—Siéntate, necesito tu ayuda. He vuelto a leer los trabajos de Miguel Garrido y no termino de encontrar mi conexión en todo esto. He estado preguntándome por qué me he visto involucrado en este asunto. Ya sabes que soy un hombre espiritual y mi trabajo siempre ha sido a nivel energético. He trabajado el cuerpo y los bloqueos en los
chakras
a través del yoga y la meditación pero siempre desde un punto de vista holístico. Con la respiración, haciéndonos conscientes de cómo trabaja la consciencia, el
prana
a través del cuerpo. No he sabido bien qué podía tener que ver en un asunto turbio sobre fármacos químicos, pero nada es por casualidad, así lo he aprendido.
¿Puedes explicarme de manera sencilla qué significa todo esto?
Me pasó una libreta en la cual había hecho esquemas y gráficos con rotuladores de colores. En una columna había puesto los beneficios que aportaba el consumo del medicamento y en otra los efectos secundarios que había descrito Miguel.
—¿Qué ves aquí?
Cogí el informe con las analíticas bioquímicas del compuesto.
—Lo más visible es que dispara la producción de melatonina. Estos niveles no son normales. Si no fuera porque estoy leyendo la corta edad del paciente, diría que se ha puesto hasta las cejas de LSD.
Cogí la analítica de otro paciente y me rasqué la coronilla.
—¡Vaya, tengo que hacer mucho esfuerzo para recordar todo el temario!
—¡Ánimo, puedes hacerlo! La información está en tu interior. Ya la conoces, solo debes desempolvarla.
—La melatonina es una sustancia que segrega una glándula hormonal llamada pineal. Se encuentra en el hipotálamo. Justo en el centro del cerebro, está conectada con la visión. Esta glándula tiene forma de piña, de ahí su nombre.
Dejé de hablar durante unos segundos y luego sonreí.
—Es curioso.
—¿El qué?
—Recuerdo que escogí precisamente este tema para mi doctorado, pero nunca lo terminé.
Kahul me miró, sus ojos transmitían asombro.
—¿Aún crees que la casualidad existe?
Ambos sonreímos.
—Realicé estudios e investigué por mi cuenta los trabajos de doctores en el extranjero sobre la función de esta maravillosa glándula. Algunos de ellos tan increíbles que hicieron que me entusiasmara aún más con mi tesis.
La pineal segrega melatonina cuando se apaga la luz, nos ayuda a regular los ciclos del sueño. Una deficiencia de ella provoca insomnio, depresión, aceleración del envejecimiento.
—No veo la conexión espiritual o energética.
—La hormona serotonina, desde la cual se sintetiza la melatonina, también es la responsable de estados de felicidad, confianza y amor. Quizá por eso me interesó tanto, ¡Creía que yo debía tenerla atrofiada!
—Es maravillosa esta glándula. Quizá sí tenga una conexión con nuestra parte divina.
—Esta glándula también crea un alcaloide: dimetiltriptamina, DMT, un químico psicodélico. Debe tener relación con las imágenes que vemos en los sueños.
—¡DMT! Es el principio activo de la ayahuasca, el yopo y otros preparados que utilizaban los chamanes para tener visiones y hablar con los espíritus. Entonces el
pinmetil
altera las funciones naturales de esta glándula, que parece ser el chamán natural del cerebro. La puerta a otras realidades.
—¿En serio? —le pregunté.
—Entonces debe afectar directamente al tercer ojo: la visión, la ampliación de consciencia. El ver más allá de esta realidad física ¡Tu don! Y el don de todos los conectados. ¡Ahora lo entiendo!
—Es casi como un ojo, esta glándula tiene en su interior conos y bastones y también una retina. Pero es muy sensible y el agua que hay en su interior se calcifica con el exceso de calcio en la dieta. Con la edad acaba atrofiándose.
—¡Increíble! Las culturas orientales ya conocían la existencia de este tercer ojo, por eso las mujeres indias lo llevan pintado. Ellas también han sido guardianas de este conocimiento.
Si la pineal es la responsable químicamente de que nuestro cuerpo pueda generar estados alucinatorios en sueños, también debe ser la causante de los viajes astrales y de la conexión con el Yo superior. ¡Como un
router
cósmico! Es lo que nos ayuda a estar conectados con nuestro espíritu. Sin esto estaríamos perdidos, nos sentiríamos vacíos.
—Depresivos, tristes, sin rumbo —dije.
Resoplé.
Sentí alivio al comprender los razonamientos lógicos y fisiológicos de mi conducta. La temprana medicación que había recibido, había alterado mi don natural de estar conectada con realidades superiores. Realidades que no percibía el ojo humano, pero sí este tercer ojo interno. Y lo necesario que era para el bienestar psíquico y emocional estar conectado a esta fuente superior de consciencia y sabiduría.
—¿Pero por qué terminé viendo realidades oscuras, espíritus dañinos o en estados de dolor y sufrimiento?
—Cuando estuve en Centroamérica, conocí a un chamán. Era de una tribu nicaragüense. Ellos habían estado utilizando la ayahuasca por cientos de años y estaban preparados para ella. Habían ritos de iniciación, y se escogía el momento y el lugar propicio, la fase lunar correcta, todo estaba cuidado para que el viaje fuera con los espíritus benignos. Él me contó que debía ser así, y debía respetarse al máximo ya que cuando se entraba en estados alterados de consciencia podías atraer también a entidades negativas si en tu corazón había miedo o dolor. Estas entidades, llámalos espíritus, energías densas, proyecciones mentales oscuras, podían acceder a tu alma y quedarse contigo, alimentarse y crecer sin nosotros ser conscientes de esto.
—Entonces también sucede con las drogas y el alcohol en diferentes medidas. La melatonina sigue activada día y noche, y puede derivar en una esquizofrenia como la que me habían diagnosticado. ¡Eso es horrible! Pero en mi caso era cierto. Vi las sombras cuando volví a mi habitación a por el CD. Habían estado a mi alrededor, en mi casa, siempre conmigo. Me decían que no valía nada, que era fea, incapaz, que estaba loca, que nadie me quería —solté un suspiro—. Pero ahora siento que estoy rodeada de ángeles que me dicen que soy amor, que soy única, que tengo un don mágico.
La sonrisa de Kahul me alentó a continuar.
—Y que puedo ser digna de tu amor —le dije.
—Y que puedes ser quien quieras ser. No es un engaño pues jamás serás algo ajeno a tu propia esencia. Por eso ahora eres Irania, te has reconstruido a ti misma, con tus propios sueños y todo aquello que ya eras en otras vidas. Un gran ser de luz.
—Todo gracias a ti. —No Irania, yo solo reflejaba aquello que ya había en tu interior. Pero para eso tenía primero que reconocerlo en mí mismo. Luego me besó. Estuve instantes reflexionando en silencio hasta que lancé una pregunta al aire:
—¿Pero por qué mi padre iba a llevar tantos años de investigación para crear un fármaco que inhibe o altera la producción de esta hormona? Me cuesta creer que no haya podido mejorarlo, es decir, atenuar los efectos secundarios.
—Eso tendrás que preguntárselo a él. Quizá no quería hacerlo y haya estado más pendiente de enmascararlo para que no fuera tan evidente.
Me quedé reflexionando largo rato. Visualicé un posible encuentro con mi padre y las emociones en desequilibrio comenzaron a perturbarme y no dejaron de acompañarme durante todo el día. Sabía que tarde o temprano debería enfrentarme a él cara a cara, necesitaba respuestas pero no sabía cómo ni cuándo sucedería, pero mi intuición me decía que no tardaría en darse la oportunidad.
Ya no pueden quitarte,
aquello que integraste.
Ya no pueden llevarse,
lo que a lágrimas ganaste.
¡Qué corran tras ello!
Que guardado bajo llave,
en tu alma lo dejaste.
Lila me esperaba sentada en la estación de tren de Vilassar de Mar. Por su seguridad y la nuestra, no le dije dónde vivíamos exactamente. Me acerqué a ella despacio, estaba revolviendo en su enorme bolso de tela de colores. La vi cómo sacaba un espejito de un neceser y unas pinzas, luego se miró en él y comenzó a depilarse las cejas. No pude evitar reírme al ver el tic que sufría su párpado cada vez que estiraba de un pelo.
Al escuchar mis risas se giró y su gesto de asombro todavía me hizo reír más.
—Lila, soy yo. ¿No me reconoces?
Se levantó de golpe dejando caer al suelo el bolso que tenía apoyado en su regazo.
—¡Sandra, cariño!
Me abrazó con fuerza, como siempre había hecho. Lo único que esta vez su abrazo duró menos ya que en seguida volvió a retirarse para mirarme de arriba abajo.
—¡Estás increíble!
Noté brillo en sus ojos.
—Gracias amiga.
—¡Guau! Esto es magnífico, Sandra, el cambio en tu actitud, en tu físico, no sé qué decir. Siempre he creído en la transformación interior, ¡pero esto es maravilloso! Pareces otra persona.
—No soy otra, soy quien siempre fui. Solo que ahora ya nada impide que me exprese en total libertad. A pesar de todas las cosas duras que estoy enfrentando sigo feliz. Estoy feliz y más fuerte que nunca porque siento que el dolor pasará. Tengo esperanzas.
Lila se abalanzó de nuevo y nos fundimos en un abrazo.
—Te quiero, amiga —me dijo— Estoy muy orgullosa de ti.
—Yo también te quiero.
Nos sentamos en la cafetería de la estación y entonces le hice entrega de una copia del CD de Miguel.
—Debes cuidarlo, ahí están todas las pruebas que incriminan a la empresa de mi padre de fraude, asesinato y mil cosas más.
Lila resopló y dijo:
—¡Uff! Esto debe ser muy duro para ti. Si se demuestra la acusación, tu padre irá a la cárcel.
—Y también Joan.
—¡Dios mío! ¡Cuánto lo siento! Cuánto siento que hayas estado envuelta de tantas tinieblas. No sé cómo hubiera reaccionado yo. Creo que eres la persona más fuerte que conozco. A pesar de todo sigues aquí y estás preciosa.
—Gracias a tu ayuda, no lo olvides.
—Bueno, he hecho cuánto he podido para darte esperanza, pero había cosas que debías aprender por ti misma. Es así de duro, pero nadie experimenta por cabeza ajena. De buena tinta lo sé. Aunque yo siempre he creído en ti —puntualizó—. ¿A qué sí?
Le sonreí y le dije:
—Lo sé, siempre has sido un gran apoyo.
—Tengo un regalo para ti, ahora veo que estás lista para seguir tus propias intuiciones.
Me dio un paquete rectangular envuelto en papel de regalo de color azul. Lo desenvolví con impaciencia.
—Las Cartas del Yo interior —leí—. Precioso nombre.
Lila sonrió.
—Es una baraja de cartas con símbolos muy fácil de entender. Con mensajes muy constructivos. En cuanto las vi sentí que estaban hechas para ti. Así ya no tendrás que venir a verme, ahora tendrás tu propia guía contigo.
La abracé de nuevo.
—Gracias Lila, las usaré junto a mi intuición. Son preciosas. Aunque nunca dejaré de verte, somos amigas.
De pronto Kahul apareció tras la puerta de cristal de la cafetería. Me hacía señas para que terminara mi charla con Lila.
Lila vio mi reacción y se giró.
—¡Vaya tío! —exclamó.
—Es Kahul. Parece inquieto.
—¿Ese es tu profe de yoga? Jolín, qué mala suerte de que sea gay. Ahora entiendo tu resignación.
—No es gay —le respondí. Se formó una sonrisa en mis labios.
De pronto sus ojos se abrieron más y se puso la mano en la boca.
Luego habló:
—¡Lo sabes de buena tinta! ¿Verdad?
Asentí con el rostro. Sentí que subía calor a mis mejillas.
Lila rió y me guiñó un ojo mientras me daba repetidos codazos en el brazo.
—Ya decía yo que ese cambio y esa sonrisa…
Kahul entró a la cafetería y se acercó a nuestra mesa.
—Siento interrumpir, Irania, pero debemos marcharnos.
—¿Qué sucede?
—No sé, algo no va bien. Lo presiento.
Lila se levantó y se presentó:
—Soy Lila, la amiga de Sandra Irania —soltó con naturalidad.
Kahul le dio un cálido abrazo.
—Hola, gracias por tu ayuda. Espero nos veamos en otro momento con más calma.
—Sí.
De pronto Alberto entró en la cafetería. Solo verlo sentí palpitar mi corazón con rapidez. Comprendí al instante que esa era la inquietud de Kahul.
—¿Por qué le has traído? —le pregunté a Lila.
—Se ofreció a acompañarme, tenía miedo que me pasara algo.
Alberto caminó hasta nosotros. De pronto clavó sus ojos en Kahul.
—¿Daniel Sánchez?
Kahul caminó unos pasos hacia atrás.
—No te muevas, por favor no me obligues a sacar el arma.
—¡¿Qué pasa, Alberto?! Él va conmigo, me está ayudando —le dije.
Lila agarró el brazo de Alberto.
—Primo, él es amigo de Sandra y mío.
—Lo siento chicas, pero tiene una denuncia por acoso y extorsión a una mujer, su foto se repartió en todas las comisarias catalanas.
—¡No! —chillé— ¡Eso no es cierto! Es una alumna despechada del club. Kahul nunca haría daño a nadie.
Me puse en medio de ambos.
—Sandra, por favor —me dijo Alberto— No puedo dudar de la denuncia de un ciudadano así como así. Mientras no se demuestre lo contrario en el juicio, para mí tu amigo es un presunto extorsionador. Yo no sé quién dice la verdad. Yo solo hago mi trabajo.
Lila apoyó sus manos sobre el pecho de Alberto.
—Por favor, primo, dale una oportunidad. Yo le creo.
Kahul habló en su defensa:
—Yo no he hecho nada a nadie. Esa mujer que me denuncia lo hace por despecho y lo demostraré.
Kahul apoyó su mano en mi hombro y me apartó.
Yo me negué dejarlo marchar.
—No, Kahul, no lo hagas. Si mi familia te encuentra no dejarán que salgas nunca de la cárcel.
Las lágrimas llenaban mis ojos y se desprendían de ellos con rapidez, humedeciendo mi rostro en desesperación.
Alberto me apartó con fuerza de los brazos de Kahul y lo cogió por la muñeca.
—Por favor, Sandra —me dijo.
Lila me abrazó y Alberto salió de la cafetería con Kahul.
Ambas los seguimos hasta el coche.
Antes de subir a los asientos traseros del vehículo de Alberto, Kahul me miró y me dijo:
—Tienes que llegar hasta el final. No temas, yo estaré contigo.
Me abracé con fuerza a su torso.
—No voy a poder sin ti.