Read La colonia perdida Online
Authors: John Scalzi
—Vuelves a dar cosas por hechas sin tener mucha información —dijo Jane.
—Tú sabías lo del Cónclave. ¿Es un Cónclave genocida según lo que sabes?
—No —respondió Jane—. Pero he dicho antes que lo que sé del Cónclave procede de Charles Boutin, que planeaba activamente traicionar a la Unión Colonial. No es fiable.
—Sigue molestándome. No me gusta que nos ocultaran toda esta información.
—La Unión Colonial maneja la información —dijo Jane—. Así es como conserva el control. Te lo he dicho antes. No debería ser novedad ya.
—Me hace preguntarme qué más no sabemos. Y por qué.
—No podemos saberlo —dijo Jane—. Tenemos la información sobre el Cónclave que nos ha proporcionado la Unión Colonial. Tenemos lo poco que yo sé. Y tenemos este nuevo fragmento de vídeo. Es todo lo que tenemos.
Pensé un momento.
—No —dije—. Tenemos algo más.
* * *
—¿Podéis mentir vosotros dos? —le pregunté a Hickory. Dickory y él estaban de pie delante de mí en el salón de nuestro búngalo. Yo estaba sentado ante mi escritorio; Jane estaba de pie a mi lado. Zoë, a quien acabábamos de despertar, bostezaba en el sofá.
—Todavía no le hemos mentido —dijo Hickory.
—Pero está claro que podéis salir con evasivas, ya que no es eso lo que os he preguntado.
—Podemos mentir —dijo Hickory—. Es un beneficio de la conciencia.
—Yo no lo llamaría beneficio.
—Abre un montón de posibilidades intrigantes en la comunicación.
—Supongo que así es —dije—. Ninguna de las cuales me interesa ahora mismo —me volví hacia Zoë—. Cariño, quiero que ordenes a estos dos que contesten con sinceridad a todas mis preguntas, sin mentiras ni evasivas.
—¿Por qué? —dijo Zoë—. ¿Qué ocurre?
—Por favor, hazlo, Zoë —dije.
Zoë hizo lo que le pedía.
—Gracias —dije—. Ya puedes volverte a la cama, cariño.
—Quiero saber qué está pasando.
—No es algo de lo que tengas que preocuparte.
—¿Me ordenas que le diga a estos dos que te digan la verdad, y quieres que me crea que no es algo de lo que tenga que preocuparme? —dijo Zoë.
—Zoë —dijo Jane.
—Además, si me marcho no hay ninguna garantía de que no vayan a mentirte —dijo Zoë, actuando rápidamente antes de que Jane pudiera terminar de hablar. Zoë sabía que podía negociar conmigo: Jane era mucho más inflexible—. Están equipados emocionalmente para mentiros, porque no les importa decepcionarte. Pero no quieren decepcionarme a mí.
Me volví hacia Hickory.
—¿Es eso cierto?
—Le mentiríamos si consideráramos que es necesario —contestó Hickory—. No le mentiríamos a Zoë.
—Ahí lo tienes —dijo Zoë.
—Cuéntale a alguien una palabra de todo esto y te pasarás el año próximo en un establo —le dije.
—Mis labios están sellados.
—No —dijo Jane, y se acercó a Zoë—. Tienes que comprender que lo que vayas a escuchar aquí no puede ser compartido de ninguna manera con nadie más. Ni con Gretchen. Ni con ninguno de tus otros amigos. Con nadie. No es un juego y no es un secreto divertido. Es un asunto mortalmente serio, Zoë. Si no estás dispuesta a aceptar eso, tendrás que salir de inmediato de esta habitación. Correré el riesgo de que Hickory y Dickory nos mientan a nosotros, pero no que lo hagas tú. ¿Comprendes que cuando te decimos que no compartas esto con nadie, no puedes compartirlo con nadie más? Sí o no.
—Sí —dijo Zoë, mirando a Jane—. La comprendo, Jane. Ni una palabra.
—Gracias, Zoë —dijo Jane, y se inclinó y la besó en la coronilla—. Adelante —me dijo a mí.
—Hickory, recordarás que tuvimos una conversación en la que os dije a los dos que quería que entregarais vuestros implantes de conciencia —dije.
—Sí —respondió Hickory.
—Entonces hablamos sobre el Cónclave. Y dijiste que no creías que el Cónclave fuera una amenaza para esta colonia.
—Dije que creíamos que esa amenaza era insignificante.
—¿Por qué creéis eso? —pregunté.
—El Cónclave prefiere que las colonias sean evacuadas en vez de destruidas —dijo Hickory.
—¿Cómo sabes eso?
—Por la información sobre el Cónclave que nos proporcionó nuestro gobierno.
—¿Por qué no compartisteis esta información con nosotros antes?
—Nos dijeron que no lo hiciéramos.
—¿Quién?
—Nuestro gobierno.
—¿Por qué os dijeron que no la compartierais?
—Tenemos una orden vigente de nuestro gobierno de no compartir información con ustedes sobre asuntos en los que no están sustancialmente informados —dijo Hickory—. Es una cortesía para con su gobierno, que exige seguridad y confianza a nuestro gobierno en numerosos asuntos. Dickory y yo no le hemos mentido, pero no se nos permite tampoco ofrecer voluntariamente información. Recordará que antes de salir de Huckleberry le preguntamos qué sabía del estatus de esta parte del espacio.
—Sí —dije yo.
—Intentábamos descubrir cuánto conocimiento se nos permitía compartir con ustedes —dijo Hickory—. Lamentamos decir que no pareció que supieran mucho. Así que no pudimos compartir mucho.
—Ahora lo estáis compartiendo.
—Ahora lo está usted preguntando —dijo Hickory—. Y Zoë nos ha dicho que no mintamos.
—Habéis visto nuestro vídeo donde el Cónclave destruye la colonia whaidi.
—Sí, cuando lo compartieron con todos sus colonos.
—¿Encaja con vuestro vídeo? —pregunté.
—No —respondió Hickory—. El nuestro era mucho más largo.
—¿Por qué nuestra versión es más corta?
—No podemos especular sobre por qué hace su gobierno las cosas que hace.
Me detuve. La construcción de la fase dejaba mucho espacio a la interpretación.
Jane intervino.
—Dijiste que el Cónclave prefiere evacuar colonias antes que destruirlas. ¿Lo dices por el vídeo o tenéis otra información?
—Tenemos otra información —dijo Hickory—. El vídeo muestra sólo el primer intento del Cónclave de eliminar una colonia.
—¿Cuántos otros ha habido? —preguntó Jane.
—No lo sabemos —contestó Hickory—. No nos comunicamos con nuestro gobierno desde hace casi un año de Roanoke. Sin embargo, cuando partimos, el Cónclave había eliminado diecisiete colonias.
—¿Cuántas fueron destruidas?
—Tres. Las demás fueron evacuadas. En diez casos, los colonos fueron repatriados con sus razas. Cuatro eligieron unirse al Cónclave.
—¿Tenéis pruebas de eso? —pregunté.
—El Cónclave documenta extensamente la eliminación de cada colonia y lo comparte con todos los gobiernos que no son miembros —dijo Hickory—. Tenemos información sobre todas las eliminaciones hasta nuestra llegada aquí a Roanoke.
—¿Por qué? —preguntó Jane—. ¿Qué relevancia tiene esa información para vosotros dos?
—Nuestro gobierno era consciente de que esta colonia se fundaba a pesar de las advertencias del Cónclave. Y aunque no lo sabíamos con certeza, esperábamos que la Unión Colonial intentara ocultársela al Cónclave. Cuando el Cónclave encontrara su colonia, nosotros debíamos mostrarles esta información.
—¿Con qué propósito? —dije yo.
—Para convencerles de que se rindieran. No podíamos permitir que fuera destruida.
—Debido a Zoë.
—Sí.
—Guau —dijo Zoë.
—Silencio, cariño —dije yo. Zoë se calló. Estudié a Hickory con atención—. ¿Qué pasaría si Jane y yo decidiéramos no entregar la colonia? —pregunté—. ¿Y si ella y yo decidiéramos que la colonia debería ser destruida?
—Preferiríamos no decirlo —respondió Hickory.
—Nada de evasivas. Responde a las preguntas.
—Lo mataríamos a usted y a la teniente Sagan —dijo Hickory—. A ustedes y a cualquier otro líder que llevara a la colonia a su destrucción.
—¿Nos mataríais? —dije.
—Sería difícil para nosotros —concedió Hickory—. Tendríamos que hacerlo con nuestros implantes de conciencia desactivados, y creo que ni Dickory ni yo decidiríamos volver a activarlos jamás. Las emociones serían insoportables. Además, somos conscientes de que la teniente Sagan ha sigo alterada genéticamente a los parámetros operativos de las Fuerzas Especiales. Eso haría más difícil matarla.
—¿Cómo sabéis eso? —preguntó Jane, sorprendida.
—Observamos —respondió Hickory—. Sabemos que usted intenta ocultarlo, teniente. Hay pequeños detalles que la ponen en evidencia. Corta la verdura demasiado rápido.
—¿De qué están hablando? —le preguntó Zoë a Jane.
—Más tarde, Zoë —dijo Jane, y devolvió su atención a Hickory—. ¿Y ahora qué? ¿Nos mataréis a John y a mí?
—Si se deciden por la destrucción de la colonia, sí.
—Ni os atreváis —dijo Zoë. Se levantó, furiosa—. No haréis eso bajo ninguna circunstancia.
Hickory y Dickory temblaron de sobrecarga emocional, intentando procesar la furia de Zoë.
—Es algo que debemos negarte —dijo Hickory a Zoë al cabo de un rato—. Eres demasiado importante. Para nosotros. Para todos los obin.
Zoë ardía de furia.
—Ya he perdido un padre por causa de los obin —dijo.
—Que todo el mundo se calme —intervine—. Nadie va a matar a nadie, ¿de acuerdo? De eso, ni hablar. Zoë, Hickory y Dickory no van a matarnos porque no vamos a permitir que destruyan la colonia. Así de sencillo. Y es imposible que yo permita que te pase nada, Zoë. Hickory y Dickory y yo estamos todos de acuerdo en que eres demasiado importante.
Zoë inspiró profundamente y empezó a sollozar. Jane la abrazó y la ayudó a sentarse. Yo volví mi atención hacia los dos obin.
—Quiero dejaros esto claro —dije—: En cualquier circunstancia, proteged a Zoë.
—Lo haremos —respondió Hickory—. Siempre.
—Bien. No intentéis matarme a mí en el proceso. Ni a Jane.
—Lo intentaremos.
—Bien. Zanjado. Pasemos a otra cosa.
Tuve que detenerme un minuto para poner en orden mis pensamientos; ser informado de que era objetivo de asesinato y el subsiguiente y completamente justificado cabreo de Zoë me habían afectado de verdad.
—Habéis dicho que, por lo que vosotros sabéis, se han eliminado diecisiete colonias —dije.
—Sí —contestó Hickory.
—Los colonos de catorce de ellas sobrevivieron; y cuatro decidieron unirse al Cónclave. ¿Querías decir que se unieron esos colonos, o que se unió su raza entera?
—Se unieron los colonos.
—Así que ninguna de las razas cuyas colonias han sido eliminadas se ha unido al Cónclave.
—No —dijo Hickory—. Esto ha sido una cuestión preocupante dentro del mismo Cónclave. Se suponía que al menos algunas de esas razas aceptarían la invitación a unirse a él. Las eliminaciones parecen haber conseguido lo contrario.
—Las razas no se unen al Cónclave por la fuerza —dijo Jane desde el sofá.
—No —dijo Hickory—. Simplemente, no se les permite seguir expandiéndose.
—No veo cómo nadie puede llevar eso a cabo —dije—. El universo es grande.
—Lo es. Pero ninguna raza ha estado dispuesta a renunciar a la administración de sus colonias. Siempre hay un modo de descubrirlas.
—Excepto a ésta —dije—. Por eso nos han hecho escondernos. Es más importante para los humanos sobrevivir en el universo que controlarlo.
—Tal vez —dijo Hickory.
—Quiero ver esos archivos que tenéis, Hickory —dijo Jane—. Y la versión extendida de tu vídeo —me dijo a mí.
—Necesitaré ir al laboratorio tecnológico para transferirlos —dijo Hickory.
—No hay mejor momento que éste —dije. Jane y yo le dimos a Zoë un beso de buenas noches, y luego salimos por la puerta con los obin camino de la caja negra. Hickory y Dickory iban delante.
—¿Qué has dicho ahí dentro? —me preguntó Jane mientras caminábamos.
—¿Decir qué?
—Que no permitiríamos que la colonia fuera destruida.
—Para empezar, nuestra hija estaba al borde del colapso nervioso pensando que Hickory y Dickory iban a atravesarnos con cuchillos —dije—. Y además, si las opciones son rendirse o convertir a cada hombre, mujer y niño de la colonia en cenizas, sé lo que escogería.
—De nuevo estás haciendo suposiciones con información limitada —dijo Jane—. Tengo que ver esas cintas antes de que podamos tomar ningún tipo de decisión. Hasta entonces, todas las opciones están abiertas.
—Ya veo que vamos a empezar a darle vueltas y más vueltas al asunto —dije, y miré las estrellas. Jane las miró también—. Me pregunto cuál de esas tiene a Huckleberry alrededor. Creo que deberíamos habernos quedado allí. Entonces esto sería problema de otros. Al menos durante un tiempo.
—John —dijo Jane. Me volví. Se había detenido varios pasos detrás de mí y seguía mirando al cielo.
—¿Qué? —alcé de nuevo la cabeza—. ¿Has distinguido una constelación?
—Hay una estrella ahí arriba que no estaba antes —dijo Jane, y señaló—. Ésa.
Entorné los ojos, y entonces me di cuenta de que no importaba que los entornara o no, puesto que no sabía qué estrellas se suponía que había allí arriba y cuáles no. Y entonces la vi. Brillante. Y en movimiento.
—Oh, Dios —dije.
Jane soltó un grito y cayó al suelo, las manos en la cabeza. Corrí hacia ella. Ahora tenía convulsiones. Traté de sujetarla y su brazo se agitó y me dio un golpe con la palma en la sien que me derribó al suelo. Vi un destello blanco y me pasé los siguientes instantes inmóvil, tratando de no vomitar.
Hickory y Dickory me levantaron del suelo, sosteniéndome uno de cada brazo. Miré a mi alrededor aturdido, buscando a Jane. Ella ya no estaba en el suelo; en cambio, caminaba furiosamente, murmurando como una loca. Se detuvo, arqueó la espalda y aulló como una banshee. Yo también grité, completamente sorprendido.
Al cabo de un rato, avanzó hacia mí.
—Vas a tener que reunirte con ellos sin mí, porque ahora mismo sería capaz de matar hasta el último puñetero miembro.
—¿De qué estás hablando? —dije.
—La maldita Unión Colonial —dijo, y señaló con un dedo hacia arriba—. Son ellos, y vienen para acá.
—¿Cómo lo sabes?
Jane apartó la mirada y soltó una risa extraña como nunca le había oído antes y como sinceramente esperaba no volverle a oír jamás.
—Sí. ¿Recuerdas cuando antes hablamos de mis nuevas habilidades y dije que no tenía CerebroAmigo?
—Sí —contesté.
—Bien. Pues resulta que me equivoqué.
* * *
—Tengo que decirlo: pensaba que se iba a alegrar de verme —dijo el general Rybicki—. Todo el mundo parece contento.