James Potter y La Maldición del Guardián (53 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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—Es una lástima por Josephina, supongo —dijo—, pero yo me alegro de veras de que hayas conseguido el papel. Haré mucho mejor de Treus contigo que con ella.

—¡Todos a sus puestos! —gritó Curry—. Señor Potter, señorita Morganstern, por aquí por favor.

Petra apartó la mirada cuando oyó la voz de Curry.

—Vamos, James —dijo, alejándose a zancadas—, nuestro público espera.

James se sintió ruborizar. Observó a Petra atravesar el escenario y luego corrió para alcanzarla.

—¿Estáis seguros que no queréis venir al apartamento de papá conmigo estás vacaciones? —preguntó Ralph a James y Rose, mientras los tres merodeaban por los pasillos el último sábado por la mañana—. Yo pasé contigo las navidades pasadas, así que sería un trato justo. Papá va a cocinar un ganso y todo eso. Por supuesto, no habrá cabezas de elfos cantarinas o Winkles y Augers ni nada parecido.

—No pasa nada, Ralph —respondió James—. Prefiero una navidad sin cabezas de elfos cantarinas, en realidad. Pero de verdad, creo que sería mejor para nosotros quedarnos aquí.

—Está muy bien no tener magia en navidades. No hay porque avergonzarse de que tu padre sea un squib —dijo Rose, poniendo la mano sobre el hombro Ralph que tenía más a su alcance—. Es un hombre bastante importante en el mundo mágico estos días. Jefe de Seguridad e Interferencia Preventiva de Hogwarts, del Callejón Diagon e incluso del Banco Gringotts, ¿no es así? Nadie más que él podría hacerlo, puesto que nadie más entiende la electrónica muggle y la magia como él lo hace.

—Sí, lo sé —dijo Ralph, sonriendo tímidamente—. Y es muy bueno en ello. Está ayudando al Ministerio a desarrollar un nuevo tipo de Encantamiento Desilusionador que sólo funciona con los dispositivos de posicionamiento global muggles. Quiero decir, el mayor defecto en el Encantamiento Desilusionador común es que un dispositivo GPS no tiene un cerebro al que engañar. Llama al nuevo hechizo “Maleficio de Estupidez Artificial”. Solía trabajar con un software de inteligencia artificial, así que dice que este es el siguiente paso lógico. Una vez el maleficio está en posición, hace que cualquier dispositivo de posicionamiento muggle marque desvíos, barricadas, tráfico pesado, incluso ciclones e inundaciones, alrededor de cualquier lugar mágico. De esa forma, esos lugares mágicos serán invisibles tanto para los Muggles como para su tecnología.

—Eso es fenomenal —dijo Rose—. Quiero decir, las antiguas generaciones de magos nunca podrían haber predicho el desarrollo de cosas como los satélites, los dispositivos GPS o los GameDecks con capacidad de chat en línea. El mundo mágico realmente necesita un hombre como tu padre para desarrollar protecciones mágicas contra cosas como esa. Realmente ha sido una bendición del cielo.

—Aún así —dijo Ralph, poniendo la cara un poco larga—, papá ha adoptado su antiguo nombre de nuevo. Dolohov. Dice que no va a dejar que el egoísmo de su padre le robe su herencia mágica, pero yo conozco algo de esa herencia y no es tan grandiosa.

—Tú padre tiene razón —dijo Rose con firmeza—. Tú no eres responsable de nada que hicieran tus parientes lejanos. Yo creo que es genial que tu padre esté cambiando la forma en que la gente ve el apellido Dolohov.

Ralph se encogió de hombros.

—No lo está cambiando para todos. Mucha gente todavía odia el apellido Dolohov. Algunos de ellos están aquí mismo en la escuela. Todos saben lo que pasó aquí. Quiero decir, mi tío mató al padre de Ted Lupin ahí mismo en las escaleras. Dolohov es un apellido de asesinos y traidores.

—Es terrible que algunos de tus familiares tengan un pasado tan malo —respondió Rose—, pero eso fue hace mucho tiempo. La gente no te debería culpar por eso.

Ralph suspiró.

—Supongo que no, pero lo hacen. Y, honestamente, no puedo culparles. Esa es la razón por la que todavía llevo el apellido Deedle. Odio a mis propios abuelos, a pesar que ya están muertos. Papá los recuerda, y quiere creer que no eran tan malos como parecían. Está en cierto modo atrapado entre amarlos y odiarlos. Pero, ¿qué tipo de padres abandonan a su hijo porque es diferente? ¿Qué tipo de persona haría jurar a ese niño que nunca trataría de encontrarlos, o ni siquiera hablar de ellos?

Rose no tenía respuesta para eso. Los tres vagaron por los pasillos sin rumbo fijo, pasando junto a altas ventanas, entrando y saliendo de charcos de fría luz solar invernal. Después de unos minutos, James habló a Ralph y a Rose de su conversación con Albus después del último partido Quidditch.

—¿Dice que no tomó la Capa de Invisibilidad ni el Mapa del Merodeador? —dijo Rose—. ¿Le crees?

James se encogió de hombros.

—No lo sé. Parecía honesto al respecto. Pero estaba realmente malhumorado. Al parecer, está muy unido a Tabitha y sus compinches de Garra y Colmillo, y han estado diciéndole que tengo celos de él, que voy a tratar ponerle las cosas difíciles de alguna manera.

—¿Y tienes celos? —preguntó Ralph.

—¿Qué? —respondió James—. Oh, sí. Sigo olvidando que tú también eres un Slytherin. No, Ralph. No tengo celos de Al, y no voy a tratar de sabotearlo. Lo que no quiero es que caiga en ninguna de las mentiras de Tabitha. Ya lo tiene convencido que le necesita porque está atravesando una misteriosa tragedia personal.

Rose arqueó sus cejas.

—¿En serio? ¿Qué tragedia?

—No lo sé. Estaba muy afectada después del partido, y no fue porque perdieran.

—Últimamente ha estado bastante desagradable en la sala común —dijo Ralph—. No ha sido la cortés y fría reina de siempre en absoluto. Responde con brusquedad a la gente, y ronda por ahí, o se sienta sola en un rincón, rumiando sobre pergaminos y libros. Incluso la he visto espantar a Philia y Tom Squallus. Pero no lo hace con Albus. Parece un poco raro, la verdad. Quiero decir, que ella tiene diecisiete años y es treinta centímetros más alta que él. No es una pareja igualada, en mi opinión.

—Curioso —dijo Rose, entrecerrando los ojos—. Me pregunto qué le sucederá.

—Pero ¿qué hay de la Capa y el Mapa? —preguntó Ralph—. Si de verdad Albus no los tiene, y tú no los tienes, James, ¿entonces quién?

James se desplomó.

—No lo sé. Para ser honesto, no me importa. Tal vez papá los extraviara de alguna manera. Tal vez Kreacher los escondió en su alacena. Solía hacer eso todo el tiempo, en Grimmauld Place, con todas las antiguas cosas de la señora Black.

—Deberías decirle a tu madre que compruebe allí —dijo Rose.

—No es mi problema, Rose —dijo James bruscamente.

—Es tu problema si ella sigue pensando que los robaste —respondió Rose llanamente—. Pero como quieras. Tal vez prefieras dejar que todos crean que eres un ladrón.

Se detuvieron junto a una ventana con vistas al patio. En la parte inferior de los escalones de la entrada, Hagrid estaba cargando troncos y bolsas en una carretilla, preparándose para transportar al grupo de estudiantes al Expreso de Hogwarts que los llevaría a sus casas. James suspiró.

—Será mejor que vaya a hacer las maletas —dijo Ralph—. Papá me recogerá en la estación esta noche. Pasaremos la noche en Hogsmeade para que pueda reunirse con algunos propietarios de tiendas allí, y luego regresaremos a Londres por la mañana.

—Suena divertido, Ralphinator —dijo James, intentando animar un poco—. Que tengas unas buenas vacaciones. Mantente alejado de la Casa de los Gritos.

—Cuenta con ello —estuvo de acuerdo Ralph—. Evitaré cualquier cosa con la palabra “Gritos”.

13. Navidades en Hogwarts

Al siguiente día, la escuela se había vaciado casi en su totalidad. Los pasillos parecían inquietantemente oscuros y silenciosos con la mayoría de las aulas cerradas y con llave. Mientras James iba a desayunar el domingo por la mañana, vio al fantasma de Cedric Diggory al final de un largo pasillo. Parecía estar conversando con la Dama Gris. Ambos estaban flotando lentamente por el pasillo alejándose de James. Decidió no interrumpirlos. ¿Era posible que a Cedric le resultara atractiva la Dama Gris? Era bastante guapa, en cierto modo fantasmal, y no parecía ser mucho mayor que Cedric en términos humanos. En otro sentido, sin embargo, era varios siglos mayor que Cedric, pero quizá eso no importaba en el reino de los fantasmas. De cualquier manera, se le hacía raro pensar en ello. Continuó su camino hacia el desayuno, agitando la cabeza.

En el Gran Comedor, Rose estaba sentada en la mesa Slytherin con Albus. Cuando James se unía a ellos, les oyó hablar sobre la venta de la Madriguera. Era una conversación bastante deprimente, y James se quedó fuera de ella. Después, sugirió que los tres salieran al patio a hacer muñecos de nieve. Eso fue aceptado efusivamente, y los tres pasaron las horas del mediodía riendo alegremente y jugueteando sobre la nieve fresca. Tuvieron éxito en construir un muñeco de nieve ridículamente grande, utilizando sus varitas para levitar las enormes bolas de nieve hasta su posición, ya que eran demasiado pesadas para levantarlas. James y Rose intentaron levitar a Albus hasta la cabeza del muñeco de nieve para atarle su nariz de zanahoria, pero resultaron ser incapaces de mantenerlo derecho. Albus rodó hasta quedar boca abajo. Se le cayó el sombrero y este aterrizó en la nieve a tres metros de distancia.

—¡No me dejéis caer! —gritaba, batiendo los brazos como un ave torpe. En tierra, varitas en mano, Rose y James se reían tanto que se le saltaban lágrimas de los ojos y rodaban por sus mejillas rojas.

—¡La zanahoria, Al! —gritó Rose sin aliento—.¡Pónsela! ¿Qué te sucede? ¿No puedes volar?

—Dame una escoba y volaré —refunfuñó Albus, moviendo las piernas para intentar volver a darse la vuelta por sí mismo—. La próxima vez, tú serás la de la zanahoria, Rosie.

Finalmente los tres entraron cuando el sol se ponía. Dejaron sus capas de nieve, gorros y guantes en un sendero empapado, mientras se abrían paso hacia el Gran Comedor en busca de cacao y la merienda de la tarde. James se alegraba del descanso y el tiempo pasado en familia. Había evitado a propósito hablar de Merlín o de la Capa de Invisibilidad y El Mapa del Merodeador desaparecidos.

—Deberíamos hacer esto de nuevo el año que viene —dijo Rose, sonriendo sobre su cacao, tenía las mejillas rojas—. Es divertido tener el lugar para nosotros solos. El año que viene, podemos hacerlo con Hugo y Lucy y todos los demás que estén con nosotros.

—¿Y qué hay de Louis?— preguntó Albus, sonriendo burlonamente.

—Puede quedarse también, supongo, con tal de que no hable —dijo Rose magnánimamente.

—Probablemente no querría —comentó James—. Se fue a casa este año con Victoire, ya sabéis. Por supuesto, ella quiere ver a Ted. Louis fue sólo por el viaje.

—¿Todo el mundo está pasando el tiempo libre empacando en la Madriguera? —preguntó Rose.

Albus se encogió de hombros taciturnamente.

—Todo el equipaje está listo. La abuela Weasley lo hizo todo por sí misma. Quiero decir, ¿qué tan difícil puede ser empacar para una bruja como ella? El gran trabajo consiste en dividirlo todo. La abuela y el abuelo tenían un horroroso montón de cosas. Y luego está el ocuparse del ghoul.

—¿Quién se quedará con él? —preguntó Rose, frunciendo el ceño un poco desagradablemente—. Será mejor que no termine en el ático de mis padres.

—Apuesto a que sí —respondió James, revolviendo su cacao—. De hecho, apuesto a que tus padres lo pasan a tu habitación mientras estás en la escuela. Después de todo, todavía se parece un poco al tío Ron cuando tenía nuestra edad. Incluso puede que les guste más que tú.

Rose puso los ojos en blancos.

—Tendrás que esforzarte más que eso para conseguir irritarme, James Potter.

—Apuesto a que ahora mismo está en tu habitación —dijo Albus pensativamente—, utilizando tu maquillaje y poniéndose tus bragas.

Rose casi derramó su cacao al lanzarse sobre Albus. James y Albus aullaron de risa, ganándose una mirada severa de un elfo doméstico que limpiaba una ventana cercana.

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