La cicatriz (91 page)

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Authors: China Miéville

Tags: #Ciencia Ficción, #Fantasía

BOOK: La cicatriz
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Es extraño. Suena raro, pero no he conocido este lugar de verdad hasta que nos dirigimos al Océano Oculto. Ni tú. Todo lo que ocurrió terminó por conducirnos allí. No había vivido aquí cuando sólo era una ciudad pirata
.

Ni tú
.

He pasado algún tiempo con Angevine. Mentiría si dijera que somos grandes amigos. Supongo que podrías decir que los dos somos demasiado tímidos. Pero nos vemos y hablamos de ti, sobre todo
.

Nos mintieron y nos hartamos y estaban arriesgando nuestros cuellos, maldita sea, así que los obligamos a dar la vuelta
.

No se me pasa, lo de tu falta
.

Ya no vivo aquí. No vivo en ninguna parte. Este lugar te mató
.

No sé lo que eran las cosas esas del agua. Sé que lo que nos atacó aquella noche en el agua no era ningún vampiro. Nadie habla de ellas. Nadie sabe lo que eran. Sólo saben que nos ayudaron a dar la vuelta
.

Juan el Bastardo las vio. Lo veo en sus ojillos de cerdo. Pero no cuenta nada
.

Fui yo el que le dio la vuelta a la ciudad. Esas cosas, las cosas que se te llevaron, los hombres vampiros que lucharon a su lado, todos ellos fallaron
.

Yo hice el trabajo. Para que diéramos la vuelta
.

No sé si es divertido. Sólo sé que ya no quiero vivir aquí y no puedo irme
.

Ahora soy un ser del mar. Es un mal chiste. Los dos sabemos cómo son los seres del mar, cómo se mueven, qué deprisa. No como yo, con estas pesadas y torpes aletas robadas, cubierto de sudor resbaladizo. Rehecho
.

Me ha dejado marca, una cicatriz. Cuando me meto en este mar que sudo por los poros, hasta los peces más pequeños me parecen una de las cosas que se te llevaron
.

Pero ya no puedo vivir en el aire. Ya no tengo esa opción
.

¿Qué voy a hacer? No puedo regresar a Nueva Crobuzón y aunque pudiera, me pudriría sin el agua del mar
.

Me obligaré a nadar. Volveré a hacerlo. Lo conseguiré
.

No pueden retenerme. Puedo marcharme. Puede que un día pasemos cerca de alguna costa y allí me escaparé. Viviré en los bajíos para que pueda ver las rocas debajo de mí, donde los árboles y la grava se encuentran en el agua. Puedo vivir solo en un sitio así. Ya he tenido bastante, te lo aseguro
.

No tengo nada. No tengo nada
.

Con el tiempo, con el tiempo, me dicen, no me sentiré tan mal. No quiero que el tiempo me cure. Tengo una buena razón para estar así
.

Quiero que el tiempo me vuelva amargo y retorcido por tu falta, que me marque. No quiero alivio
.

No puedo decir adiós
.

Polvo 2 de Tathis de 1780. Armada

El avanc esta frenando, de nuevo, por última vez.

Las heridas infligidas por los grindilú no se han curado. Fuera lo que fuese lo que le hicieron, no se ha cerrado, no ha cicatrizado, sino que permanece abierto y supurante. De tanto en cuando pasamos sobre capas de pus.

Su corazón, creo, está fallando.

Todos sabemos que está muriendo.

Puede que esté buscando su hogar. Puede que esté tratando de encontrar el camino de regreso al acuoso universo sin luz del que lo sacamos. Y mientras pasa el tiempo, él no deja de enfermar y se debilita, se le espesa la sangre, se pudre y se coagula y sus grandes aletas se mueven cada vez más despacio.

No importa. Ya estamos muy cerca del fin del Océano Oculto. Muy pronto saldremos —cualquier día, puede que en cuestión de horas— y allí estará la flota de Armada, esperándonos. El avanc vivirá hasta entonces.

Se acerca el día, no obstante, en que la ciudad se detendrá por completo.

Quedaremos varados, encadenados a un ancla orgánica, millones de toneladas de cadáver pudriéndose en el lecho del abismo.

Cinco cadenas, cinco eslabones que cortar. Por cada eslabón, dos cortes. Cada eslabón, varios metros de grosor de metal templado con taumaturgia. Tardaremos algún tiempo pero al fin, uno tras otro, los kilómetros de metal se hundirán libres.

Menuda catástrofe será para los habitantes del fondo: semejante a la cólera divina. Toneladas de metal cayendo, acelerando, a través de seis, siete kilómetros hasta que al fin lleguen hasta el fondo y se hundan en el lecho de roca. Quizá caigan sobre el cadáver del pobre avanc, lo revienten y sus kilómetros de intestino inunden el oscuro lodo.

Quizá con el tiempo evolucionen ecosistemas completos a partir de tamaña riqueza orgánica.

Nosotros nos habremos marchado.

Habremos alcanzado la flota y los barcos se habrán amarrado de nuevo a nosotros y Armada volverá a ser como era. Habrá menos barcos para remolcarla, por supuesto, después de la carnicería de la guerra contra Nueva Crobuzón, pero la ciudad se habrá librado de incontables miles de toneladas de cadenas. Eso lo compensará.

Armada volverá a ser como antes.

De vuelta al Océano Oculto, a las ricas rutas comerciales, a los puertos y los barcos mercantes. Los piratas armadanos que han esperado durante meses, siguiendo la ciudad con extrañas máquinas, volverán a encontrarla. Regresaremos al Mar del Caballero, al Hebdomad, a Gnurr Kett, al Canal Basilisco.

A Nueva Crobuzón.

Ha pasado ya un mes desde que se marchó la mujer cuyo nombre desconocía. Las cosas han cambiado.

Los amotinados no tardaron en renunciar al control. No tenían programa ni partido. No eran más que un grupo dispar que había descubierto que les habían mentido y que no querían morir. Se hicieron con el poder en un golpe anárquico y momentáneo y lo cedieron con facilidad.

Al cabo de algunos días, el Amante volvió a aparecer. Cuando salió del
Grande Oriente
y empezó a dar órdenes, la gente las obedeció encantada. Nadie discutió con él.

Pero ha perdido algo. Todos lo saben. No enfoca la mirada y sus órdenes son vagas. Uther Doul le susurra al oído y él asiente y entonces da alguna orden con sentido. Doul habla a través de la boca del Amante.

No permitirá que eso continúe. Es un mercenario, trabaja por dinero, vende su lealtad. Si debe tener el control, no creo que quiera un arreglo tan poco sutil. Si gobierna, lo oculta, tras la libertad de la subordinación pagada. Esto, al menos, lo he aprendido.

No sé lo que le ocurrió para temer tanto el ejercicio abierto del poder.

Nunca he conocido un hombre más complicado o, sospecho, más trágico. Ha hecho que su propia historia plantara las ideas que nos han traído a todos hasta aquí, tan lejos de lo que él mismo buscaba en Armada. No es fácil saber cuáles de sus acciones han sido premeditadas y cuales una reacción. No puedo creer que esto sea satisfactorio para él: que mire su posición y la del Amante y asienta y diga, «esto es lo que yo quería».

O bien vive controlándolo todo o bien lo hace sumido en el pánico. O lo ha planeado todo con un detalle que produce vértigo o nos ha movido a todos de crisis en crisis sin saber lo que quiere y sin que nada le asomara al rostro.

El Amante mantiene la vista fija en el horizonte. Aunque al final la mujer era despreciada y temida por sus mentiras, nunca resultó patética y su antiguo Amante ha terminado por serlo. Sospecho que no sobrevivirá. Quizá un día descubra que Uther Doul ya no está a su lado.

En especial ahora que el Brucolaco vuelve a controlar Otoño Seco.

Pocos llegaron a ver a los grindilú y menos aún hablan de ellos. Parece que soy la única que no puede olvidarlos.

He visto al Brucolaco de noche. Camina abiertamente.

El sol le ha dejado cicatrices que nunca desaparecerán. Parece sumiso. Carrianne habla de él con una especie de afecto austero. Sus ciudadanos lo han apoyado y la mayoría de los demás no ha tardado en perdonarlo —incluso aquellos que perdieron algún ser querido la noche de la rebelión—. Después de todo, volvió sus tropas en contra de Anguilagua porque decía que la ciudad debía dar la vuelta y eso es lo que ha ocurrido.

No hay guerra entre Anguilagua y Otoño Seco. Doul visita al Brucolaco de noche, en el
Uroc
, según me ha contado Carrianne.

Paso muchos días con ella. No dice nada sobre su antiguo apoyo al proyecto de los Amantes. Estuvo casi dos semanas sin apenas hablar. Quizá estuviera avergonzada por haberse encontrado en el mismo bando que la mujer que estaba tan dispuesta a mentirnos, a arrastrarnos a la muerte.

Ésta es la versión oficial, según parece. Aceptamos lo que dijo el Hedrigall que regresó. Eso es lo que la gente cree, por eso la ciudad dio la vuelta.

Tanner Sack y yo… nos vemos, de tanto en cuanto. Ha empezado a trabajar de nuevo, bajo la ciudad. Nunca menciona la vez en que lo llevé hasta aquella pequeña habitación para azuzar una rebelión.

¿Lo hice?

¿Fue obra mía aquel motín? ¿El hecho de que la ciudad se dirija de nuevo hacia el sur, hacia aguas por las que ya hemos navegado, hacia lugares que significan algo para mí, es obra mía?

¿Y significa eso que he ganado?

Puede que lo lograra, la mujer, puede que echara el ancla al borde del agua y bajara sus máquinas en la grieta y extrajera todas las energías que necesitaba y ahora sea tan poderosa como un dios.

Puede que cayera.

Puede que no hubiera ningún sitio al que caer.

Hedrigall está enfermo, enfermo de delirios por lo que ha tenido que soportar. En algún lugar del interior del
Grande Oriente
, nos dicen. Cuando oigo esto, pienso: no nos están contando la verdad.

La mujer tenía razón. Qué clase de estúpida, necia coincidencia nos hicieron creer, que cadena de improbabilidades, pensar que
nuestro
Hedrigall se marcha mientras
otro
, en un casi-mundo, se queda y se pierde… y es encontrado de nuevo, en medio del mar, por nosotros. No nos han contado la verdad.

Recuerdo la mirada de Doul.

Me buscó y me encontró, en la cubierta del
Grande Oriente
y me dijo con los ojos que viniera, que escuchara, que le pusiera fin a todo. Me dijo todo eso con la mirada y dejó mucho más sin explicar. Eso está claro, lo que ha hecho. Sus juegos, sus manipulaciones.

Me lo imagino, reuniéndose con Hedrigall, el leal cacto, aterrorizado y pasmado por el plan de los Amantes. Doul, haciendo sugerencias. Escondiendo a Hedrigall en algún lugar secreto y silencioso. Saliendo de noche, tan sigilosamente como sólo él sabe moverse, soltando el
Arrogancia
; y trayendo más tarde a Hedrigall para que aterrorizara al populacho con sus cuentos de cañones en medio del mar. Para que Doul no tuviera que decir nada. A salvo en su lealtad.

O puede que fuera Fennec el que sugirió que Hedrigall se escondiera: un plan por si la marina de Nueva Crobuzón no lograba devolvernos a aguas seguras.

Pero yo vi la mirada de Doul. Si el plan fue obra de Fennec, entonces Doul estaba al corriente y contribuyó a que funcionara.

Pienso en todas las ocasiones en las que Doul me contó cosas y me insinuó otras para hacerme saber adonde nos dirigíamos, lo que íbamos a hacer. Sabiendo que yo conocía a Silas Fennec, Simon Fench, sabiendo que yo haría correr la voz por él. Enfurecido tan sólo cuando provoqué la sedición
equivocada
.

Pasando tiempo conmigo, atrayéndome. Me atrajo. Utilizándome como conducto.

Me asombra lo mucho que sabía y averiguaba observando. Me gustaría saber cuándo empezó: si he sido utilizada durante muchos meses o sólo en los últimos días. No sé cuánto de lo que hace Doul forma parte de una estrategia y cuánto es una reacción. Desde luego, ha sabido siempre más, mucho más de lo que yo pensaba.

Sigo sin saber si me ha utilizado mucho.

Existe otra posibilidad. Me perturba.

He oído una vez tras otra, en boca de mucha gente diferente, que este Hedrigall no es exactamente igual al nuestro. Su forma de comportarse es diferente, su voz es más titubeante. Su rostro, dicen, tiene más —o quizá menos— cicatrices. Es un refugiado de otro mundo. La gente lo cree.

Es posible. Es posible que nos haya contado la verdad.

Pero aun así, no podría ser solo cosa de suerte. Yo vi a Doul: estaba esperando a Hedrigall y me estaba esperando a mí. Así que no puede ser mera casualidad que Hedrigall apareciera. Hay otra explicación.

Puede que fuera obra de Doul. Oí una música. Puede que fuera Doul, tocando las posibilidades, interpretando un concierto de probabilidad e improbabilidad.

¿Es posible que empezara a tocar su quizasadiano de noche, a medida que nos acercábamos a la Cicatriz, a medida que los mundos posibles se iban insinuando más y más a nuestro alrededor? Hasta encontrar uno en el que Hedrigall había sobrevivido para arrancárselo y traerlo aquí de modo que pudiéramos encontrarlo.

Sería una cadena de posibilidades muy tenue: que yo estuviera con alguien a quien todos pudieran creer, que Doul me encontrara con la mirada. Tanto riesgo: Doul tendría que ser el hombre con más suerte de todo Bas-Lag. O haber predicho lo imposible de predecir. Preparándome para ese momento.

¿Es posible que interpretara las posibilidades como un virtuoso, asegurándose de que ocurría la que me tendría allí, al lado de Tanner, observando y escuchando en el momento en que aparecía Hedrigall, preparada?

¿Y si la Bellis de facto no fuera a estar allí en aquel momento? ¿Trajo a otra? ¿Me trajo a mí? ¿La que estaría en el sitio justo en el momento adecuado para sus planes?

¿Soy una casi-Bellis?

Y si es así, ¿qué le ha ocurrido a la otra, a la factual?

¿La mató? ¿Está su cuerpo flotando en alguna parte, podrido y a medio devorar? ¿Soy un reemplazo? ¿Introducido a la fuerza en la existencia para reemplazar a una mujer muerta… para estar donde Doul necesitaba que estuviera?

Para conseguir que la ciudad diera la vuelta y jamás regresara. ¿Era éste el único modo? Haría todo aquello para salirse con la suya sin que pareciera que había tenido nada que ver.

Nunca sabré con seguridad lo que ocurrió, nunca sabré cuánto y cuándo, en medio de todo el caos y la sangre y la lucha, me utilizaron.

De que me utilizaron, no me cabe duda.

Doul ya no tiene ningún interés por mí.

Todo el tiempo que pasamos juntos estaba jugando conmigo, convirtiéndome en su agente para conseguir que la ciudad diera la vuelta sin que fuera cosa suya. Un mercenario leal que convertía la ciudad de nuevo en una mera ciudad pirata.

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