta Gutenberg, la Biblia sólo estuvo al alcance de la clerigalla, la mafia tonsurada servidora de la Puta que detentaba el poder so pretexto de que era la única intérprete autorizada de la palabra de Dios. Cuando Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles y la Biblia pudo ser difundida a todo el rebaño, la Puta celosamente la encerró en la caja fuerte del latín impidiendo que la tradujeran a las lenguas vernáculas. Y hacía bien. No hay peor enemigo de la Biblia que la Biblia. Lutero no sabía lo que hacía cuando la tradujo al alemán: abrió la caja de Pandora. La primera gran división de la Puta se la debemos al papa romano León IX y al patriarca de Constantinopla Miguel Cerulario, quienes en 1054 la partieron en dos: la Puta de Occidente y la Puta de Oriente. La segunda se la debemos a Lutero, que el 31 de octubre de 1517 clavó sus noventa y cinco tesis de protesta en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg y partió a la Puta de Occidente a su vez en otras dos: la Puta protestante y la Puta católica. Bienaventurado seas, Martín Lutero, clérigo bellaco. Bienaventurados también Miguel Cerulario y León IX. Y bienaventurado, en fin, ya que estamos en éstas, Mihail Gorbachov, el pavo real inflado a cuya ineptitud le debemos el derrumbe del comunismo. Liberados de la coyunda de la Puta católica los protestantes se entregaron con fervor a leer la Biblia, a interpretarla y a descubrirle, como era de esperarse, sus inmoralidades y bellaquerías, sus contradicciones y estupideces. Gracias a Lutero fue posible Locke; gracias a Locke fue posible la Ilustración; gracias a la Ilustración fue posible la Revolución Francesa; gracias a la Revolución Francesa fue posible el Risorgimento italiano; gracias al Risorgimento italiano fue posible la pérdida del poder temporal de la Puta de Roma; y gracias al descalabro de la Puta de Roma hoy el amable lector tiene este libro en sus manos. De no haberse dado esa concatenación de sucesos afortunados, ¡cuánto hace que el de la voz habría ardido en la hoguera!

El pontificado más largo es el de Giovanni María Mastai Ferretti, alias Pío Nono, que duró treinta y un años, siete meses y tres semanas, durante los cuales la Puta perdió sus últimos dominios temporales: Romaña, Umbría y las Marcas, que le daban vino, aceite, siervos y leche de cabra, y el retrete palúdico de la ciudad de Roma a la que durante milenio y medio había tiranizado y sumido en la suciedad y en la ignorancia. Aunque Pío Nono fue el pontífice que reinó más tiempo, no fue sin embargo el más malo. ¡Cómo iba a serio si era estúpido! Su estulticia rayana en el delirio anulaba su maldad. Él fue el papa que se declaró infalible, el que promulgó el dogma de la Inmaculada Concepción de María y el que para vergüenza de propios y extraños publicó el Syllabus erroroum que repudiaron todos, desde Gladstone y Lincoln hasta el último deshollinador con cáncer de escroto. Hijo de conde y condesa se sentía rey. ¿Pero de qué? Si acaso de los tesoros mal habidos del Vaticano, que fue lo que le dejaron. Víctor Manuel II, éste sí un verdadero rey, el de la unificación de Italia y el Risorgimento italiano, por poco y no lo pone a dormir en el asfalto: lo sacó de sus "dominios temporales" como saca un insomne de su habitación a un zancudo con un periódico, digamos con La Stampa o La Nazione: "Fuori, zanzara, mascalzone, va via!' Ah, antes de que se me olvide, este Impío Nono fue también el que no permitió que se fundara en Roma una Sociedad para la Prevención de la Crueldad con los Animales (como si él no lo fuera) arguyendo que los seres humanos no tienen obligaciones para con ellos. La tesis, vaya, de Tomás de Aquino que sostenía que la caridad no se extiende a los irracionales por tres razones: una, "porque no son competentes propiamente hablando para poseer el bien, siendo éste exclusivo de las criaturas racionales"; dos, porque no tenemos comunidad de afectos con ellos; y tres, porque la caridad se basa en la comunión de la felicidad eterna que los irracionales no pueden alcanzar.

De la orden inquisidora de los dominicos, canonizado por Juan XXII y proclamado doctor de la Iglesia por Pío V (un criminal que a su vez fue beatificado por Clemente X y canonizado por Clemente XI), elevado a las alturas celestiales y consagrado como el gran filósofo del catolicismo por León XIII, el llamado "Doctor Angélico" y "Príncipe de los Escolásticos" es uno de los seres más repugnantes y dañinos paridos por vagina humana. Tanto que no digo más y vuelvo a Impío Nono para hacerle cuentas y de paso a su sucesor, la alimaña León XIII, otro granuja de limitado horizonte mental y el tercer papa que más ha durado, habiéndole quitado su segundo puesto recientemente nuestro infame Wojtyla. Pío Nono, como dijimos, reinó treinta y un años, siete meses y tres semanas; León XIII, veinticinco años y cinco meses; y Wojtyla, veintiséis años, diez meses y diecisiete días. ¡Cómo ha podido la humanidad resistir tanto! ¡Y los romanos! Los desventurados romanos, que padecieron a la Puta en carne propia desde el 30 de marzo del 315 en que Constantino le dio Italia e islas anexas a su Gran Ramera, hasta la toma de Roma por Víctor Manuel II el 20 de septiembre de 1870. Mil quinientos cincuenta y cinco años con cinco meses y veinte días sacando cuentas. ¡Un número 1 seguido de tres cincos más cinco meses y veinte días! Una eternidad. ¡Con razón llaman a Roma la Ciudad Eterna! ¡Con razón quedaron los pobres romanos vueltos unos lameculos de papa, medio tarados de la calamorra!

El 19 de septiembre de ese año de 1870, un día antes de la caída de Roma en manos de las fuerzas de la Italia libre, la Impía Nona se encerró en su Vaticano haciendo un berrinche de calibre mayor que le duró a la Puta casi sesenta años durante los cuales vivió de las limosnas de los pobres. Y así hasta el Tratado de Letrán que firmaron en 1929 Mussolini por parte de Italia y el cardenal Gasparri por parte del trepador de montañas y de puestos eclesiásticos Pío XI, el mayordomo de turno de la Puta. La Puta constantiniana se encamó entonces con il Duce, el dictador fascista esclavo de su pequeño pene que lo impulsaba a delirios mayores como por ejemplo invadir a Etiopía, el país más pobre de la tierra. "Perché la mia volontà"... decía y golpeaba en el aire. Ateo como era, la puta que se levantó, nuestra Gran Ramera, le costó sin embargo una barbaridad: mil setecientos cincuenta millones de liras en "compensación", una oficina postal y una estación de radio que también le sacó, más el control de la enseñanza religiosa en las escuelas estatales y la entronización en todos los salones de clase de un crucifijo para que los niños italianos en edad de merecer se masturbaran pensando en Jesús desnudo. Ese Tratado de Letrán tenía el carácter de un concordato, por los que tenía verdadera pasión la Impía Undécima, más acometida de concordatitis que León XIII de enciclipedorrismo. Si esta fiera tomista y leonina promulgó ochenta y seis encíclicas, la otra firmó concordatos con Letonia, con Bavaria, con Polonia, con Rumania, con Lituania. Esto antes del Acuerdo de Letrán. Y después con Prusia, con Baden, con Austria, con la Alemania nazi, con Yugoslavia... Con Colombia no porque para qué si desde siempre ha tenido a sus pies a ese pobre paisucho arrodillado. Colombia es una putita de calibre menor: asesina, mezquina y mala. Allá el 24 de diciembre acuchillan a los marranos para comérselos chamuscados la víspera del nacimiento del Niño Dios. Y adoran al Corazón de Jesús. Son cardiólatras. El presidente que hoy tienen es un culibajito tan bajito, tan pequeñito, de tan escasa estatura moral, que cuando camina barre el suelo con el culo. Muy católico, eso sí. Dice que el Espíritu Santo lo ha salvado ya tres veces de las FARC, unas guerrillas, y se da golpes de pecho. Luego manotea en el aire amenazando: que a él no le tiembla la mano. ¿Qué querrá decir? ¿Que no padece del mal de Parkinson?

La Puta tiene una suerte loca, de Fidel Castro. Así como a este hampón lo han mantenido sucesivamente el comunismo ruso, los hoteleros gallegos, la juventud prostituida de Cuba y en los últimos años el petróleo venezolano que le regala el pitecántropo Chávez, del mismo modo a Impío Nono lo sostuvieron primero los austríacos y luego los franceses. Y cuando estos alcahuetas, por causa de la guerra franco-prusiana, lo abandonaron a su suerte dejándole el camino libre a Italia para que se anexara a Roma, el Vicario de Cristo, la alimaña máxima, el tirano criminal que tan bien conocían los romanos por haberlo padecido milenio y medio en carne propia, se convirtió a los ojos del resto de la humanidad en un santo. La estampita policromada de Impío Nono con su cara tomatuna y su sotana blanca empezó a circular por todo el planeta. Ningún papa había sido tan conocido como él, ni visto con mayor devoción por sus ovejas, su rebaño, que lo que es en realidad es una jauría carnívora más mala que la horda musulmana. Eran los tiempos modernos, los de la prensa diaria, el telégrafo y el ferrocarril.

Así pues, si Impío Nono había perdido sus dominios temporales, se había convertido por compensación en santo en vida, cosa de la que ni cuenta se dio de tan bruto que era. Siguió haciendo hasta el final su berrinche de viuda rica despojada de sus tierras encerrado en su Vaticano, donde murió. La santidad tartufa fue la herencia que les dejó, sin sospecharlo, a sus sucesores. Con él se inicia la era de los papas modernos, la de los papas santurrones, que ha producido hipócritas de la talla de Pío Doce y el polaco Wojtyla. Tengo frente a mi cama el diploma que les mandó a mis papás Pío Doce, el papa nazi, firmado de su puño y letra y con su foto que me acompaña desde muchacho cuando salí de Colombia. Se ve en ella al pobre Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli, una fiera desdentada que ya no puede torturar ni quemar, arrodillado en su reclinatorio y todo travestido de blanco entornando los ojos al cielo. No bien despierto hacia las 8 y lo saludo tomando fuerzas para empezar el día: "Buon giorno, figlio di putana. ¿Dormiste bien, hideputa?" In illo tempore, en mi juventud atrabancada, lo solía descolgar de la pared para que los chulos y rufianes que habían dormido conmigo lo orinaran. Hoy está amarillecido pero por el orín del tiempo. A la Puta, instigadora imparable de la paridera, le debo el máximo bien de mi vida: veinte hermanos. El que no ha tenido hermanos no sabe lo que es sufrir, no es humano. Si Cristo no los tuvo, como asegura contra viento y marea la Puta para conservar la virginidad perenne de la Virgen, ¡qué santo va a ser! Cristo cargó una sola cruz. Yo veinte. Mi pobre madre paridora hoy está en el cielo quemándose en los infiernos. Le asignaron un círculo especial: el veinte, el más profundo, el de las paridoras desaforadas. Pol Pot está en el diecinueve.

¡Cuánto habría querido ser de papá rico como Cristo y Unigénito! Le habría pedido a mi Padre Eterno que me colmara de bienes y posesiones terrenales como las que por amor a su Hijo le dio a su Puta. Viñedos, palacios, obras de arte, Guardias Suizos hermosos, arroyuelos cantarinos y risueñas colinas acariciadas por el sol. ¡Pero qué! Nací de padre pobre y honrado y con veinte hijos. Al morir nos dejó un pegujalito sembrado de café: maleza. El precio del café se fue de culos y con él Colombia. Con el mismo puño con que se da golpes de pecho esta putita rezandera empuña el puñal y lo clava en animales, en humanos, en lo que sea. Es de un catolicismo vesánico.

De las primeras bellaquerías estúpidas de Pío Nono es su condena a la constitución austríaca de 1848 que abolía la esclavitud del campesinado y les permitía a los protestantes y a los judíos tener sus propias escuelas y universidades. "Declaramos nulas y vacías estas leyes para el pasado y para lo futuro —decía enfurecido el paporro, que estaba estrenando pontificado— y exhortamos a sus autores, en especial a los que se llaman católicos y que se han atrevido a aprobarlas y ejecutarlas, a que recuerden las sanciones y castigos en que incurren ipso facto según las constituciones apostólicas y los decretos de los Concilios Ecuménicos para los que violan los derechos de la Iglesia". ¡Claro! Es que sus súbditos romanos le pedían la misma libertad al autócrata. Se levantaron contra él, le mataron a su primer ministro el conde Rossi, lo sitiaron en el palacio del Quirinal, lo obligaron a huir disfrazado a Gaeta y proclamaron la República Romana, pero ay, como nunca falta un hueco para un descosido ni un alcahueta para una Puta, los franceses vinieron en su auxilio, lo reinstalaron en su trono y lo protegieron hasta que se tuvieron que ir por el estallido de la guerra franco-prusiana. Eran los años del Risorgimento, al que el Impío se opuso con un decreto prohibiéndoles a los católicos que lo apoyaran. Situados en la mitad de la bota itálica, y separando por lo tanto al norte del sur, Roma y los Estados Pontificios constituían el gran obstáculo para la unificación de Italia. Lo que le iba en juego entonces a la Puta eran sus preciadas posesiones temporales, que quería como las niñas de sus ojos. ¡Qué espectáculo de ruindad avariciosa el que dio! Y cuando Garibaldi avanzaba sobre el Vaticano el Impío, desafiante, decía: "Ya los oigo venir. Ésta es mi artillería". Y se señalaba el crucifijo que le colgaba del pecho como un pene flácido.

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