Authors: Vicenç Navarro & Juan Torres López & Alberto Garzón Espinosa
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Coordinación política y Hacienda europea
Conviene que haya un sistema fiscal europeo potente, unificado y progresivo, de lo que hemos hablado en el capítulo VII, que esté al servicio de ese equilibrio interterritorial y que también garantice la demanda interna europea sosteniendo el Estado del Bienestar.
Por eso consideramos imprescindible, si no se quiere que la Zona Euro salte por los aires, que se refuerce el gobierno europeo de las relaciones económicas mediante el incremento de la coordinación y se instituyan mecanismos de reequilibrio que no se basen en una simple transferencia de rentas sino en la promoción vertebrada de la actividad económica en toda Europa, y así evitar la concentración que se produce cada vez con mayor intensidad.
La unificación de este sistema fiscal podría permitir además que se emitieran eurobonos o títulos de deuda pública europeos en mejores condiciones, lo que haría que los Estados soberanos no quedaran en manos de los especuladores a la hora de financiar sus deudas, como ocurre ahora con consecuencias muy negativas para la población e imprevisibles para el futuro del proyecto europeo.
Un nuevo estatuto para el Banco Central Europeo
El Banco Central Europeo debería convertirse en un verdadero banco central y no en lo que actualmente es: un lobby de los bancos. Debería asemejarse en sus funciones a la Reserva Federal estadounidense, considerando su responsabilidad de estimular la actividad económica tan importante como controlar la inflación. Más concretamente, el BCE debería estar comprometido con el pleno empleo, la sostenibilidad económica y ambiental, y la igualdad. Y por supuesto tendría que dar cuentas al Parlamento Europeo, que tendría que tener mayor responsabilidad en la política económica.
Regulación financiera
Hay que establecer una fuerte regulación sobre los mercados financieros más importantes (como el de la deuda pública) y la prohibición inmediata de determinados productos financieros que sólo se usan para la especulación (como los hedge funds o los Credit Default Swap) y de las prácticas que a ello contribuyen (como las operaciones al descubierto). Sin una regulación potente las finanzas continuarán mostrando un poder excesivo respecto a la economía real y obstruirán los procesos productivos al dedicar los recursos a la especulación financiera no creadora de empleo. Además hay una importante correlación entre el papel especulador de las entidades financieras en la globalización y el deterioro de la participación de los salarios en la renta, lo que ha debilitado la demanda interna.
La globalización financiera que ha venido de la mano de las políticas neoliberales dedicadas simplemente a permitir que los financieros actúan con plena libertad ha perjudicado a la economía real en beneficio de la economía financiera, ha debilitado el crecimiento económico y ha incrementado la desigualdad en la distribución funcional (relación salarios-beneficios), tal y como vimos en el capítulo VI.
La Unión Europea debería reestructurarse según una estructura federal que permitiera un pacto social capital-trabajo a nivel europeo. Tales cambios deberían hacerse con cierta urgencia, pues la propia viabilidad de la Unión Europea está en peligro. Algunos estudios como el de Engelbert Stockhammer,
Özlem Onaran y Stefan Ederer
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concluyen que la Zona Euro como un todo se comporta de forma negativa respecto al crecimiento económico cuando se producen disminuciones en los niveles salariales, porque finalmente eso sólo da lugar a que las empresas, para mantener sus niveles de beneficios, destinen sus recursos a la especulación financiera, que es mucho más rentable.
En su estudio demuestran que si la Zona Euro se conformara como un espacio de cooperación en materia de política salarial y promoviera la participación salarial al alza, como nosotros defendemos, se podría estimular mucho mejor la actividad económica y el empleo, y salir mucho mejor y con mayor bienestar de la crisis.
Autosuficiencia financiera y control de capitales
Necesitamos también que Europa se considere una zona de autosuficiencia financiera y establezca controles de capitales y la prohibición de los paraísos fiscales. Los paraísos fiscales son un agujero negro que no sólo esconde cantidades ingentes de dinero (9,2 billones según la Red Mundial de Justicia Global), sino que además son instrumentos que presionan a la baja los sistemas impositivos europeos.
Los neoliberales parten del supuesto de que si se producen cambios al alza en los sistemas impositivos se producirían expatriaciones del capital, pero para acabar con ese chantaje basta con cerrar el espacio financiero a los capitales especulativos e imponer controles de capital. En contra de lo que afirman los neoliberales ni siquiera una medida contundente como ésta provocaría grandes conflictos. Inicialmente las empresas afectadas podrían sufrir recortes en sus ganancias extraordinarias, a las que terminarían adaptándose como ha ocurrido sin problemas en otros momentos históricos, pero incluso podrían volver a recuperarlas gracias al incremento de la demanda y de los mercados que estas medidas llevarían consigo.
Los neoliberales rechazan estas medidas y las consideran imposibles de llevar a cabo sin grandes traumas y desequilibrios porque parten del presupuesto de que la actual pauta distributiva entre salarios y beneficios es inamovible, sin darse cuenta de que es el resultado de los equilibrios de fuerzas y que, lo mismo que los asalariados han soportado peores condiciones de vida cuando han dispuesto de menor capacidad de presión, las empresas soportan igual menos beneficios cuando no tienen más remedio que someterse a la presión de los trabajadores.
Y, en todo caso, el resultado de todo ello depende del orden de prioridades que se establezca: si lo prioritario es la satisfacción de las necesidades humanas y el mantenimiento de los equilibrios básicos de la sociedad, se puede recurrir a nacionalizar las grandes empresas de las que dependen porque en ningún lado está escrito que la mayoría de la sociedad deba quedar sin recursos porque sea más importante garantizar el lucro incesante de una minoría privilegiada.
Impuestos sobre las transacciones financieras
Es necesario también imponer una serie de nuevos impuestos tanto a las ganancias de capital como a los bancos y a las transacciones financieras. Todos estos impuestos no tendrían únicamente un carácter recaudatorio sino que también tendrían un sentido económico. Así, los impuestos a las ganancias de capital permitirían disuadir a los agentes financieros que especulan en plazos de tiempo muy cortos, los impuestos sobre los activos bancarios servirían para acumular fondos que permitan compensar los programas de rescates bancarios y los impuestos sobre las transacciones financieras permitirían igualmente mitigar los efectos de la especulación.
Otro modelo productivo
El modelo de crecimiento europeo tiene que ser de una naturaleza muy distinta a la vista en etapas anteriores. Más que aceptar el resultado azaroso de la caótica y desastrosa lucha competitiva entre Estados, lo que Europa necesita es apostar por un modelo de crecimiento cooperativo y coordinado, en donde la inversión pública y privada esté basada en las nuevas tecnologías y, en concreto, en las energías renovables y la investigación, en el respeto al medio ambiente y en la promoción de formas alternativas de producir y consumir. Es decir, es necesario establecer un plan de largo plazo que defina el tipo de sociedad y el modelo productivo que tendrá la economía.
En este sentido es necesario también aprobar códigos de responsabilidad empresarial en materia laboral, tecnológica, ambiental y de igualdad. Hay que controlar también que los beneficios empresariales no puedan destinarse a la especulación financiera, sino que reviertan en la sociedad. Y por supuesto esos beneficios tienen que obtenerse en sectores cuya existencia también favorezca a la sociedad sin perjudicar el medio natural tanto en términos de utilidad social como de empleo.
Convenios colectivos a nivel de toda la Unión Europea Hoy no existe la posibilidad de establecer el pacto capital-trabajo (base del establecimiento del Estado del Bienestar a nivel de cada país) en la Unión Europea. De ahí que el mundo del trabajo esté en situación de inferioridad frente al mundo empresarial, que puede desplazar su producción con facilidad dentro y fuera de la Zona Euro y de la UE. Por eso la urgente necesidad de que se puedan hacer convenios colectivos a nivel de la UE, hoy imposible legalmente de realizarse.
Una democratización muy profunda de las organizaciones europeas
Tales organizaciones están hoy claramente controladas por el capital financiero y el mundo de las grandes empresas que han creado una estructura a espaldas de las poblaciones que componen tal entidad pública. Sin tales cambios no ocurrirían los cambios sufridos con anterioridad.
Hasta este punto nosotros hemos apostado por reformas dentro de la Unión Europea que permitan construir una verdadera unión de la población europea. Sin embargo, no todos los economistas consideran que sea la única o incluso la mejor opción que les queda a los países que ahora están siendo arrasados por los planes de ajuste y los mercados financieros que los imponen. Una de las visiones alternativas es la de la salida del euro.
En efecto, a nadie le cabe la menor duda de las ventajas que disponer de una unión monetaria en Europa puede traer para todos. Pero son ventajas que sólo se pueden disfrutar cuando está bien diseñada y cuando dispone de los necesarios mecanismos compensatorios para evitar que las diferencias que suele haber entre los países o territorios que la compongan se conviertan en una amenaza para la propia unión y en una fuente de desigualdades sociales y personales, de desequilibrios territoriales, de conflictos económicos y, en suma, de empobrecimiento para algunos de ellos.
Sin embargo, a nadie se le escapa que salir del euro es una opción de costes extraordinarios que llevaría al país que lo hiciera a sufrir agresiones sin precedentes en Europa y a vivir algunos años de caos financiero y de empobrecimiento
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. Nada más cierto.
Pero ¿acaso está propiciando otra cosa mejor un euro al servicio exclusivo del capital financiero y de las grandes empresas?
¿Acaso ha dado seguridad y bienestar a Grecia, a Portugal o a Irlanda? ¿Acaso no hizo España los deberes del euro y no puso sin rechistar en manos del capital alemán y europeo sus mejores empresas y centros de producción? ¿Acaso el euro nos está protegiendo de la extorsión y de los ataques especulativos? ¿No alentó el euro, en beneficio de la banca europea, el endeudamiento privado imponiendo los recortes salariales en lugar de la estabilidad financiera?
Si se mantienen las políticas que se han aplicado y no se pone fin a los sufrimientos extraordinarios que están padeciendo ahora países como Grecia pero que pueden extender pronto a otros más, será imposible garantizar la mínima estabilidad económica y social y la salida del euro será la única opción.
En nuestra opinión, si no hay un giro urgente en la política europea, si no se impone la cooperación, la armonía y el reparto equitativo de la riqueza, si no se admite que quien debe gobernar Europa es la ciudadanía mediante sus representantes y no los grupos de presión y los poderes financieros, no quedará más remedio que reclamar la salida de un euro convertido en un infierno para las clases trabajadoras y que sólo serviría en el futuro para que Europa quedara como parque de atracciones de los adinerados de otros continentes.
La crisis financiera ha vuelto a poner una vez más sobre la mesa la necesidad de afrontar la situación de un planeta a la deriva en donde, según el Banco Mundial, hay hoy 1.200 millones de personas que viven en el umbral de pobreza, y más o menos el mismo número de personas hambrientas, y en donde no hay manera de que los gobiernos cumplan con sus compromisos de ayuda y reformas para evitar todo eso.
Los rescates bancarios pusieron de relieve la doble vara de medir de los poderes económicos de los países desarrollados, que siempre habían justificado su falta de acción contra la pobreza, el hambre y contra la desigualdad en la falta de dinero.
El Banco Central Europeo inyectó en las entidades financieras, y sólo en 2007, un total de 645.000 millones de euros y la Reserva Federal de Estados Unidos más de 200.000 millones de dólares sólo en el mismo mes que comenzó la crisis, y no le ha importado nacionalizar entidades con gran coste para salvar los trastos de los banqueros que arriesgaron demasiado con el dinero ajeno. Aunque es difícil de calcular, entre Europa y Estados Unidos se han gastado más de 15 billones de dólares para hacer frente a la crisis ayudando a las empresas y a los bancos que las habían provocado y, sin embargo, no se puede decir que con ello se hayan solucionado los problemas porque, como hemos comentado, éstos tienen carácter estructural y necesitan reformas profundas además de dinero.
Frente al intento que será completamente ineficaz de salir de la crisis aplicando las políticas que la provocan, nosotros creemos que es necesario dar un gran golpe de timón en la política mundial para imponer otras soluciones que pueden ser mucho más eficaces para hacer frente a los problemas económicos de la humanidad. Este otro tipo de soluciones son las que se proponían en el informe que resultó de una cumbre de Naciones Unidas a la que asistieron representantes de 192 países, basado en ideas plurales y no en los mismos prejuicios ideológicos de siempre, y que podemos tomar como referencia de los cambios urgentes que es necesario llevar a cabo en la esfera internacional para evitar que se sigan reproduciendo los problemas financieros y económicos que estamos viviendo.
Instituciones democráticas
Coincidiendo con esos informes, nosotros creemos que la primera exigencia que habría que abordar es la de reformar los organismos internacionales para democratizarlos y garantizar que los países menos desarrollados tengan también una justa representación en sus órganos de decisión. Sobre el Banco Mundial, Naciones Unidas ha propuesto, y nos parece razonable, que cada país tenga poder en función de tres criterios: el peso económico, la contribución al mandato de desarrollo del Banco y el volumen de préstamos otorgados. Y en lo que se refiere al Fondo Monetario Internacional recomiendan procedimientos de votación que no estén en función de la riqueza y la elección de sus dirigentes mediante un proceso democrático público.