James Potter y La Maldición del Guardián (27 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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James dobló lentamente la carta, con los ojos bien abiertos. Un sudor frío había empapado su frente. Las palabras de Lucy eran inquietantemente similares a algunas de las cosas que Farrigan, el esqueleto de la cueva, había dicho. Pero, sin duda, Merlín no podía ser realmente el Embajador de esa horrible criatura, ¿no? Al menos no intencionadamente. Pero de cualquier modo, ¿y si su larga caminata por el Vacío había convocado a esa cosa llamada el Guardián? James sacudió la cabeza preocupado. El recorte de periódico resbaló de su regazo y cayó al suelo. James lo miró. Podía ver por los colores y el tipo de letra que era de un periódico sensacionalista muggle. A regañadientes, lo recogió y desplegó. Leyó el titular, hizo una mueca y, a continuación, se sumergió en el artículo.

Familia entera aterrorizada por "Demonio Alienígena Fantasma"; Dos se vuelven locos.

El pintoresco pueblo costero de Kensington Flats se ha visto estremecido este verano por rumores de una criatura fantasmal a la que los residentes han venido a llamar "criatura de humo y ceniza". Reconocida por su fantástica aparición, la entidad se mostró en varias ocasiones a lo largo de la tercera semana de mayo. En una de estas instancias, no menos de una docenas de aldeanos reclamaron haber visto a la entidad en el Colt and Cokerel, un pequeño pub a las afueras del pueblo. Aunque nadie estuvo dispuesto a hablar directamente con Desde Dentro, informes previos reclaman que la entidad exudaba un "palpable aire de horror y pánico, dando como resultado la sensación de extender e incluso contagiar la locura".

Estas visitas culminaron la noche del 17 de mayo cuando el hogar de Herbert Bleeker fue aterrorizado durante tres largas horas por la entidad. Los vecinos reclaman haber oído sonidos sobrenaturales provenientes de la casa al igual que todo tipo de gritos y extrañas luces. El señor Bleeker, un tendero de ultramarinos, junto con su esposa y un hijo adulto, Charlie, estaban dentro de la casa en ese momento, aunque los vecinos estaban al parecer demasiado asustados para ir a comprobarlo.

A la mañana siguiente, los tres Bleekers fueron encontrados en su césped delantero, con aspecto, como describió uno de los testigos, "de tener los cerebros hechos papilla". Después de ser examinados en el manicomio vecino de Dunfield, los Bleekers fueron declarados insensibles y delirantes.

Veinticuatro horas después, Charlie Bleeker, empezó a responder a los médicos. Describió la visita de la entidad como una noche de terror absoluto. "Fue como si estuviera diseccionando nuestros cerebros desde dentro", se oyó decir a Bleeker. "¡Era como si nosotros fuéramos radios, y estuviera sintonizándonos, intentando hacernos sentir los peores horrores imaginables! ¡Fue monstruoso! ¡Terrible! ¡Como si ni siquiera supiera lo que éramos pero no fuera a parar hasta averiguarlo!

El señor Bleeker volvió a deslizarse hasta la incoherencia después de este corto acceso, aunque parece estar respondiendo moderadamente bien a los tratamientos. Sus padres, sin embargo, permanecen virtualmente comatosos. El profesor Liam Kirkwood del Departamento de Investigación Paranormal de la Universidad del Norte de Heatherdown dice que tales manifestaciones van en aumento. "Informes similares han surgido por todo el país, y más allá. Principalmente, parece ser una especie de alienígena, investigando a la humanidad por sus propias razones insondables. Solo podemos esperar que sea cual sea su meta, no sea tan aterradora como inicialmente parece.

Desde Dentro seguirá estos sucesos, proporcionando actualizaciones cuando los acontecimientos las avalen.

Lentamente, James dobló el recorte. Metió eso y la carta de Lucy de nuevo en el sobre. No puede haber una conexión, se dijo a sí mismo. Es solo una historia. Muchas de ellas son bastante sensacionalistas, ¿no? Extraterrestres, monstruos y caras de santos en tostadas. Aun así, la idea de la “criatura de humo y cenizas” le hizo estremecer. ¿Y si era el Guardián? ¿Y si ya andaba suelto sobre la tierra y Merlín ni siquiera lo sabía? O peor, ¿y si lo sabía y era el responsable de ello? Simplemente no podía ser. Era demasiado horrible. James decidió que, de una manera u otra, tendría que averiguarlo. No sabía cómo hacerlo, pero encontraría un modo. Habiendo decidido eso, se sintió un poquito mejor. Metió la carta de nuevo en su mochila, se la colgó al hombro, y corrió el resto del camino hasta la Torre Norte.

—¡Vamos, vamos, estudiantes! —gritaba Kendrick Debellows entusiastamente, paseándose a lo largo del embarcadero que daba al lago—. ¡No es octubre aún! El agua todavía está tibia. Mejor si saltáis directamente. Hacedlo de sopetón y os acostumbraréis enseguida.

James estaba de pie entre Ralph y Graham, con los dedos de los pies encogidos sobre el borde del embarcadero. El agua de abajo parecía fría y lodosa. Su cara reflejada le devolvía la mirada, tensa y preocupada.

—No sé que es peor —masculló Graham a través de los dientes apretados—, la idea de saltar a esa agua, o que me vean vestido con este estúpido traje.

Ninguno de los estudiantes había traído bañador a la escuela, por supuesto. Debellows, siendo insufriblemente persistente en sus metas, había localizado de algún modo un armario con trajes de baño muy viejos utilizados cierta vez para un equipo de lucha libre acuática oficial de Hogwarts. El traje de una pieza se extendía de los codos a las rodillas y era a rayas descoloridas borgoña y gris. Tenía un escudo de Hogwarts bordado en el centro del pecho.

—¿Quién ha oído hablar alguna vez de lucha libre acuática, ya que estamos? —dijo Ralph.

—Oh, estuvo de moda un tiempo, allá en los viejos tiempos —replicó Graham—. Las sirenas tenían un equipo. Cualquiera pensaría que no serían muy fuertes, viéndolas, pero supongo que en realidad son enjutas pero fuertes.

—¿Los estudiantes se ponían esto para luchar contra las sirenas? —dijo James, bajando la mirada a su traje de baño dos tallas demasiado grande.

—Sí, pero las sirenas hacían trampa a veces —explicó Graham—. Todo el evento fue descartado cuando encontraron al capitán de las sirenas con un Grindylow en el cinturón. Al parecer lo utilizaba para azuzarlo contra sus oponentes y librarse de ellos.

Sobre la hierba que bordeaba el lago, las chicas de segundo supuestamente estaban haciendo flexiones, ondeando lanzas de punta roma unas contra otras. La mayoría parecían haber abandonado la actividad, escogiendo en vez de eso agruparse y observar a los chicos, sonriendo burlonamente o aburridas. Debellows las ignoraba.

—Esto es muy simple, estudiantes —gritó Debellows—. Saltar, nadar hasta la boya, rodearla, y volver nadando al embarcadero. Puede parecer lejos, pero os aseguro que podéis con ello. Yo mismo lo hice seis veces esta misma mañana. ¡Energizante, ya lo creo! Ahora, ¿hay alguien más que no sepa nadar?

Los chicos se miraron seriamente, nadie se atrevió a levantar la mano. Unos pocos minutos antes el amigo de Ralph, Trenton Bloch, había admitido que aún no había aprendido a nadar. Esta le había parecido a James una forma potencialmente inspirada de librarse de zambullirse en el sombrío lago. En vez de excusar a Trenton, sin embargo, Debellows había conjurado un par de manguitos de goma para los brazos. Para horror de Trenton, el propio Debellows había inflado los flotadores, y después los habían embutido en los brazos del chico. Trenton tenía un aspecto miserable al final del embarcadero, con los brazos en jarras. Un par de chicas de la orilla se burlaban de él.

—¡Esto es una prueba de voluntad, amigos míos! —ladró Debellows—. En los Harriers, no solo teníamos que aprender a nadar grandes distancias, sino que se nos entrenaba para combatir en el agua, enfrentándonos a todo tipo de bestias acuáticas, desde Esnarracudas hasta Anguilas Gritonas. Vosotros no os enfrentaréis a ningún combate en este caso, pero puede que introduzcamos una Marshweed maldita más avanzada la primavera si el profesor Longbotton puede producir un híbrido lo suficientemente domesticado. Por ahora, considerarlo natación por placer. Y ahora, a la una... a las dos... —Debellows alzó su varita, apuntando al cielo. Sonrió alegremente—. ¡Tres! —gritó, disparando un ruidoso estampido de su varita.

Desorganizadamente, los chicos reptaron y se descolgaron hasta el agua por medio de métodos de lo más variados. Sus salpicaduras iban acompañadas por coros de gemidos y quejas.

—¿Todavía hay sirenas aquí? —siseó Ralph entre dientes, bajándose al agua fría y negra.

James asintió con la cabeza.

—Pero mi padre dice que las sirenas son lo que menos debe preocuparte.

—Maravilloso —jadeó Ralph, descendiendo hasta la barbilla e intentando no salpicar. Animosamente, se entregó a una espasmódica brazada de pecho, dirigiéndose a la boya naranja a unos cincuenta metros de distancia. James le siguió.

Ralph era un nadador sorprendentemente bueno. Para cuando James estaba rodeando la boya, finalmente habiéndose acostumbrado más o menos al agua, Ralph ya estaba subiendo la escalera del embarcadero. Debellows le cogió la mano y tiró de él hacia arriba, asintiendo aprobadoramente con la cabeza.

James completó su vuelta y agarró la resbaladiza escalerilla cubierta de algas marinas. Tragó accidentalmente un sorbo de agua del lago y esta se revolvió nauseabundamente en su estómago mientras salía. Se tambaleó sobre el embarcadero y se unió a Ralph y Graham. Los tres se quedaron de pie temblando, chorreando agua de sus trajes demasiado grandes.

—¡Paso ligero, Bloch! —bramó Debellows, formando una bocina con las manos en la boca—. Finge que te persigue un Slagbelly. ¡Además puede que sea cierto! He oído que se los ha visto en el otro extremo del lago. Y tengo entendido que atacan a las salpicaduras.

—Profesor Debellows —llamó una voz. James se giró, castañeando los dientes. La profesora McGonagall estaba de pie en dirección al castillo al final del embarcadero. Miró rápidamente alrededor pero mantuvo la cara neutral—. Se espera a los estudiantes en el anfiteatro en quince minutos. Recuerde que hoy las clases terminan antes.

—Casi hemos terminado, Madame —gritó Debellows, palmeando a Ralph en el hombro—. Me atrevería a decir que la adelantaremos de camino a la asamblea si no se da prisa. —Se giró, dirigiéndose a los chicos del embarcadero— ¡Ya habéis oído a la profesora! Coged vuestros zapatos y formad en fila. Os secaré al pasar, después disfrutaréis de un agradable trote hasta el anfiteatro. Podéis cambiaros después.

Debellows sacó su varita y apuntó a James, que era el más cercano. Una ráfaga de aire caliente hizo erupción de la punta, empujando a James hacia atrás un paso. Un momento después, estaba casi seco. Tenía el cabello de punta en la cabeza, como si fuera una corona.

—¿Tenemos que ir con estos estúpidos trajes de baño a la asamblea? —preguntó James incrédulamente.

—Son perfectamente decentes, señor Potter —replicó Debellows despectivamente—. Incluso elegantes, en mi opinión. No tenemos un momento que perder, estudiantes. El anfiteatro se encuentra al otro lado de la muralla este. Mostrémonos ejemplares y precedamos al resto de las clases hasta allí, ¿de acuerdo? ¡Ahora, a correr, amigos míos! ¡Y señor Bloch, ¿terminará su vuelta este año, o tendré que enviar al señor Deedle a buscarle?!

Para cuando James llegó al exterior de la entrada del anfiteatro, estaba sudando y sin aliento. La mayoría de las otras clases estaban ya reunidas y sus voces resonaban en la acústica natural del espacio. James hizo una mueca, viendo las cientos de figuras vestidas con túnicas arremolinándose. Era casi imposible no notar los enormes trajes de baño a rayas. James y Ralph se acurrucaron en la parte de atrás, intentando sin éxito ocultarse uno detrás del otro. Scorpius fue el primero en reparar en ellos. Pasó caminando con un grupo de alumnos de primero de Gryffindor, sonriendo burlonamente. Cameron vio a James y le sonrió y saludó con la mano. Su sonrisa se volvió ligeramente asombrada cuando vio el atuendo de James.

—Veo que ninguna de las chicas de segundo lleva traje de baño —comentó Rose, deslizándose junto a James—. Defensa Contra las Artes Oscuras, asumo.

James asintió con la cabeza.

—Buena suposición. Debellows dice que en realidad son bastante elegantes. Vamos, busquemos un asiento.

La última vez que James había estado en el anfiteatro había sido el curso anterior, la noche del primer debate estudiantil. Había sido una ocasión bastante desagradable, en la cual Tabitha Corsica había proclamado desde el escenario que Harry Potter era un fraude y un mentiroso. Se había evitado por poco un disturbio masivo gracias a la oportuna interrupción de los absurdos fuegos artificiales de Ted Lupin y los Gremlins. Ahora, de día, el anfiteatro resultaba bastante alegre. El enorme escenario estaba casi vacío; mientras James miraba, un par de chicos mayores Ravenclaw treparon a él desde el foso de la orquesta. Hicieron una profunda reverencia en el borde del escenario, y empezaron a poner caras y soltar pedorretas a la multitud. Hubo algunos aplausos espaciados y aullidos hasta que la profesora McGonagall los ahuyentó de vuelta a sus asientos.

Cuando James, Ralph y Rose avanzaron hasta una fila de asientos, Noah Metzker los llamo desde cerca.

—Interesante elección de uniforme, vosotros dos. Las rayas dicen "Azkaban" pero el corte grita "patio de ejercicios".

—Ja, ja —se quejó James—. Tú serás el siguiente, Metzker.

—En realidad, ya hemos hecho el recorrido del lago —replicó Noah seriamente—. Espera hasta sexto curso. Debellows dispara Hechizos Lacerantes hacia ti desde la orilla. Se supone que eso te enseña "disciplina mental para sobreponerte al dolor".

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