Read James Potter y La Maldición del Guardián Online
Authors: George Norman Lippert
Las clases empezaron de nuevo y James notó que la segunda mitad del curso tenía un tono bastante diferente a la primera. Especialmente entre los estudiantes mayores, había una actitud notablemente más seria en cuanto a los deberes y estudios. Todo ello hacía que James se alegrase de no ser lo bastante mayor como para participar en los exámenes T.I.M.O o E.X.T.A.S.I.S.
Cuando se retomaron las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras, el profesor Debellows introdujo técnicas de una forma de artes marciales mágicas llamada Artis Decerto. La actitud de James ante tales cosas había cambiado bastante tras su encuentro con Salazar Slytherin en lo alto de la Torre Sylvven, donde se había sorprendido a sí mismo encontrando gran utilidad a las técnicas defensivas físicas de Debellows. Prestó mucha atención a los nuevos movimientos, que se parecían mucho a una danza, pero eran en realidad un método para mantener el cuerpo ligero y flexible, permitiendo esquivar una imponente variedad de hechizos. Como ejemplo, Debellows invitó a la clase a formar una fila y preparar las varitas. Uno por uno, cada estudiante intentaría Desarmar, Aturdir o Lacerar a Debellows.
—Cuando queráis —dijo el profesor, sonriendo y saltando ligeramente de un pie a otro.
—Finalmente esto se pone interesante —masculló Trenton Bloch, ondeando su varita.
Cuando los primeros hechizos empezaron a ser disparados, Debellows los esquivó con asombrosa facilidad y casi sin esfuerzo. Apenas parecía estar observando a la fila de estudiantes. Simplemente miraba una vez cuando cada persona de la fila alzaba la varita, después se giraba, doblaba, agachaba o incluso hacía una pirueta, dejando que el hechizo pasara a su lado sin hacerle daño, normalmente fallando solo por centímetros. James tuvo que admitir que era un despliegue bastante asombroso, pero estaba decidido a que su hechizo diera en el blanco. Decidió que apuntaría a los pies de Debellows ya que estos, al menos, estaban normalmente pegados al suelo. Cuando llegó su turno, James alzó la varita, apuntó momentáneamente al pecho, y después tan rápidamente como pudo, apuntó hacia abajo y disparó. Incluso mientas el hechizo salía de su varita, Debellows ya estaba en el aire, girando ligeramente. El hechizo aturdidor de James se perdió en la sombra de Debellows. Un momento después, el hombre cayó sobre las manos y las puntas de los pies, como si estuviera haciendo una flexión. Con un suspiro y un gruñido, se lanzó otra vez hacia arriba, aterrizando fácilmente sobre sus pies. Hábilmente, atrapó su propia varita, que había sido lanzada al aire durante su salto.
—¡Demonios! —gritó Graham Warton. Un aplauso asombrado ondeó sobre los estudiantes.
Kendra Corner levantó la mano.
—¿Cuánto tardaremos en poder hacer eso?
—Paciencia, estudiantes —gritó Debellows, riendo ahogadamente y secándose el sudor de la frente con una toalla—. El Artis Decerto es un estudio de por vida. Es mucho más que un arte físico, es una disciplina mental. Incorpora las habilidades de levitación, adivinación, e incluso Aparición, permitiendo al mago saber cuando y donde va a golpear su oponente y asegurarse de no estar aún allí cuando ocurra. Solo los magos más torpes confían solamente en la fuerza de sus hechizos. El mago capaz sabe que si juega bien sus cartas, no necesitará utilizar hechizos en absoluto.
James decidió que, por poco que le gustara Debellows, el Artis Decerto era una técnica que valía la pena aprender. Se prometió a sí mismo practicar los entrenamientos y ejercicios mentales que Debellows estableciera incluso si parecían desesperadamente difíciles y abstractos.
—Conoce a tu oponente mejor de lo que él se conoce a sí mismo —ordenó Debellows—. Eso no requiere años de estudio; la mayoría de los magos se conocen muy poco a sí mismos. Evaluadlos en un instante. Tomadles la medida. Si tenéis éxito en eso, siempre tendréis la mano ganadora, y sabréis qué van a hacer antes que ellos mismos. Ya estaréis preparando vuestra defensa, y eventualmente, vuestro contraataque.
—¿Cuando llegaremos a esa parte? —dijo Trenton, bajando la varita con frustración—. Estoy harto de intentar leer la mente de otro tipo. Quiero hacer algo de magia.
—A su tiempo, señor, er, jovencito —replicó Debellows, ondeando una mano—. Primero, debéis entender la logística de la batalla. No debe tomarse ningún curso de acción a menos que ya hayáis previsto las consecuencias. ¡Planear y deliberar es la clave! La magia es una de las opciones disponibles para un mago astuto. Pero en el escenario de la batalla hay tres opciones que un guerrero puede escoger. La primera elección es maldecir a tu oponente.
Kevin Murdock apuntó su varita a su compañero de duelo y fingió una maldición asesina.
—¡Kapow! ¡Estás muerto! Eso es lo que hemos estado esperando —dijo alegremente.
—Una respuesta sistemática y torpe, amigo mío —dijo Debellows—. Tal vez quieras intentar esa técnica conmigo.
La cara de Murdock enrojeció al recordar la forma en que Debellows había esquivado la miríada de hechizos. Sacudió rápidamente la cabeza, bajando la varita.
Debellows asintió una vez.
—Buena elección, chico. Acabas de ilustrar la segunda opción que un mago puede escoger en batalla: esperar y observar hasta que su oponente haga el próximo movimiento. El guerrero astuto podrá explotar las acciones de su oponente y utilizarlas contra él. Si alguno de vosotros ve alguna vez una batalla, probablemente os encontraréis enfrentados a un enemigo sin entrenamiento e indisciplinado: un enemigo que cree que la valentía, el poder, o el entusiasmo son suficientes para proporcionarle la victoria. Evaluad a este enemigo, esperad a que haga su primer movimiento, y reconoced el momento en que lo haga. Si tenéis éxito en eso, entonces la batalla ya está en vuestras manos.
Trenton Block puso los ojos en blanco, obviamente insatisfecho.
—¿Cuál es la tercera opción entonces?
—La tercera opción, amigos míos —dijo Debellows, alzando las cejas—, es darse la vuelta y alejarse.
—¿La tercera opción es la rendición? —preguntó Morgan Patonia, frunciendo el ceño.
Debellows sacudió la cabeza, sonriendo sombríamente.
—En absoluto. Un auténtico guerrero nunca se rinde. Pero un auténtico guerrero sabe cuando una batalla no vale la pena. Puede ser porque el enemigo sea demasiado fuerte, o porque sea demasiado débil. En cualquier caso, no hay valor en semejante batalla. La señal del auténtico valor, estudiantes, es saber cuando no luchar.
—Inspirador —masculló Trenton, sin dejarse impresionar. James le miró fijamente, y después a Debellows. Entendía el malestar de Trenton, aún así, después de enfrentarse con Salazar Slytherin en el pasado distante, James comprendía que no podía descartar tan rápidamente como había hecho antes los métodos de Debellows.
La primavera empezó a descender sobre los terrenos de la escuela, Neville Longbottom empezó a dar sus clases de Herbología en largos paseos por el campo, enseñándoles como identificar ciertas plantas y árboles mágicos en estado natural. La clase avanzaba tras él a regañadientes y con dificultad mientras los conducía a lo largo del perímetro del Bosque Prohibido y por las pantanosas orillas del lago.
—Muchas plantas mágicas se han adaptado al medioambiente muggle disfrazándose como algo bastante más inocuo —hablaba Neville alegremente, arrodillado junto al borde del lago—. Por ejemplo, esta variedad de spynacea se ha aclimatado a la vida en zonas muggle disfrazándose de zumaque venenoso, así se asegura de que los muggles no intentan arrancarla o cosecharla. Puedes ver la diferencia por el ligero matiz púrpura en la raíz de la hoja. Una vez se arranca la planta, sin embargo —Neville agarró el tallo y tiró de él gentilmente, sacando la raíz de la tierra húmeda—, puedes ver la raíz primaria característica de la spynacea, útil para múltiples pociones y elixires.
—Yo no veo la raíz primaria —dijo Ashley Doone, examinando la parte alta de la raíz de la planta con sus propias manos—. Solo una raíz demasiado grande.
Neville levantó la mirada.
—Er, eso es porque esa planta en particular, señorita Doone, no es tanto una spynacea disfrazada de zumaque venenoso como un zumaque venenoso disfrazado de, er, sí mismo.
—¡Arg! —chilló Ashley, dejando caer la planta y frotándose las manos violentamente contra la túnica.
—A la enfermería —anunció Neville, suspirando—. Madame Curio tiene un bálsamo que elimina los aceites del zumaque, pero debe darse prisa o le picará durante semanas.
Ralph y James observaron a Ashley correr hacia el castillo, con la túnica ondeando al aire.
Ralph dijo a James:
—¿Todos preparados para el Club de Defensa esta noche?
—Supongo —respondió James—. A penas he visto a Scorpius desde las vacaciones. Francamente, creo que se está quedando sin cosas que enseñarnos.
—¿Tú crees? Yo he aprendido un montón de hechizos útiles con él. Ese abuelo suyo debe ser bueno.
—Sí, bueno, ese abuelo suyo es una de las peores personas que ha conocido nunca mi padre —replicó James—. Lucius Malfoy era un mortífago. Es uno de los que nunca renegó de ello además, aunque el viejo Voldy lleva mucho tiempo muerto. Ahora está escondido, probablemente esperando todavía el ascenso de un imperio sangrepura. Sabe bastante de magia oscura, incluyendo las tres Maldiciones Imperdonables.
Ralph se encogió de hombros.
—Bueno, aprendiera donde aprendiera Scorpius yo me alegro de que lo hiciera. Considerando lo que está pasando con Merlín y ese Guardián, me alegro de aprender tantas maldiciones y maleficios como pueda.
—No sé —dijo James, bajando la voz—. Me estoy empezando a preguntar si no estaremos equivocados en cuanto a todo esto.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir —dijo James, suspirando—, ¿y si Debellows tiene razón en cuanto a lo que hace grande a un luchador mágico? ¿Y si pasamos demasiado tiempo aprendiendo solo maldiciones, maleficios y hechizos desarmadores? Tal vez deberíamos empezar a practicar algo de esas técnicas Artis Decerto que nos ha estado mostrando.
Ralph sacudió la cabeza.
—Yo no puedo hacer esas cosas, James. Mírame. Zane tenía razón. Soy una pared de ladrillos.
—No eres más grande que Debellows, y ya viste lo que hizo, esquivó todos esos hechizos, moviéndose como si supiera exactamente a donde iba a ir dirigido cada disparo. ¡Lo hizo parecer realmente fácil!
—Sí, sé que esas cosas parecen fáciles. Pero resulta que no lo son. Dijo que el Artis Decerto es un estudio de por vida.
—¿Qué más tienes planeado hacer durante el resto de tu vida? —preguntó James, sonriendo—. ¿Quieres ser grandioso en algo o qué?
Ralph sonrió burlonamente.
—¿Crees que Scorpius nos enseñará alguna vez esas cosas?
—Solo hay una forma de averiguarlo —replicó James, arqueando una ceja.
Pero ni Ralph ni James vieron a Scorpius durante el resto del día. Mientras caminaban hacia el gimnasio para la reunión del Club de Defensa, Rose se entusiasmó bastante con la idea de practicar en el club técnicas de Artis Decerto.
—Ya sabéis que apenas enseña a las chicas —protestó—. Debellows es un cretino de primera en lo que se refiere al papel de la mujer en combate. ¡Algunos de los mejores luchadores de la historia han sido brujas! ¿No ha oído hablar de Chloris la Severa? ¿O Ghia von Guggenheim? ¿O ya que estamos, Bellatrix Lestrange y la mujer que la derrotó, la abuela Weasley?
—Puede que no haya oído hablar de la abuela Weasley —respondió Ralph pensativamente—. Pero estás en lo cierto.
—Una mujer es indiscutiblemente más propensa a ser buena en Artis Decerto —prosiguió Rose—. Somos más gráciles por naturaleza. Y más intuitivas.
—Tal vez deberías enseñarlo tú entonces —dijo James con cara seria.
—Tal vez debiera —replicó Rose, fulminándole con la mirada.
Los tres entraron en el gimnasio, y se detuvieron. La mayoría de los miembros del club estaban ovacionando y gritando, reunidos en una multitud vociferante cerca de la línea de maniquíes. Destellos verdes iluminaban el grupo, pero James no podía ver de dónde salían.
James y Rose se adelantaron, empujando a través de la multitud. James, siendo más alto que Rose, vio lo que ocurría primero. La asamblea de estudiantes había formado un semicírculo alrededor de Tabitha Corsica, Philia Goyle y Albus. Los tres Slytherins sonreían alegremente mientras disparaban rayos verdes a uno de los maniquíes mecánicos. El muñeco saltaba y se retorcía, escupiendo pequeñas ruedas dentadas y resortes, soltándose de su armazón.
—¡Basta! —chilló Rose, con las mejillas rojas—. ¿Qué creéis que estáis haciendo? ¡Alto en este instante!
Tabitha susurró un encantamiento, disparando un hechizo más al muñeco, y después alzó su varita con facilidad. Se giró para mirar sobre el hombro hacia los recién llegados.
—Buenas tardes, Rose, James —dijo—. ¿Hay un pergamino en el que tengamos que firmar para asistir? Odiaríamos saltarnos cualquier formalidad necesaria.
—¿Qué clase de hechizos eran esos? —exigió Rose, plantando los puños en las caderas.
—Calma, Rose —dijo Albus, guardando su varita—. Solo nos divertíamos un poco. Es solo un muñeco, ya sabes.
—Estabas utilizando Maldiciones Asesinas —dijo Rose, girando hacia Albus—. ¿Cómo te atreves? ¡No puedes venir sin más a este club y empezar a utilizar Maldiciones Imperdonables, especialmente esa! ¡Conseguiréis que nos expulsen a todos!
—La ley es bastante vaga cuando te trata de practicar Maldiciones Imperdonables sobre objetos inanimados, Rose —dijo Tabitha, sonriendo indulgentemente—. Además, ¿de qué sirve un Club de Defensa si no vais a practicar técnicas defensivas útiles?
—¿Matar a alguien es tu idea de una técnica defensiva? —escupió James.
Tabitha parpadeó hacia él, adoptando una apariencia asombrada.
—¿Se te ocurre una más efectiva? —preguntó.
—Tiene razón —gritó Frank Beetlebrick, uno de los compañeros Slytherins de Tabitha, entre la multitud de estudiantes—. Debellows es un incompetente. No nos enseña nada útil. Yo quiero aprender cómo luchar de verdad.
Hubo un coro de acuerdo.
—No queremos usurpar el control de vuestro club —dijo Tabitha, guardándose la varita—. Estamos aquí para aprender, como el resto de vosotros.
—Pero si alguien no os enseña cómo hacer una Maldición Cruciatus básica —intervino Philia—, ¿cómo esperáis tratar con aquellos que no se lo pensarían un segundo antes en utilizar una maldición asesina contra vosotros?