La princesa prometida (46 page)

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Authors: William Goldman

Tags: #Aventuras

BOOK: La princesa prometida
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Por supuesto, antes del baile y los abrazos hubo unos cuantos puntos menores que precisaron un poco de puntualización.

—A papá le gustas —dijo Giulietta, observando cómo su padre se marchaba hecho una furia.

—Un momento —dijo Íñigo—. Si tú eres su hija, eso te convierte en condesa. Y si eres una condesa, eso te convierte en mentirosa, puesto que me dijiste que eras una doncella. Y si eres una mentirosa, no puedo confiar en ti, puesto que no hay excusa para mentir, en especial cuando conocías mis sueños y mi amor. Y si es así, debo marcharme.

Y se dispuso a irse.

—¿Puedo decir una cosa? —dijo Giulietta.

—¿Más mentiras?

—Tú juzgas. Sí, soy condesa. Sí, he mentido. No resulta nada fácil ser quien soy. No espero que me compadezcas, pero debes escuchar mi postura. Soy una de las mujeres más ricas de la tierra. A los ojos de muchos hombres, una de las más atractivas. Soy también, y haz el favor de creerme aunque sé que suena arrogante, soy también inteligente y tierna y buena. No me vestí de doncella para engañarte. Siempre me visto de doncella. Para intentar encontrar la verdad. Todos y cada uno de los nobles casaderos a mil millas a la redonda han venido al castillo para pedirle mi mano a mi padre. Dicen que quieren mi felicidad, pero sólo quieren mi dinero. Y yo sólo quiero amor.

Íñigo no dijo nada.

Ella avanzó un paso y se quedó más cerca de él. Luego otro y se puso a su lado. Y luego le susurró rápidamente:

—Cuando viniste con tu sueño, ganaste mi corazón. Pero yo tenía que esperar. Para pensar. Y ahora ya lo he hecho —entonces les hizo un gesto a los músicos para que tocaran una melodía todavía más bella—. Ésta es nuestra fiesta. Somos los únicos invitados. He organizado todo esto sólo para complacerte, y si no me besas en la boca, Íñigo Montoya de España, es más que probable que me muera.

¿Cómo podía no obedecerla?

Bailaron toda la noche. ¡Oh, cómo bailaron! Íñigo y Giulietta. Y se abrazaron. Y él la besó en la boca y en su sedosa melena. E Íñigo sintió, por primera vez desde la muerte, tanta felicidad. Lo había abandonado, la felicidad, y cuando te pasas tantos años sin, te olvidas de que no hay ninguna bendición que se pueda comparar a ella.

¡Adivina qué ocurre ahora! Se acaba aquí. Bang, el pequeño interludio de felicidad, fin del capítulo.

Yo lo llamo el Fragmento Inexplicado de Íñigo. Y lo que Peter objetaba, además de que lo encuentra confuso, es simplemente eso, que no ocurre nada.

Tiene razón, es un pasaje estrictamente narrativo. Pero tengo la sensación de que aquí, por primera vez, Morgenstern nos muestra el lado humano de Íñigo para que sepamos que es algo más que una Máquina Vengativa Española (francamente, ojalá yo hubiera sabido de la existencia de esta parte antes de leer La princesa prometida).No creo que me hubiera podido involucrar más profundamente de lo que lo hice, pero, Dios mío, ¡a lo que el pobre Íñigo llegó a renunciar para honrar a su padre! Pensadlo bien. Todos tenemos nuestras fantasías, ¿no?

¿Creéis que antes de conocerla y casarme con ella, estuve llevando conmigo una imagen así de Helen, mi esposa genio de la psiquiatría? Por supuesto que no. Pero aquí Íñigo fabrica a esa criatura perfecta con su propio corazón… y luego la encuentra. Y ella le corresponde con su amor.

Y se separan.

Esa es una deducción mía, lo sé. Pero, puesto que nos han dicho que Íñigo llegó a Despair con el corazón endurecido (y llegó hasta allí desde Italia), tengo que seguir por ahí.

Incluí este fragmento aquí por una sencilla razón: creo que es de lo mejor de Morgenstern. Se lo pasé a King, por supuesto, y él también opinó que debía incluirlo, puesto que Morgenstern lo hizo. También me puso en contacto con ese primo profesor que tiene en la universidad de Florin —el hijo de la señora que lleva el restaurante fantástico—. Y el primo, un experto en Morgenstern, cree que la confusión por mi parte es culpa mía. Que si me hubiera documentado mejor, comprendería el simbolismo de Morgenstern, y por tanto sabría que aquí pasan un montón de cosas. En concreto, al menos según el primo, es aquí donde Íñigo se entera por primera vez de que Humperdinck ha puesto en marcha un plan para secuestrar al primer hijo de Westley y Buttercup justo después de que nazca. Y luego Íñigo tiene que correr de vuelta al Único Árbol y evitar que eso suceda. El primo de King dice que ese Fragmento Inexplicado de Íñigo no es en absoluto un fragmento, sino una parte entera del total de la novela.

Yo no entiendo nada de eso; si vosotros sí, perfecto. Y mientras estáis en ello, decidid si pensáis que hice bien o no al incluirlo. Si no estáis de acuerdo, no pasa nada. Todo lo que sé es que mi corazón era puro…

3.
B
UTTERCUP Y
W
ESTLEY

Los cuatro corceles gigantescos parecían volar hacia el Canal de Florin.

—Entonces, creo que estamos condenados —dijo Buttercup.

Westley la miró:

—¿Condenados, señora?

—A estar juntos. Hasta que uno de los dos muera.

—Yo ya lo he hecho, y no tengo la menor intención de repetir la experiencia —dijo Westley.

Buttercup lo miró:

—¿Acaso no vamos a tener que morir alguna vez?

—No, si los dos prometemos sobrevivir al otro. Y yo hago esa promesa ahora mismo.

Buttercup volvió a mirarlo:

—Oh, mi Westley, yo también.

De repente, a sus espaldas, más cerca de lo que imaginaban, oyeron el rugido de Humperdinck:

—¡Detenedlos! ¡Cortadles el paso!

Estaban francamente asustados, aunque no había motivos para preocuparse: montaban los corceles más veloces del reino, y ya llevaban la delantera.

Sin embargo, eso fue antes de que la herida de Íñigo volviera a abrirse, y de que Westley volviera a recaer, y de que Fezzik escogiera el camino equivocado, y de que el caballo de Buttercup perdiera una herradura. Tras ellos, la noche se llenó con los sonidos crecientes de la persecución…

¿Veis lo que ha hecho aquí?

Esta última media página es, por supuesto, el final de La princesa prometida y sólo nos llevará un segundo, pero me gustaría llamar vuestra atención a lo que está haciendo en la secuela: jugar con el tiempo. Mirad, colé mi explicación de que Waverly iba a ser secuestrada, pero olvidadlo. Morgenstern os cuenta lo mismo en las mismísimas páginas iniciales con Fezzik en la montaña.

Muy bien, así que el secuestro ya ha ocurrido. Luego, en el Fragmento Inexplicado de Íñigo nos dice que el secuestro está a punto de ocurrir (al menos, según el primo de King). Entonces aquí vuelve a antes de que Buttercup y Westley hayan escapado sanos y salvos de Humperdinck.

Creo que es interesante, pero a algunos de vosotros os puede resultar confuso. A Willy, mi nieto, le ocurrió. Se lo estaba leyendo en voz alta (y qué sensación tan hermosa ésta, aficionados al deporte) cuando exclamó: «Espera un segundo», y yo lo hice. Y añadió: «¿Cómo puede ser que Íñigo se entere del secuestro y que la siguiente frase sea prácticamente La princesa prometida entera de nuevo?». Le expliqué que esta era la manera que tenía Morgenstern de contar esta historia en concreto. Entonces él preguntó: «¿Se puede hacer eso?».

Dios mío, así lo espero.

Sin embargo, eso fue antes de que la herida de Íñigo volviera a abrirse —
vuelvo a ser yo y, no, no es un error tipográfico, sencillamente pensé que la transición sería más fácil si repetía el último párrafo; ahora seguid leyendo
—, y de que Westley volviera a recaer, y de que Fezzik escogiera el camino equivocado, y de que el caballo de Buttercup perdiera una herradura. Tras ellos la noche se llenó con los sonidos crecientes de la persecución…

El error de Fezzik fue el primero que tuvo lugar. Él iba en cabeza, un puesto que intentaba evitar siempre que podía, pero aquí no tuvo elección puesto que Íñigo iba perdiendo aliento con cada zancada y los amantes, bueno, se iban empapando el uno al otro con bellas palabras sobre la eternidad.

Lo cual significaba que Fezzik, el amigo ideal, el leal seguidor, el amante de las rimas, quizá no el tipo más brillante pero sin lugar a dudas el más devoto cerrador de marchas que se te pueda ocurrir, se encontró enfrentándose a la más odiosa y más tremenda estupefacción jamás concebida por una mente humana…

… una bifurcación en el camino.

—No es realmente un camino —se intentó tranquilizar—, nada de que alarmarse.

Iban de camino hacia el Canal de Florin, donde el gran barco pirata
Venganza
los esperaba para recogerlos y llevarlos a todos a la felicidad. De modo que, tranquilo, Fezzik, se dijo, tómate la huida como una broma, un recuerdo que en el futuro os provocará cálidas sonrisas.

Lo fue, si tú quieres, pequeña. Un simple empujoncito hacia la calle.

Fezzik casi llegó a convencerse de ello. De pronto, la realidad se impuso…

… porque seguía siendo una bifurcación…

… algo que exigía pensar, saber, un plan…

… y sabía que era capaz de jorobar algo así en cualquier momento.

Yo otra vez, y no, esto no es una interrupción, sólo una nota para explicar que me he tomado muchas molestias para que esto quedara perfecto, como ya sabéis, y no quería que nadie viniera a escribir para indicar que «jorobar» es anacrónico. No lo es. Es una antigua expresión turca del mundo de la lucha, una versión abreviada del «joróbate tú», una técnica para inmovilizar que provoca un dolor tan intenso que la muerte no tarda en llegar. El «joróbate tú», por supuesto, es ilegal desde hace varios siglos. En todo el mundo.

La bifurcación se acercaba.

Estaban rodeados de árboles por todos lados, un follaje cada vez más denso, y la Brigada Brutal que los seguía iba ganando terreno a ojos vista, y a pesar de que la bifurcación era de hecho pequeña, tenía que estar allí por alguna razón, y la razón que Fezzik pensó fue que un camino llevaba al canal y al barco
Venganza
que los esperaba, y el otro a cualquier otro lugar. Y puesto que el mar era su único destino de provecho, cualquier otro lugar, fuera el que fuera, significaba la perdición.

Fezzik se giró rápidamente para consultar la opinión de Íñigo, pero Íñigo sangraba ahora terriblemente, puesto que los saltos de un corcel no son lo más indicado cuando te acaban de dar una puñalada.

Instintivamente, Fezzik alargó el brazo, agarró a su debilitado camarada, lo sentó encima de su caballo para ver qué podía hacer para salvarlo…

… y mientras lo agarraba, la bifurcación ya los había alcanzado y Fezzik no se dio cuenta y su caballo se metió por el camino de la izquierda… que resultó ser, por desgracia, el que llevaba a cualquier otro lugar.

—Hola —dijo Fezzik, una vez tuvo a Íñigo frente a él—. ¿Estás emocionado? Yo estoy emocionado como nunca.

Íñigo se sentía demasiado débil para contestarle. Fezzik examine su herida y presionó con una de las manos de Íñigo sobre la misma, intentando detener la hemorragia. Claramente le tocaba a él ahora salvar a Íñigo, y hacer lo necesario para llevarlo hasta un buen Coagulador de Sangre. Por supuesto, en el
Venganza
habría uno bueno.

De Íñigo salió esto: un gruñido.

—Estoy completamente de acuerdo —dijo Fezzik, preguntándose por qué el follaje se podía estar haciendo mucho más espeso tan rápido. Era impresionante. Ahora los árboles formaban casi un muro delante de ellos—. También estoy seguro de que justo detrás de esta pared de árboles está el Canal de Florin y entonces todos nuestros sueños se harán realidad.

De Íñigo volvió a salir el mismo gruñido, pero esta vez más débil. Entonces consiguió coger la enorme mano de Fezzik con los dedos:

—Ahora me voy a reunir con mi padre… pero Rugen está muerto… así que mi vida no ha sido inútil… querido amigo… dime que no he fracasado…

Ahora estaba perdiendo a Íñigo, y mientras sujetaba al espadachín herido entre sus brazos, Fezzik sabía pocas cosas, pero una de ellas era ésta: fuera donde fuera que el fondo del pozo se encontrara, allí estaba él en aquellos momentos.

—¿Señor Gigante? —oyó entonces.

Fezzik se preguntó con quién podía estar hablando Buttercup, hasta que se dio cuenta de que, en realidad, nunca habían sido presentados. Bueno, él la había dejado inconsciente, la había secuestrado, había estado a punto de matarla, de modo que tampoco podía decirse que fueran totales desconocidos, pero nada de esto había sido el formal «encantado de conocerla».

—Fezzik, princesa.

—Señor Fezzik —dijo ella más alto de lo necesario, puesto que en aquel preciso instante su caballo perdió una herradura.

—Podéis llamarme Fezzik a secas, sabré que os dirigís a mí —le dijo, observando su rostro a la luz de la luna. Jamás había visto nada igual. Nadie lo había visto. Aunque entonces ella no estaba en su mejor momento, puesto que no sólo su caballo se estaba comportando de una manera errática, sino que tenía un dolor tan agudo detrás de los ojos…

—¿Qué ocurre, Alteza? Decidme cómo puedo ayudaros.

—Mi Westley ha dejado de respirar.

Se había vuelto a equivocar, pensó Fezzik: el pozo no tiene fondo. Instintivamente alargó la mano, sujetó a su desalentado líder, lo sentó encima de su caballo y vio lo que podía hacer para salvarle…

… y mientras alargaba el brazo, su sobrecargado corcel se detuvo. No pudo hacer otra cosa. Puesto que ahora tenían una pared de árboles frenándoles el paso…

… e Íñigo no dejaba de sangrar…

… y Westley no volvía a respirar…

… y Buttercup no dejaba de mirarlo, con el rostro iluminado por la esperanza de que, entre todas las criaturas torpes que quedaban en el planeta, él, Fezzik, era el único capaz de salvar a su amado y, por tanto, de impedir que su corazón se hiciera añicos.

Fezzik, en un momento tan heroico, sabía lo que más deseaba hacer en este mundo: chuparse el dedo para siempre. Pero, como eso quedaba fuera de cuestión, hizo lo siguiente más indicado: un poema.

Fezzik tiene problemas, emas, emas, emas,

Su cerebro no está de fiesta,

Su mente está hecha escombros,

Porque todos necesitan lo que él piensa.

Buen trabajo, sin duda, teniendo en cuenta que estaba acarreando dos casi cadáveres encima de su caballo detenido mientras la princesa sollozaba, esperando un milagro. Hummm. Fezzik decidió cambiar la estructura de la rima, con la esperanza de que lo empujaría a algo más útil.

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